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Jach’a Qhathu

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Carlos Villagómez

Un jueves, o si prefiere un domingo, usted puede armarse de valor e Ir a la Feria 16 de Julio y no emputarse en el intento (parafraseando una notable crónica alteña de Quya Reyna). Y no exagero. Para llegar a esa feria, también conocida como Jach’a Qhatu, debes esquivar los embotellamientos vehiculares y las aglomeraciones humanas de un excitado hormiguero urbano. Este espacio, que lo visitaba años atrás, es ahora un fenómeno de enormes dimensiones: casi 300 hectáreas, con un estimado de 25.000 puestos reunidos en múltiples asociaciones que se instalan y desmontan dos días a la semana generando en esas 48 horas un movimiento de más de $us 2 millones semanales.

Está considerada como la feria comercial más grande de la región con influencias territoriales en el sur del Perú y el norte de Chile. Todo en un movimiento comercial de imprevisibles proyecciones socioculturales y económicas que fue analizado por muchos estudiosos; entre ellos, Simón Yampara que relaciona esta práctica social con nuestra cosmovisión.

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Esta manifestación alteña, que es otra trinchera de la resistencia cultural andina, ha generado una particular forma de desarrollo urbano: es un espacio público multilineal que recibe una intensa y circunstancial ocupación social. En sus calles transformadas en un denso espacio de intercambio, ejerces un inevitable roce social a través de vendedores, compradores, carros a tracción humana, cargadores, etc. En esa colmena, aparentemente desordenada, todo está sectorizado: muebles, juguetes, sofisticados gadgets, ropa usada y nueva (de marca como Zara o Nike), zapatos finos, zapatillas chapis, maquinarias, autopartes, comidas, etc. La 16 de Julio es un hormiguero humano que sería el dulce de la sociobiología (el estudio biológico del comportamiento social de hormigas y seres humanos). Allí encuentras todo el catálogo social de lo andino: reciprocidad, ayuda y regateo en medio de inauditas exclamaciones (¡poleras cinco en diez!), tentadores olores (¡pruebe nuestro charquekan orureño!), en una amplísima oferta que va desde misérrimas chauchas hasta automóviles chinos de alta gama. Por momentos esta feria se torna dadivosa y te yapa: en medio de ese gentío encuentras a compradoras de la zona Sur de La Paz en buzo, barbijo y un gorro empotrado hasta las cejas para un fashion emergency. Quien no cae resbala en el Jach’a Qhathu.

El telón de fondo de esta ópera urbana son edificios de cuatro plantas, uno pegado al otro, en un moderado estilo arquitectónico. En los predios de mayor plusvalía urbana de El Alto no necesitas estridencias sino hechos: un metro cuadrado de terreno en la 16 de Julio cuesta tanto o más que en la Green Tower.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto