Por el pueblo palestino
Lucía Sauma, periodista
Más allá de Hamás, de Hezbolá, del Mossad y su admirado sistema de Inteligencia, mucho más allá del apoyo de Estados Unidos a Israel, más allá de Biden y Netanyahu están los millones de niños palestinos sin escuela, sin patio para jugar. Más allá de la prepotencia del poder de las armas y de los hombres que se arman, están los millones de mujeres palestinas que no encuentran sosiego para dar a luz y luego amamantar a sus bebés. Más allá de las estrategias comunicacionales que convocan por las redes para orar por Israel, están los olvidados palestinos que quisieran vivir libres y en paz.
No me olvido de Israel y sus ciudadanos que también quisieran vivir en paz, pero el mundo ha dejado de lado el problema palestino por antiguo, por insalvable, por agotador. Tras el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre, quedó en el olvido que desde hace 75 años los palestinos viven asediados, no me refiero a los militantes de Hamás, sino a los tres millones que en Cisjordania pueden ser desalojados de sus hogares en cualquier momento, los que ven que las paredes o los techos de sus hogares se caen porque está prohibido repararlos sin permiso previo de los israelíes, o que pueden ser multados porque instalaron aire acondicionado y no sabían que estaba prohibido. Los israelíes han construido puestos de control en medio de los barrios que impiden el libre tránsito de los palestinos, mientras ellos entran y salen sin restricción. Esta falta de libertad, esta ocupación tiene demasiados años.
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Un informe de Naciones Unidas de 2018 señala que “el persistente despojo de los derechos económicos, sociales y humanos se cobra un elevado precio en el tejido social y la salud psicológica de las personas que residen en Gaza, como así lo acreditan la gran incidencia de trastornos por estrés postraumático y las elevadas tasas de suicidio. Por ejemplo, en 2017, unos 225.000 niños, o sea más del 10% de la población total, necesitaban apoyo psicosocial”.
La tasa de desempleo en Palestina es superior al 27%, es decir la más alta del mundo. Esto se debe a las restricciones que Israel impone, como por ejemplo la prohibición de material y maquinaria de construcción civil, piezas de repuesto, fertilizantes, productos químicos, equipos médicos, aparatos y equipos de telecomunicaciones, metales, tuberías de acero, maquinaria industrial, entre otros. El territorio árabe está asfixiado, indudablemente es una olla de presión.
Asediada y bloqueada Palestina, con cientos de miles de familias gazatíes que deben dejar todo lo que tienen de un día al otro, con el patio del hospital Al Ahli Arab convertido en camposanto donde se amontonan 500 muertos después de un ataque anónimo, es la muestra del fracaso global del que nadie puede salir triunfante y más vale que nadie se regocije en la venganza.
(*) Lucía Sauma es periodista