El Alto
A modo de homenaje a la ciudad de El Alto y sus habitantes. El Alto acaba de cumplir 39 años de vida, y en este corto periodo de tiempo fueron varias las veces que le tocó resguardar la patria. Resulta asombroso el rol histórico que el destino le marcó desempeñar. Sin lugar a dudas su posición geográfica de conexión al Pacífico y la proximidad con la sede de gobierno le confieren una posición estratégica privilegiada. Pero esa posición estratégica carecería de valor si el pueblo alteño no sentiría a la patria como la siente.
Las movilizaciones que protagonizó la ciudad de El Alto se sumaron a las grandes movilizaciones sociales que registra nuestra historia y pasaría a convertirse en un actor determinante de las conquistas políticas y sociales del movimiento popular. Las jornadas históricas de abril de 1952 que abrieron las puertas de la Revolución Nacional, las movilizaciones de fines de la década del 70 y principios de los 80 que dieron paso a la conquista de la democracia, se verán acompañadas de la “guerra del gas” que se libró en El Alto y acabó con el ciclo neoliberal, y posteriormente las movilizaciones de resistencia al gobierno de Áñez, que desembocaron en la masacre de Senkata. En ambos momentos, determinantes para la patria, El Alto se constituyó en guardián y defensor de los intereses nacionales, para ello ofrendó la vida de cientos de sus habitantes.
Este sacrificio de sangre y vidas alteñas fue silencioso y olvidado, porque luego vendrían diferentes gobiernos que no supieron reconocer el sacrificio y el aporte de esta ciudad. El Alto pone los muertos y luego sobreviene el olvido. Un par de ministerios como reconocimiento simbólico fue todo.
En estos 39 años de vida, El Alto pasó a ubicarse, junto a Santa Cruz, en una de las ciudades más importantes y en uno de los polos económicos de desarrollo de mayor pujanza del país. Pero, a diferencia de Santa Cruz cuyo desarrollo fue planificado y financiado desde el Estado y la Comibol, El Alto se construyó a sí mismo, con la pujanza de su gente y sin ayuda de ningún gobierno, ni de planes de desarrollo. La pujanza de su gente, expresada en miles de comerciantes, transportistas, constructores, hicieron de El Alto no solamente una ciudad combativa, también una que crece y se desarrolla. La deuda por parte del país y de los diferentes gobiernos todavía se encuentra sin ser saldada, porque no obstante su crecimiento económico, El Alto es una de las ciudades con mayores niveles de pobreza y, por supuesto, todo lo que conlleva la pobreza.
Es así que El Alto se convirtió por inercia de la historia en el contrapeso a los afanes divisionistas y excluyentes del comiteísmo cruceño y los sectores de derecha, que desprecian al boliviano y miran despectivamente lo popular desde una óptica de superioridad acomplejada.
Esta pujanza y desarrollo espontáneo es un desafío para sus actuales autoridades, en el sentido de brindarle un horizonte y un acompañamiento desde lo público para potenciar sus fortalezas, disminuir la igualdad social y brindar lo mínimo que se espera del Estado: futuro para los niños, condiciones de trabajo para la gente y solidaridad con los ancianos.
Peter Maldonado Bakovic es profesor universitario.