La prolongación del lugar de trabajo
El paso del tiempo nos da la opción de ir evaluando paulatinamente cómo funciona cada esquema
Pablo Rossell Arce
La pandemia trastocó el lugar de trabajo para quienes trabajan en escritorios, así como para estudiantes de todos los niveles. Los hogares hicieron esfuerzos para contar con más y mejor internet con el fin de contar con las herramientas necesarias para cumplir los compromisos laborales y estudiantiles.
En un principio, fue todo un reto para profesores y profesoras adaptarse a la modalidad de dar clases mirando a una cámara. Lo bueno de eso es que surgieron varias estrellas, profesores y profesoras con una vocación enorme que hicieron esfuerzos destacables por apoyar al alumnado y alimentaron canales de redes sociales con contenidos didácticos y útiles.
Como el ingenio humano no tiene límites, muchas entidades educativas reforzaron las metodologías de educación virtual que ya estaban presentes antes de la pandemia y desarrollaron técnicas y modelos más sofisticados. No es lo mismo dar una clase frente a un pizarrón presencialmente que vía video. El lenguaje, el ritmo y los materiales de apoyo funcionan de una manera totalmente distinta en la virtualidad.
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Para empleados y empleadas que trabajaron desde sus casas, los retos se multiplicaron debido a que los límites físicos entre la vida profesional y la vida familiar se esfumaron y con ellos, la línea entre la atención a lo doméstico y a lo profesional se hizo más difusa.
Esta difusión de roles dio pie a que la vida familiar transcurra durante la vida profesional y viceversa. Como resultado, reuniones que en modo presencial terminaban a las 7 u 8 de la noche en la oficina, ahora pueden prolongarse hasta las 9 ó 10 de la noche, pues en el mundo virtual todos estamos a una videollamada de distancia, gracias al avance de las plataformas de reuniones virtuales.
Para empleadores y empleadoras, cuya centenaria seguridad de que la gente está trabajando mientras está sentada en su escritorio, la ausencia física de los subordinados plantea una serie de temas de control. En efecto, muy pocas organizaciones se han planteado entregables de empleados y empleadas por plazo, incluso si tienen gestión por objetivos. La costumbre dicta que mientras la gente está en la oficina está trabajando a plena capacidad, incluso si los plazos de entrega se incumplen.
Con el tiempo, la mayoría de las organizaciones han regresado al trabajo presencial pleno y las que no, se han quedado en un esquema híbrido. Es acá donde todavía no se han masificado las nuevas modalidades de gestión para las nuevas modalidades de trabajo.
No hay receta, pues las noticias de países más avanzados indican que actualmente sigue la disputa entre empleadoras y trabajadores para definir los términos del balance entre virtualidad y presencialidad.
Pero se están explorando alternativas; Holger Reisinger, Paul Sephton, y Dane Fetterer (https://shorturl.at/jvHLX) señalan algunos aspectos relevantes para incluir en un esquema de gestión del trabajo híbrido:
— La flexibilidad es prioritaria para trabajadoras y trabajadores, y puede incluso ser más importante que el nivel salarial.
— Mayores niveles de flexibilidad implican la toma de decisiones acerca de las inversiones realizadas en infraestructura (Bolivia: control del trabajo).
— Los y las trabajadoras buscan hábitos, estructura y predictibilidad; incluso en esquemas híbridos, se las ingenian para tener un escritorio casero cómodo y funcional. El ambiente frío de una oficina —en el que además se debe compartir espacios— puede no ofrecer la misma comodidad.
— Los autores recomiendan los siguientes pasos para el momento que vivimos:
a) Crear espacios híbridos que consideren prioritariamente el trabajo virtual.
b) Equilibrar el sentido de pertenencia en el espacio virtual.
c) Dar más márgenes de decisión a empleadas y empleados para decidir el balance de tiempo de la nueva modalidad de trabajo.
Los retos del trabajo híbrido tienen mucho que ver con los niveles de control por parte de empleadores y empleadoras y con un eventual incremento de la productividad que resultaría del trabajo virtual, especialmente en tareas que requieren más concentración y son más de tipo individual.
El paso del tiempo nos da la opción de ir evaluando paulatinamente cómo funciona cada esquema. Es evidente que el momento es propicio para re-discutir el verdadero valor de las “horas asiento”, pero también es verdad que el trabajo se hace desde la casa, pero la carrera se hace en la oficina.
(*) Pablo Rossell Arce es economista