Voces

Friday 22 Sep 2023 | Actualizado a 09:44 AM

‘Bolivian Magic Circus’

/ 4 de junio de 2023 / 00:19

Hace 20 años, un grupo de teatro presentó una obra titulada Bolivian Magic Circus, en la que teatralizaron la Guerra Federal (1898) con los actores enmascarados, ocultando las expresiones faciales para enfatizar los diálogos, convertirlos en emociones orales y estimular en el público la sensación de estar frente a marionetas que mentían y manipulaban para conseguir sus fines inmediatos. De esa manera, los públicos sacarían sus conclusiones sobre las historias que nos cuentan sobre el patriotismo; cuando en realidad esa guerra y las luchas por el poder son entre castas por mantener sus privilegios y bienes acumulados a través de la explotación y el dolo. En este caso, entre Pando y Fernández Alonso, quienes terminaron dándose la mano para conservar su comunidad imaginada eliminando a las huestes indígenas del Zárate Villca, que ponían en peligro su proyecto.

Estas comunidades imaginadas también se generan localmente, obviando la desigualdad y explotación que puede prevalecer en cada una, la noción de camaradería profunda y horizontal siempre prevalecerá. (Anderson) Esta construcción social que la erigen las clases hegemónicas a través de los medios de comunicación y sus instituciones son los instrumentos para apoderarse de las comunidades y su territorio.

Los sucesivos hechos, escabrosos y sangrientos de la reciente semana, nos dejaron atónitos y tristes al preguntarnos sobre el destino moral de nuestra sociedad: estafas y quiebra de un banco protagonizado por delincuentes de cuello blanco que se pagaban sumas exorbitantes con el dinero de sus ingenuos ahorristas, peleas campales entre mujeres legisladoras, curas pervertidos protegidos por la Iglesia, entre otros múltiples casos de feminicidio y delitos vinculados al narcotráfico. Pensativo y malhumorado, mientras atravesábamos la Plaza Murillo, pudimos observar la ceremonia de la escolta presidencial Colorados de Bolivia de arriar las banderas del Estado. El teniente, junto a los soldados rasos, bajan las banderas, las doblan cuidadosamente y luego, acompañados de un pequeño trompetista que ejecuta una marcha, proceden a retornar al Palacio. El trompetista de marras era un chu’su (músico de quinta categoría) que provocó, con sus acordes insólitos, que los soldados perdieran el paso marcial para jolgorio de los curiosos que disfrutaban del show patriótico. Estos pequeños contrastes son parte de la cotidianidad de nuestro país de ficción, lo hacen soportable y evitan que los dramas nos devoren.

Los rituales simbólicos institucionales nos informan que, a través de ellos existimos como sociedad dentro un Estado; sin embargo, la debilidad institucional ha creado republiquetas que consolidaron un imaginario supranacional. Así, la oposición conservadora cruceña articula un discurso proclamando lo general por lo particular, una sinécdoque que quiere instalar un discurso falso al proclamar que están atacando al pueblo cruceño, cuando éste es víctima de una élite que estafó a miles de ahorristas y los dejó en la calle. Construyeron el mito del modelo cruceño que ya lo develó hace dos décadas un estudio de la Fundación Tierra sobre la venta de importantes extensiones de tierras productivas a consorcios extranjeros, que desalojaron a los indígenas de sus mejores tierras con la complicidad del Estado y las dictaduras militares. A través de créditos y coimas se apoderaron de tierras fiscales, las consolidaron a su nombre, construyeron la Cortina de Palmeras y se aislaron del resto del país, secuestrando a una población que asumía su discurso implantado por los medios y sus instituciones que ahora callan porque son parte de esa estructura. El espíritu de los patricios cruceños que lucharon por el 11% y la creación de cooperativas fue coaptado por estos grupos en desmedro de empresarios honestos. Recuerden el discurso de Carlos Valverde de los años 80 del siglo pasado, vinculado a estos grupos de poder, claramente separatista.

Estos cruciales temas deberán debatirse en la Asamblea, pero ahora se ha convertido en el Coliseo Polifuncional de lucha libre, no de ideas, sino de patadas y rasguños. Nuestro espíritu circense nos impelió a preguntar a un policía sobre la posibilidad de ingresar al cuadrilátero:

— ¿Señor policía, esta noche habrá lucha libre? — No sabría decirle, no estoy informado—, respondió, muy serio.

