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Thursday 5 Dec 2024 | Actualizado a 00:44 AM

¿Tormenta perfecta?

José Luis Exeni Rodríguez

/ 23 de julio de 2023 / 00:11

El 2023 debió/pudo ser el año de la reforma judicial en Bolivia. O al menos para generar condiciones que conduzcan a la reforma. No lo será. Primero porque fracasó la interesante propuesta impulsada por los juristas de oposición. No habrá, pues, reforma constitucional. Pese a la desconfianza mayoritaria en el sistema, ni siquiera hubo debate. Concurrieron barreras normativas y trabas burocráticas, baja credibilidad de los promotores, politización de la iniciativa…

Y segundo porque, considerando tiempos e intereses, nos encaminamos al naufragio de las Elecciones judiciales. El proceso debió ser convocado en mayo, pero está congelado. Y puede postergarse sine die: sea por argucia del TCP, sea por veto opositor a los dos tercios en la ALP para la selección de postulantes. Así, en lugar de nuevas autoridades electas, habrá interinatos. Cuando despertemos, la degradada administración de (in)justicia todavía estará allí.

¿Qué nos espera el 2024? Si asumimos que no hay movilización ciudadana por la cuestión judicial, el próximo año el núcleo de conflictividad podría radicar en el Censo de Población. No tanto en su realización, sino en torno a sus resultados. La crónica, bandera federalista en mano, está anunciada: rechazo a los datos (“fraude censal”) con querella por la redistribución de recursos y la reconfiguración de escaños. Y, claro, renovada guerra sucia contra el padrón electoral.

Veamos el campo político, sobrecargado por la disputa interna en el MAS-IPSP. ¿En qué terminará su congreso orgánico? ¿Acuerdo procedimental, empantanamiento hasta las Primarias, implosión? Es un factor decisivo para la gobernabilidad. Mientras tanto, el paisaje opositor deambula entre la retórica de unidad y la práctica de fragmentación. Incluidos curiosos juntes y “nuevos” proyectos con propuesta regresiva y jefe con prontuario político que ni siquiera aguanta una entrevista periodística.

Y está la economía, por supuesto. Más allá de percepciones (en la opinión pública, en los liderazgos) que expresan creciente pesimismo, los números son inciertos. ¿Cuán sostenible será el “bicicleteo” para garantizar el mínimo requerido de liquidez de divisas? ¿En cuánto tiempo los cuantiosos recursos de litio se convertirán en reservas para reemplazar a la economía (más allá) del gas? Hay desfase. Y desequilibrios. Pero también colchones. Las expectativas importan.

¿Estamos ante una tormenta perfecta como preludio de un incierto/terrible nuevo ciclo electoral 2025-2026? No es para tanto. Más bien creo que seguiremos en la kamanchaka (Calderón dixit), remando en medio de la niebla. Navegar es necesario, ya se sabe. Vivir también.

FadoCracia independiente

1. Para ser un medio “independiente” no basta con proclamarlo. Hay que tener recursos (la independencia es pudiendo, como diría el Mosquito). Así no pides de comer al que toca morderle la mano. 2. También podrías asumir una definición laxa: “medio independiente es todo aquel que no es dependiente” (ufa). O eximirte: no ataco frontalmente al gobierno, muestro sus fallas. Así de sencillo. 3. La propia definición te pone en evidencia. Amigo date cuenta: estás operando desde el campo de la oposición. Aunque te salga espuma cuando te lo dicen. 4. ¿No eres opositor, sino un “medio crítico”? Ya es ganancia y está bien. Siempre y cuando seas coherente. 5. Si titulas “fuego cruzado” donde hubo masacre, no eres independiente, ni crítico, sino funcional al régimen. O mal periodista. 6. Así, por más que tu compadre verificador acuda en tu auxilio, continuarás siendo un medio opositor. Y es legítimo además de necesario. Pare de sufrir. El espejo, como los archivos, no mienten. 7. Ah, qué lindo sería si los fieles lectores pagaran por tus contenidos en lugar de comerse sus dos marraquetas diarias.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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J: asignatura pendiente

Las juventudes, complejas y diversas, son una asignatura pendiente de la sociedad, la economía, el Estado, la democracia

José Luis Exeni Rodríguez

/ 24 de noviembre de 2024 / 06:02

La democracia es una asignatura pendiente de las juventudes (J): prefieren la democracia a otra forma de gobierno, pero están insatisfechas con su desempeño, piensan que puede funcionar sin partidos y creen que un líder fuerte resuelve mejor los problemas que las instituciones. Lo peor es que un 40 por ciento aceptaría un gobierno autoritario en ciertas circunstancias y hasta un gobierno militar como opción viable en caso de crisis. Es delicado.

