África y el Grupo Wagner
Sus fuerzas ya están desplegadas en Malí y Libia, ambos fronterizos con Níger, así como en la República Centroafricana y Sudán
En julio, el líder mercenario ruso Yevgeny Prigozhin publicó un video desde su nueva base en Bielorrusia, dando la bienvenida a sus combatientes a su país de exilio después del desafortunado motín del grupo Wagner. También les dijo que se prepararan para “un nuevo viaje a África”. Fue la primera señal pública de que las operaciones expansivas de Wagner en África continuarían después del destierro de Prigozhin. Días después, después de que un golpe de Estado en Níger derrocara al presidente elegido democráticamente, Mohamed Bazoum, Prigozhin no perdió tiempo en ofrecer sus servicios al nuevo líder de la junta, aunque no está claro qué control aún tiene sobre el grupo después de su fallido intento de motín en Rusia, en junio. Un golpista viajó al lado de Malí para reunirse con el personal de Wagner en Bamako, donde el grupo mercenario brinda seguridad al gobierno de esa junta.
Los eventos alimentaron la especulación inmediata de que Moscú había diseñado el golpe. Estados Unidos insiste en que «no hay indicios» de que Prigozhin o el presidente de Rusia, Vladimir Putin, estuvieran involucrados. De cualquier manera, el derrocamiento de Bazoum por parte de las fuerzas armadas de Níger ha presentado una importante oportunidad para Prigozhin y Putin. Les ha permitido superar la vergüenza mutua del motín fallido de junio y mostrar que la fuerza de Wagner se está fortaleciendo en África al mismo tiempo que la presencia militar de Occidente se está desvaneciendo. A medida que los grupos terroristas cobran fuerza en el vecindario, ese cambio podría convertirse en una gran amenaza para la seguridad.
Wagner estará listo. Sus fuerzas ya están desplegadas en Malí y Libia, ambos fronterizos con Níger, así como en la República Centroafricana y Sudán. Pero mientras varios Estados emplean a Wagner para combatir y debilitar a los grupos yihadistas en el Sahel, su creciente presencia y su reputación de brutalidad están teniendo el efecto contrario. Las organizaciones terroristas han utilizado el creciente resentimiento por las tácticas de tierra arrasada de Wagner para reclutar nuevos miembros, ofreciéndoles tanto protección como una oportunidad de venganza. A medida que la amenaza militante cobra fuerza, existe una preocupación creciente y legítima sobre la expansión de los grupos en la costa occidental de África, lo que podría desestabilizar países como Togo, Benin, Ghana y Costa de Marfil.
Esa situación de seguridad en deterioro presentaba serios riesgos para Estados Unidos y sus aliados occidentales antes del golpe de Níger. Ahora las cosas se ven peor. Si el golpe termina permitiendo que se abra un corredor entre las dos ramas del Estado Islámico en la región, por ejemplo, el grupo podría traer miembros de Nigeria. El escenario de pesadilla para Estados Unidos sería quedarse fuera de Níger, Wagner entrando y los grupos yihadistas se volverían tan poderosos que transformarían el Sahel en una versión de Afganistán en la era anterior al 11 de septiembre, una que finalmente reúne la fuerza organizativa para lanzar ataques internacionales.
El golpe de Estado de Níger, la última incorporación al “corredor de golpes de Estado” que se perfila en el centro-norte de África, es un revés dramático para los millones de nigerianos que votaron por Bazoum en las elecciones de 2021 y para los países occidentales que buscan mantener las redes terroristas regionales bajo control. No está claro, a medida que un bloque de Estados de África occidental amenaza con una intervención militar y crece la resistencia interna al golpe, qué sucede a continuación. Pero si el Sahel se convierte en un mosaico de pequeños estados yihadistas, Occidente tendrá pocas opciones, si es que tiene alguna, para contener la creciente amenaza. Para Wagner y Rusia, significaría más dinero en el banco y más influencia en la región.
Colin P. Clarke es director de Soufan Group y columnista de The New York Times.