Voces

Wednesday 6 Dec 2023 | Actualizado a 18:44 PM

¿Y las mujeres?

/ 20 de agosto de 2023 / 01:19

Estamos con varias señales de la crisis de un sistema de ordenamiento mundial que tiene como centros de comportamientos a la explotación de la humanidad y la naturaleza, la discriminación de una parte de la humanidad hacia otra parte usando las diferencias naturales como pretexto, la opresión por parte de quienes obtuvieron autoridad y poder político hacia quienes les dieron representatividad y poder. Los prejuicios son impulsados por las redes sociales como una nueva inquisición, que juzga y condena incluso sin conocer, ni enterarse lo más mínimo de las personas que serán juzgadas.

Es un tiempo donde la acumulación capitalista perdió todo sentido, pues el capitalismo, si algún momento mínimo de la historia tuvo algún sentido, pues hoy no solo no tiene sentido, sino que perjudica la fuerza creativa y revolucionaria de la organización social de la vida. Ni qué decir de las responsabilidades de los y las capitalistas que son quienes envenenan el planeta, la tierra, el aire, las aguas, los animales, la gente.

Los íconos creados por los propios capitalistas en la tarea de justificar su existencia histórica —íconos como son la democracia, la justicia, la propiedad privada, el libre mercado, la ciudadanía, entre otros— muestran su inutilidad para querer contener las nuevas formas de existencia, trabajo y organización social. Prácticas reales que brotan prodigiosamente desde distintos lugares del planeta. El capitalismo perjudica, lo sabemos en nuestros cuerpos y la vida cotidiana de la mayoría de la humanidad que habitamos el planeta Tierra.

Sin embargo, de sentir la crisis de este sistema no estamos encontrando la manera de dar efectividad al accionar político organizado que nos permita saber que estamos camino a dar por terminadas las funciones sociales del capitalismo. Quiero dejar claro que, a partir del segundo párrafo, solo estoy hablando del capitalismo y no del sistema de dominación; a diferencia del marxismo, nosotras feministas comunitarias de Abya Yala entendemos al sistema de dominación como algo mayor a solo las relaciones de producción dentro del capitalismo, que es una parte y no el todo contenedor.

Y ahí queremos apuntar: que, para sentir y efectivamente construir esa visión de saber qué estamos haciendo y adónde estamos yendo, necesitamos reconstituir la humanidad, que no es solo una tarea en el ámbito económico. Hasta el momento, son principalmente nuestros hermanos hombres quienes se pelean, se abuenan, se vuelven a pelear y se vuelven a abuenar. Las mujeres se están moviendo alrededor de ellos. Eso es lo que falta, la presencia activa y con posición política propia de las mujeres constructoras también del proceso de cambios. Tener voz propia fortalece también las miradas de nuestros compañeros. No es disputa, ni competición, somos parte de lo mismo con nuestros compañeros, solo es fortalecernos desde la mitad que siempre le hizo falta a la humanidad, esa mitad que, al restarse, deja el hueco para que nuevamente se reciclen viejas formas de dominio como el esclavismo, que hoy se denomina trata y tráfico, que afecta a hombres y mujeres de nuestros pueblos. La presencia activa de las mujeres depende de nosotras mismas en primera instancia, pero también es necesaria la comprensión y acción política de nuestros compañeros, contra su machismo y el machismo en las organizaciones y movimientos sociales, incluyendo al MAS-IPSP.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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Mambrú y la guerra

/ 26 de noviembre de 2023 / 00:21

Las canciones infantiles que aprendimos, al verlas a la luz crítica, son toda una descubierta de los mecanismos controladores y perversos del sistema patriarcal. Desde pequeñas y pequeños vamos a naturalizar la violencia en todas sus formas. En la escuela, como niñas y niños inocentemente hemos cantado: “Botón colorado mató a su mujer, con un cuchillito de punta alfiler…”, “Mambrú se fue a la guerra, chirivín chirivín chin chin…”, “Arroz con leche me quiero casar, con una señorita de San Nicolás, que sepa cocer, que sepa bordar…” Toda una serie de letras altamente violentas, destinadas a naturalizar — desde el lenguaje y la música— la violencia, la sumisión y el machismo, entre otros males.

La guerra es un invento patriarcal donde principalmente los hombres van a construir la concepción de ejército. El ejército, deliberadamente, se organiza y prepara para combatir. Aclarar que una cosa muy diferente es organizarse para la defensa ante un ataque, otra cosa es atacar sin que haya habido un ataque previo. Ese es el meollo de la discusión. Cuando te defiendes, la organización de la defensa tiene una fecha de vencimiento, es una organización de corto plazo.