Consulte: Datos que (no) gustan

En el marco del proyecto “Juventudes: asignatura pendiente”, la Fundación Friedrich Ebert (FES) realizó un estudio para explorar la relación de las y los jóvenes de 14 países de la región con la política, sus derechos políticos y la democracia. El resultado es claroscuro: hay buenas noticias, pero también cuestiones preocupantes. Un gran dato es la expectativa de futuro: ocho de cada diez se ven mejor dentro de cinco años. Pero su mayor sentimiento es de incertidumbre.

Ese horizonte contrasta con una baja satisfacción con su vida personal y colectiva. En Bolivia, una mayoría de jóvenes están satisfechos con su familia, la educación y la salud (con diferencias por clase social). Pero muchos están insatisfechos con la situación del país, el funcionamiento de la democracia y su situación económica propia. Esto último se asocia con falta de trabajo y empleo precario. Hay deseo dividido de migrar internamente.

Conocer las percepciones, los saberes y los sentires de las juventudes no es menor. En varios países las y los jóvenes son mayoría en el padrón electoral. Su voto será decisorio, con la creencia de que “votar sirve para transformar y solucionar problemas”. L@s jóvenes votan, pero participan poco. No se afilian a partidos ni sindicatos y su participación es baja en organizaciones sociales (destacan las iglesias y los clubs deportivos). En general, desconfían de las instituciones.

¿Cómo se sitúan ideológicamente las juventudes en la región? Según el estudio de la FES, tres de cada cinco jóvenes en promedio se ubican en el centro, uno está a la izquierda, otro a la derecha. La extrema izquierda y la extrema derecha son, todavía, marginales. ¿Qué significa asumirse hoy de izquierda, de centro o de derecha? No lo sabemos de cierto. Hay alguna correlación con políticas públicas, donde l@s jóvenes son más bien progresistas.

Las juventudes, complejas y diversas, son una asignatura pendiente de la sociedad, la economía, el Estado, la democracia. Persisten barreras. Así, entre el miedo y la esperanza, como dice Benedetti, “les queda recuperar el habla y la utopía / no convertirse en viejos prematuros”.

Datos disponibles en https://dev-qa.la-razon.com//juventudesasignaturapendiente.com/

FadoCracia precluida

1. A quemarropa: dos magistrados (auto)prorrogados del TCP han fracturado el principio de preclusión, que está en el corazón de nuestro sistema electoral. Es gravísimo. 2. Preclusión: las etapas y resultados de los procesos electorales no se revisan ni se repiten o anulan por ninguna causa y ante ninguna instancia. 3. Noviembre gris para la democracia. Con decisiones a la carta, una sala constitucional cercenó elecciones ya convocadas y avaló un congreso partidario realizado al margen de su estatuto, de la Ley y de resoluciones del TSE. 4. Con tal antecedente, en el próximo ciclo electoral dos tipos podrán inhabilitar candidatos, proscribir partidos y hasta declarar la nulidad de los comicios. Es nefasto. 5. Pobre Órgano Electoral, cuyas decisiones en materia electoral son “de cumplimiento obligatorio, inapelables e irrevisables” (sic). 6. El suprapoder TCP, que ya nos había llevado a un “estado de cosas inconstitucional”, hoy provoca un quiebre democrático. 7. Hemos retrocedido a los años ochenta del siglo pasado. Y estamos guardando, nuevamente, “un silencio bastante parecido a la estupidez”.

