Qué está en juego
Una de las cosas que hemos cultivado en este periodo que comprende desde 2000 hasta la fecha es la recuperación del carácter indígena originario como condición de cualquier posible proceso de cambios revolucionarios en el territorio de Bolivia. Esta recuperación del sujeto histórico, desde la ancestralidad, nos ha posicionado ante los paradigmas de la izquierda latinoamericana, que en lo que respecta a Bolivia ha tenido en la clase obrera minera el sujeto por excelencia de cualquier revolución posible en nuestro país. El proceso de cambio liderado por el hermano Evo, además de posicionar como fuerza social a indígenas, campesinos, principalmente productores de la hoja de coca, rompe con la hegemonía que la federación de mineros ostentaba hasta ese momento.
Otra de las cosas significativas importantes es el carácter de instrumento político colectivo, también posicionado frente a la práctica del centralismo democrático, que ya sea por el lado del partido denominado “revolucionario”, o por el partido electoral con frente de masas, o por el ejército revolucionario, en todos los casos el mando pertenecía a un grupo de hombres “iluminados” que dirigían la supuesta vanguardia de la revolución. El MASIPSP traslada la deliberación y conducción del proceso a las direcciones de las organizaciones sociales. Sin duda que esto sufrió subibajas, pero esa era la intención y con subibajas eso persiste.
El tercer elemento que cuesta visibilizarlo mucho más que los otros, pero que en términos históricos y estratégicos constituiría —a nuestra manera de ver— el logro más importante de este proceso, es que en Bolivia se da la visibilización e incorporación de las mujeres como la mitad revolucionaria de este proceso. Por qué para nosotras sería el más importante, porque no solo se trata de incorporar la fuerza política revolucionaria que significamos las mujeres, sino que también esto abre a la recuperación de la memoria más antigua que es nuestra relación con la Madre Tierra y la hermana naturaleza. Este último elemento es construido desde la propuesta de la despatriarcalización, que rompe históricamente con las tareas que tanto la derecha como la izquierda determinaron para las mujeres, desde las ONG, la cooperación internacional, el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Estos son los elementos y conquistas que nos parece importante traer a la reflexión de nuestro proceso de cambios revolucionarios. Es sobre estos elementos que queremos discutir desde nuestra organización y organizaciones con quienes compartimos posicionamiento. Sin duda que hay una persona que es símbolo de continuidad de este proceso, eso no está en cuestión, el problema es cómo; no se continúa cometiendo los errores que hasta 2019 debilitaron el ajayu del proceso. Ese es el problema y desde el Gobierno lo que vemos hoy es un estancamiento peligroso porque lo que no avanza retrocede y los retrocesos lo sienten mujeres y hombres del pueblo en sus cuerpos y en su día a día.
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.