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PGE y demanda agregada

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Efraín Huanca Quisbert, economista

Cuando estudiamos la realidad económica es fundamental definir qué papel desempeña el Estado en el ámbito de la economía y los efectos que pueda tener en el conjunto de la economía y, a su vez, considerar y entender las influencias determinantes de la economía interna y del inestable —de crisis permanente— contexto de la economía mundial y, obviamente, de sus elementos complementarios como son el aspecto social y político, lo que hace que el estudio de este espacio de la economía sea apasionante.

Las acciones del Estado están determinadas por las cualidades de una determinada administración estatal que proviene de las urnas —proceso electoral—, de un gobierno elegido democráticamente que tiene su visión de desarrollo de mediano plazo y largo plazos, y el procedimiento de plasmarlo en la realidad concreta es la elaboración de un Presupuesto General del Estado (PGE) para cada gestión con el propósito de alcanzar estos objetivos más allá de un periodo anual, sino en el periodo que dure su gestión de gobierno. Por esa razón es imprescindible contar con una visión temporal de corto, mediano y largo plazos.

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La economía del sector público está en constante cambio, de la misma manera que la sociedad, la política y el conjunto de la economía, sin embargo existen principios generales que son válidos tanto hoy como hace muchos años atrás; es, entre otros elementos, el equilibrio existente entre los ingresos y los gastos y, por lo tanto, la posibilidad de la existencia de una diferencia que podría ser un superávit o un déficit fiscal, lo que tiene que ser resuelto de alguna manera.

La política fiscal, a través del Presupuesto General del Estado, tiene la función —entre otras— de incidir en una determinada gestión —en el corto plazo—, pero, con la mirada de mediano plazo, en el fortalecimiento de la demanda efectiva del conjunto de la población para que, a su vez, esto influya sobre la producción, es decir, se constituye en un impulso a la capacidad de compra para que genere un incremento del Producto Interno Bruto (PIB).

Los ingresos del PGE están determinados por la magnitud del Producto Interno Bruto y también por las condiciones del sector externo —de su producción, los precios internacionales y por el comercio internacional—, que para el caso boliviano tanto el precio del petróleo como el de las otras mercancías son demasiado importantes para la determinación del nivel de ingreso del PGE.

Al mismo tiempo, para que se dé este círculo virtuoso entre PGE y la demanda agregada es imprescindible determinar la cantidad de dinero en la economía, por lo que es muy importante la coordinación entre la política fiscal y la política monetaria. Determinar los límites o hasta qué punto son independientes o cuál es la forma de coordinación entre ambas es un debate abierto.

Considerar estos aspectos son importantes a la hora de iniciar un debate público coherente, que sin duda está atravesado por aspectos políticos —inclusive en una situación extrema de desestabilización del gobierno—, ya que no todo el mundo comprende las cuestiones económicas básicas y, por esa razón, se transitaría en debates insulsos que no conducirían a ninguna parte.

Sin duda, existe una larga lista de temáticas que podrían ser debatidas respecto del PGE, las considerados en este artículo, obviamente, solo son una pequeña muestra.

(*) Efraín Huanca Quisbert es economista