Voces

Friday 6 Dec 2024 | Actualizado a 19:06 PM

¿Cómo entender a Milei en Argentina?

Tampoco se debería afirmar que la sociedad argentina se ha ultraderechizado en estos últimos años

Alfredo Serrano Mancilla

/ 12 de mayo de 2023 / 08:00

Como ocurre con cualquier novedad, Milei como fenómeno político-electoral resulta muy complicado de valorar. Algunos tienden a ignorarlo. Otros lo ridiculizan. Y no faltan quienes lo magnifican.

La clave está en no subestimarlo, pero tampoco sobreestimarlo. He aquí la dificultad.

En estos casos, lo más aconsejable es evitar caer en un marco binario y simplista. Y para ello es fundamental caracterizarlo con matices.

En la última encuesta CELAG (2.002 casos, presencial, en todo el país, realizada entre el 17 abril y el 7 mayo), Milei tiene una imagen positiva de 43% y una intención de voto de 29%.

Lo importante de esta información no está en el carácter hiperpreciso de su número. Las encuestas no se leen así. El jugo está en otro lugar.

Por un lado, su actual primera posición en intención de voto debe ser relativizada. ¿Por qué? Por dos razones: 1) porque en términos estadísticos lo que realmente existe es un triple empate técnico —Libertarios, Frente de Todos (FdT) y Juntos por el Cambio (JxC) —, 2) porque a la hora de simular el voto en la encuesta se presenta a un candidato definitivo con nombre y apellido, Javier Milei, y en cambio, a otras dos candidaturas con rostros inciertos.

Por otro lado, debemos diferenciar tres variables que explican la sintonía de parte de la población con este líder: 1) lo ideológico en base a su matriz de valores, que en algunos temas son ultraconservadores y en otros ultraliberales, 2) lo mesiánico de sus formas y sus soluciones, siempre presentadas como sencillas ante problemas complejos y con efectos inmediatos (como si todo se pudiese lograr a través de un atajo), y 3) la bronca con la situación económica actual, la inseguridad, con la mayoría de las instituciones y, por supuesto, con los partidos políticos tradicionales.

Los tres factores no son excluyentes entre sí. Cada uno tiene su propia intensidad según cada caso.

Entre aquellos que por ahora están dispuesto a votarle, lo que predomina es la proximidad ideológica, aunque no hay que menospreciar el componente mesiánico y bronca. Este perfil presenta gran parecido con el votante de JxC, particularmente con los que prefieren a Bullrich. Es decir, hay una importante rivalidad entre ellos.

Por su parte, entre quienes tienen imagen positiva de Milei pero no lo votan, lo que predomina es, por el contrario, la bronca y lo mesiánico.

En este grupo, en relación a la cuestión ideológica, no hay una afinidad muy definida. Se advierte una gran heterogeneidad de ideas y posicionamientos políticos. Por ejemplo, hay división de opiniones respecto a la estatización del litio y de las empresas eléctricas, la privatización de Aerolíneas Argentinas, la eliminación de los privilegios tributarios para unos pocos, el papel de la economía popular, la relevancia de los derechos humanos y el reconocimiento al pueblo mapuche. En esto no piensan tan compactamente como los votantes de JxC.

Por otro lado, hay que hacer una mención especial a los jóvenes, a los menores de 30 años, en los que la imagen y la intención de voto de Milei es muy superior al promedio nacional. Y en este caso la variable ideológica no es la que explica esta mayor afinidad. La causa está en la bronca y en lo mesiánico. Y por último, también es muy necesario saber cuál es el origen del voto de Milei. La mayor fuga de votos desde 2019 procede de JxC (30%), especialmente de sus jóvenes (55%). En el caso del FdT también existe una fuga en la misma dirección, pero en menor intensidad.

En definitiva, no hay un ciudadano monolítico que sea afín a Milei. Y tampoco se debería afirmar que la sociedad argentina se ha ultraderechizado en estos últimos años. No. En absoluto. Todo es mucho más complicado que este tipo de reduccionismo.

(*) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)

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¿Se puede ganar una elección siendo un Inútil?

/ 29 de noviembre de 2024 / 06:07

El presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, ha pasado de tener una imagen positiva del 80% en los primeros meses de su gestión a un valor actual por debajo del 40% (se mire la encuesta que se mire).

