Voces

Tuesday 28 Nov 2023 | Actualizado a 07:02 AM

Diálogos de papel

/ 24 de septiembre de 2023 / 01:27

Es interesante ver cómo los columnistas o colaboradores de un diario van trazando sendas con sus textos. Sin estar en un diálogo cara a cara, van entrelazando sus ideas en las páginas de opinión de esta casa periodística que tiene el orgullo de contar con un abanico de firmas muy valioso y plural para el debate sobre asuntos que están delineando la actualidad de un presente laberíntico.

En estos últimos días, quienes visitan con regularidad nuestras páginas de opinión tuvieron la oportunidad de encontrar por lo menos tres lecturas sobre una problemática que resultó ser uno de los núcleos de la reflexión política boliviana en estos “tiempos del cólera” o de la polarización tanto dentro como fuera del Movimiento Al Socialismo: las clases medias.

El antropólogo Sergio Velasco, en su texto Bautizo de las nuevas clases medias, parte del escenario social modificado que ya se había instalado en el 2019. El ascenso de sectores populares a la franja de las clases medias bolivianas había despertado una molestia (muy parecida a la bronca, francamente) que no era solamente un comentario expresado entre las cuatro paredes de la cocina sobre este “mal necesario”. En este proceso de movilidad social se exige de los recién llegados “moderación” y algo más. Se aplica una suerte de bautizo de los cholos o de los cunumis en el que estos “igualados” tienen que expulsar “toda culpa signada en la evidencia de su origen”. Se espera del pajarito nuevo que agarre, como un caporal, a chicotazos a su indio ancestral. Delante de todos, en la reunión de amigos, en el sauna de su nuevo club, en los puntos de bloqueos pititas, en la puerta del colegio de sus hijos… Sin embargo, este ritual de iniciación indicó falsamente, según Velasco, que los sectores populares eran conservadores. Lo que había es simplemente una autoflagelación, una “expropiación de su propia palabra”. Mucho sacrificio ofrecido en esta prueba de amor, “prueba de lealtad”, para recibir un premio más bien escuálido de parte del nuevo vecindario más blanco (o menos indio) en el que se pretende vivir: “te reconozco, más nunca como igual”, es el veredicto.

Al planteamiento anterior, Carlos Moldiz añade, en su columna Pensamiento político pitita, un factor que conecta: la crítica a los movimientos populares que hacen desde los balcones de las clases medias y de las élites: “en Bolivia deberían mandar los que saben”. O sea, la aspiración a la instalación del “gobierno de los universitarios”. Para Moldiz, estas oposiciones actuales no critican tanto los errores de las administraciones masistas de Morales o Arce como el origen plebeyo de sus autoridades. En este país, se sabe, la educación es un privilegio de pocos y se propone de los balcones de las “casas bien” que gobiernen los que pueden pagarla, denuncia. Carlos le añade así a la grieta de clase, la grieta económica. No es poco. Termina su columna acusando a las “tertulias arguedianas” de explicar los logros masistas solo en función del “factor suerte” y, paralelamente, de no ocultar su prejuicio en torno a la “blancura del saber”, “negando a todos aquellos que no salieron de sus maltrechos colegios”. Moldiz les pide no ser correctos, sí ser honestos; protesta contra los demócratas que dispararon contra un pueblo desarmado. Así, sin anestesia. Ojo, falta Édgar Arandia…

El intelectual nos lanza un anzuelo eficaz con el título de su columna dominical: Pititización. Sin embargo, no crean que es un ataque a quienes bloquearon con pititas o con palos a fines de 2019. Más bien recurre a Borges para recordar que los que se ocupan demasiado de sus adversarios terminan pareciéndose a ellos. Para Édgar, “pititizarse” también es transformarse en oposición cuando no te dan una pega, cuando no puedes meter a tus familiares en alguna estructura de poder y no necesariamente por diferencias ideológicas o de clase. Expresa, a través de una conversación con su compadre, el dolor de las clases populares que hoy ven resquebrajarse la estructura popular levantada por mujeres de pollera, mineros, campesinos o comerciantes. El enojo contra líderes que parecen dejarlos huérfanos. ¿Nuevo laberinto de la soledad? ¿U otros 100 años de soledad?

