Silencio, error, ternura
Los jerarcas de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) suelen ser muy activos y veloces para pronunciarse —en comunicados, sermones, declaraciones— sobre temas diversos.
No está mal. Pese a su sesgo político (la CEB está a la vanguardia de la oposición), esos mensajes dirigidos “al Pueblo de Dios” aportan a la conversación pública. En el abominable caso del cura pederasta, en cambio, los obispos guardaron un silencio, de cuatro días, bastante parecido a la escualidez.
Ante la presión insostenible, la CEB finalmente dijo su palabra: condenó las acciones del abusador sexual, pidió perdón a las víctimas, expresó su decepción y comprometió apoyo, escucha y acompañamiento. Parece un comunicado preocupado y sincero.
El problema es que los buenos oficios y voluntades de los obispos, así como su pena, arrepentimiento, oraciones y pedidos de intercesión a la Virgen María, siendo saludables, llegan décadas tarde. Son papel mojado.
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El depredador que abusó de 85 niños, la mayoría en Bolivia, pudo hacerlo con impunidad porque contó con el silencio y la connivencia de una estructura eclesial que, salvo excepciones, tolera la pederastia y la encubre.
El escándalo Pedrajas está en agenda pública por sus memorias, ahora reveladas en un diario español. Solo así la Compañía de Jesús (ah, malas compañías) llevó el caso al juzgado, tras haberlo escondido puertas adentro. Y no es un hecho aislado: hay muchos.
Pero la cuestión es estructural. Mientras algunos arzobispos crean que el delito de pederastia es un “error” o una “debilidad”, los curas pederastas seguirán gozando de buena salud.
En tanto la CEB salga en defensa de los victimarios, ignorando a las víctimas, habrá impunidad para rato. Si en lugar de tomar acción contra los abusos, acallan y expulsan a quien denuncia, no tienen perdón. En fin, mientras su solución sea “rezar mucho” o trasladar al pederasta, no habrá justicia.
La peor cara en este caso no provino de la Iglesia, sino de las cloacas mediáticas. Envileciendo el oficio, un periodista justificó las prácticas pederastas de algunos curas: “son seres humanos, con necesidades básicas, incluso sexuales”.
Llegó a decir que obraron por “necesidad de ternura y cariño” (sic). Y quizás los niños “no se dieron mucha cuenta de lo que estaba pasando”. Hay que ser canalla. Arandia es un alumno aventajado de Estrambasaguas. Y su colega dice “amén”.
Claro que no solo los sacerdotes abusan sexualmente de niños. Claro que no todos los curas son pederastas. Claro que la Iglesia Católica es más grande que eso. ¿Quieren librarse del estigma? Dejen de ser cómplices. No basta su anunciado y tardío “camino de purificación”.
FadoCracia contadora
- Una encuesta, disfrazada de “conteo poblacional”, determinó que Santa Cruz tiene a la fecha 4.000.143 habitantes.
2. Ni uno menos. Como si realmente los hubiesen contado. Con semejante precisión estadística, ¿para qué hacer un censo?
3. El gran dato poblacional, tan curioso como insostenible, se vendió en primera plana. Ya constituye, pues, una verdad absoluta. Un relato, más bien: “Somos 4.000.143”. Y el próximo año, con la tasa de crecimiento (4,6%), serán 4.184.149. Qué tal.
4. El siguiente paso es convertir el numerito en bandera. Y levantar murallas que anticipan conflicto. Son de manual.
5. Si resulta que, en realidad, según el Censo 2024, Santa Cruz tiene menos de cuatro millones de habitantes (digamos 3.700.000), se cantará “fraude monumental”. Suena conocido.
6. Alguien tendrá que pagar por la previsible diferencia de datos. Adivinen. No falló la encuesta y sus márgenes de error, sino el Censo.
7. ¿Vendrá el segundo tiempo del fallido paro de 36 días? Se va tejiendo. ¡Ni un peso menos y cuatro escaños más para Santa Cruz! Encuestas con navaja.
José Luis Exeni es politólogo