No fue sorpresa, en Bolivia las autoridades nunca saben nada, pareciera que solo somos un reflejo de un Estado que existe en los rituales. Bolivian Magic Circus, quién sabe hasta cuándo.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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La pititización

/ 10 de septiembre de 2023 / 06:57

El Día del Peatón, mi compadre Teo me desafío a una caminata y a un encuentro en la Pérez Velasco. Él descendería desde su barrio en El Alto y yo, cómodo, desde mi ladera noreste, muy cerca si comparamos con los kilómetros que él iba a recorrer y los pocos que me tocaban bajar. El centro de la ciudad ya no es este mítico lugar de encuentro, desde hace dos décadas que su ombligo se ha desplazado a Obrajes, por el crecimiento inevitable hacia la zona Sur. Me encontraba en esas cavilaciones, viendo la belleza de la ciudad sin automotores y bocinas irritantes y me encontré con mis compadres y su mascota al que llaman Camachizo, porque se enferma mucho y es llorón. Nos abrazamos como si nos estuviéramos viendo de años y lo primero que me reclamó fue: —Te estás volviendo muy serio. ¡Qué te pasa, compadre!

Le explique que en agosto me vienen mis achaques de achachi cowboy, acentuadas dramáticamente por mis ingestas presteras durante la festividad del Tata Santiago, sumadas a la Virgen de Urcupiña que me dejaron fuera de combate y obligado a meditar sobre la trascendencia judeocristiana, mis pecados veniales y mortales.

—¿No te estarás pititizando?—, me emplazó, como es su estilo. Me miró por encima de sus lentes fricaseros (esos que se usan para ir a comprar fricasé luego de una juerga) y con su media sonrisa, me invitó pasankalla.

—¿Qué es eso de pititizar?—, le respondí, curioso por saber qué nuevas jergas se están cocinando.

Recuerdo que alguna vez discutimos algo que dijo Borges, si no me equivoco era algo así: “Los que se ocupan mucho de sus adversarios, terminan pareciéndose a ellos”. Advertimos que el expresidente Evo Morales sigue atrincherado en el Chapare, dando la espalda al resto de Bolivia, como lo hizo el gobernador Camacho en Santa Cruz, y percibimos que algo andaba mal. Le solicité a mi compadre que me explicara cuál había sido la consecuencia de todo este asunto de las republiquetas autónomas. Aparte de la desaparición, en los rituales patrióticos, de la wiphala.

—El exgobernador de Potosí, de la línea evista, que fue a la cárcel por corrupto, pretendía hacer lo mismo que su homólogo cruceño y como no lo dejaron, se solidarizó con el golpista, pititizándose.

—Facilito es, compadre, si tú eres del MAS evista y no te dan pega, te vuelves de la oposición; si no puedes meter a tu familia a las pegas del Estado, te arrimas a la oposición. Acusas de traición a tus excompañeros de partido, le haces la vida imposible al presidente Arce y le acusas de pro imperialista y otras cosas más, entonces: te has pititizado. Si quieres hacerle bloqueos de caminos al presidente Arce con el grupo evista, estás en proceso de pititización.

—Ahora, los verbos son muy sencillos compadre: No me das pega, yo me pititizo, tú te pititizas, ellos se pititizan, vosotros os pititizais, etc. ¡Qué te parece! Aquí no juega ningún rol la oposición, solo deben aparecer de vez en cuando para justificar su existencia y sus sueldos en la Asamblea. Lanzan acusaciones de menor calibre, demuestran su mala educación y esito sería; mientras los verdaderos opositores se ocupan de indagar la vida íntima de sus excompañeros para destruirlos y, si es posible, defenestrarlos. Así develan su nulo interés en resolver los problemas—, concluyó, molesto, mi compadre, en tanto Camachizo ladraba, descontrolado, a un ch’api callejero que lo miró despectivamente y siguió su camino.

Si bien este proceso de pititización no es nuevo, ahora ha rebasado la médula del oficialismo. Sabido es que al actual y anterior gobierno no les preocupaba asumir la tarea educativa de formar cuadros políticos con una alta conciencia ideológica y ética. Los partidos políticos de Bolivia no tienen escuelas de formación política, a excepción de algunos cuadros de la izquierda de los años 70. Los pocos intentos formativos se frustraron porque los participantes solo querían pegas como titulación.