Así, Bautizo de las nuevas clases medias, Pensamiento político pitita y Pititización permitieron trenzar una de las pichicas centrales de nuestras tensiones de sociedad boliviana en el atardecer de este 2023. Mechones de ideas que nos invitan a más visiones, a más hipótesis y, ojalá, a más horizontes para un país enclaustrado en su racismo y su desigualdad.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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El mundo de las flores

/ 19 de noviembre de 2023 / 00:42

La última columna de Carlos Villagómez en LA RAZÓN, a través de la Fiesta de las Ñatitas, nos lleva de la mano por el laberíntico camino de la comprensión del circuito de la existencia. Las Ñatitas son cráneos humanos adoptados por personas o familias como símbolo de una protección desde la muerte, un gesto cultural que da cuenta de que, en nuestro territorio, “vida y muerte son un eterno devenir cíclico”.

Esta lectura fue un puente directo a los cementerios, sobre todo en estos días. En Todos los Santos recibimos a nuestros seres queridos que partieron en cuerpo en el centro de nuestros hogares con escaleras y caballos de panes. Les tendemos alfombras de flores y después de ofrecerles sus platos favoritos, los bañamos en dulce, compartimos singani, agua, café y, mirando sus fotos, los devolvemos con recuerdos a este mundo, les decimos cuánto los amamos y reafirmamos nuestra esperanza de estar juntos nuevamente.

De la casa nos vamos a los cementerios, unos con lo servido en las mesas, otros solo con flores, pero allí nos encontramos, en los cementerios tradicionales o en los nuevos predios, en medio de vastos jardines. Y allí se termina de armar la celebración, una fiesta interior que se inicia con la limpieza del nicho, con el brillo de la inscripción sobre la piedra, renovando el candadito de la puerta de vidrio, el podado del pasto que quiere avanzar sobre la lápida, las flores frescas que acaban de tomar una ducha… Todo esto no es más que el mantel limpio y colorido para ofrecer una botellita de Coca Cola, una bolsa de maíz tostado, un chupete de uva, pasank’allas tricolor, un singani en miniatura, un par de naranjas. Son rituales que han entrado con el permiso de nuestras creencias a los nuevos cementerios más pitucos. No importa que las empresas privadas sugieran los marcos y las formas; los familiares de quienes descansan en esas tumbas van a imponer las formas que tienen el cariño, los cimientos del puente con ese otro estado de la vida, la estética que hará de cada sepultura un lugar único, como la vida misma de quien allí recibe la presencia de los suyos.

Hace un par de domingos nos organizamos para ir juntas. Así, mi amiga me llevó a un sector más alto, más cerca del cielo paceño, más visitado por unos pájaros blancos que aguardaban seguramente acceder a las migas de una que otra t’antawawa. “Qué lindo está este sector”, le dije con sana envidia. “Sí, aunque aquí es más ‘populachito’”, respondió mientras terminaba de jabonar la lápida de su mamá. Y así, fue solo después de esa observación que me puse a observar. Y como escritor que pasea un campo santo para encontrar los nombres de sus personajes, desfilaron delante de estos ojos asombrados los nombres, los apellidos, las fotografías, las inscripciones, las decoraciones, el tipo de flores, las formas sobre las sepulturas, los molinos de viento con y sin brillos, los osos de peluche, los vasos de agua o alcohol, todos elementos que se leen desde la sociología y, a veces mejor, desde nuestro sentido común o desde la enciclopedia de nuestra bolivianidad. Allí están. Una señora Mamani, retratada con su sombrero de chola, al lado de su marido elegante, recordados ambos con flores pintadas de azul, con agua y gaseosa, descansan al lado de un señor de apellido compuesto, sin fotografía, con rosas blancas muy sobrias que acaba de dejar su hija, que llegó silenciosa y protegida por enormes gafas de marca. Nada que ver con esa otra familia que desembarcó con la perrita y todo, comentando y riendo, haciendo de su visita una verdadera tarea comunitaria. Así, en nuestro último descanso físico, nuestros vecinos pueden ser del mundo “populachito” como pueden venir de la élite del pueblo. Es fácil imaginar que cuando los vivos dejan a sus seres en medio de flores y recuerdos, el mundo espiritual se desplaza sobre la tarde madura y bajo la luna. Las rejas del cementerio ya están cerradas y allí se encuentran, se comunican, y derrumban los muros que en esta vida los mantuvieron alejados, con una mirada prejuiciosa, discriminadora o racista. Allí están más allá de las limitaciones del mundo de carne y hueso, están más allá de los esquemas castrantes de la existencia material. A diferencia de lo que creía Felipe Quispe, es muy posible que los indios, los q’aras, las cholas, las cunumis tejan otras relaciones entre las margaritas frescas y los floreros vacíos y abandonados. Ellos y ellas allí entienden a cabalidad que, al final del día, somos todos iguales. Saben que, aunque la mano no esté ya, la caricia quedará por siempre. Saben que la caricia no muere. Saben que la muerte no existe.