La permanencia de los ejércitos siempre ha estado ligada a la construcción del poder en un territorio. Son los Estados-nación que hoy se declaran con el poder de usar la llamada violencia legal. Son los Estados que tienen el permiso social y dan el dinero fruto del trabajo de los pueblos para mantener los ejércitos, que siempre están preparados para la guerra.

Las guerras en este siglo son televisadas como si fueran cine y ¡no son cine, miles de hombres y mujeres de todas las edades están muriendo de verdad! La guerra en Palestina, que comienza con la ocupación del territorio palestino por parte de un invento del país llamado Israel. La legítima defensa del pueblo palestino defiende su territorio. Desde entonces, Israel es un país de militares guerreros, todos y todas son soldados a los que después de servir en el ejército les dan un dinero para que viajen y se diviertan. Son esos soldados que vienen a Bolivia de civiles y hacen todo tipo de abusos y escándalos denunciados en diferentes medios.

El estremecimiento de mi cuerpo al ver cómo wawitas y mujeres palestinas son asesinadas, hombres civiles ancianos son asesinados por cuidar sus casas, su territorio. Ver a niñas y niños que, vestidos de blanco, salieron a protestar y reclamar por sus vidas. ¿Se imaginan?, las wawas denunciando, gritando en las calles que las están matando y pidiendo que no las maten. La impotencia me nubla los ojos y me cuestiono cuán efectiva —de nuestra parte— son las luchas por la justicia y el “vivir bien”, ese summa qhamaña —que no es solo para Bolivia— que construimos y soñamos desde el proceso de cambios. Estamos hundiéndonos en peleas mezquinas, aquí en Bolivia. Por ese camino, nuestros Mambrús seguirán muriendo en guerras de hermanos contra hermanos.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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MAS unido, sectores divididos

/ 15 de octubre de 2023 / 03:01

Nunca hubo duda de nuestra parte, que el MAS tiene un líder y un presidente y que también ese presidente —el hermano Evo— seria el candidato del MAS, puesto que históricamente se trabajó para ello. El problema que enfrentamos es la división de las organizaciones sociales, que son quienes constituyen el instrumento político del pueblo y es imprescindible resolver este momento histórico, donde las mezquindades personales ponen en riesgo el camino del proyecto político de cambios revolucionarios.

El MAS-IPSP es la sigla que legitimó un proyecto político existencial fundamentalmente, proyecto de hombres y mujeres de los pueblos indígenas originarios de Bolivia. Es la sigla con la que participamos dentro de las reglas colonialistas y burguesas para elegir gobierno y posibilitar aperturas históricas para nuestros pueblos. La democracia es colonialista y burguesa. Cuando los burgueses ganan, todo es OK.

Cuando el pueblo gana las elecciones, para ellos es fraude. Aprendimos a lidiar en cancha ajena y con reglas manipuladas, pero lo hicimos bien, vamos ganando elecciones y sorteando obstáculos y amenazas como las del golpe de 2019. Por lo tanto, es imprescindible mantener la unidad del símbolo que representa el MAS, ese es un primer paso.

Lo que nos preocupa es la división en las organizaciones sociales, azuzada principalmente por los intereses de las dirigencias. En el gobierno de Evo ya lo dijimos, que había dirigencias que eran “buscapegas” y que, en las reuniones del Pacto de Unidad, no discutían el proyecto político ni la gestión de gobierno, disputaban cargos, eso continua y se convierte en chantaje. Las organizaciones tienen su dinámica interna que no puede ser manipulada desde afuera, y que no se equivoquen ni el Evo, ni el Gobierno, si realmente son revolucionarios deben respetar esas instancias y exigir proyecto político y no caer en prebendas a cambio de apoyo.

Un solo ejemplo: en el congreso de las hermanas Bartolinas en Tarija se sacó una dirigencia —nos guste o no— y quienes están descontentas háganse la autocrítica correspondiente, no echen la culpa al empedrado. En las Bartolinas, como en las organizaciones sociales que funcionan con la memoria de nuestros pueblos originarios, se practica el muyu. Años pasaron que no volvió la dirigencia a las aymaras y se quedó y quedó en las quechuas, en un momento de conflicto eso estalló y fue legítimamente un elemento de presión. Internamente con broncas y sabiduría —las hermanas Bartolinas— lo resolvieron, eligieron sus dirigentes. Queda la gestión para disputar liderazgo y autoridad. Al respecto, nos parece un grave error que cinco dirigentes invitadas al congreso del MAS en Lauca Ñ no hayan ido y no ocuparan el lugar que les correspondía.

