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El agua y la sigla

La A amante

Un colega me dijo esta mañana que la escasez de agua no habla de un futuro preocupante, sino de un presente ya catastrófico y que en Bolivia nosotros nos dedicamos a hablar de quién se queda con la sigla del MAS (Movimiento Al Socialismo, para los que viven en Tangamandapio). El sentimiento de culpa que hay en el fondo de cada periodista me empujó a revisar mentalmente la agenda de nuestra casa periodística. Tomé la muestra del programa Piedra, Papel y Tinta de esta semana: comenzamos el lunes con una mesa sobre economía (que si el crecimiento mundial, que si las reservas, que si los bancos chinos) y la lectura de las percepciones que propuso un estudio de la FES (Fundación Friedrich Ebert) que da cuenta de la incertidumbre política, el desánimo de la gente en torno a la misma y a la situación de país; al día siguiente, debate presidencial en Argentina con la evidencia de un abanico pobre y preocupante entre los candidatos con mayor posibilidad para acceder a la silla presidencial de Buenos Aires en medio de una infernal crisis económica; 24 horas después, entrevista exclusiva con Álvaro García Linera y su alerta sobre el precipicio que rodea al MAS, la evidencia de las miserias en las actuales trincheras; 24 horas después, una monarquía del fútbol que roba al sur el sueño de albergar la fiesta mayor del fútbol, o sea de una de las alegrías universales convirtiéndonos en teloneros de la vieja e influyente Europa porque en las actuales condiciones económicas no podemos organizar ni un asado para dos personas, como dicen algunos argentinos; para seguir con las buenas noticias: mesa de periodistas para el seguimiento e interpretación del congreso/divorcio masista en la que otro colega repitió que a la gente le importa más su economía que la política o las guerras dentro de un partido; el viernes musical lo impuso el grupo Sobrevigencia poniendo el punto final de la semana: Volver a los 17. En efecto, no hablamos de la escasez del agua ni propusimos una campaña para ducharnos en tres minutos o no lavar autos con agua de las pilas.

Procedamos entonces con la lectura de la sentencia.

—La palabra, su señoría: sí tenemos presente que la contaminación golpea los ojos cuando se mira el paisaje desde la montaña de Auquisamaña y sí despertamos con la idea fija de que ya estamos pagando la factura de haber vivido/ depredado desde hace varios ciclos económicos “desarrollistas” desplumando este planeta como si tuviéramos cinco más de repuesto. Sí nos acordamos de que no hay lluvia hoy y no habrá papa mañana. ¿Pero basta con alegrarse de que una ONG nos invite a hacer una campaña para cuidar el planeta? ¿Basta con la alegría de que nuestros hijos e hijas hablen del tema, dejen de comer carne y tomen media calle en protesta? ¿Basta con un desfile de modas con materiales reciclables o reciclados? ¿Basta con cerrar el grifo cuando uno se lava los dientes mientras riegan los campos de golf con gigantescas regaderas de agua potable? ¿Basta con reutilizar el agua con la que lavamos la ropa y después nos comemos un asado que tiene por detrás cantidades inimaginables de agua? ¿Basta con apagar la luz de una habitación cuando contaminamos sin piedad con las horas de Zoom que nos gastamos sin ninguna mala conciencia?

Las campañas desde un medio de comunicación para despertar la conciencia sobre el cuidado del medio ambiente o los esfuerzos de unos cuantos en plazas del barrio no son criticables y tienen un impacto. No se puede no agradecer las buenas intenciones y el trabajo adicional. Sin embargo, no alcanza ni para medio vaso. Para resultados estructurales hay que hablar de la sigla del MAS. Y de Comunidad Ciudadana. Y de Creemos. Y de Ratones por el cambio. Y de Ratas al poder. Solo desde las columnas vertebrales del poder político y económico podemos sacar en limpio una hoja de ruta que nos salve del infierno que ya alcanza nuestras narices con sus llamas que cortan como cuchillo. Cuando decimos “poder” hay que deletrearlo con todas las letras del continente, pero también con todas las mayúsculas de los grandes contaminadores de la historia mundial. Mientras las verdaderas fichas de este desigual ajedrez encuentren la salida de emergencia para que no se queme el tablero con todas sus fichas, los peones seguiremos intentando duchas de tres minutos.

Las siglas del MAS y de los menos (al menos hasta hoy) tienen que ser parte de nuestras ocupaciones y preocupaciones. En el vientre de estas siglas (en Bolivia y en el resto de los países de este pequeño y frágil planeta) deberían dibujarse las rutas del cuidado del agua, del equilibrio con el medio ambiente, de nuestras relaciones con el mundo animal, de las cada vez más insalvables desigualdades entre quienes deberíamos ser iguales, de la búsqueda de un límite a las obscenas fortunas de personajes que, lejos de escandalizarnos como nos escandaliza un grifo abierto, son nuestros ídolos del fútbol, de las finanzas, de la administración del reino digital, de la innovación tecnológica.

Termino, su señoría: claro que sabemos que poco se puede pedir hoy a una élite política o económica. Solo miremos nuestro patio (delantero) boliviano. Los intereses económicos se hacen pis en los árboles que tiran abajo para ampliar las áreas agrícolas de ganancia económica o en la cantidad de plástico en la que envasan hasta el aire que nos venden o la locura insomne del mercado que siempre estará por encima del cuidado del agua. Los actores políticos nuestros pasan por un gran momento de miserias: los antes hermanos ahora se dicen traidores, narcotraficantes, corruptos, cobardes, ambiciosos, dictadores, vendidos. Al frente del MAS tampoco hay voces que se distingan de la crisis y las miserias para hablarnos de un país que vuelva a levantarse, a diseñar su modelo de país y su modelo de sueños. Por ahora, la fórmula más segura para sobrevivir parece ser cerrar el grifo y cerrar el pico.

Esta columna ya estaba cerrada cuando me llegó el dulce mensaje de mi amiga Betina: “Lluvia menuda pero fuerte, parece diluvio. Estamos en el camino a Vallegrande”.  

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.