También puede leer: La no columna

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista. 

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La no columna

/ 5 de noviembre de 2023 / 00:35

Este domingo toca publicar la columna después de una semana con un feriado de por medio. Pudo haber sido una semana más ligera, más llevadera, llena de oportunidades. De hecho, cuántas personas tomaron un día libre para hacer el consabido puente y viajar. Esta A está más bien en el otro grupo, en el que no pudo viajar ni hacer un puente de descanso.

A esta A le tocó más bien una semana muy golpeada, con bastante trabajo en el periódico, con trámites y, como llueve sobre mojado, con el deber de presentar la columna quincenal de LA RAZÓN.

Sobre el tema. No hay mucho pierde para encontrar el asunto: el conflicto Israel y Palestina nos ha mostrado que no hay revolución tecnológica, ni digital, ni diplomática, que despierte nuestro sentido común, que despierte el básico principio humano de la vida, el principio que detenga el odio antes de castigar la vida de bebés, niñas, niños, mujeres, civiles y hasta animales. Las sociedades actuales, tan modernas, no pueden hablar de desarrollo cuando los periódicos y las pantallas de todo tipo se tiñen de sangre provocada por la guerra. No podemos apuntar a la paz cuando la violencia es tan desproporcionada, cuando los ojos del mundo miran, sin actuar, el desastre monumental. Otro tema para abordar este domingo que también estaba servido, con papas y todo, es la guerra política en territorio boliviano, llámese MAS, Comunidad Ciudadana o Creemos. Las tres principales fuerzas políticas nos están dejando un sabor tan cercano a la mezquindad que vale la pena decirlo en la columna y lamentar que los instintos del poder y la falta de generosidad política estén desportillando a las dos oposiciones con peso real y, por otro lado, estén astillando lo que alguna vez fue el árbol masista. Lo que había como proyectos políticos parece caerse a pedazos. Y si pensábamos que estábamos libres de llegar a una triste elección como la que acaban de tener aquí al lado, en Argentina, con Milei, Bullrich y Massa como las candidaturas con mayores posibilidades, llegó el momento de caerse de la cama y prepararse para un encapotado futuro político boliviano.

Sobre el tiempo para escribir. No solo hace falta un tema, hace falta tiempo para escribir. Y aquí la cosa se complicó un poco más porque no venimos de pasar cualquier feriado. Era el encuentro con nuestros seres más queridos que llegan desde una dimensión que siempre es trabajoso comprender. Más si una acaba de escuchar a Edgar Arandia en la entrevista dedicada a Todos Santos. Edgar, el antropólogo de Chuquiago Marka, nos devuelve al centro de esta hermosa celebración: estamos transitando en el ciclo agrícola, pasamos del tiempo seco al tiempo húmedo. De la maduración pasamos a la cosecha. Y los muertos ayudan a que estas semillas crezcan. Los muertos ayudan en la reconstitución de la vida. Por esto el ritual de las mesas para nuestros muertos tiene incontables símbolos. Así, esta A, en lugar de ponerse a escribir su texto, con buena letra, antes del feriado, se largó al mercado de allí arriba a buscar, pero sobre todo a encontrar, el caballo de pan, las t’antawas, los dulces de colores, las flores, sobre todo las “siempre vivas”, el singani, el vino, la comida para las mascotas que nos dieron su cálida vida, las nueces, las velas, todo con el objetivo inamovible de que mis seres queridos hagan su fiesta en mi hogar y que las puertas para ellos queden abiertas el año redondo. De esta manera, amables, lectores, no pude escribir la columna de esta semana. El agua, la alegría y llanto con los que recibí a los míos me sumergió en boleros de caballería, en tangos, en cuecas, hasta fijarme en el último disco de David Portillo, “El color de los sonidos”, en la composición “Kamaken”. Pedazos sueltos de esta canción siguen retumbando, hoy domingo, en lo más profundo: Máscara de oro/profundo mirar/mis despojos partirán/ sigue vivo este cadáver/soy perpetuo amanecer/ canto de reencarnación/carne y hueso de los tiempos/por la obscura claridad, mi sombra partirá/buscando algún relámpago para anunciar tempestad/soy grito de la lluvia/agua que acaricia tu piel/ no olvides darme chicha para calmar mi sed/no olvides darme coca, mi segundo cuerpo necesita verte otra vez/ mi segundo cuerpo necesita oírte otra vez/contigo viviré.

