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El periodismo que transitamos

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Rubén Atahuichi

En la universidad, mi profesor de periodismo escrito, Humberto Cabezas, nos enseñaba a diseñar un periódico impreso sobre una hoja de papel sábana larga. Hacíamos un ejercicio del “centímetro-columna”, una medición de módulos cuadrados horizontales y columnas verticales para armar una edición impresa. Otro, Rómulo Quintana, nos enseñaba dicción de la voz, para que nuestros oyentes de radio (y televisión) entiendan bien la palabra que queremos comunicar. Y Ricardo Rocha, zoom in, zoom out, picado, contrapicado, paneo y otras técnicas de manejo de cámaras de video; nosotros teníamos un simulacro de cartón del ostentoso y complejo aparato.

Ya en el ejercicio de la profesión, un editor me pedía “monitorear” la televisión para luego desdeñar los hechos noticiosos o no, para rescatarlos en nuestra edición de papel.

Las coberturas largas en el Concejo Municipal en plena crisis de gobernabilidad, las de riesgo en las protestas sociales que hicieron de los “dinamitazos” y la gasificación rutina o la vez que un policía me sacó a culatazos de la plaza Murillo aquel aciago febrero de 2003. “¡Salga de aquí, carajo, usted no es un Robocop!”. ¡Qué lección de vida! No había forma de denunciarlo por agresión al periodista, sino agradecerle por la vida que quizás salvó minutos antes de la refriega entre contingentes de policías y militares a raíz de aquel impuestazo al salario que no fue. O de aquella madrugada de octubre de ese mismo año, cuando en las listas de primeros fallecidos de la Guerra del Gas aparecía mi apellido, para preocupación de los colegas y de mi familia.

Anécdotas sinfín, como la vez que se nos acabó la cinta de grabación en plena entrevista con el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada o el enojo de otro mandatario, Eduardo Rodríguez Veltzé, cuando le preguntamos sobre la situación de los bullados “misiles chinos” heredados del gobierno predecesor. La casual entrevista primicial a Jeffrey Sachs, la charla a manera de epitafio con Antonio Paredes Candia o el “nosotros construimos primero los puentes, luego buscamos el río” de un prefecto de Tarija que se jactaba del dinero del gas. El privilegio de escuchar a Piero cantándole en vivo su Mi viejo a mi papá Eduardo, las canciones de Matilde Casazola, como mi madre, y el feliz cumpleaños de Luciel Izumi con La aromeñita, de Manuel Soliz Aquella triste partida de José ‘Jach’a’ Flores y mi crónica de su entierro Jach’a: ‘Canto de los pájaros, de los vientos, de los ríos…’

Las tantas entrevistas con Evo Morales y su incómoda reacción (“voy a investigar cuántas chicas tienes”) ante una pregunta también incómoda en el recién inaugurado programa Piedra, Papel y Tinta, de La Razón, con Claudia Benavente como su pionera. Su “portazo” a otra entrevista para una ruptura casi eterna de fuente-periodista, cuyo origen parece haber sido mi columna quincenal Choquehuanca y el quinquenio sabático.

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Pero alegrías y sinsabores también, como el nacimiento de Animal Político y la confianza de Claudia en la gestión de la redacción, por un lado, a contrapartida de la tragedia del juicio sin sentencia contra la directora y mi colega fallecido Ricardo Aguilar por “traición a la patria”, la edición “a cinco manos” de La Razón durante un inusual y abusivo paro de compañeros, la censura de los colegas al maestro Alejandro Salazar (AlAzar) en la crisis poselectoral de 2019, la agresión a Claudia por un grupo de compañeras y la censura al editorial posterior a la autoproclamación de Jeanine Áñez.

La campaña externa contra La Razón, sus propietarios, su directora, sus jefaturas y sus periodistas —alimentada desde adentro de la Redacción— de parte de periodistas, medios de comunicación, empresarios y políticos interesados en el rotativo. No se ha visto en el periodismo nacional semejante agresión a título de “periodismo independiente” y en contra de una línea informativa que no comulgaba con sus intereses políticos y las transgresiones a la verdad, como justificar las muertes en Senkata por la “explosión” de la planta o el “choque” y “enfrentamientos” en Sacaba.

Tantas historias, tanta trayectoria, pocas líneas de esta edición a la vez. Sin embargo, en este Día del Periodista, el compromiso debería ser por un periodismo responsable, autocrítico y autorregulado, interpelador del poder pero no “mala leche” ni manipulador, fiscalizador y no juez, y consecuente con la ética y con el destinatario de sus libertades, la gente.

(*) Rubén Atahuichi es periodista