Lo que tenemos y no conocíamos
Patricia Vargas
Las ciudades enfrentan hoy problemas ambientales muy acuciantes especialmente por su desarrollo sin límites. Realidad que es evidente porque están en permanente evolución y su transformación es tan acuciosa que exige recuperar y ampliar la infraestructura destinada a la vida de recreo y esparcimiento de la ciudadanía. Nos referimos a los parques, que poseen cualidades naturales innatas y son de vital importancia para la urbe y el buen vivir humano.
En la actualidad las ciudades planifican con mayor intensidad la creación de áreas verdes destinadas al esparcimiento de sus habitantes, por tanto, a la respiración de la ciudadanía. En otras palabras, pulmones urbanos verdes destinados a mejorar la salud de la población. Esto como solución a la saturación y contaminación ambiental que hoy afecta, en menor o mayor medida, a las ciudades.
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Una situación que requiere el aprovechamiento de lo innato o existente de nuestras áreas verdes, sin omitir la incorporación de lo nuevo a través de la construcción de espacios naturales revalorizados con novedosas concepciones paisajísticas, apoyadas por una infraestructura útil para el descanso y diversión de las personas y sus familias.
En definitiva, la creación de áreas verdes donde lo natural en sus diferentes variantes sea la base del disfrute de la ciudadanía, pero también del embellecimiento de la ciudad.
Algo que en realidad no resulta nuevo, pues habrá que recordar que a inicios del siglo XX quienes gobernaban y administraban esta urbe importaron árboles de Australia no solo para realzarla con pinos y eucaliptos, sino para humanizar la vida del habitante brindándole buenos aires para respirar.
Hace pocos días, al visitar la exestación de trenes, tuvimos la sensación de descubrir lo que tenemos y no conocíamos, esto es un lindo parque en pleno centro de la ciudad. De entrada notamos que su nacimiento tuvo lugar a partir del aprovechamiento de uno de los extremos del bosquecillo de Pura Pura y que hoy se halla cualificado por árboles majestuosos cuya avanzada edad se evidencia en la dimensión de sus troncos. Con esa y otras características, este espacio natural es parte de la historia de nuestra urbe, no solo porque rememora el arribo de árboles a esta ciudad hace más de 100 años, sino porque hoy aquellos forman parte del denominado Parque de las Culturas de La Paz.
Un espacio que demuestra la importancia de habilitar un lugar en el que se puede sentir la conexión mágica entre la cultura y la naturaleza, ya que —al igual que otros parques similares en el mundo— esa sensación es parte del esparcimiento del ser humano.
Asimismo, la historia de la que es parte la exestación de trenes también se refleja hoy en la conservación de ciertas edificaciones del ayer, las cuales fueron reproyectadas con acierto; es el caso del largo depósito de materiales para los trenes que hoy ha sido convertido en un auditorio, cuya visual bien calculada es notoria y la calidad de sus butacas es encomiable. De igual manera, destaca su doble función de auditorio y gimnasio.
Para terminar, debemos señalar que el Parque de las Culturas cuenta con espacios que remarcan diferentes valores escénicos, los cuales parecieran estar combinados con lo cultural. Por tanto, se podría decir que ha logrado seguir un esquema de diseño paisajístico útil, que ha dotado a ese sitio escondido de un verdadero sentido de esparcimiento para la población.
Patricia Vargas es Arquitecta (*)