Ni los hermanos y hermanas que apoyan a Evo, ni los compañeros y compañeras del Gobierno, ¡no pueden y no deben enfrentarnos! No pueden ni deben enfrentarnos unas contra las otras. Cuidado, eso pone en peligro el proyecto histórico. Les pedimos y exigimos coherencia revolucionaria.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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¿Cuál indio?

/ 1 de octubre de 2023 / 01:53

Estamos en un tiempo en Latinoamérica o Abya Yala que, con la fuerza y la energía de nuestros pueblos y organizaciones sociales, en el continente se ha reposicionado a gobiernos que están hacia la izquierda. En este nuevo contexto surgen tres actores, que son puestos de moda por los intereses de un sistema de dominación que sabe manejar muy bien los hilos de los medios de comunicación, los organismos internacionales y la cooperación internacional. Estos nuevos actores de moda son: las mujeres, los indígenas y la población LGBT. No es que son nuevos como tal, como problemáticas, son temas de discusión y grupos humanos que ya existieron, cuestionando la historia de los pueblos y la humanidad.

Quiero tomar uno de esos actores para las reflexiones de este artículo, me refiero a los pueblos indígenas originarios. La pertinencia de escribir sobre este tema tiene que ver con la consolidación en Bolivia de la acción histórica de los pueblos indígenas originarios como sujetos capaces de autogobernarnos, a pesar de la colonización. El Estado republicano y la explotación capitalista del trabajo humano y de la Madre Tierra no pudieron enterrar la fuerza creativa de nuestros pueblos. Nos hemos posicionado y no hay vuelta atrás. Tenemos entonces la necesidad de entender políticamente nuestra presencia histórica, porque la tendencia desde las élites de poder es la de folklorizarnos.

Nuestra identidad de indígenas originarios y originarias de estos territorios, tanto del Kollasuyo como de todo nuestro continente Abya Yala. Ha sido un percorrer de experiencias acumuladas en la historia oral, en los mitos que nos contaban las abuelas. Es descubrir y entender el significado de nuestras luchas como indígenas originarios, del pueblo aymara, por ejemplo. En un primer momento del proceso de cambio de Bolivia, gestado por las organizaciones sociales, nuestra presencia ha significado la irrupción —de nuestros cuerpos, nuestra historia, memoria y nuestros deseos— en la disputa por los poderes establecidos.

Este primer momento, nuestra presencia, se consolida ante el asombro de la derecha racista y rancia de colonialismo y ante los ojos paternales de la izquierda, que se prepara para tutelarnos; hoy estamos ante otro momento, el de convertirnos en indios de decoración, decorando las nuevas formas de cómo el sistema de dominaciones y opresiones se reciclará. Para eso necesita que como hombres y mujeres indígenas nos conformemos con administrar el poder en el gobierno. Necesitan indios obedientes al sistema, al poder que les arrebatamos a esas clases dominantes. Conformarnos con administrar ese poder y gozar de las prebendas de nuestros antiguos opresores es mezquino, es miope y ridículamente nos llamaremos proceso de cambio, mejor sería llamarnos pasanaku.

Indios decorativos que no expresan nuestras radicales diferencias en las formas de cómo tratamos y protegemos a la Madre Tierra, nada diferentes de los capitalistas depredadores. Por otro lado, indios machistas y discriminadores de las mujeres indígenas. ¿En qué se diferencian estos hermanos de los k’aras colonizadores que nos violaban, golpeaban y mataban?

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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Estamos en crisis

/ 17 de septiembre de 2023 / 01:16

La preocupación mayor de las organizaciones y movimientos sociales en estos momentos en nuestro país es la crisis del instrumento político de los pueblos: MAS-IPSP. Personalmente no me asustan las discusiones, ni las crisis, si es que éstas tienen un proceso de discusiones que enriquezcan la reflexión y las luchas. El actual momento ha removido y esta removiendo las diferentes camadas de discusiones pendientes, que pretendieron poner los problemas bajo la alfombra azul o pretender tapar el sol con un dedo en los rituales del Willka kuti de cada 21 de junio.

Es saludable para la participación política y para recuperar el ajayu del proceso de cambios revolucionarios entrar a reconocer que hay crisis, entender la crisis en todas sus aristas y posibles causas. Es imprescindible para generar una opinión informada, ubicar los intereses que la alimentan; tanto intereses comunes y sociales, como los intereses individuales, los intereses individualistas y egocéntricos. Creemos que no hay posiciones puras de ninguno de los lados, porque la humanidad es así, una mezcla biográfica e histórica de nuestras posiciones éticas, mezcladas con la reflexión sobre nuestros intereses.