¿Significa esta evolución que ha perdido la mitad de su apoyo? No, porque el dato de imagen positiva de los primeros meses, para cualquier presidente, siempre es engañoso. Jamás debe ser entendido como un ‘respaldo verdadero’. Es más: este indicador en el inicio del mandato está completamente sesgado por una suerte de efecto ‘luna de miel’ postvictoria electoral.

El problema está cuando el presidente de turno se lo cree, y actúa embriagado por esta supuesta abrumadora aprobación, que casi siempre resulta siendo pasajera.

Lo importante en estos casos es analizar qué ocurre a medida que pasa el tiempo y se le comienza a juzgar por su capacidad de resolver problemas en vez de por su relato como si siguiera en campaña electoral, echando la culpa de todos los males a los otros.

Según las últimas encuestas, la imagen de Noboa y su evaluación de gestión está en tendencia sostenida a la baja. Y no sabemos hasta dónde llegará. Por ahora, cruzó el umbral del 40%.

En relación a la intención de voto, también viene cayendo, aunque todavía conserva más de lo que obtuvo en primera vuelta (pero mucho menos de lo que logró en segunda vuelta).

A estas alturas del partido, la cuestión que nos ocupa a todos es la siguiente: ¿llegará Noboa con un valor relativamente competitivo a las elecciones presidenciales del 9 de febrero, en las que vuelve a postularse como candidato?

Resulta ciertamente difícil metabolizar (democráticamente) que un presidente inútil pueda tener alguna posibilidad de tener suficientes votos como para estar en segunda vuelta.

Lea también: La Pizarra no seguirá al aire en Bolivia

Sinceramente, algo se nos debe estar escapando como para comprender que, con tantas muestras de incapacidad, aún esté en carrera, aunque cada día su cotización electoral vaya a menos.

Después de ser el máximo responsable de que no haya luz en el país durante estos últimos meses; después de empeorar la situación económica, tanto en lo cotidiano como en lo macro; después de su insolvencia para resolver el tema de la inseguridad y el narcotráfico a pesar de haber gobernado a golpe de estado de excepción; después de haber subido el IVA; después de haber incumplido múltiples promesas de campaña; después de haber violado la legislación internacional al ‘invadir’ la embajada mexicana en Ecuador; después de haberse sacado de encima a su vicepresidenta, primero mandándola a Israel y luego a Turquía hasta su destitución ilegal; después de haber proscrito de la carrera electoral al candidato que más le podía quitar votos (véase el caso de Topic); después de tanta incompetencia e ineptitud, Noboa se presenta con el único argumento de que ha tenido poco tiempo para hacer algo.

Y lo que no entiende el presidente ecuatoriano es que la paciencia es un privilegio únicamente de unos pocos que tienen tanto-tanto como para poder pacientemente esperar. Las expectativas y el relato tienen un límite: la realidad.

Además, Noboa sigue creyendo que por ser el único candidato frente a la principal fuerza política del país (el correísmo), con eso le basta para revalidar su reelección.

Sin embargo, se equivoca. Los números comienzan a no darle; la tendencia a la baja es palmaria. Y, por otro lado, no hay que descartar que en el tramo final —como ya pasó en el 2021 y 2023— cualquier otro candidato afín ideológicamente a él se cuele en la escena electoral y le desgaje una buena parte de su actual intención de voto.

Veremos qué pasa en estos próximos meses en el Ecuador. Ojalá no tengamos que inaugurar ninguna cátedra nueva en las Ciencias Políticas que nos tenga que explicar el siguiente enigma: “Lo Inútil como atributo positivo en Democracia”.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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La Pizarra no seguirá al aire en Bolivia

Alfredo Serrano Mancilla

/ 21 de noviembre de 2024 / 08:00

Con mucha tristeza debo anunciar que nuestro programa de radio La Pizarra ya no estará más al aire en Red Patria Nueva. Esta radio pública boliviana ha decidido eliminarnos de su programación.

Tres aclaraciones:

1º. Aclaro que esta es una radio que depende del Estado. Es decir: esta es una decisión que forma parte de la política comunicacional del actual gobierno en Bolivia.

