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Saturday 15 Jun 2024 | Actualizado a 23:03 PM

Fotografía y karma

Es pavoroso ver cuánto puede transformarse la ciudad de una sociedad tan inestable como la nuestra

/ 24 de junio de 2014 / 06:08

Recientemente se presentó un libro inspirador: La Paz, Memoria histórica 1915-1940, del fotógrafo Rodolfo Torrico Zamudio. Digo inspirador porque sus casi 200 imágenes provocan nostalgias y melancolías sobre el pasado de esta ciudad. Es la magia de la imagen fotográfica que, en este tipo de libros o en sitios en la red, demuestra su tremendo poder de sugestión.

Los instantes que el fotógrafo congeló en sus placas provocan diversas reacciones en el espectador de hoy en día. Unos recuerdan con nostalgia la ciudad republicana de ese entonces. Incluso reconocen a parientes y a las propiedades que tenía la familia en el centro urbano. Se trata de una mirada cargada de pertenencia social, es decir, la fotografía como soporte ideológico de clase. Otros encuentran en esas imágenes los argumentos para lanzar alegatos por el patrimonio arquitectónico que, día a día, se demuele afanosamente. Justifican estas pérdidas como un arrebato a la cultura de principios de siglo; es decir, la fotografía como soporte ideológico de aculturación.

En lo personal me interesan los sentimientos humanos, los más profundamente humanos, que estas fotografías te pueden provocar. Creo que todos, y casi sin excepción alguna, sentimos que hemos perdido no una pertenencia de clase o de propiedad, sino el sentido de una escala urbana y social donde vivíamos provincialmente felices. Las calles retratadas parecen de otro planeta: no hay automóviles, no se ven muchedumbres y no existe el amontonamiento inclemente de estos tiempos. Es el sentimiento genérico de una indiscutible pérdida social; es decir, la fotografía como soporte de empatía espiritual.

He repasado con mucho detalle casi todas esas fotos y debo reiterar que, aparte de reconocer los edificios retratados que aún se conservan, me parecen imágenes de otra ciudad, de otra urbe muy difícil de emparentar con la realidad actual. Y a ese sentimiento de sorpresa que provocan las estupendas imágenes de Torrico Zamudio debo agregar otro de temor.

Evitando ideologizar las imágenes, es pavoroso ver cuánto puede transformarse la ciudad de una sociedad tan inestable como la nuestra. Y ese no es un sentimiento menor. Nuestra incontrolable movilidad social no construye coherencia, ergo, no aporta estabilidad emocional.

Terminaba el libro pensando que nuestra ciudad, como todo organismo viviente, no solo nace, crece y se desarrolla, sino también, muere. Y muere para reencarnarse en otra entidad irreconocible. Es un ciclo interminable guiado por nuestro karma urbano hecho con los pocos méritos y cuantiosísimos deméritos que hemos acumulado en estas montañas. Vaya karma.

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K’ala Marka

Carlos Villagómez

/ 14 de junio de 2024 / 07:00

Con un logotipo inspirado en la imagen central de la Puerta del Sol de Tiwanaku, el Señor de los Báculos sosteniendo dos K en vez de los báculos sagrados, el grupo K’ala Marka comenzó su festejo por 40 años de trayectoria artística en un radiante concierto de más de dos horas de duración. Fue una fiesta boliviana con un despliegue poco visto de sonido, luces, enormes pantallas led, fuego en cascadas, cuerpo de baile, fuegos artificiales. Esa puesta en escena recibió a Hugo Gutiérrez Quisbert y Rodolfo Choque Quispe, el dúo de fundadores, creadores, y compositores, y a un grupo de notables músicos que fusionaron, con una maestría ya conocida, instrumentos nativos con electrónicos (lo que algunos llaman neofolklore contemporáneo).