Un ejemplo son las escuelas de los partidos chilenos, mexicanos, uruguayos que saben que es necesario e ineludible formar a las nuevas generaciones para la continuidad democrática, con alternancia, como debe ser y cerrar las puertas a los oportunistas y aventureros.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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La triple A y la triple M

/ 27 de agosto de 2023 / 00:36

Hace una semana atrás, presenciamos el develamiento del monumento conmemorativo del maestro músico Ernesto Cavour, en el Parque de las Culturas, en los espacios de la Línea Roja de Mi Teleférico. Nos llamó la atención que la Asociación Boliviana del Charango fuera fundado por tres eximios ejecutantes y compositores, cuyos apellidos empiezan con la letra C: Centellas, Cavour y Cameo. Actualmente el presidente de dicha asociación es Alfredo Coca. Fue una mañana memorable, un grupo de niños, llegados de varios municipios de Cochabamba, amenizaron el acto interpretando composiciones de los maestros del charango. Tenemos en puertas un ejército de charanguistas que nos ayudará a sobrellevar nuestras alegrías y desdichas, a las que, por desgracia, estamos acostumbrándonos peligrosamente y dejando pasar los estropicios de los legisladores.

Nos hacíamos esa pregunta pensando en el pueblo argentino, enfangado en una crisis. Para salir de esa situación, promovieron el Plan Brady (1992), cuyo propósito era enmendar la horrorosa gestión de las dictaduras militares, pese a ese intento, dicho plan no logró satisfacer el problema estructural. Lo que sucede en la Argentina nos inquieta de diferentes maneras, allí moran casi un millón de bolivianos.

Durante su accidentada historia, la Argentina tuvo y tiene en el peronismo un puerto donde atracan las tendencias de izquierda y derecha, generando pugnas feroces por el poder. Así, en 1973 apareció la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, engendrada desde las filas conservadoras del peronismo y liderada, pensada y armada por un policía, aficionado a las prácticas esotéricas y miembro de la logia masónica Propaganda Due o P2, llamado El Brujo, López Rega. Este obtuvo el apoyo de las Fuerzas Armadas y la Policía Federal que le reclutaba matones para ejecutar a sacerdotes ligados a la Teología de la Liberación, artistas vinculados a la izquierda, intelectuales, periodistas y a sus mismos militantes considerados “infiltrados marxistas”, desatando un baño de terror y sangre que le permitió acumular poder hasta convertirlo, prácticamente, en el Primer Ministro del gobierno de la viuda de Perón, María Estela Martínez, devenida en presidente de la Argentina (1973-1976). López Rega, Julio Yessi, Alberto Villar fueron responsables, con su corte de fanáticos, de la desaparición forzada de 900 personas y 1.500 atentados, según los datos del Archivo Nacional de la Memoria argentino. Una selección de este grupo de asesinos y delincuentes fue pronto a servir a la dictadura militar (1976) que desarticuló este grupo para asimilarlo al SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado).

En 1975, López Rega escapó de Buenos Aires, advertido del inminente golpe. Durante más de una década gozó de su enorme fortuna y, perseguido incesantemente, decidió entregarse en 1987 y morir en prisión, antes de su sentencia. Todo este regadero de asesinatos y dolor no tuvo ningún efecto positivo sobre la crisis argentina, al contrario, fue el inicio de otra triple conjunción aviesa que puede repetirse.

Nuestro vecino reinició otra fase de su debacle moral y económica, con una sucesión de gobernantes encabezada por Carlos S. Menem (1989-1999, 2005-2021), que en dos gestiones armó las privatizaciones, asumiendo el neoliberalismo promovido por el Consenso de Washington. Privatizó YPF y Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, Redes Ferroviarias, entre otras; etapa que en nuestro Estado imponían medidas similares.

Decretó la Ley de Reforma del Estado, bajo el lema de su aliado conservador Alsogaray: “Achicar el Estado para engrandecer la Nación”. Su primera gestión logró cierta estabilidad económica y crecimiento, pero estaba engendrando los monstruos de la deuda pública y la hiperinflación.

Mauricio Macri (2015-2019) ganó las elecciones, luego de un intermedio del peronismo, intentando enderezar los entuertos, repitiendo medidas complementarias neoliberales como la disminución de subsidios y la devaluación de su moneda en un 40%, sin lograr controlar la inflación. La pobreza aumentó y achicó a la clase media, sujeto político que ahora se desplaza vertiginosamente de un extremo a otro, angustiado por la incertidumbre; su condición psicológica colectiva es propicia para los mensajes mesiánicos, interludio que promueve y engendra profetas de encendida retórica.

