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Thursday 30 May 2024 | Actualizado a 05:16 AM

La enfermedad alemana y la deuda griega

En 1953, los acreedores se dieron cuenta de que la reducción de salarios no garantizaba el pago de la deuda

/ 7 de febrero de 2015 / 06:10

Días atrás, Le Monde Diplomatique publicó un artículo del primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, sobre la deuda y las propuestas económicas del Gobierno heleno. El texto empieza señalando que el 27 de febrero de 1953 la República Federal de Alemania se hundía bajo el peso de su deuda externa y amenazaba con arrastrar a los países europeos. Sus acreedores —entre ellos Grecia— se dieron cuenta de que la reducción de salarios no garantizaba el pago de la deuda, sino que más bien ocurría lo contrario.

Por eso, en una cumbre extraordinaria en Londres, 21 países decidieron reducir la deuda nominal acumulada por la República Federal en un 60%, concedieron una prórroga de cinco años (1953-1958) y un plazo de 30 años para pagar. Lo más importante, algo que nunca entendieron ni el FMI ni el Banco Mundial, fue la aplicación de la “cláusula de desarrollo”, que autorizaba al país germano a no dedicar al pago de la deuda más del 5% de sus ingresos de exportación. De esta forma, Europa hizo lo contrario a lo que establecía el Tratado de Versalles de 1919, contribuyendo al desarrollo de Alemania occidental.

Cabe recordar que John Maynard Keynes viajó en representación del tesoro británico para negociar el tratado que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Posteriormente publicó el libro Las consecuencias económicas de la paz, en el que critica duramente los términos del Tratado de Versalles. Según Keynes, Alemania jamás podría hacer frente a las exorbitantes indemnizaciones económicas que debía pagar por la paz, y profetizó que su incapacidad de pagar la deuda de la guerra sería una amenaza permanente para la paz europea. Y así efectivamente sucedió, la crisis económica alemana pavimentó el camino al nazismo y a la Segunda Guerra Mundial.

Según Eric Toussaint, la deuda reclamada a Alemania correspondiente al período anterior a la guerra se elevaba a 22.600 millones de marcos, incluidos los intereses. Adicionalmente, la deuda de la posguerra se estimaba en 16.200 millones de marcos. Por el Acuerdo de Londres, estos montos se redujeron a 7.500 millones y 7.000 millones de marcos, respectivamente, lo que significó una quita del 62,6%.

El Acuerdo de Londres contempló, según cita Toussaint, la posibilidad de suspender los pagos y renegociar sus condiciones, si se presentaba un cambio substancial que limitara la disponibilidad de recursos. Permitió además que Alemania reembolsara en su moneda nacional, el deutshe mark, lo esencial de lo adeudado, y en forma marginal reembolsara en dólares, francos suizos o libras esterlinas. Incluso dispuso lo que en América Latina se conoce como la doctrina Calvo, que en caso de litigio con los acreedores, los tribunales alemanes eran competentes cuando la ejecución de la decisión “sea contraria al orden público, los tribunales alemanes podrán rechazar la ejecución (…) la decisión de un tribunal extranjero o de una instancia arbitral”.

Finalmente, en el marco del Plan Marshall, Estados Unidos donó a Alemania occidental 1.173,7 millones de dólares (cerca de 10.000 millones de dólares actuales), a lo que había que sumar el aporte de la infaltable Agencia de Desarrollo estadounidense (Usaid) de 200 millones de dólares (cerca de 2.000 millones de dólares actuales).

Ahora, más de 60 años después, la memoria alemana parece haber sido reemplazada por la memoria de Alzheimer al exigir a Grecia el cumplimiento de todas las “obligaciones contractuales”, es decir, el pago total de su deuda, sujeto a la condicionalidad recesiva de la troika —el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea (CE)—.
 

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¿Dólar fuerte: deuda insostenible?

El grupo de países que más ha lanzado una ofensiva verbal contra el dólar son los BRICS

Gabriel Loza

/ 29 de mayo de 2024 / 11:26

Si a un anarcoeconomista le hablan de una economía que, entre 2022 y 2023, ha tenido un déficit fiscal en torno al 6% del PIB y una deuda pública del 97% del PIB, y que además se proyecta que tendrá una tendencia creciente y que en 2028 el déficit fiscal alcanzará el 6,4% del PIB y la deuda publica el 108,3% del PIB, tendría que aplicar inmediatamente la receta del FMI o de Milei, de recortar drásticamente el déficit fiscal y renegociar su deuda pública. El único problema es que no es cualquier paciente subdesarrollado, sino simplemente se trata del paciente que habla inglés: EEUU.