En lugar de escribir, esta semana fue pensar y sentir. Sentir y entender. La muerte gira. Nadie se muere para siempre. Gira la vida. Esta semana nos dice, con agua y pan, que la muerte no existe. Solo puede haber vida.

Contigo viviré. Contigo viviré. Contigo viviré.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

 

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Del MAS a los MENOS

/ 22 de octubre de 2023 / 00:26

Sobre aviso vale doble. La ruptura dentro del MAS no es de ayer; no se origina en las chispas de los discursos del último congreso en Lauca Ñ ni en las disposiciones en torno a la convocatoria, ni en la cantidad de representantes convocados, ni en las flamantes figuras de autoexpulsión; tampoco se origina en la organización, apenas días después del encuentro en Cochabamba, de un cabildo en la ciudad de El Alto, ni en las acusaciones de boicot al mismo, ni en los encendidos discursos en contra del congreso masista, ni en el anuncio del entierro político de Evo Morales, ni en la elección de una “canción bandera” de la primera gran victoria del MAS el 2005 para el cierre de un cabildo que sellaba el divorcio del famoso instrumento político. Unos dicen que las primeras rajaduras vienen del 2016 cuando los resultados del referéndum invalidaban una nueva postulación de Evo Morales y el poder evista no escuchaba a los disidentes. Otros dicen que fueron las peleas en el Legislativo en tiempos del conflicto por el Censo, bajo el gobierno de Arce. Otros, que fue la intromisión de Morales en las decisiones del Presidente Arce sin respetar su autoridad y su gestión. Otros, que fue el corte de toda comunicación con los evistas que alertaban de casos de corrupción mientras un entorno sediento de poder aislaba al Lucho que le inspiró confianza y seguridad a Morales ante las tensiones con David Choquehuanca. Otros, que fue la línea roja para Arce, “meterse con su familia”. Otros, que fue la desesperación de un Evo sin poder en el Gobierno. Otros, que fueron los demonios salidos de las bocas de líderes o simples militantes que echaron espuma por la boca regando odio a un ala y a la otra. Otros, que fue un Evo impotente por no poder seguir gobernando fuera de la silla presidencial simultáneamente a un Luis cada vez más convencido de que puede ser el candidato a las próximas elecciones. Otros, que fue el golpe de la ruptura constitucional y el “eterno gobierno transitorio” que rompió la cristalería y con ella descoló los pedazos de un movimiento popular siempre vivo pero siempre expuesto a los rayos de las ambiciones. Otros, los menos expertos, creemos es el conjunto de todo lo anterior sumado a la miseria humana que habita en cada corazoncito.

Así las cosas, Lauca Ñ y El Alto (con su Alcaldesa exmasista en medio del baile, nunca mejor dicho) fueron las dos cocinas que nos mostraron cómo vuelan los platos que se lanzan los ayer hermanos y hermanas antes de comenzar oficialmente el divorcio. Y si tomamos en cuenta lo que sucede en el 98 por ciento de los divorcios, ahora sí viene lo feo. Por todo lo que se han dicho públicamente y por todo cómo se ha actuado frente a los medios y al interior de las cañerías del mundo legislativo, organizacional cuando no judicial, viene el “ojo por ojo y sigla por sigla”.

