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De tigres, luto y celebración

La A amante

“Si no lo sientes, no lo entiendes”. Eso decimos los stronguistas cuando se luce nuestra euforia negra y amarilla en el estadio antes, durante y después de un partido. Quienes vimos partir de esta tierra a papá o a mamá decimos a las y los hijos que conservan todavía los dos troncos de su existencia que agradezcan poder reír juntos o sencillamente tomar un teléfono y escuchar su voz. “Si no lo sientes, no lo entiendes”. Me ha tocado despedir físicamente a mi papá hace cinco meses y aunque llevo en el corazón la tranquilidad de saber que se fue casi sin darse cuenta y al mismo tiempo la enorme satisfacción de que vivió envuelto en su propia alegría y su gran libertad, hay uno que otro reproche. El más recurrente es que le faltaron exactamente cinco meses (ni un día más) para ver al Tigre campeón este 6 de diciembre. Habría roto el encierro y lo habría llevado a la cancha. ¡Esperamos siete años para volver a levantar esa copa!

La alegría de comernos este campeonato, comprendan, no tiene que ver solo con fútbol. De hecho, no escribe estas líneas la voz de la experiencia ni la voz del saber. Escribe estas líneas una hija que nació stronguista por decreto. Se trata de una identidad, de una pasión que baja desde los abuelos. Y contra eso no se lucha. Se asume. Se cumple. Se vive hasta la muerte. Además de tener un tigre sellado en el certificado de nacimiento, está una historia que explica las rayas de nuestra camiseta. Un origen mágico bien bordado por mujeres que dio identidad al mundo gualdinegro; un capítulo imborrable cuando transformamos Cañada Esperanza en Cañada Strongest dejando un campeonato prácticamente ganado para combatir, jugadores, dirigentes, hinchas, en la Guerra del Chaco; más tarde, la tragedia aérea de Viloco que se llevó a casi todo el plantel, sentenciando desde la muerte y sobre el suave pelaje del tigre que nuestro destino es caer, pero sobre todo levantarnos. Sufrir, pero sobre todo alegrarnos con euforia. Este espíritu stronguista está escrito en libros de historia, en libros de fútbol, en crónicas periodísticas, en relatos literarios, registrado en películas, grabado en poemas, sellado en canciones, inmortalizado en dibujos infantiles, tatuado en mi corazón.

La alegría de comerme este campeonato, comprendan, va mucho más allá del fútbol. Para la hija de Néstor Benavente, ver estallar de negro y amarillo la Curva Sur es el reflejo de una niña que llega al Complejo de Achumani en el auto de su papá y camina de su mano sobre el cemento pintado con las rayas del campeón mientras escucha mil veces por qué los tigres hemos nacido para luchar.

La alegría de comerme este campeonato, comprendan, es descubrir por qué, cuando entré por primera vez al departamento de mi papá después de su ligera partida, lo primero que jaló mi cuerpo fue la mirada de ese enorme tigre de peluche acomodado en una altura.

La alegría de comerme este campeonato, comprendan, es recordar con nitidez lo que el hincha Benavente me dijo en su último año en este mundo: puedo estar un tiempo en un cementerio, pero después quiero que lleven mis cenizas al arco del Strongest. Desde julio que pienso que Viscarra sí puede solo pero que mi papá reforzará por siempre nuestro arco, chicos.

La alegría de comerme este campeonato, éste como ningún otro, comprendan, es volver al poema The Strongest de Julio de la Vega:

“Era una multitud sin alegría y el alumbre del Sol en vano era; cuando la noche oscura con el día se dieron a volar con su bandera Se dieron a volar porque nacía, una coral de tarde dominguera, sentada multitud de idolatría al puntapié inicial sobre la esfera; Y el tigre estaba ahí, desde ese entonces, los fantasmas del tedio exorcisando en una voluntad que fueron once y fueron mil y miles más y son ahora desde Zelada hasta Alarcón volando una sola emoción que enluta y dora…”

La alegría de comerme este campeonato 2023, comprendan, es finalmente lograr entender que mi papá no morirá mientras yo viva, mientras yo sufra y me alegre, mientras yo caiga y me vuelva a levantar, como dictan las rayas del gran felino que nos une, stronguistas, en una incomprensible emoción que enluta y dora. Enluta y dora. Hoy, como nunca, mi pecho es negro y dorado. Negro y dorado. Somos campeones, carajo.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.