2º. Aclaro que esta decisión ha sido tomada justamente en el momento en el que hemos sostenido análisis más críticos con las posiciones del gobierno en relación a: 1) el intento de proscribir a Evo Morales como candidato presidencial de cara al 2025, 2) el fallo judicial para cambiar la presidencia del MAS (que pretende sacar a Evo para que quede en manos del sector afín a Luis Arce), 3) el atentado contra la vida de Evo Morales en una balacera, 4) la persecución y criminalización de la protesta social, con decenas de personas encarceladas y enjuiciadas, 5) las declaraciones y actuaciones del ministro de gobierno Eduardo del Castillo con el objetivo de estigmatizar a Evo Morales, vinculándolo al narcotráfico y la corrupción, y 6) la compleja situación económica del país.

3º. Aclaro que a fines de junio de este año 2024 defendimos que sí hubo un intento de golpe de Estado contra Luis Arce en contra de muchas voces que decían lo contrario. En aquellas semanas, sí seguimos saliendo al aire.  

Tanta casualidad abona la sospecha de la causalidad.

Hice la consulta al director de la radio, así como a la Viceministra de Comunicación, y la respuesta ha sido una generalidad muy conocida para este tipo de casos: la razón obedece a un “cambio de programación”.

Un “cambio de programación” que pone de manifiesto una práctica muy poco saludable para la democracia y la libertad de expresión.

La tristeza por esta decisión es doble. Por un lado, este tipo de práctica demuestra debilidad y torpeza, así como escaso respeto a la discrepancia. Y por otro lado, porque viniendo de un gobierno que nació de este proceso de transformación, duele aún más.

Igualmente, desde La Pizarra seguiremos contando lo que pasa en Bolivia con compromiso, rigor y con perspectiva.

(Nota Aclaratoria: El programa de radio La Pizarra jamás ha sido remunerado por ser parte de la programación de Red Patria Nueva en Bolivia)

Alfredo Serrano Mancilla, Doctor Economía, Director Ejecutivo Celag Data, Conductor La Pizarra

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Trump, ni tanto ni tan poco

/ 13 de noviembre de 2024 / 06:00

El poder cambió de manos en Estados Unidos, pero exageramos los vaivenes de los votantes.

El último análisis cuantitativo de Kiko Llaneras en El País nos ayuda a ver un poco más allá del enfoque dominante. Y con rigor y datos, nos permite identificar otras pistas claves para entender lo sucedido.

Indudablemente: ganó Trump. Y ganó por mucho gracias a la regla electoral ‘winner catch all’, es decir, si obtienes un voto más que tu adversario en el Estado (esto sucede en 48 de los 50 estados), entonces, te quedas con todos los representantes en el Colegio Electoral. Trump ganó en la mayoría de los estados, incluido los estados bisagras, y, por tanto, su victoria fue aplastante: 312 a 226. Algo parecido le pasó a Biden en el 2020.

Es cierto que Trump en esta ocasión (a diferencia del 2016) también ganó por votos. Pero no deberíamos precipitarnos en afirmar que ganó por una diferencia tan grande de votos. Todavía no se ha cerrado el conteo y es muy probable que la diferencia entre Trump y Harris sea menor de lo que pensábamos hace varios días. Por ejemplo, el martes por la madrugada se afirmaba que había 5 millones de votos de diferencia entre ambos candidatos, y en este momento, luego de tener en cuenta todo el Oeste (con California como uno de los estados más poblados), que votó mayoritariamente a Harris, se achica la diferencia a 3,7 millones. O lo que es lo mismo: 2,6% de diferencia.

Veremos cómo sigue el avance, porque todavía no se ha terminado de contar votos; la mayoría de las proyecciones serias auguran que la diferencia definitiva será entre 1-2 puntos porcentuales.

Como sucede muchas veces, la ansiedad y la precocidad son malas consejeras para estudiar los resultados electorales. Lo adecuado es esperar a que se cierre el escrutinio completo y no quedarse con los datos de un conteo parcial para extraer conclusiones grandilocuentes.

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¿Estos nuevos datos significan que debemos subestimar la victoria de Trump? No. Ni mucho menos. Es una victoria contundente y muy significativa. Que además tiene el mérito de tratarse de un candidato que ya dejó de ser outsider y novedad. Trump lleva casi una década como parte de la centralidad política estadounidense y ha obtenido un gran apoyo ciudadano que le consagra de nuevo Presidente.

