¿Somos más altos porque somos más ricos?
Alexander Iturralde
En el contexto de nuestras recientes clases de macroeconomía en la universidad, junto a mis estudiantes hemos profundizado en la fascinante interrelación entre la renta y el gasto. Mientras nos adentrábamos en las páginas de los influyentes libros de Dornbusch y Parkin, donde los conceptos de inversión no planeada, propensión marginal al consumo y el enigmático multiplicador cobraban vida, una afirmación saltó a escena: los ciudadanos de las naciones más ricas tienden a ser físicamente más altos. Esta idea señalada por Paul Krugman, distinguido Premio Nobel de Economía en 2008, plantea una interesante relación entre la estatura de la población y el crecimiento económico a largo plazo.
El planteamiento de Krugman es el siguiente: en las últimas tres décadas, los niños chinos han experimentado un aumento en su estatura de 6 centímetros. Aunque la altura promedio de los ciudadanos chinos sigue siendo inferior a la de sus contrapartes norteamericanas y europeas, quienes se encuentran entre las personas de estatura promedio más alta del mundo, este fenómeno refleja un proceso evidente de aumento de estatura en China. Este proceso es el resultado directo del crecimiento económico sostenido que el país ha experimentado en las últimas décadas.
Ahora bien, se puede atribuir la altura de las personas a múltiples factores, como la genética, los estándares de vida o la calidad del entorno en el que se crece. En el caso específico del incremento en la estatura de los niños chinos, se considera a la mejora en la nutrición un factor muy relevante y, directamente influenciado por el aumento en los ingresos familiares derivado del crecimiento económico a largo plazo. No obstante, a pesar de estos avances, China sigue enfrentando desafíos significativos en lo que respecta al desarrollo humano y otros indicadores sociales, lo que sugiere la necesidad de un análisis más profundo en diversos contextos para comprender plenamente la complejidad de esta dinámica.
Al considerar la evolución antropométrica en el contexto boliviano, se abordó un estudio publicado en eLife, una revista científica de acceso abierto dedicada a las ciencias de la vida reveló que, en el transcurso de los últimos 100 años, la altura promedio de los bolivianos ha aumentado en 10,5 centímetros, pasando de 156,3 a 166,8 centímetros y las bolivianas de 143,2 a 153,9 centímetros, lo que representa un incremento de 10,7 centímetros.
A pesar de los avances registrados, Bolivia se sitúa en el lugar 15 de 18 países de la región en términos de estatura promedio. A nivel mundial, el país ocupa la posición 154 de 187 naciones, quedando notablemente rezagado con respecto al primer lugar, Holanda, con una estatura promedio de 184 centímetros. Esta correlación entre el indicador antropométrico y el nivel de ingresos de los países líderes en estas clasificaciones sugiere una relación significativa en lugar de una simple casualidad.
Como dice el antiguo adagio “Roma no se construyó en un día”, y si bien esta comparación puede no ser del todo alentadora, en términos absolutos, Bolivia ha experimentado un crecimiento constante en este aspecto. El desarrollo económico sostenido en el país reveló un aspecto notable en una variable aparentemente no relacionada: la estatura de su población. Esto sugiere que el progreso en la economía puede manifestarse en indicadores inesperados, como la estatura, lo cual refleja la estancia en un sendero de “crecimiento”. A pesar de que pueda sonar excesivamente optimista, este hallazgo pone de relieve una faceta positiva en el desarrollo del país.
La profundización en estos temas permitió al curso extraer conclusiones relevantes durante nuestras clases de macroeconomía. Hemos comprendido que hay cuestiones mucho más importantes que los meros ajustes en la renta de equilibrio frente a las variaciones en el gasto autónomo, o los cambios en la pendiente de la función de demanda agregada en respuesta a incrementos en la propensión marginal al consumo. Estos conceptos, aunque técnicos, no son más que herramientas para explicar y comprender, en parte, que el crecimiento económico trasciende la mera abstracción numérica y se manifiesta en el bienestar tangible de las personas. Este bienestar se refleja, por ejemplo, en el aumento de su estatura como resultado directo del incremento en sus niveles de riqueza. En definitiva, el estudio de la economía cobra sentido cuando se conecta con la mejora real y palpable de la calidad de vida de las personas.
Alexander Iturralde es docente del
área económica de la Universidad Mayor de
San Andrés.