Así, emergió Javier Milei, anarquista ultraliberal, que promete cambios delirantes que pueden llevar a la Argentina a una debacle mayor. Las tres emes y una cuarta que puede suceder.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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Celebración del adoquín

/ 13 de agosto de 2023 / 01:21

Es muy frecuente escuchar, en lugares públicos, calificar a la mayoría de nuestros legisladores como adoquines; porque no escuchan, no entienden, son inertes e incapaces de encontrar soluciones y dialogar; anteponen sus odios e intereses privados antes de servir a la sociedad, razón de su elección y por la que ganan un jugoso sueldo.

Seguramente este adjetivo nació al comprobar la dureza compacta del adoquín, donde intentar introducir algo requiere de un instrumento con punta diamantada, en símil con el entendimiento de los legisladores. Estos, más bien, lograron convertir la Asamblea Plurinacional en un campo de batalla donde se usan patadas, puñetes y uñas para debatir entre adoquines machos y hembras.

En las culturas originarias, la naturaleza también piensa, es por eso que también tienen sexo, por eso existen ríos machos y ríos hembras, montañas machos y montañas hembras. Muchos poetas y filósofos han sido tocados por el misterio que esconden las piedras y su sacralidad al contener siglos de evolución. Así, no solo este elemento fue usado para edificar los grandes monumentos y vías imperiales de cartagineses y romanos, la grandiosidad de Tiwanaku y Machu Picchu, entre otros monumentos arquitectónicos en nuestro continente, hablan por sí solos. No debemos olvidar que fue el material primigenio en la representación de la fecundidad de mujeres embarazadas que los primeros escultores labraron para rendir culto a la Madre Tierra.

Los seres humanos empezamos peregrinando descalzos sobre tierra, después, en las primeras urbanizaciones, por el empedrado sin labrar y luego sobre el adoquín, nombre que proviene del árabe addukin o piedra escuadrada. Durante muchas etapas de la historia, nuestros abuelos caminaron, bailaron, marcharon sobre ellos para ir a la Guerra del Chaco. Su característica de dureza y aguante es tal, que un lado puede durar un siglo y el otro también. La llegada de los automotores convirtió este arte del labrado a mano del granito en poco rentable y fue sustituido por el pavimento.

A pesar de ello, todos los ríos que circulan bajo la piel de nuestra ciudad están embovedados con sillares labrados a mano, muchas aceras del casco viejo son de losa granítica, sustituida ahora por cemento armado. Ya no se usa la piedra de Comanche, localidad situada a casi 4.ooo msnm, en la provincia Pacajes y que alberga una de las canteras de granito más grandes de Bolivia, área desde donde se fabricaron los millones de adoquines que vistieron la epidermis de la ciudad que empezaba a emerger vigorosamente en el siglo XIX.

Asimismo, durante las constantes sublevaciones de la cholada paceña, los adoquines fueron utilizados para erigir barricadas de dos metros y protegerse de las balas del ejército republicano. Relatos que nunca aparecieron en libros ni en la prensa todavía circulan, entre ellas sobre una manifestación nocturna durante la dictadura de Banzer, provocada por el resultado de un partido de clasificación de la selección boliviana contra Brasil y que —como de costumbre— recibió una paliza, enardeciendo los ánimos de los aficionados que salieron de cantinas y boliches pidiendo democracia, dando mueras a la dictadura militar y luego proceder a desmontar los adoquines en la Pérez Velasco. La batalla duró varias horas, hasta que el carro Neptuno antimotines salió de su guarida del cuartel de Bomberos a rociar con agua urticante a los cientos de ebrios que se iban concentrando en la plazuela. Hubo incendios de automotores, gases y bala. Las barricadas fueron tumbadas por carros de asalto. Nunca se supo cuántos murieron y si hubo presos. Al amanecer, el mismo carro Neptuno se encargó de lavar la sangre que cubría la avenida, en tanto los soldados y funcionarios de la Alcaldía reponían los adoquines para el tránsito, como si nada hubiera pasado. Los canillitas solo anunciaban el catastrófico resultado, 8 a 0. Al poco tiempo, la avenida fue asfaltada y la historia enterrada.