Sin embargo, tampoco deberíamos de sobreestimar lo logrado por Trump cuando tendemos a aseverar que ha habido un gran vuelco político y electoral de la sociedad en Estados Unidos. Porque eso no es del todo cierto: los demócratas ganaron 51% a 47% en el 2020 y los republicanos ganarían 50% a 48% en el 2024. El vaivén existe, pero no es tan grande como se pregona.

P.D. 1. Estoy seguro que si esta victoria (por 50 a 48%) la hubiese logrado un candidato de izquierdas en cualquier país latinoamericano, el marco dominante habría sido otro: país dividido. O tal vez este otro: victoria pírrica.

P.D.2. Es importante considerar además que la candidatura del Partido Verde creció mucho en votos (74,8%); los denominados ‘candidatos independientes’ crecieron en votos (167,5%); y el candidato libertario fue quien bajó (67,4%).

P.D.3. También es interesante tener en cuenta un último dato: Trump obtuvo el 31% sobre el total de estadounidenses habilitados para votar. O sea, su apoyo real es de un tercio de la sociedad. No es poco. Pero tampoco es tanto.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data

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El Antimileísmo en Argentina

/ 11 de octubre de 2024 / 06:05

Milei es ‘hijo’ del caos y, paradójicamente, en muy pocos meses, ha pasado a ser el ‘padre’ del nuevo orden de la política argentina.

¿Cómo lo ha logrado? De una manera muy sencilla: ha puesto de acuerdo a una gran mayoría en su contra. A día de hoy, el ‘antimileísmo’ emerge como la principal identidad política en el país.

Este es el nuevo eje ordenador: casi todos en contra de Milei, tanto por su estilo como por sus decisiones.

Por un lado, están las formas del presidente, que agotan y cansan. Los insultos molestan. Las excusas aburren. Sus cálculos no son creíbles. Y la consecuencia es inmediata: se le hunde el rating, se le cae la confianza, baja su imagen positiva.

La comunicación actual de Milei es más propia de un panelista-opositor en campaña que la del máximo mandatario de un país que tiene la responsabilidad de resolver problemas cotidianos. La comunicación que le resultó útil para llegar hasta aquí será la misma comunicación que lo va a sacar de aquí. Es decir, estas formas disruptivas no sirven para esta nueva etapa, salvo que tengas buena gestión y acertadas decisiones. Hoy en día, por su nueva función, su rol esperado es otro. Su manual de distracción ya no distrae. La ciudadanía argentina quiere soluciones cuanto antes y menos chamullo.

Por otro lado, está el fondo de lo que dice y hace. Y en este plano, el de las contenidos y propuestas, no sintoniza con la gran mayoría. Ni los recortes sobre los jubilados, ni el ataque contra la universidad pública, ni el cierre de hospitales. Ninguna de estas propuestas, por citar los tres ejemplos más recientes, se corresponde con el sentido común del pueblo argentino. Ni siquiera son avaladas por una buena porción de sus electores de la segunda vuelta, que no le votaron para esto.

Milei se va quedando solo porque ha decidido abandonar a todos, salvo a unos pocos; y también ha decidido darle la espalda a un corpus ideológico consensuado en el país. Milei opta, definitivamente, por abrazarse a su minoría intensa antes de llegar a su primer año como presidente.

Este fenómeno se observa en cualquier encuesta y en cualquier focus group. Y, además, se percibe en la fragmentada clase política argentina. Cada día es más habitual encontrar posturas comunes en un arco opositor altamente heterogéneo que se junta únicamente a través de un cordón umbilical: estar en desacuerdo con lo que hace Milei. Por ello, nos podemos topar en una marcha de manera sorpresiva a la izquierda tradicional, algún sector del PRO, radicales, peronistas K, peronistas no K, organizaciones sociales que llevaban tiempo sin hablarse, y mucha ciudadanía espontánea que votó a unos y a otros. Todos juntos por estar en contra de alguna medida tomada por Milei. El Frente Antimilei crece y se consolida.

El actual Gobierno está atravesando su propio punto de inflexión. Creyeron, equivocadamente, que tenían apoyo político para siempre. Se confundieron. Lo que verdaderamente tenían era un respaldo electoral momentáneo en medio de un gran estado de desorden y confusión, unido a una fuerte crisis de representatividad. Algo parecido le pasó a Macri en su Gobierno. Se sobrevaloró a sí mismo mucho más de lo que realmente valía. Y así le fue.

