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Chuño Putin

A FUEGO LENTO

La pandemia y la tecnología han cambiado nuestra percepción del tiempo, la realidad y, como consecuencia, de la vida misma. Creo que fue el presidente colombiano Petro que asegura que la crisis más importante es el de la vida… y tiene razón, según soy testigo, como muchos de mi generación, que la manera y el estilo de vida son diferentes; ya no existe un único polo de poder hegemónico y sin competencia, ahora entraron al ruedo otras potencias emergentes que disputan el control de las mentes y la economía mundial.

Sin embargo, hay algo que ya no pueden controlar: el comportamiento de sectores importantes de la sociedad y el hecho de comprender que ver atrás nos permite ver adelante. Así, nos fuimos a celebrar, a 4.200 metros de altura, en la Cumbre, al chachawarmi de una pareja, con dos pares de yatiris de Pacajes. Mientras los iniciados recibían los ajayus de la naturaleza en el lugar más alto, nosotros esperábamos más abajo, esperando que concluyeran su ritual de “casarse” con los apus, achachilas y la Pachamama. En tanto, me encontré con un amigo de mucho tiempo y le pregunté, mientras el frío y la ligera llovizna nos hacían temblar, sobre el libro que estaba escribiendo sobre Tunupa; me reveló que hace 11 años que lo está trabajando y que, en ese periodo, se volvió estricto vegetariano, a tal extremo que considera que ya no tiene líquido seminal, sino polen.

Mientras los sicuris tocaban para celebrar a los contrayentes, otros invitados se integraron a la conversación y a la libación de té con té, nombre que no sé su origen, pero que se conocía en mi barrio como tecito con pancito de Luribay, en alusión a los singanis de los valles paceños.

En medio de la llovizna y el viento que azotaban las carpas, arribó la pareja, acompañados de sus amautas, desatando la alegría de los danzantes que sacudimos el cuerpo al ritmo de una sicureada a la que se incorporaron dos damas rusas. Luego de unas horas de danza, nos percatamos que casi todos teníamos los ojos como frutillas, por la presión atmosférica; parecíamos devotos de Drácula, pero eso no impidió la alegría colectiva.

Luego vino el apthapi y por unos minutos apareció un sol radiante y el mayor de los yatiris, llamado El Siete, sonrió, aplaudió y dijo: ¡Todo está muy bien!

En tanto, las damas rusas preguntaban a los invitados por esa papa negra rebozada con huevo, una chola que estaba a su lado, les respondió: ¡Es chuño Putin! Fue la ocasión para abrir la charla sobre la guerra de Ucrania y Rusia, el rol de la OTAN, manipulada por el poder imperial y el peligro que significa Trump para el mundo por la ideología que expande a los grupos neonazis y conservadores. Ha creado una empresa llamada MAGA, “Hagamos grande América otra vez”, desde donde agita las emociones negativas, para cargar el declive del imperio a los emigrantes y afros.

Para estos sectores, alineados al llamado nacionalismo cristiano, este ritual del chacha-warmi indígena sin duda es satanizado como pagano, herético y premoderno; sin embargo, son más las parejas que optan por esta manera de unirse para la vida, acercándose a la naturaleza, tal como demandan muchos filósofos: “Quizás deberíamos volver a este género de fraterna intuición; quizá el hombre se ha alejado demasiado de la naturaleza” (J. Wahl).

Heidegger planteó que la palabra sabiduría no quiere decir necesariamente conocimiento, sino “cierta familiaridad con las cosas, saber cómo tratar con las cosas”. Por eso no debería llamar la atención cuando estos grupos conservadores trataron de ridiculizar al vicepresidente Choquehuanca cuando usó una metáfora y dijo: “Hay que leer en las arrugas de los abuelos”.

La irrupción de los grupos conservadores en la crisis de 2019, provocada por Evo Morales y capitalizada por grupos afines a los sectores hegemónicos, blindados estos con biblias, crucifijos, rosarios, imágenes y agua bendecida por curas fanáticos, pedían de rodillas a los veleidosos militares que dieran un golpe y si era con ejecuciones de indios y cholos paganos, mucho mejor. Estos grupos son manejados a través de emociones básicas, creen, no razonan. Ahí están, agazapados, mientras los oficialistas abonan la histeria colectiva.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.