¿Tormenta perfecta?
José Luis Exeni Rodríguez
El 2023 debió/pudo ser el año de la reforma judicial en Bolivia. O al menos para generar condiciones que conduzcan a la reforma. No lo será. Primero porque fracasó la interesante propuesta impulsada por los juristas de oposición. No habrá, pues, reforma constitucional. Pese a la desconfianza mayoritaria en el sistema, ni siquiera hubo debate. Concurrieron barreras normativas y trabas burocráticas, baja credibilidad de los promotores, politización de la iniciativa…
Y segundo porque, considerando tiempos e intereses, nos encaminamos al naufragio de las Elecciones judiciales. El proceso debió ser convocado en mayo, pero está congelado. Y puede postergarse sine die: sea por argucia del TCP, sea por veto opositor a los dos tercios en la ALP para la selección de postulantes. Así, en lugar de nuevas autoridades electas, habrá interinatos. Cuando despertemos, la degradada administración de (in)justicia todavía estará allí.
¿Qué nos espera el 2024? Si asumimos que no hay movilización ciudadana por la cuestión judicial, el próximo año el núcleo de conflictividad podría radicar en el Censo de Población. No tanto en su realización, sino en torno a sus resultados. La crónica, bandera federalista en mano, está anunciada: rechazo a los datos (“fraude censal”) con querella por la redistribución de recursos y la reconfiguración de escaños. Y, claro, renovada guerra sucia contra el padrón electoral.
Veamos el campo político, sobrecargado por la disputa interna en el MAS-IPSP. ¿En qué terminará su congreso orgánico? ¿Acuerdo procedimental, empantanamiento hasta las Primarias, implosión? Es un factor decisivo para la gobernabilidad. Mientras tanto, el paisaje opositor deambula entre la retórica de unidad y la práctica de fragmentación. Incluidos curiosos juntes y “nuevos” proyectos con propuesta regresiva y jefe con prontuario político que ni siquiera aguanta una entrevista periodística.
Y está la economía, por supuesto. Más allá de percepciones (en la opinión pública, en los liderazgos) que expresan creciente pesimismo, los números son inciertos. ¿Cuán sostenible será el “bicicleteo” para garantizar el mínimo requerido de liquidez de divisas? ¿En cuánto tiempo los cuantiosos recursos de litio se convertirán en reservas para reemplazar a la economía (más allá) del gas? Hay desfase. Y desequilibrios. Pero también colchones. Las expectativas importan.
¿Estamos ante una tormenta perfecta como preludio de un incierto/terrible nuevo ciclo electoral 2025-2026? No es para tanto. Más bien creo que seguiremos en la kamanchaka (Calderón dixit), remando en medio de la niebla. Navegar es necesario, ya se sabe. Vivir también.
FadoCracia independiente
1. Para ser un medio “independiente” no basta con proclamarlo. Hay que tener recursos (la independencia es pudiendo, como diría el Mosquito). Así no pides de comer al que toca morderle la mano. 2. También podrías asumir una definición laxa: “medio independiente es todo aquel que no es dependiente” (ufa). O eximirte: no ataco frontalmente al gobierno, muestro sus fallas. Así de sencillo. 3. La propia definición te pone en evidencia. Amigo date cuenta: estás operando desde el campo de la oposición. Aunque te salga espuma cuando te lo dicen. 4. ¿No eres opositor, sino un “medio crítico”? Ya es ganancia y está bien. Siempre y cuando seas coherente. 5. Si titulas “fuego cruzado” donde hubo masacre, no eres independiente, ni crítico, sino funcional al régimen. O mal periodista. 6. Así, por más que tu compadre verificador acuda en tu auxilio, continuarás siendo un medio opositor. Y es legítimo además de necesario. Pare de sufrir. El espejo, como los archivos, no mienten. 7. Ah, qué lindo sería si los fieles lectores pagaran por tus contenidos en lugar de comerse sus dos marraquetas diarias.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.