Eso está faltando, la reflexión, sobre todo la reflexión sobre los intereses comunes, vemos que cada día se abren más y más heridas de un lado y del otro y si bien tenemos nuestras propias simpatías, lo que vemos a futuro es terrible: nos vamos a desangrar y vamos a desesperanzar a la militancia del proceso de cambios. Esperanzar a los pueblos cuesta generaciones, recuperar la confianza y la fe en que las acciones políticas y la ética revolucionaria tienen frutos, y no son pérdida de tiempo, nos costará décadas si no resolvemos esta crisis fortaleciendo a nuestro pueblo.

Si seguimos por este barranco de ch’ampa guerra interna, las elecciones para el gobierno 2025 tendrían en su resultado como primero y como segundo a los dos del MAS. ¿Qué pasaría para la segunda vuelta, si siguen así? Uno de ellos deberá hacer pacto con la derecha, lo que significará traicionar al pueblo. Eso es lo realmente muy grave, porque es abrir la tumba del colonialismo racista, el capitalismo neoliberal, que como vampiros se levantarán de sus tumbas para chupar la sangre de mujeres y hombres de los pueblos y de la Madre Tierra Estamos muy, pero muy preocupadas quienes queremos discutir el programa político tanto de recuperación de la “agenda de octubre” inconclusa, como también la profundización de nuestro proceso revolucionario con nuevas tareas revolucionarias que cumplir, como la de la propiedad privada de la Madre Tierra, que trae contradicciones como la gran contaminación y envenenamiento de la vida en nuestros territorios. Determinar el papel de la banca privada, discutir las 30 horas semanales de jornada laboral con aumento salarial, como parte de la propuesta de industrialización. El fortalecimiento del SUS y la desaparición paulatina de la salud privada, por ser un atentado a la vida convirtiéndola en mercadería. Queremos el “vivir bien” en nuestros territorios.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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Qué está en juego

/ 3 de septiembre de 2023 / 00:37

Una de las cosas que hemos cultivado en este periodo que comprende desde 2000 hasta la fecha es la recuperación del carácter indígena originario como condición de cualquier posible proceso de cambios revolucionarios en el territorio de Bolivia. Esta recuperación del sujeto histórico, desde la ancestralidad, nos ha posicionado ante los paradigmas de la izquierda latinoamericana, que en lo que respecta a Bolivia ha tenido en la clase obrera minera el sujeto por excelencia de cualquier revolución posible en nuestro país. El proceso de cambio liderado por el hermano Evo, además de posicionar como fuerza social a indígenas, campesinos, principalmente productores de la hoja de coca, rompe con la hegemonía que la federación de mineros ostentaba hasta ese momento.

Otra de las cosas significativas importantes es el carácter de instrumento político colectivo, también posicionado frente a la práctica del centralismo democrático, que ya sea por el lado del partido denominado “revolucionario”, o por el partido electoral con frente de masas, o por el ejército revolucionario, en todos los casos el mando pertenecía a un grupo de hombres “iluminados” que dirigían la supuesta vanguardia de la revolución. El MASIPSP traslada la deliberación y conducción del proceso a las direcciones de las organizaciones sociales. Sin duda que esto sufrió subibajas, pero esa era la intención y con subibajas eso persiste.

El tercer elemento que cuesta visibilizarlo mucho más que los otros, pero que en términos históricos y estratégicos constituiría —a nuestra manera de ver— el logro más importante de este proceso, es que en Bolivia se da la visibilización e incorporación de las mujeres como la mitad revolucionaria de este proceso. Por qué para nosotras sería el más importante, porque no solo se trata de incorporar la fuerza política revolucionaria que significamos las mujeres, sino que también esto abre a la recuperación de la memoria más antigua que es nuestra relación con la Madre Tierra y la hermana naturaleza. Este último elemento es construido desde la propuesta de la despatriarcalización, que rompe históricamente con las tareas que tanto la derecha como la izquierda determinaron para las mujeres, desde las ONG, la cooperación internacional, el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Estos son los elementos y conquistas que nos parece importante traer a la reflexión de nuestro proceso de cambios revolucionarios. Es sobre estos elementos que queremos discutir desde nuestra organización y organizaciones con quienes compartimos posicionamiento. Sin duda que hay una persona que es símbolo de continuidad de este proceso, eso no está en cuestión, el problema es cómo; no se continúa cometiendo los errores que hasta 2019 debilitaron el ajayu del proceso. Ese es el problema y desde el Gobierno lo que vemos hoy es un estancamiento peligroso porque lo que no avanza retrocede y los retrocesos lo sienten mujeres y hombres del pueblo en sus cuerpos y en su día a día.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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