Como en la película Birdman, Milei sigue atrapado en su propio personaje. Continúa siendo aquel panelista forofo y gritón, capaz de decir cualquier cosa, sin más responsabilidad que la de criticar a diestra y siniestra, y sin necesidad de demostrar nada. Esta tarea se le daba bien. Pero no todo buen candidato es un buen presidente. Aún menos si persiste en su condición de candidato. 

En definitiva, cualquier persona que quiera constantemente bailar justo en el medio de la pista, se arriesga a que le pueda salir bien o mal. Lo seguro es que no pasa desapercibida. Estar en la centralidad de la agenda exige mucho. Exige hacerlo bien ante la mirada de todos. Y lo que va demostrando Milei es que los aplausos están llegando a su fin.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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Radiografía del votante de MORENA

/ 26 de septiembre de 2024 / 06:25

No son muchos los países que pueden contar con una elección presidencial en la que una candidatura llega al 60% de los votos en primera vuelta, con una ventaja de más de 30 puntos respecto a una coalición conformada por partidos históricos y, además, con un presidente saliente que termina su sexenio de gestión con una imagen positiva altísima.

En este país, por cierto, todos estos indicadores de respaldo hacia una misma fuerza política son alcanzados a pesar de un Poder Judicial en contra, de unos medios de comunicación mayoritariamente hostiles, de un Poder Económico que tampoco juega a favor, y de un vecino todopoderoso en el Norte con injerencias constantes. 

Este país se llama México. El proceso, la 4T (Cuarta Transformación). El movimiento, MORENA. Su líder, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Y su sucesora y próxima presidenta, Claudia Sheinbaum.

Con este escenario político como telón de fondo, en CELAG DATA nos hemos propuesto tener un termómetro de lo que piensa la militancia de este espacio hegemónico; sus votantes y simpatizantes. Para ello, hemos llevado a cabo una consulta, realizada entre el 13 y el 22 septiembre, con 8.000 casos.

(Aclaramos: no es una encuesta útil para inferir lo que piensa todo México, porque no es representativa de toda la sociedad. Es únicamente válida para conocer qué cree la ciudadanía afín al oficialismo).

Los principales hallazgos son los siguientes:

1. Lo más valorado de lo logrado en el sexenio 2018-2024 es todo lo que tiene ver con políticas sociales (43,6%) y empleo y mejora económica (30,4%).

2. En política exterior, resalta como positivo la relación diplomática con Estados Unidos (44,9%), seguido de la relación con los líderes de la izquierda regional (25,1%).

3. Máximo apoyo a las grandes obras del Gobierno de AMLO (83,2%).

4. Sobre el futuro de AMLO, no lo quieren fuera de la política mexicana: el 44,5% pide que intervenga cuando el nuevo Gobierno lo requiera y un 33,6% quiere que participe activamente en la política.

5. Las palabras más recurrentes para describir a MORENA son: Cambio, Transformación, Esperanza, Bienestar, Justicia, Pueblo, Humanismo, Democracia y Justicia Social.

6. En relación a Claudia Sheinbaum, las sensaciones dominantes son Transformación (60%) y Esperanza (25%). Las que menos, Renovación (7%), Incertidumbre (4%) y Moderación (3%).

7. Como principal virtud, se le reconoce su lealtad política a la 4T (35,8%) y su alta formación técnica (19,1%).

8. El principal reto del próximo Gobierno es luchar contra la inseguridad (35,6%) y terminar con la corrupción (26,8%).

9. Hay una mayoría que desea que la próxima presidenta continúe con las Mañaneras: 71,1% a diario y 23,6% una vez a la semana.

10. En relación a quién es el principal opositor de la 4T, las opiniones están más divididas: el 30,6% considera que son algunos grupos económicos, el 23,1% el Poder Judicial, el 22,2% la coalición PAN-PRI-PRD y el 13,2% algunos medios de comunicación.

11. Acuerdo total de que el Poder Judicial es de corruptos y privilegiados (88,2%). Y mismo acuerdo existe sobre lo conveniente de que la elección de las autoridades sea por voto popular.

En definitiva, se observa una gran sintonía entre lo que hace y propone la conducción, y lo que piensa y exige su electorado. Esto constituye una fortaleza para el proceso.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director ejecutivo de Celag Data.

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