Consulte: Plazas del Bicentenario

Según Wikipedia, “K’ala Marka explora diversas temáticas, tales como la vida en el altiplano, la protección del medioambiente, la protección de derechos indígenas, tradiciones y mitología prehispánica, entre otras”. Y, ese mensaje ideológico está proyectado y multiplicado por la potencia de la música folklórica boliviana que corean miles de fans de las clases medias y populares de Latinoamérica y el mundo donde K’ala Marka lleva nuestra cultura. La vibrante y festiva concurrencia, que llenó a tope el Teatro al Aire Libre, bailó y cantó los éxitos de siempre junto a los nuevos temas de este prolífico dúo de artistas que saliendo de provincias andinas llegaron a conquistar el planeta, instalándose en Francia y logrando difundir nuestro arte como muy pocos. Pienso que Gutiérrez y Choque deben tener una vida épica, plena de experiencias, como trepados en un interminable tobogán, una vida digna de una novela (el solo logro artístico de grabar y tocar junto a Francis Cabrel la célebre balada Je l’aime à mourir, un himno al amor de la Francia de los años 70, ya es mucho). K’ala Marka logró proyectar y triunfar en diversos medios sociales porque su arte es una expresión emocional que impulsa el disfrute estético y representa simbólicamente la batalla cultural e identitaria.

En el concierto, sintiendo la energía positiva de esa masa humana, me preguntaba ¿qué sería de esta sociedad pluricultural perdida en los Andes sin sus artistas? ¿Qué sería si no tuviéramos esa catarsis colectiva gracias a creadores como Hugo Gutiérrez y Rodolfo Choque? Esa noche nos olvidamos de los entuertos y sinrazones de nuestra clase política, y agradecimos que estos artistas, junto a otros miles en Bolivia, han construido una K’ala Marka estética, han levantado una ciudad de piedra como una eterna montaña andina, para mantener vivo el sentido común alrededor de lo más grande que tiene la sociedad boliviana: su arte. 

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Plazas del Bicentenario

Carlos Villagómez

/ 31 de mayo de 2024 / 11:56

En 2025, los gobiernos central y municipales entregarán en cada capital departamental Plazas del Bicentenario en conmemoración a tan significativa fecha. Son, sin duda, proyectos simbólicos de suma importancia para rememorar nuestros 200 años de historia, tanto republicana como plurinacional, que serán expresados en espacios públicos de gran valor ciudadano.

Lea: Bloqueos urbanos

Comencemos formulando conceptos importantes. Primero: los espacios públicos son vitales para el desarrollo de la vida comunitaria en las ciudades. Estos espacios, como parques, plazas, calles y aceras, permiten que las personas se reúnan, interactúen y participen en actividades sociales, culturales y recreativas. Segundo, y muy importante por las tensiones políticas: los espacios públicos fomentan la interacción social y la cohesión comunitaria, facilitan el encuentro y el diálogo para construir una sociedad más inclusiva y democrática. Tercero: la convivencia en estos espacios genera un sentido de pertenencia y de identidad colectiva entre los habitantes. Cuarto: los espacios públicos son catalizadores del desarrollo económico y social de una ciudad; bien diseñados y gestionados impulsan la actividad comercial y la generación de empleo en las áreas aledañas.

El gobierno municipal ha presentado un esquema de ubicación y de diseño para nuestra Plaza del Bicentenario. Decidió intervenir en una plaza ya existente y consolidada: la plaza Bolivia, cuyas dimensiones no contribuyen a la magnitud simbólica requerida. Para ampliar el área, el municipio diseñó un viaducto (léase un túnel por debajo) en la avenida Arce. Imploro de rodillas que no hagan semejante desatino urbano que no tiene un sustento válido, ni responde a un plan contemporáneo ni sistémico de vialidad urbana. La única vía troncal de nuestra ciudad, colapsada por marchas y bloqueos, será cerrada por dos largos años de obras sempiternas.

Como recién empezaron las consultorías de diseño, es sensato encontrar otro sitio para un proyecto acorde a la magnitud simbólica de una Plaza del Bicentenario para La Paz.  Mejor si es un área fuera del centro urbano, que desahogue el tráfico vehicular, que dinamice otros barrios, y represente por diseño y localización la historia social, política y urbana de una ciudad que se ha sacrificado por Bolivia entera durante un largo siglo de tensiones y muertes entre hermanos y hermanas.