Lea: Las ‘anclas’ de Milei

En marzo de este año salió publicado el informe de la Oficina del Presupuesto del Congreso (CBO por sus siglas en inglés), el cual alerta sobre el peligro de los elevados déficits fiscales y el crecimiento acelerado de la desmesurada deuda pública de Estados Unidos. 

Según el informe, el déficit fiscal aumentaría significativamente del 6,2% en 2023 al 8,5% del PIB en 2054. Ese crecimiento es principalmente como resultado del aumento de los costos de los intereses, que suben de un 2,4% del PIB en 2023 al 6,3% del PIB en 2054 y también, en menor medida, de los déficits primarios que se mantienen en torno al 2,2 %.

La deuda en manos del público, impulsada por los grandes déficits fiscales, subiría de un 97% del PIB en 2023 a un 116% en 2034, y luego continuaría creciendo en una tendencia muy empinada, alcanzando el 166% del PIB en 2054.

El gran problema para la Oficina de Presupuesto del Congreso es que, a diferencia del FMI, alerta un peligro inminente para EEUU: “Esa creciente deuda desaceleraría el crecimiento económico, aumentaría los pagos de intereses a los tenedores extranjeros de deuda estadounidense y plantearía riesgos significativos para las perspectivas fiscales y económicas.”

Si se analizara a un país solamente con esos datos, yo por lo menos no compraría títulos de deuda emitidos por el Tesoro por los “aumentos de los pagos de intereses a los tenedores extranjeros”. Sin embargo, EEUU emite su moneda discriminadamente para las transacciones domésticas e internacionales, constituyéndose en la divisa por excelencia no solo para transacciones, facturaciones, emisión de deuda internacional sino como reserva de valor y su uso en las reservas oficiales de divisas.

Según datos del FMI, para el cuarto trimestre de 2023, el dólar se ha mantenido como moneda dominante de uso de reserva con un 58% del total de las reservas monetarias mundiales, aunque con una disminución de un punto porcentual respecto a 2021 (59,3%). Empero, si comparamos su peso con principios de siglo, el dólar representaba el 71,1% de las reservas monetarias oficiales.

El euro continúa con un 20% de importancia, aunque con 0,5 puntos porcentuales menos que en 2021. Este peso se ha mantenido desde fines de 2000. Más lejos en incidencia están el yen (6%), la libra esterlina (5%) y el renminbi, con un 2% (mientras que en 2021 estaba con 2,7%), con similar importancia del dólar australiano y el dólar canadiense. En 2000, el renminbi no figuraba como moneda de reserva internacional.

Parte de las reservas mundiales en dólares están constituidas por títulos del Tesoro de EEUU y los inversores extranjeros poseen un tercio de los títulos del Tesoro en circulación. Sin embargo, esta tenencia de títulos disminuyó puesto que hace unos 10 años la participación era del 50%.

En el contexto actual de incertidumbre geoeconómica, que no se dio ni en la época de la Guerra Fría, la tendencia de varios bancos centrales ha sido aumentar sus tenencias en oro con precios crecientes de la onza troy fina, que han llegado hasta los $us 2.400. Así también Japón, que es primer tenedor de los títulos del Tesoro de EEUU en el exterior, a fines de abril habría vendido unos $us 35.000 millones en bonos estadounidenses, y las tenencias de deuda del Tesoro de EEUU de China, segundo tenedor, cayeron a $us 797.700 millones en enero.

El grupo de países que más ha lanzado una ofensiva verbal contra el dólar son los BRICS, que en la próxima reunión en Rusia, en octubre, “dará la máxima prioridad al programa de desdolarización y tomará medidas para reducir aún más la dependencia de la moneda estadounidense en el comercio transfronterizo entre las naciones”.

Sin embargo, de ahí a desdolarizar todas las transacciones hay un abismo. El gobernador del Fed Christopher J. Waller señala que “las investigaciones sugieren que los inversores extranjeros poseen aproximadamente la mitad del valor en dólares de los billetes estadounidenses en circulación”. Así, es muy probable que los asistentes a la reunión de los BRICS en Rusia lleven dólares en efectivo o en tarjetas de crédito.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Las ‘anclas’ de Milei

El dato es que el ancla fiscal funciona hasta ahora debido a la contracción del gasto fiscal

Gabriel Loza

/ 15 de mayo de 2024 / 11:31

Los medios y comentaristas han estado hablando sobre los cuatro o cinco perros clonados de Milei. Una tremenda difusión de las noticias y controversias sobre la clonación de sus “hijos con patas”, como prefiere llamarlos, que se remonta a 2017 y que cuatro llevan los nombres de cuatro economistas y el quinto, en discordia, el nombre de Conan, posiblemente el bárbaro.