(*) José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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Datos que (no) gustan

José Luis Exeni Rodríguez

/ 10 de noviembre de 2024 / 07:40

En diciembre de 2020, pocas semanas después de la posesión del electo presidente Arce, el estudio Delphi de la Fundación Friedrich Ebert (FES Bolivia) expresaba optimismo entre los liderazgos consultados: casi la mitad decía que el país iba por buen camino, solo un tercio percibía mal camino y el resto no sabía. Cuatro años después, los datos son terribles: el 88% siente que vamos por mal camino. Estamos casi igual que en los últimos meses del funesto régimen inconstitucional de Áñez.

Al igual que las instituciones, las percepciones importan. Y cambian en el tiempo. Son fotografías de un momento determinado, que pueden ser comparables. La fotografía Delphi más reciente (octubre), en sintonía con encuestas de opinión pública, muestra la sensación mayoritaria de que la situación política y económica es mala o muy mala. Y que en los próximos meses va a empeorar. Hay pesimismo asociado a una gran preocupación por factores económicos y vientos de conflictividad.

Vea: ¿42 años no es nada?

Los datos, como las palabras, pueden o no gustar. Depende de lo que digan. Hasta principios de 2023, las percepciones eran buenas y hasta favorables. Y el oficialismo las celebraba y exhibía: “así se gobierna, neoliberales”. Desde hace casi dos años, los datos son críticos para la gestión de gobierno y sobre los temas que preocupan. Hoy las oposiciones los usan con aires de profetas del colapso: “siempre lo dije”. Los porcentajes no saben para quién trabajan.

Sigamos con la última Delphi. A la sensación de crisis político-institucional y económica, se suma una muy elevada y persistente desconfianza institucional. Casi ninguna entidad del Estado queda en pie (excepto, con valoración regular, el TSE y la Defensoría del Pueblo). La evaluación es más/menos negativa para todas las autoridades y líderes políticos. Y la impresión mayoritaria sobre el futuro es de incertidumbre, seguida de rabia. Los sentires cuentan.

Más percepciones:  se desaprueba la gestión presidencial; la candidatura de Evo es lo que más polariza; el MAS-IPSP en implosión; una oposición fragmentada, con pésimo desempeño; el TCP como grosero suprapoder; probable crisis de gobernabilidad; difícil aprobación de créditos en la ALP; desacuerdo con la renuncia de Arce y el adelanto de elecciones; la inflación afecta cada vez más, con riesgo de escasez; se insinúan cambios progresivos en el modelo económico; los medios son promotores de enfrentamiento…

Danza de datos. ¿Para qué sirven? Para examinarlos, como una fotografía. Y mirarnos, como ante un espejo. Para conservarlos, como una carta. Hasta que se abren, como un libro, recordándonos historias que (no) nos gustan.

FadoCracia caminera

1. Entre otros efectos, el reciente bloqueo de caminos trajo consigo un fortísimo sentido común del antibloqueo. 2. Había que ver la cantidad de analistas y periodistas, todos in-de-pen-dientes, exigiendo el uso de la fuerza pública contra los bloqueadores (donde dice “haga algo”, léase reprima con estado de sitio). 3. Junto con las marchas, los bloqueos habitan el corazón de la política en las calles y carreteras. En Bolivia, son parte esencial del repertorio de protestas. 4. Lo que varía son las razones del bloqueo. En 2020, por ejemplo, garantizó las elecciones, tres veces postergadas. Ni hablemos de los bloqueos que abonaron la transición a la democracia y la conquista de derechos. 5. Esta vez, detrás de un pliego único, las razones no declaradas eran oscuras, mezquinas, indefendibles. 6. Después del bloqueo, queda el desbloqueo. Queda también el tufo de quienes, en nombre del orden, alientan y justifican masacres (ahí está la “pacificación” del gobierno de facto en 2019). 7. Los efectos del bloqueo son una mierda; que te declaren terrorista, también. Con mano/cabeza dura, y flores, seguimos saliendo adelante.

(*) José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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A fuego y mercurio

Oxfam acaba de presentar un informe fundamental sobre la crisis ecológica y las desigualdades en Bolivia.

/ 19 de octubre de 2024 / 20:42

El agronegocio y la ganadería son una mala noticia para los ecosistemas y bosques en Bolivia. A fuego, son los principales responsables de los incendios forestales y la deforestación. La evidencia muestra que la expansión agrícola y ganadera, vinculada al negocio de la tierra, contribuye con fuerza a la crisis climática y la degradación ambiental. ¿Qué reciben a cambio estos sectores por parte del Estado? En lugar de regulación, se benefician de subsidios y créditos; en vez de sanciones, les sobran privilegios. El “modelo” funciona.

La minería aurífera, por su parte, tiene un impacto negativo considerable en el medio ambiente, el desplazamiento de poblaciones y en la salud de las comunidades locales. A mercurio, los cooperativistas mineros contaminan todo a su paso, exacerbando las desigualdades, en especial en comunidades indígenas y rurales vulnerables. El aumento significativo en la producción de oro incentiva este negocio altamente rentable. ¿Cuánto contribuye el sector a la economía nacional? Su aporte en regalías e impuestos es mínimo. Al contrario, recibe numerosas subvenciones directas e indirectas, además de varios beneficios. El extractivismo como vocación.

Ambos sectores son desnudados, con abundante evidencia empírica, en el informe A fuego y mercurio: Crisis ecológica y desigualdades en Bolivia, que acaba de ser publicado por Oxfam. Pero no solo hay análisis sobre la agroindustria, la ganadería y la minería aurífera. Quizás lo más valioso del estudio tiene que ver con las percepciones, saberes y experiencias de la gente respecto a la crisis climática y las desigualdades. Es una cuestión urgente e ineludible.

Fuego y pérdida de biodiversidad

La crisis ecológica está destruyendo los ecosistemas y provoca la pérdida irreversible de biodiversidad. Por ello, inquieta a organizaciones de la sociedad civil, a grupos de activistas y a la ciudadanía en general. También es objeto de preocupación de líderes a nivel global y de organismos internacionales. Y suele tener presencia intermitente en la agenda de los medios y en el debate público. Pero lo más crítico radica en las poblaciones y territorios que padecen directamente sus efectos: destrucción de hábitats naturales, contaminación, sobreexplotación de recursos naturales, desertificación, extinción masiva de especies, degradación de suelos. Para quienes la viven cada día, la crisis ecológica es una tragedia.

Esa crisis es bien retratada en el informe de Oxfam desde diferentes miradas y voces. Lo hace en diálogo con la desigualdad. ¿Cómo se interrelacionan la crisis ecológica y la desigualdad? La premisa es que la crisis ecológica refuerza la desigualdad, esto es, la distribución inequitativa de recursos, oportunidades y derechos entre distintos grupos de la sociedad.

Es una desigualdad multidimensional. Por eso se habla de desigualdades en plural para dar cuenta de brechas económicas, étnico-culturales, geográficas y de género. La crisis ecológica impacta con mayor violencia en las poblaciones y territorios más pobres y vulnerables: de bajos ingresos, indígenas, de zonas rurales, mujeres, del sector informal de la economía.

La crisis desde las vivencias

El informe surge de la necesidad de poner en evidencia esta cuestión en el contexto boliviano. Cierto que la crisis ecológica no es solo un fenómeno nacional. Hay amplia reflexión y evidencia global sobre las injusticias socioambientales, el efecto invernadero, la deforestación y la crisis climática. Existe un esquivo compromiso internacional en este campo. Y en el país se han asumido obligaciones que no se cumplen. Pero detrás de la crisis ecológica, en sus diferentes formas, como vimos, hay grandes responsables. Y también omisiones y silencios.

¿Estamos informados sobre el tema? ¿Cómo nos afecta? ¿Cuál es su incidencia en asuntos críticos como la biodiversidad, los ingresos, la salud, la migración? Sobre la base de un estudio de opinión pública y grupos focales, el informe expone el estado de la opinión pública y de las comunidades acerca de sus principales preocupaciones, entre ellas las ambientales y climáticas. Son importantes también las visiones acerca de qué se puede hacer.

Pero más allá de las opiniones y juicios, lo esencial radica en las vivencias y testimonios de quienes enfrentan en su vida cotidiana los estragos de la crisis ecológica y las desigualdades. En el informe se muestra esta crisis desde la voz de mujeres tacanas, esse eje y chiquitanas, que sufren y resisten las acciones de ocupación, degradación y despojo de sus territorios y comunidades con la complicidad y ausencia del Estado.