Muchas arterias de nuestra ciudad han perdido esa poderosa piel y fueron suplantadas por el pavimento y miles de adoquines duermen, amontonados, sin destino, en la avenida Zavaleta. Parques y calles peatonales esperan que este sea su nuevo hogar para que los que vivimos en la ciudad sigamos caminando sobre su hermosa piel, como lo hicieron nuestros abuelos.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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Míster Atlas y el ‘Chancho’, en carrera electoral

/ 30 de julio de 2023 / 01:31

Consumido por las sucesivas fiestas en las que participé en devoción al Tata Santiago hasta quedar exhausto, me recluí para recuperar mi equilibrio escuchando música barroca. Un insistente timbreo en mi suite chola me hizo saltar de la hamaca. Era mi compadre Teo; lo primero que hizo fue reclamar por qué no había contestado mi celular durante dos días. Me excusé explicando que él había asistido solo a una fiesta y yo tuve que asistir a dos, por lo que acabé fuera de combate y agarrando otra vez la fiesta para el próximo año, si la Pachita y todas las vírgenes me dan k’aito.

— ¡Vengo a proponerte que seas candidato a alcalde por La Paz!—, espetó sin más.

No salía de mi estupor ante semejante propuesta, pensé que todavía los humos de la fiesta habían afectado los pensamientos de mi compadre, y le pregunté con un gran “¡Qué!”

— Sí, no te hagas al señorito firulais, quiero que seas candidato, aunque es seguro que no ganarás, pero por lo menos habremos llenado nuestra plancha electoral para el 25 y tendremos un concejal—, contestó, afanado, como ametralladora.

— El Míster Atlas será candidato de Creemos para El Alto y nosotros estamos promoviendo al Chancho Gonzales, lo conoces, se hizo rico vendiendo ropa de segunda y quinta mano en la 16 de Julio, es un gremial muy respetado, además devoto de la virgencita del Carmen y del Tata, como vos compadre. Es suficiente—, me dijo, esbozando una sonrisa bribona.

Todavía turbado por la extraviada propuesta, recordé a Wally Icaza, un ceramista y activista indianista que, sin consultarnos, nos encajó a sus amigos a una lista de candidatos a senadores y diputados por su micropartido que había creado unas semanas atrás. El escenario de incertidumbre de esa etapa (1997) permitió que un pacto poseleccionario sepultara al MIR, al perder este partido toda autoridad moral ante sus electores al votar por el exdictador Banzer, devenido en demócrata y tendiendo puentes con la sangre de sus mártires. Esta estrategia de hacerse del poder se canonizó como la manera más aviesa de repartirse el poder y “democratizar” la corrupción y el dolo. No había proyectos y programas claros y menos líderes con autoridad moral para aglutinar, en torno suyo, a grupos sociales importantes; escenario que puede repetirse pese a la electoralización temprana de la política boliviana que arrastra a grupúsculos de políticos fracasados y angurrientos de poder a ponerse visibles en los medios.

Para muchos aventureros es la ocasión perfecta para auparse a un partido y llegar al poder con dos propósitos: enriquecerse y ascender socialmente a costa de la ingenuidad de la población menos politizada y el pragmatismo de grupos mayores.

El Chancho Gonzales es un ejemplar dispuesto a todo, no debería extrañarnos que aparezca como candidato a senador, concejal o diputado y que llegue al poder porque untó con parte de su grasa la maquinaria electoral para cobrarse con creces, multiplicando su inversión en algún cargo ejecutivo, estar seis meses en la cárcel y salir a disfrutar su aventura comprándose casas, autos, ir de vacaciones a Miami con Barbies y lucir trajes Chucatinis, como si fuera inmortal. El Chancho incrementará su grasa y convertirá la política en un negocio lucrativo.

La alta política tiene muy pocos cultores, en cambio la politiquería se ha vuelto una práctica multitudinaria y es, precisamente, el ariete amoral que debilita la credibilidad en la democracia.

El escritor Puente Ojea dice que se avergüenza de haber nacido en España porque ha glorificado la picardía, ocasionando que las noticias de desfalco y corrupción sean normales. Asegura que la literatura picaresca, canonizada en las escuelas y universidades, es el mejor reflejo de aquello. Enfatiza que ese daño fue trasladado, durante la conquista ibérica, a los pueblos sudamericanos que repiten esas mañas perversas.