No den por cerrada esta decisión municipal. Recuerden que a espaldas de la ciudadanía un gobierno central se equivocó y construyó dos armatostes en la plaza Murillo aspirando simbolizar un proceso revolucionario; solo edificaron símbolos anacrónicos de la concentración urbana capitalista.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Bloqueos urbanos

Carlos Villagómez

/ 3 de mayo de 2024 / 07:30

Hace décadas que nuestra pequeña ciudad padece de bloqueitis aguda por marchas y desfiles de todo tipo. Esta enfermedad llegó con la sede de gobierno, y estamos al borde del colapso. Una ciudad de infinitas callejuelas y pocas avenidas puede bloquearse muy fácilmente. Aparte de la razón estructural de esa gimnasia callejera de la política (jodemos por la incapacidad centenaria de no consolidar un Estado pleno), los efectos nocivos a los ciudadanos son alarmantes y debemos conocerlos.

Revise: Las musarañas de Malasia

¿Qué genera la congestión vehicular en el organismo de un chofer de taxi o del usuario que está en posición chullpa en un minibús? Pues, lo siguiente: El tráfico vehicular está estrechamente relacionado con el aumento de las enfermedades respiratorias. La exposición continua a los contaminantes del tráfico, como el dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas finas, puede provocar el desarrollo o empeoramiento de enfermedades como el asma, la bronquitis crónica y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Además, la exposición a largo plazo a estos contaminantes puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de pulmón. El dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas finas, por ejemplo, pueden penetrar en el sistema respiratorio y causar enfermedades respiratorias como el asma, la bronquitis crónica y la reducción de la función pulmonar. Además, la exposición a los óxidos de nitrógeno puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión arterial y problemas del corazón. Es imperativo acotar: como vivimos en alturas andinas donde escasea el oxigeno, todo lo anterior se potencia al máximo.

Aparte de esa descripción científica de los efectos nocivos a nuestros organismos, tenemos otros en la psiquis: la congestión vehicular es una de las principales causas del  estrés, y contribuye significativamente al trastorno psíquico llamado burn out (estar fundido). Pero, la palabra estrés tampoco parece intimidarnos. Los bloqueos por marchas, desfiles y farándulas no solo afectan el tiempo de viaje, también generan frustración, agresividad, ansiedad y agotamiento mental; efectos tremebundos que nos resbalan porque creemos que somos tan indestructibles como los monolitos.

Pero, lo más triste, es que los bloqueos tienen una secuela: La Paz ha perdido calidad de vida y su futuro es incierto. Las tensiones de la política nacional que se manifiestan perversamente en nuestra pequeña ciudad han calado muy profundo y las heridas no paran de sangrar diariamente.

¿Existen soluciones a corto plazo? Los entusiastas candidatos y candidatas tienen  como respuesta las recetas de siempre. Mis arrugas dicen que no hay soluciones inmediatas.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Las musarañas de Malasia

Carlos Villagómez

/ 19 de abril de 2024 / 07:07

Existe una especie que resiste la embriaguez tanto como los seres humanos: la musaraña de Malasia. Este un pequeño mamífero —de mirada turbia que te recuerda a muchos— vive y se desarrolla en su hábitat natural, el néctar de una palmera fermentada que sería lo más parecido al velado espacio de las tabernas. Todas estas historias vienen en el texto Breve historia de la embriaguez del inglés Mark Forsyth, que en un lenguaje entretenido nos brinda una visión sobre el impacto de la embriaguez en la historia.