Sobran las y los que endulzan las pantallas y los parlantes con globitos de colores como “traidores”, “corruptos”, “narcotraficantes”, “derechizados”, “autoritarios”, “dictadores”, “ambiciosos”, “incompetentes”, “cobardes”, “fugados”, “aprovechadores”, “oportunistas” y demás “istas”. Sobran los intelectuales, luchadores, izquierdistas, diputados, pensadores, jóvenes, no tan jóvenes, nada jóvenes, autoridades, viceministros, representantes orgánicos, ministros o militantes de base, indígenas, mestizos o jailones comprometidos que fueron absorbidos por la espiral del desencuentro, lastimados por la agresión de los que ayer fueron sus compañeros en la militancia, en una sala de funcionarios públicos, en un palco frente al desfile, en el asilo dentro de la Embajada de México, en las calles, cuando sus adversarios políticos y de clase les escupían en la cara, compañeros también en el abrazo cuando habían quemado su casa en 2019. Sobra la descalificación porque queman las heridas. Sobran también algunos silencios complacientes, casi sonrientes, con el desastre que el masismo exhibe hoy en el teatro boliviano.

Faltan las voces serenas que están más allá del poder o del “candidatismo”. Quedaron como lunares las interpretaciones y alertas como las del sociólogo (más que exvicepresidente) García Linera, los esfuerzos cálidos de la ministra María Nela Prada, los llamados serenos de Andrónico Rodríguez, los escritos de César Navarro, las pausadas explicaciones de Jorge Richter, la inteligencia de Gabriela Montaño, la sensibilidad de líderes bartolinas (no muchas).

Lo que más sobra: corazones rotos de militantes y simpatizantes del MAS-IPSP. Son los corazones “partíos” no porque esta enorme estructura política haya estado, desde 2005, libre de corrupción o incapacidad y no haya estado, en muchos momentos, a la altura del pueblo boliviano (en su sentido más ideológico). Son los corazones “partíos” porque el proyecto que invitaba a un Estado decidido a tumbar (a la cuenta de tres) la gran muralla del racismo y la discriminación de los menos contra los más se ha convertido en el proyecto decidido a pasar del MAS a los MENOS.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

 

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El agua y la sigla

/ 8 de octubre de 2023 / 00:50

Un colega me dijo esta mañana que la escasez de agua no habla de un futuro preocupante, sino de un presente ya catastrófico y que en Bolivia nosotros nos dedicamos a hablar de quién se queda con la sigla del MAS (Movimiento Al Socialismo, para los que viven en Tangamandapio). El sentimiento de culpa que hay en el fondo de cada periodista me empujó a revisar mentalmente la agenda de nuestra casa periodística. Tomé la muestra del programa Piedra, Papel y Tinta de esta semana: comenzamos el lunes con una mesa sobre economía (que si el crecimiento mundial, que si las reservas, que si los bancos chinos) y la lectura de las percepciones que propuso un estudio de la FES (Fundación Friedrich Ebert) que da cuenta de la incertidumbre política, el desánimo de la gente en torno a la misma y a la situación de país; al día siguiente, debate presidencial en Argentina con la evidencia de un abanico pobre y preocupante entre los candidatos con mayor posibilidad para acceder a la silla presidencial de Buenos Aires en medio de una infernal crisis económica; 24 horas después, entrevista exclusiva con Álvaro García Linera y su alerta sobre el precipicio que rodea al MAS, la evidencia de las miserias en las actuales trincheras; 24 horas después, una monarquía del fútbol que roba al sur el sueño de albergar la fiesta mayor del fútbol, o sea de una de las alegrías universales convirtiéndonos en teloneros de la vieja e influyente Europa porque en las actuales condiciones económicas no podemos organizar ni un asado para dos personas, como dicen algunos argentinos; para seguir con las buenas noticias: mesa de periodistas para el seguimiento e interpretación del congreso/divorcio masista en la que otro colega repitió que a la gente le importa más su economía que la política o las guerras dentro de un partido; el viernes musical lo impuso el grupo Sobrevigencia poniendo el punto final de la semana: Volver a los 17. En efecto, no hablamos de la escasez del agua ni propusimos una campaña para ducharnos en tres minutos o no lavar autos con agua de las pilas.

Procedamos entonces con la lectura de la sentencia.