Un llamado a la acción

Como bien señala el texto de Presentación del estudio, estamos ante un desafío no solo ambiental, sino también humano, que requiere una respuesta integral y equitativa. Exponer el tema, debatirlo, ponerlo en la agenda público-política es necesario, pero no basta. Lo fundamental es hacer un llamado a la acción en el horizonte de la justicia ambiental y social. Lo que está en cuestión es el modelo de desarrollo basado en una economía extractivista, que genera la crisis ecológica y amplía las brechas de desigualdad y exacerba la pobreza.

Sin duda, con cada uno de sus cinco capítulos, el informe A fuego y mercurio: Crisis ecológica y desigualdades en Bolivia contribuirá en el debate informado y la conversación pública sobre esta preocupante cuestión. Ojalá sea útil también en acciones de incidencia y, si acaso, en la definición y rumbo de algunas políticas públicas.

Al final de la lectura queda la certeza de que, contra el fuego y el mercurio, es necesario y posible cuidar la biodiversidad, el uso sostenible de los recursos naturales, la vida en comunidad, los derechos, en fin, el buen vivir en armonía y equilibrio con la Naturaleza. Hay alternativa.

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¿42 años no es nada?

¿Qué sigue en nuestra democracia después del nuevo ciclo electoral 2025-2026?

José Luis Exeni Rodríguez

/ 13 de octubre de 2024 / 06:02

De antiguo se sabe que, en la vida, en la historia larga, “veinte años no es nada”. ¿Y en el régimen democrático? Eso depende. Cuentan la tradición, las instituciones, la cultura política. A sus veinte años, la democracia boliviana estaba en el umbral de una crisis que, poco después, terminó en la renuncia y fuga del presidente. Esa vez hubo sucesión constitucional. La siguiente crisis con renuncia y fuga presidencial, en 2019, derivó en un gobierno de facto.

De los 199 años de vida republicana en Bolivia, 157 tuvieron diferentes formas de gobierno autoritario con paréntesis representativos. Había voto, pero no democracia. “País de los cuartelazos y golpes de Estado”, describió un historiador para dar cuenta de la inestabilidad política y la fragilidad de los gobiernos. Tuvimos hasta una Revolución Nacional con partido hegemónico, seguida de un período de dictaduras militares y la intensa/difícil transición a la democracia.

Vea: Con D de desencanto

Así, en octubre de 1982 (“el hambre no espera: todos a San Francisco”) se inició formalmente nuestro proceso de democratización, que acaba de cumplir 42 años. La transición tuvo sustancia nacional popular e imborrable nombre (Hernán Siles Zuazo) y sigla (UDP). Fue una transición por vía del acuerdo, con enorme e inconstitucional error de origen: no haber convocado una nueva elección. Siles fue rehén del Congreso del 80 dominado por la oposición MNR-ADN.

Cercado por la sumatoria de hiperinflación, bloqueo institucional y alta conflictividad, el Gobierno de la transición sucumbió antes de tiempo. Otro arreglo inconstitucional adelantó las elecciones que, en 1985, dieron origen a dos décadas de democracia (im)pactada, con cinco sucesivos gobiernos de coalición. El modelo colapsó por sobredosis de partidocracia. Y las elecciones de 2005 inauguraron dos décadas de partido predominante, con un año de interinato del régimen de Áñez.

Así contado este itinerario, 42 años de democracia parecen pocos: difícil transición, dos ciclos, un paréntesis. Hoy, el partido-instrumento que dominó y (des)ordenó el campo político durante veinte años está en implosión por obra de sus facciones. ¿Qué sigue en nuestra democracia después del nuevo ciclo electoral 2025-2026? ¿Cómo se reconfigurará el paisaje de la representación política? ¿Vamos hacia un nuevo ciclo de pluralismo polarizado con fragmentación?

Es posible prever el campo político transitorio que tendremos en 2026. Resulta más difícil imaginar cómo será la democracia dentro de dos décadas. En Bolivia, el horizonte, todavía esquivo, es intercultural y paritario. Pero hay que sobrevivir el presente, tan lejos del ideal y tan cerca del desencanto.

