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¿Cambios sin cambiar? Reflexiones desde el fútbol

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César Dockweiler

Hace unos días, los bolivianos fuimos testigos de una nueva decepción en el fútbol cuando caímos en casa frente a la selección campeona del mundo. Observamos perplejos a un equipo sin carácter, sin condición física, sin estrategia ni táctica, que sucumbía ante la amplia superioridad de un equipo que incluso estaba venciendo su pesadilla más grande de jugar a 3.600 metros de altitud.

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Todos los bolivianos esperábamos resultados “diferentes”. Esperábamos de nuestra selección una demostración de buen nivel de fútbol y despliegue táctico que, en complicidad con la altitud, nos diera el control en el campo y suscitara emociones. Esperábamos celebrar goles y un triunfo claro que revitalizaría nuestra ilusión de volver al Mundial después de 30 años. Pero ¿cómo podríamos alcanzar esos resultados esperados si seguimos haciendo las mismas cosas? No hemos elaborado un plan estratégico para nuestro fútbol, no hemos fortalecido nuestras divisiones juveniles, no hemos elevado el nivel competitivo de la liga profesional, no hemos trabajado en la disciplina y autoestima de los jugadores, entre otras cuestiones, ¿y esperábamos “milagrosamente” que los resultados sean diferentes?

El problema del seleccionado boliviano de fútbol es el perfecto retrato de lo que sucede en el país. Con gran ilusión esperamos resultados que sean beneficiosos para todos los bolivianos, pero no estamos haciendo cosas diferentes que puedan provocar resultados diferentes. Necesitamos que el país tenga un crecimiento económico sostenido por encima del 8% anual y por más de una década. Necesitamos que se generen múltiples empleos para fortalecer a nuestra juventud que representa el principal potencial de la patria. Necesitamos eliminar la pobreza y la inequidad a través de un acceso efectivo a las oportunidades. Necesitamos obtener resultados totalmente beneficiosos y tangibles para todos los bolivianos.

Por ello es importante hacer una reflexión muy profunda sobre nuestra situación y empezar a plantearnos programas de desarrollo que sean pragmáticos, realizables y por sobre todo eficaces en sus resultados. Así como recibimos tres goles que nos hirieron en lo más profundo, me permito proponer como punto de partida una política de desarrollo pragmática fundamentada en lo que he denominado el “1, 2 y 3”.

Bolivia necesita una (1) visión de desarrollo que unifique a todos los bolivianos. Esta visión debe aprovechar nuestro principal potencial: el bono demográfico o la capacidad productiva de nuestra población joven, así como una estrategia clara para aprovechar nuestros recursos naturales, ubicación geográfica y atractivos turísticos.

Bolivia requiere dos (2) impulsores del desarrollo que trabajen en perfecta sincronía para lograr cambios sustanciales que mejoren la calidad de vida de todos los bolivianos. Por un lado, el Estado debe llevar a cabo inversiones estratégicas y definir una política pública innovadora como el primer impulsor. Por otro lado, se debe fomentar una participación activa del sector privado en todas sus formas y tamaños, permitiéndole desempeñar un papel protagonista en la generación de empleos y recursos para el país, explorando sin temor a un mundo de oportunidades de más de 8.000 millones de habitantes.

Bolivia requiere de tres (3) acciones fundamentales para reorientar nuestros programas y provocar los resultados deseados. En primer lugar, debemos identificar todo lo que hemos hecho bien como país, y por supuesto mejorarlo para multiplicar sus buenos resultados. En segundo lugar, debemos evaluar todas las acciones que hemos realizado incorrectamente para desecharlas o reestructurarlas totalmente. Tercero, debemos detallar todo aquello que no hemos hecho, para incluirlo en la agenda con carácter prioritario.

En resumen, el fútbol, como reflejo de ilusiones y desilusiones, nos brinda una lección fundamental que se aplica de manera más amplia en nuestra sociedad. Esperar resultados diferentes mientras seguimos haciendo las mismas cosas es una utopía. Al igual que en el deporte, necesitamos un cambio estratégico en nuestra forma de abordar los desafíos nacionales. Bolivia requiere una política pragmática que se traduzca en beneficios tangibles para la población, eso implica realizar transformaciones extraordinarias, para alcanzar resultados también extraordinarios.

(*) César Dockweiler es economista especialista en Gestión del Desarrollo y Políticas Públicas