Con mi compadre somos aficionados al teatro, nos planteamos problemas que pueden suceder, los teatralizamos luego para ejercitar nuestro sentido prospectivo. Felizmente el Chancho no se presentará a nada porque no cree en la democracia, pero el Míster Atlas tal vez sí, no debería extrañarnos, pero sí alertarnos de los aventureros que merodean en estos tiempos.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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Mi canción como un lamento…

/ 16 de julio de 2023 / 00:09

Uno de los versos del tango Illimani habla de lamento, otra canción argentina reitera la misma circunstancia con su famosa pieza musical Lamento boliviano. Es que los que vivimos en esta hoyada y su altiplanicie, ¿nos pasamos la vida lamentando nuestra suerte? Entonces, cómo explicamos que en Chukiyawu marka-La Paz hay más días de fiesta que días del calendario. Por ejemplo, este mes debemos alistar las tabas para bailar y danzar en varias fiestas de la Virgen del Carmen y otras festividades importantes como la del Tata Santiago, del cual soy devoto. Ambas están vinculadas al tiempo seco, espacio agrario y cósmico, y que incluye sus propios instrumentos y sus melodías, siempre conectadas con la urbe, sobre todo en los barrios populares, a través de estas fiestas patronales. Por eso, varias veces al año estrangulamos la urbe con miles de danzantes para que sepan que estamos aquí.

Un suceso primordial en mi experiencia vital para entender todo esto, fue cuando mi abuelo, orureño él, Severo Quiroga, me dejó como prenda de garantía por una botella de pisco Ormachea y cóctel de tumbo, en una célebre chichería de la final Colón. Había ganado el Strongest y el abuelo festejaba con su grupo de mangueros la derrota de su rival.

En ella tocaba cuecas y bailecitos, en un piano descascarado, una chola enjoyada y bella. Era obvio que el abuelo estaba locamente enamorado de la dama de pollera, pese a los wisllazos que le propinaba mi abuela cochabambina, jovera y más grande que él.

Desde un apartado espacio, en medio de retamas y karallantas, veíamos el trajín de la chicha, la cerveza y los cocteles de tumbo que desfilaban entre las mesas de los comensales que comían a gritos picante surtido, tomatada de boguitas, fricasé y chicharrón, entre otras delicias que me trasladaban a un planeta de sabores que emanaba del batán con llajua recién molida con huacataya, cilantro y locotos arrechos, fragancia que no me deja hasta ahora. Por encargo del abuelo, la pianista Soledad me había servido un abundante fricasé con un acompañamiento de papaya Salvietti y marraqueta crujiente, humeante guiso que no probé esperando a mi abuelo. Fue mi primera angustia porque pensé que no volvería.

En tanto, un espectáculo ocurría ante mis ojos asombrados: un par resplandeciente de colibríes cometas visitaban, zumbando, a las flores de tumbo y las karallantas que adornaban los muros; al mismo tiempo las cuecas empezaron a invadir el recinto; el baterista, con sus lentes oscuros, empezaba con su redoble introductorio. Las mujeres, bien peinadas, con polleras y faldas, preparaban sus pañuelos junto a los hombres; en medio del gentío chispeante, apareció mi abuelo, justo para la quimba y se puso a bailar, alegre como un colibrí. Eso marco mi estética, mi ethos, era mi lugar eutópico donde me sentía bien y feliz: era la construcción del mundo de los cholos chukutas, con su forma de entender la vida, la muerte, la felicidad y saber lavar la tristeza con la danza.

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Después, el local se cerró y quedaron mi abuelo, su grupo de vetecos mangueros, Soledad en el piano y el baterista que oscilaba su cabeza todo el tiempo. Severo se acercó, me raspó con su barba crecida mi mejilla y me dijo: —Tienes que aprender a bailar cueca, algún día puedes ser autoridad nacional y sería una vergüenza que no sepas bailar cueca. ¡Estos señoritos cojudos de ahora no saben! Mi lección fue magistral: el gallo persigue a la gallina, saltando en tres momentos, como el gallo cuando pretende a la gallina que se escapa y se hace la linda. Cuando zapateas, debes levantar polvo, sitiar a la pareja, porque del polvo venimos y en polvo nos convertiremos.

Mientras los llocallas de mi barrio iban en las noches a bailar rock a las discotecas, con los amigos cercanos preferíamos incursionar, de día, a las quintas de recreo que pululaban en nuestra ciudad, escuchar, bailar cuecas y bailecitos con Kaluyo Pérez, Delfín Sejas y otros excelentes músicos: piano, batería y bajo. Eran nuestros territorios y los gozamos hasta el extravío. Nuestra ciudad acoge a todos y los seduce, lo sabe el Illimani. ¡Gracias abuelo!

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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