FadoCracia unitaria

1. En medio de la degradación terminal que, ya asentada en los más bajos instintos, conduce a la muerte cruzada entre los caudillos del MAS-IPSP, la oposición política (Opopo) sigue agitando la bandera de unidad. 2. Banderas, más bien, porque los caminos de la Opopo, además de inescrutables, son varios y diferentes. Ahí están los que hablan de “unidad pactada” versus quienes agitan la consigna de “unidad disputada” (sic). 3. ¿Y entre quiénes? Algunos –especialistas en perder elecciones– van tejiendo la unidad de los políticos, en clave de megacoalición. El añejo bigote teñido de renovación, en tanto, sentencia: “unidad del pueblo”. 4. Unidad, unidad, unidad. Es como un mantra que se invoca para dar cuenta de un acto deseado, pero siempre fallido. 5. También se proclama la “unidad real” con romería a Chonchocoro. Devoción mata programa. 6. ¿Y el mecanismo? “Se podrá hacer una encuesta, dos o tres”, dice el hombre de los 100 días. “Preprimarias”, plantean los marginales. “Será un aquelarre”, se burla un azul con incontinencia verbal. 7. Pobre Opopo. Le quedan apenas seis meses y le vienen sobrando los precandidatos de unidad.

(*) José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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Con D de desencanto

Hoy no examinamos la calidad de la democracia, sino ‘cómo mueren las democracias’

José Luis Exeni Rodríguez

/ 29 de septiembre de 2024 / 08:36

Una ola de creciente desencanto recorre casi todas las democracias en América Latina. La crisis, polarización e incertidumbre asfixian nuestros espacios públicos. Y las instituciones están cercadas por la desconfianza. Hoy no examinamos la calidad de la democracia, sino “cómo mueren las democracias”. No hay colapso, pero sí lenta erosión. Los indicadores son de des-consolidación, como alertó hace unos años el Latinobarómetro. Es la “democracia diabética”.

¿Cómo navega la democracia en Bolivia? O mejor: ¿cuáles son las percepciones acerca del sistema democrático? Una reciente encuesta nacional realizada por el TSE con apoyo del PNUD brinda valiosos datos al respecto. Se ratifican algunas tendencias de otros estudios.

Revise: La APLP ante el espejo

La primera cuestión es ineludible: el apoyo a la democracia. La mitad de las y los bolivianos preferimos la democracia a cualquier otra forma de gobierno. La mala noticia es que a la otra mitad le da lo mismo (31%) o hasta cree que un gobierno autoritario puede ser mejor que uno democrático (19%). Son datos terribles, solo comparables con la crisis de 2003-2005. Es una tendencia regional: en 2023, la preferencia por la democracia (48%) fue la más baja desde 1995.

Esta validación gradual del autoritarismo tiene que ver, entre otros factores, con la elevada insatisfacción por el funcionamiento de la democracia. Si la evaluamos por sus resultados, el 61% en Bolivia está insatisfecho (el promedio regional es 69%). Los picos más altos de satisfacción fueron en 2009 y 2015, pero luego el declive ha sido sostenido. Es “el colapso del desempeño”. Y sabemos dónde pueden terminar los insatisfechos.

En cuanto a confianza, dos tercios de los encuestados desconfían de todas las instituciones en todos los niveles territoriales del Estado. Ninguna se salva. Es también una tendencia regional. No hay casualidad ni solo coyuntura. “América Latina es la región más desconfiada de la tierra”, afirma el Latinobarómetro. Priman la desconfianza interpersonal y, claro, en las instituciones y los liderazgos.

Más allá de estos datos críticos, lo más valioso del estudio del TSE son las percepciones sobre las democracias en plural. Con la nueva Constitución, desde hace 15 años nuestro horizonte democrático se asienta en el ejercicio complementario de tres formas de democracia. Aunque solo el diez por ciento conoce la democracia intercultural, un amplio porcentaje puede identificar/diferenciar las democracias representativa, directa-participativa y comunitaria. Es, todavía, una buena idea en construcción y en disputa.

En este tiempo de desencanto, donde el miedo busca ganarle a la esperanza, la democracia boliviana será intercultural y paritaria, o no será.

(*) José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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