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Amargura boliviana ante el fallo de La Haya

Filiberto Montecinos

/ 27 de marzo de 2024 / 08:08

La controversia entre Chile y Bolivia se remonta a 1842, cuando el gobernante chileno Manuel Bulnes reconoció como propio el territorio nortino, creando el departamento de Atacama por ley de 31 de octubre de 1842, y lo declaró propiedad chilena al constatar la importancia de la región e incentivar su ocupación. Ante ello, Bolivia no hizo nada concreto, ni siquiera poblar la región. Bolivia nació con 400 Kms2 de costa y 120.000 kms2 de territorio. Por el tratado del 10 de agosto de 1866, el gobierno de Melgarejo fija la línea fronteriza en el paralelo 24’S y se dispone que entre los paralelos 23’S y 25’S, Chile y Bolivia se repartirían las utilidades guaneras y mineras en partes iguales, zona ocupada por empresas chilenas que ejercían la “uti posiditis jures”. Bolivia desde el inicio no hizo nada por conservar la soberanía territorial, de lo que se colige que Eduardo Abaroa en la guerra del Pacifico y Nicolás Suárez en la Guerra del Acre, junto a pocos compatriotas cuidaban sus intereses defendiendo el territorio boliviano.

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La demanda incoada el 24 de abril de 2013 contra Chile por Bolivia ante la Corte Internacional de la Haya, ha sido inconsulta, sin asidero en el plano legal ni real, por lo menos debería llamarse a un referéndum, pues había suficiente prueba que respaldaba a Bolivia para demostrar que Chile NO CUMPLÍA CON LA LIBRE TRANSITABILIDAD comercial estipulado en el Art.6 del tratado de 1904. Las pruebas eran los bloqueos DE CARRETERAS en Chile, las huelgas de los empleados portuarios, la privatización de los puertos que facilitasen o no la libre transitabilidad que disponía el tratado.

 El Tribunal de la Haya, en el plano legal cerro la aspiración de exigir una salida al océano pacífico, en conclusión, con Melgarejo perdimos una parte física de nuestro litoral, con el gobierno de Morales legalmente se desahucia en definitiva una remota salida al mar.

La resolución del 1 de octubre de 2018 es taxativa: Chile no contrajo la obligación de negociar un acceso soberano al Pacífico, sugiere que su fallo no impide a futuro continuar los escenarios de acercamiento bilateral.

El tratado firmado entre Chile y Bolivia el 20 de octubre de 1904, establece que Chile reconoce a favor de Bolivia y a perpetuidad el derecho más amplio y libre tránsito comercial por su territorio y a los puertos del Pacifico, que no siempre fue así, por ello se hizo la demanda. Ese tratado dice que si hay diferencias se recurriría al arbitraje de Alemania, la que se rechazó y por el protocolo de 1907 se sustituye por la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya.

Como ex Juez, sostengo que una acción judicial debe estar probada y sustentada en hechos, actos e infracciones a disposiciones legales vigentes y en el caso presente a lo estatuido en el tratado del 20 de octubre de 1904 firmado entre Chile y Bolivia.

Para aliviar la larga frustración de la población boliviana hay que fortificar su moral, soslayar el individualismo, el sectarismo, y el racismo subyacente. El Estado debe crear poblaciones fronterizas con respaldo del sector privado, procurar la inclusión, integración y unión de todos los bolivianos, evitar peleas y migraciones que debilitan a la familia y la sociedad.

(*) Filiberto Montecinos Avendaño es periodista y exmagistrado con reconocimiento de la Corte Superior de Distrito de La Paz

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Azapa florece y Coipasa se seca

Filiberto Montecinos Avendaño

/ 13 de febrero de 2024 / 08:17

El río Lauca que nace en bofedales y pequeñas lagunas naturales en territorio chileno desde tiempos inmemoriales, ingresaba a Bolivia y desembocaba en la laguna Coipasa, en territorio orureño. Sus aguas fueron desviadas artificialmente por lugareños dirigidos por funcionarios de la Dirección de Riego de Chile, que según dicen descendientes de quienes aportaron la mano de obra en el lugar, les ofrecieron un trabajo con buena paga y mejores condiciones de vida que no tenían en la región, que solo ellos habitaban sin ninguna protección ni influencia del gobierno de Bolivia, lo cual cambió su suerte, al igual que de la laguna Coipasa, que se secó sin que esa situación importase a las autoridades.

En mi reciente viaje a la ciudad de Arica, me entrevisté casualmente con dos de los descendientes de quienes fueron los soportes para el desarrollo del valle de Azapa, que en la actualidad aporta gran parte de los productos agrícolas, como choclo, tomates y olivos que Chile exporta a países de Europa y Estados Unidos, entre otros, Los agricultores de Azapa, en su mayoría de origen boliviano y muchos de ellos empresarios que ya utilizan nueva tecnología para producir y trasladar su producción a Santiago de Chile, desde donde la envían al exterior como productos de alta calidad. Por lo expuesto, muchos de nuestros excompatriotas tienen una buena economía gracias a su trabajo.

El río Lauca fue desviado durante el gobierno de Víctor Paz Estenssoro y se acudió ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para que intervenga en la solución del problema, toda vez que fue una acción unilateral de Chile; pero la OEA dilató la solución, por lo que Bolivia, como protesta, se retiró de la misma.

Desde comienzos de la década de 1950, Chile tenía planificado el desvió de las aguas del Lauca, mientras que Bolivia no solo ignoró ese hecho, menos se interesó en aumentar la población en la región ni dotar de algunas condiciones apropiadas de vida a sus únicos habitantes, quienes en cierto modo cuidaban esa frontera casi totalmente desértica, como ocurre con el resto del territorio fronterizo, exceptuando Charaña, Tambo Quemado y Pisiga, donde existen funcionarios bolivianos y habitantes que tienen pequeños negocios.

Nuestros gobernantes no tuvieron casi interés en precautelar la soberanía territorial, menos aplicar una política de asentamientos humanos, ni dar valor a proyectos como la construcción de lagunas artificiales mediante el sistema comunitario. Los últimos años hubo discursos de cuidar a la Madre Tierra que solo son lirismos, una prueba de ello son los incendios de bosques, matorrales y pajonales.

Ancestralmente, el poblador andino estaba ligado a una determinada región sin importar que fuera planicie o quebrada; construía tacanas en las quebradas, para evitar que el agua drenara y en las alturas, acumulaba el agua de la lluvia en pequeñas lagunas, lo que facilitaba el laboreo del suelo del que obtenía sus alimentos. Por ello, era considerada una sociedad de agricultores, extremos no conocidos ni valorados por los tecnócratas, ya sean becarios o formados en universidades locales que no fomentan el análisis in situ.

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