Toda esta discusión ofusca el análisis de la política de estabilización de Milei, que quiérase o no, ha tenido un relativo éxito e innegable en el corto tiempo de su gestión al desacelerarse la inflación y estabilizarse el tipo de cambio. Es por eso que propongo en vez de discutir cuántas mascotas o cachorros tiene Milei, deberíamos analizar cuántas anclas o cual es el nombre del ancla que utiliza Milei en su política de estabilización.

Revise: Aterrizaje suave pese a todo

Para reducir o desacelerar la inflación es fundamental la elección de un ancla nominal para guiar, lo que se denomina la formación de expectativas económicas de los agentes. Tradicionalmente, en economía se discutía cuál es el ancla óptima: entre el ancla monetaria o el control de un agregado monetario versus el ancla cambiaria o el control del tipo de cambio. El anclaje cambiario consiste en fijar el precio del dólar con el respaldo de las reservas internacionales y el ancla monetaria radica en restringir la cantidad de dinero en moneda nacional, para que no haya en circulación un excedente que se vaya al dólar. 

Bajo este contexto, la pregunta simple que surge es ¿cuál es el tipo de anclaje que utilizó Milei hasta el presente para estabilizar su economía?

En primer lugar, para empezar, es necesario aclarar que en Argentina la tasa de política monetaria no es libre ni está determinada por el mercado, puesto que está regulada. El BCRA redujo esta tasa de 100% en diciembre de 2023 a 50% el 2 de mayo de 2024, aclarando que: “la decisión del BCRA se toma en consideración del contexto financiero y de liquidez y se fundamenta en el rápido ajuste de expectativas de inflación, en el afianzamiento del ancla fiscal, y en el impacto monetario contractivo”.

Así mencionó Milei: «Imagino que con las bajas de inflación que se están viendo, el BCRA va a volver a bajar la tasa de interés. Esto va a permitir salir de las posiciones del BCRA e irse al Tesoro, con lo cual seguimos limpiando su balance». El objetivo de la política de estabilización es sanear el balance del Banco Central (limpiar sus pasivos remunerados) como parte del plan de estabilización.

En segundo lugar, Milei está utilizando el control de un agregado monetario, que es la base monetaria. Así, respecto al impacto monetario contractivo, Milei dijo: «Cuando uno mira la evolución de la base monetaria en términos del PBI, a lo largo del S. XXI el promedio estuvo en torno al 9/10% y hoy la base monetaria es del 2,6% del PBI, o sea que la cantidad de dinero en la economía está muy apretada» (sic). El objetivo de política de estabilización es lograr “una base monetaria constante” (Twitter de Milei).

Sin embargo, tanto los objetivos de sanear el BCRA y el de tener un crecimiento de la base monetaria constante tienen como premisa básica el superávit financiero del Tesoro, un ancla basada en la contracción del gasto fiscal para lograr un superávit primario antes del pago de intereses, es decir, el ancla fiscal.

El resultado fue alcanzar en febrero el primer mes con superávit fiscal después de 12 años y el primer trimestre de 2024, el primer superávit fiscal trimestral en 16 años, donde el Gobierno logró sobrecumplir la pauta fiscal del programa con el FMI, con $ 2,8 billones por encima de la meta. Con el superávit fiscal en abril, desde 2008 no se habían registrado tres meses seguidos de superávit fiscal.

El IARAF estima que en el primer trimestre del año se pasaría de un déficit fiscal de 0,74% del PIB, a un superávit fiscal del 0,17% del PIB; un esfuerzo fiscal de 0,9 p.p. del PIB. Encuentra que “el superávit fiscal en el primer trimestre de 2024 se debió al mayor recorte real interanual de gasto público de los últimos 30 años. Con ingresos menores que en 2023, toda la mejora del resultado fiscal fue explicada por la reducción del gasto”.

El dato es que el ancla fiscal funciona hasta ahora debido a la contracción del gasto fiscal. Los daños colaterales serán después en el nivel de inversión pública, producto y empleo. El FMI y el Gobierno de Milei festejan el superávit en 16 años, pero no la contracción del gasto público en 30 años.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Aterrizaje suave pese a todo

/ 1 de mayo de 2024 / 07:43

Es interesante hacer un seguimiento de los informes del FMI sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO por sus siglas en inglés) que emite con una periodicidad de dos veces al año (abril y octubre), con actualizaciones en enero y julio. El último informe de abril hace una revisión de los pronósticos de crecimiento al alza y una revisión a la baja de las previsiones de inflación, y reiterando su tendencia a la baja, concluyendo que la economía mundial va hacia un aterrizaje suave.

