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Una historia rosada que podría ser azul

Rosa E. Vargas

/ 25 de diciembre de 2023 / 09:37

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, esta célebre frase atribuida a distintos personajes como Cicerón, Napoleón, Marx o Churchill, recuerda que aquellas sociedades ignorantes de su historia, fácilmente caen en sus propios yerros. Esto hace mucho a la coyuntura política actual y la de antaño, evocando el caso del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) con el del Movimiento Al Socialismo (MAS).

A partir de la Revolución Nacional de 1952, el MNR se constituyó, durante el siglo XX, en uno de los partidos políticos más poderosos; pero, durante los levantamientos populares de 2003 en las ciudades de La Paz y El Alto, con la quema de su sede partidaria, comenzaría su desaparición, sin importar que, hasta ese momento, era el que más elecciones había ganado en la historia de nuestro país. Este ocaso tuvo raíz en la comisión de un error histórico, el condenar al partido al mismo destino que su líder cuando se soslaya la necesidad de un nuevo liderazgo que sea capaz de salvarlo, muchas veces por la falta de visión para reconocer liderazgos que ya se habían formado por inercia política.

En el caso del partido rosado, centrándose obcecadamente en el liderazgo de Gonzalo Sánchez de Lozada que, en determinado momento, llegó a identificarse de tal manera con el MNR que no se percibía dónde terminaba uno y empezaba el otro, asumiendo su liderazgo político como algo monárquico, entendiéndose a sí mismo como el único posible candidato; lo único que le faltaba era afirmar que su candidatura respondía también a una decisión celestial. Esto, aunado a la carencia de autocrítica y extremo narcicismo impidió ver la crisis a la que llevó a su propio gobierno e hizo que se negara a dimitir en reiteradas oportunidades, a pesar de todo lo que enfrentaba el país.

Por otro lado, este liderazgo nocivo sirvió de catalizador para el nacimiento de un nuevo Estado con características propias y que se levantó de las cenizas de un neoliberalismo obsoleto.

Ahora, el MAS afronta un reto muy similar, con personajes que, en su momento lideraron procesos de inclusión social y cambios estructurales en el Estado; hoy ellos mismos pretenden perpetuar su liderazgo, dejando de lado el hecho de que ni siquiera nuestra propia vida es eterna y que un legado político sería la marca indeleble en el paso de la historia.

Las innegables victorias del partido azul lo han convertido en el más importante de lo que va del presente siglo; por eso, la convicción en la formación de liderazgos debería ser uno de sus objetivos fundamentales para la existencia de una construcción política materializada y estable en el tiempo. Pero hoy, la negación que se hace de sus propios integrantes lo amenazan y pueden provocar que sucumba como su más inmediato antecesor. Negándole así la posibilidad de ganar nuevamente una elección más allá del líder fundador o del caudillo, pero con las mismas bases sólidas de la ideología de su partido; ese es el verdadero triunfo de un partido político, no solo la perpetuidad de su líder, sino perdurarse en la historia con la formación de nuevos liderazgos con luces y sombras, como cualquier ser humano, pero con convicciones y trabajo que le permitan adaptarse a nuevas realidades y seguir vigente en el escenario político.

Finalmente, la historia de nuestro país enseña que para evitar que un partido político se desgaste y desaparezca, debe necesariamente poseer un liderazgo profundamente autocrítico, objetivo y humilde, capaz de admitir que el partido no es solo él, ni el Estado es él y que la generación de nuevos liderazgos no lo avasalla o envilece, sino que en el futuro constituirá el testimonio de su paso en la historia.

Rosa Elena Vargas es abogada.

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La política se siente en los bolsillos

Rosa E. Vargas

/ 7 de noviembre de 2023 / 09:33

Si bien la política aborda los modelos de gobierno de las poblaciones y sus distintas actividades y la economía estudia la influencia de la forma de organización de los recursos en el bienestar social, en la práctica están muy relacionadas. Por ello, cada una no actúa sin implicar a la otra.

En nuestro diario vivir podemos evidenciar que las políticas económicas son consecuencia de la visión política. Desde la visión de la Microeconomía entendida como el desempeño de los agentes económicos individuales dentro de la economía, como los consumidores, la familia, la industria, las empresas; y la Macroeconomía referida a los cambios en la producción, inflación, tasas de interés, los tipos de cambio, balanza de pagos y todo aquello que permita la reducción de la pobreza, equidad y el crecimiento sostenible. Podemos determinar que la intervención del Estado en la economía va a responder a la visión política, pero su rol y la estrategia que le permitan entre otras cosas, por ejemplo promover la reducción de la pobreza, van a responder a políticas económicas que serán evaluadas como exitosas o no por la percepción social que objetivamente se sentirá en los bolsillos de los ciudadanos, en el encarecimiento o no de la canasta familiar, en la subvención de los hidrocarburos, en la titularidad de los recursos naturales, que se traducen en la estabilidad económica del Estado y de cada familia como núcleo de la sociedad.

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Desde este punto de vista, podemos entender a la economía en su rol de organizadora de recursos disponibles, que son escasos para satisfacer las diferentes necesidades, utilizando instrumentos como la estadística predictiva, que ha sido de mucha utilidad para tomar decisiones acertadas desde la política; todo esto explica su relación e interdependencia, siendo palpable que la colaboración entre ambas es indispensable para entender y proyectar el futuro de un país.

En consecuencia, la demanda por justicia social, que ha sido y sigue siendo el motor de los principales cambios en nuestro país que, en su momento, escalaron hasta llegar a una crisis en la estabilidad y permanencia de más de un gobierno, se vuelve determinante en cuanto al apoyo a la gestión de gobierno; todo esto, en un país como Bolivia donde la economía es un factor determinante por temas laborales y de distribución de recursos económicos, que hacen para la mayor parte de familias insostenible el enfrentar medidas económicas utilizadas en el pasado que afectan el diario vivir e importan por una reducción del poder adquisitivo del salario y un encarecimiento en el acceso de bienes y servicios de primera necesidad de la población; obviamente esto también será determinante para garantizar la gobernabilidad, estabilidad y permanencia de un gobierno.

Ante esto es innegable que en los últimos tres lustros las medidas encaradas en busca de esa justicia social, con la recuperación de nuestros recursos naturales y la redistribución de la riqueza generada por la gestión de esos recursos, resultan de la combinación exitosa de economía y política, donde los actores políticos han sabido leer esas demandas y formular políticas exitosas en términos de reducción de la pobreza e inclusión social.

Finalmente, desde la perspectiva social hay un logro en la última década en nuestro país: el exitoso modelo económico, el cual se siente y se sentirá en los bolsillos del pueblo.

(*) Rosa E. Vargas es abogada

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