—La palabra, su señoría: sí tenemos presente que la contaminación golpea los ojos cuando se mira el paisaje desde la montaña de Auquisamaña y sí despertamos con la idea fija de que ya estamos pagando la factura de haber vivido/ depredado desde hace varios ciclos económicos “desarrollistas” desplumando este planeta como si tuviéramos cinco más de repuesto. Sí nos acordamos de que no hay lluvia hoy y no habrá papa mañana. ¿Pero basta con alegrarse de que una ONG nos invite a hacer una campaña para cuidar el planeta? ¿Basta con la alegría de que nuestros hijos e hijas hablen del tema, dejen de comer carne y tomen media calle en protesta? ¿Basta con un desfile de modas con materiales reciclables o reciclados? ¿Basta con cerrar el grifo cuando uno se lava los dientes mientras riegan los campos de golf con gigantescas regaderas de agua potable? ¿Basta con reutilizar el agua con la que lavamos la ropa y después nos comemos un asado que tiene por detrás cantidades inimaginables de agua? ¿Basta con apagar la luz de una habitación cuando contaminamos sin piedad con las horas de Zoom que nos gastamos sin ninguna mala conciencia?

Las campañas desde un medio de comunicación para despertar la conciencia sobre el cuidado del medio ambiente o los esfuerzos de unos cuantos en plazas del barrio no son criticables y tienen un impacto. No se puede no agradecer las buenas intenciones y el trabajo adicional. Sin embargo, no alcanza ni para medio vaso. Para resultados estructurales hay que hablar de la sigla del MAS. Y de Comunidad Ciudadana. Y de Creemos. Y de Ratones por el cambio. Y de Ratas al poder. Solo desde las columnas vertebrales del poder político y económico podemos sacar en limpio una hoja de ruta que nos salve del infierno que ya alcanza nuestras narices con sus llamas que cortan como cuchillo. Cuando decimos “poder” hay que deletrearlo con todas las letras del continente, pero también con todas las mayúsculas de los grandes contaminadores de la historia mundial. Mientras las verdaderas fichas de este desigual ajedrez encuentren la salida de emergencia para que no se queme el tablero con todas sus fichas, los peones seguiremos intentando duchas de tres minutos.

Las siglas del MAS y de los menos (al menos hasta hoy) tienen que ser parte de nuestras ocupaciones y preocupaciones. En el vientre de estas siglas (en Bolivia y en el resto de los países de este pequeño y frágil planeta) deberían dibujarse las rutas del cuidado del agua, del equilibrio con el medio ambiente, de nuestras relaciones con el mundo animal, de las cada vez más insalvables desigualdades entre quienes deberíamos ser iguales, de la búsqueda de un límite a las obscenas fortunas de personajes que, lejos de escandalizarnos como nos escandaliza un grifo abierto, son nuestros ídolos del fútbol, de las finanzas, de la administración del reino digital, de la innovación tecnológica.

Termino, su señoría: claro que sabemos que poco se puede pedir hoy a una élite política o económica. Solo miremos nuestro patio (delantero) boliviano. Los intereses económicos se hacen pis en los árboles que tiran abajo para ampliar las áreas agrícolas de ganancia económica o en la cantidad de plástico en la que envasan hasta el aire que nos venden o la locura insomne del mercado que siempre estará por encima del cuidado del agua. Los actores políticos nuestros pasan por un gran momento de miserias: los antes hermanos ahora se dicen traidores, narcotraficantes, corruptos, cobardes, ambiciosos, dictadores, vendidos. Al frente del MAS tampoco hay voces que se distingan de la crisis y las miserias para hablarnos de un país que vuelva a levantarse, a diseñar su modelo de país y su modelo de sueños. Por ahora, la fórmula más segura para sobrevivir parece ser cerrar el grifo y cerrar el pico.

Esta columna ya estaba cerrada cuando me llegó el dulce mensaje de mi amiga Betina: “Lluvia menuda pero fuerte, parece diluvio. Estamos en el camino a Vallegrande”.  

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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La limpieza del fútbol

/ 10 de septiembre de 2023 / 09:30

Los pajaritos cantaban mientras la luz estrenaba el alba después de una noche más bien fresca, muy tranquila. Comenzaba otro día del recién estrenado septiembre. Mes de la primavera, mes del esperado partido entre Bolivia y Argentina. Clima de esperanza; el termómetro marca creciente alegría sobre todo en quienes lograron comprar una, dos o tres entradas para tan memorable encuentro. Cuando de pronto se nubló todo: el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF), Fernando Costa, nos anuncia la existencia de denuncias de corrupción en el fútbol boliviano que envuelve a jugadores, árbitros, dirigentes, la estructura del VAR y que pueden anularse los campeonatos en curso. No escuchamos mal. Horas después, en reunión con representantes de todos los clubes, se confirma la cancelación de los torneos después de una votación a favor de la medida de 14 clubes, una abstención y la negativa de The Strongest y Wilsterman. La voz más fuerte del Club Bolívar, Marcelo Claure, dijo, negro sobre blanco: ”Este campeonato está manchado y no tiene validez.” La pregunta inmediata es ¿cómo está la tabla de este campeonato manchado que no tiene validez? Hasta antes de este terremoto: The Strongest, 49 puntos; Nacional Potosí 43 puntos; Bolívar, 41 puntos. No más preguntas, su señoría.

Claro que la stronguista que firma esta columna está indignada, está dolida. El año pasado, el Tigre era puntero y la FBF, debido a los bloqueos en Santa Cruz por el hoy poco comentado asunto del Censo, decide cancelar el campeonato. Ni expertos ni no expertos supieron explicar por qué no se pudo jugar en otras ciudades. El Tigre se tragó el sapo. Este año, mismo guión, el Tigre tiene que ver cómo se derrumba su ventaja sobre el resto de los clubes, tiene que tragarse un batracio gigante.

Ya nada vale, el fútbol boliviano tiene que ser refundado, dicen en la FBF, en Bolívar y, en voz más baja, en otros clubes del país. La solución ante estas graves denuncias de amaño es, además de poner los casos en cuestión en manos de la justicia (lo que es lógico), suspender todo, detener la emoción del fútbol, pero eso sí, comenzar inmediatamente otro torneo porque llegó el tiempo de la refundación. Con los mismos clubes, los mismos jugadores, la misma estructura arbitral, las mismas cabezas de la FBF. Toda una revolución. La toma de la Bastilla es un piojo tuerto al lado de tan radical transformación. ¿Cómo no agitamos antes tan maravillosa varita mágica? La calabaza se convertirá mañana en el carruaje perfecto para llegar a nuestro encuentro con la Selección Argentina. Messi, si llega, va a quedar boquiabierto con los príncipes  bolivianos que descenderán, con sus zapatillas de cristal, al estadio Hernando Siles.

Mientras tanto, pienso en los jugadores que visten la camiseta que me puso mi papá desde que tengo uso de razón: ¿con qué ganas van a un entrenamiento mañana si las pelotas que entraron al arco no valen nada? ¿Dónde ponemos las cenizas de las atajadas de Viscarra que me devolvieron el alma al cuerpo? ¿Dónde colgamos los gritos sostenidos y las canciones que la curva sur regó sobre cada milímetro de la cancha? ¿De qué vale ser el equipo puntero dos años consecutivos si en una conferencia de prensa, en minutos y sin goles trituran el esfuerzo de meses, cuando se jugó el 70% de la torta? ¿Y por qué ahora?

Sin embargo, donde manda la jerarquía del fútbol boliviano, no manda un triste tigre indignado. A llorar al cuartito. Que todo sea porque desde mañana habrá un inmaculado fútbol refundado bien jabonado.

Mientras todo esto pasa, el periódico La Razón vende hasta el último ejemplar de su flamante publicación especial. Cosecha el fruto porque se dedicó en estos últimos meses, gracias al trabajo sistemático de nuestro columnista Jorge Barraza, con el blindaje de todo el equipo de esta casa periodística, a mirar hacia atrás y repasar las brillantes trayectorias de los grandes jugadores de Bolivia y determinar, con el aporte de más de cien personajes ligados al balompié, quién es el número uno de la historia. Dieron su posición también 25.091 de nuestros lectores y lectoras. Fue clara la decisión: el Uno lleva los cuernos de la victoria, el Uno hizo posibles los goles imposibles, el Uno nos regaló un sueño, y el país le regaló su corazón. El Uno de la historia es el Diablo Etcheverry. Mientras el fútbol del 2023 se cae a pedazos, La Razón pone una corona sobre los cuernos del que nos hizo cantar entre lágrimas el más tierno de nuestros himnos: Viva mi patria Bolivia.  

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista. 

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