También revise: Cae el patrimonio

El autor explora los conceptos médicos y sociales asociados a la embriaguez, destacando la vinculación del consumo del alcohol, como alterador del estado de conciencia. Como los antropólogos que dividen las sociedades en húmedas o secas, Mark Forsyth resalta la relevancia histórica que ha tenido la embriaguez en todas las culturas. El joven autor nos muestra cómo la embriaguez ha estado presente en rituales religiosos, y en ceremonias como escape de la realidad y forma de sociabilidad. Es así que en Göbekli Tepe (10.000 a.C.), se edificó una monumental espacio dedicado para la libación mucho antes que la misma agricultura. Posteriormente, “los sumerios la vieron como pura alegría colectiva, los egipcios como un deporte extremo y los griegos dieron un paso atrás, acariciaron sus barbas y reflexionaron”. Sin embargo el autor menciona que “Platón decía que emborracharse era como ir al gimnasio: la primera vez te sientes realmente mal y adolorido, pero la práctica hace al maestro”. En sus referencias bíblicas nos recuerda que Noé lo primero que hizo al desembarcar —podrido de ver tanta agua— fue plantar viñas. Y sin remilgos, Forsyth declara que “Jesús comenzó su carrera con una lluvia de alcohol en las bodas de Caná”. Pasa después al pulque azteca, el agua miel del agave, tan lleno de nutrientes que casi es carne, tan carnosa como la diosa Mayahuel y sus 400 senos para igual número de conejitos ebrios. Y del mundo anglosajón, campeón del APV, el etimólogo inglés afirma que fueron deportados los borrachos de Gran Bretaña para hacer Estados Unidos y Australia.

Forsyth desarrolla su pesquisa eludiendo el carácter poliédrico de la embriaguez, no analiza sus facetas oscuras, ni las implicancias nefastas del alcohol en las sociedades. A pesar de ello, asocia con justeza —como un buen cóctel— la influencia de los brebajes en las organizaciones sociales, culturales y religiosas. Y de las facetas jubilosas de la embriaguez, admito que me enternecen mis “musarañas de Malasia” que en espacios brumosos comparten su amistad porque, como decía Bryce Echenique, “desconfío de los que no toman”, recordando luego que Hitler era abstemio.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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Cae el patrimonio

Carlos Villagómez

/ 5 de abril de 2024 / 10:10

Hace décadas que nuestro patrimonio arquitectónico va cayendo. Durante los gobiernos municipales de la democracia pactada ya se atentaba contra esa historia edificada. Recordemos también, cómo un primer mandatario destruía a picotazos casas patrimoniales para edificar los monumentos arquitectónicos de este tiempo histórico ubicados en la Plaza Murillo. En la Batalla de las Ideas políticas, también son muy importantes los símbolos edificados; y, por esa historia política, podemos explicar por qué la protección del patrimonio arquitectónico —para preservar la cultura y la identidad de nuestra ciudad— no prosperó ni caló hondo en el pensamiento colectivo.

Lea también: Puente sobre aguas tumultuosas

Las leyes y regulaciones específicas que buscaban conservar y salvaguardar estos bienes no fueron suficientes ante nuestras prácticas políticas. Tampoco funcionaron las medidas de conservación y restauración, ni la legislación para garantizar su protección y preservación, ni las normativas y leyes municipales que rigen los criterios y requisitos que deben cumplirse para llevar a cabo modificaciones en las obras arquitectónicas, o su restauración. Las sanciones y penalidades tampoco fueron suficientes para hacer cumplir las normativas establecidas para el respeto y la conservación del patrimonio arquitectónico; ergo: no podemos contener la dejadez planificada para la caída de muros y cubiertas históricas porque no existe conciencia ciudadana como un solo objetivo colectivo. Tampoco nuestras instituciones, municipales y estatales, trabajan en estrecha colaboración con expertos en patrimonio ni con otras entidades especializadas para determinar la importancia de las edificaciones históricas; y lo peor de todo: no se fomenta la conciencia ciudadana sobre la importancia y el valor del patrimonio edificado. En este nuevo siglo, la ciudadanía en su mayoría aprueba la demolición de esas “casas viejas” porque “no son modernas y dan mal aspecto”; y tampoco son moneda de cambio en nuestra lógica mercantil del espacio urbano.

Sin conciencia ciudadana no se protegerá el patrimonio edificado. Los ciudadanos juegan un rol fundamental en la preservación del patrimonio. Para ello, es imprescindible que la sociedad tome conciencia de la importancia histórica, cultural y estética de esas construcciones, valorando su significado y reconociendo su contribución a nuestra historia urbana. Pero pregunto: ¿queremos implementar programas educativos y campañas de difusión para involucrar al ciudadano en la protección y conservación del patrimonio urbano para promover su sentido de apropiación y responsabilidad ante esa historia edificada? ¿O francamente esa “historia de q’aras” no interesa?

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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