El excesivo énfasis en la inflación del FMI es en las normas o recetas en materia de política monetaria, que, aunque no es un Banco Central, trató de imitar mandando subir las tasas de interés cuando la inflación era alta, junto con reducir el gasto público para contraer el exceso de demanda que identificaba como causa principal de las presiones inflacionarias, cuando la mayoría de los análisis de los propios bancos y analistas mostraban la incidencia de los shocks de oferta y el riesgo geopolítico.

El problema de fondo es la utilidad de los informes y las proyecciones sobre la economía global. Desde que me inicié en el seguimiento del entorno mundial a principios de los años 90, no encontré un informe oficial público que alertara anticipadamente sobre el efecto Tequila y la crisis de México, en pleno triunfalismo del FMI por la liberación total de la cuenta de capitales, aunque sí algunos papers, como el de Guillermo Calvo sobre el frenazo súbito, ignorados por los altos ejecutivos del FMI. Pasó lo mismo con la crisis asiática, en Tailandia y Corea, y después con las crisis del real en Brasil, en pleno auge de la liberación global. Tuvieron que irrumpir esas crisis para que se moderara la recomendación de la apertura de capitales por parte del FMI, una institución supuestamente encargada de prevenir y enfrentar los desequilibrios externos, pero que más bien los acentuaba. El caso más patético fue con la crisis financiera mundial de 2007 y 2008, que no fue solo una crisis de las hipotecas, sino de un sistema financiero con supervisión laxa y centrada en los derivados financieros. Se dice que un economista como Nouriel Roubini previno la crisis, lo que es preocupante, ya que las tres instituciones internacionales más grandes (FMI, BM, OECD) solo se limitaban a repetir los mismos datos y mantras, y ni siquiera tocan madera para prevenir las crisis.

Ahora, mientras los informes de la troika tenían consenso del aterrizaje suave, un solo dato como la tasa de crecimiento del PIB de los EEUU cambió el entorno optimista a uno pesimista donde se duda del aterrizaje suave. Así, el crecimiento del 1,6% anualizado en el primer trimestre de 2024, frente al 3,4% del trimestre anterior fue por debajo de las previsiones triunfalistas del 2,5%, afectó a los mercados y analistas. Fue el crecimiento más bajo desde las contracciones de la economía en el primer semestre de 2022, que mostraron una recesión técnica no aceptada oficialmente, puesto que hasta ahora se espera el pronunciamiento oficial del NBER, institución oficial sobre el tema de recesiones.

La cereza que cuestionó el aterrizaje suave del dato a marzo de 2024 del Índice de Precios de los Gastos de Consumo Personal (PCE Price index), que muestra un aumento de su tasa anualizada de 2,5% en febrero a un 2,7% en marzo, y que, si se excluyen combustibles y alimentos, lo que se denomina la tasa subyacente, se mantiene en un 2,8%. Es decir, la inflación no está queriendo aterrizar al 2% que espera la Fed, sino se mantiene terca, cercana al 3%, mostrando que los datos no siguen a las autoridades monetarias ni al FMI, por supuesto.

Lo que más me preocupa es que en medio de los informes sobre el aterrizaje suave, el 8 de abril, sea el CEO de JP Morgan Chase, el banco más grande de los EEUU, Jamie Dimon, quien alerte a sus accionistas, según recoge The New York Times, de que la inflación y las tasas serán más firmes de lo que esperan los mercados y se mostró más escéptico sobre las probabilidades de un aterrizaje suave. Advirtió que las preocupaciones geopolíticas deberían estar por encima de cualquier preocupación económica.

Pareciera que Dimon estaba mejor informado que el FMI sobre los datos de inflación subyacente y del PIB.

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China: ¿En la trampa de ingresos medios o de EEUU?

Según las estadísticas de la OMC (2024), China ocupa en 2023 el primer lugar como exportador en el mundo

Gabriel Loza

/ 17 de abril de 2024 / 11:05

La semana pasada, dos tópicos llamaron la atención sobre China: el primero, el riesgo que corre China de caer en la “trampa de los ingresos medios”, nada menos de Nouriel Roubini, y el segundo, la declaración a Bloomberg de la Secretaria del Tesoro de EEUU, relativa a que “la aceleración de la industria china está distorsionando la economía mundial: Yellen”.

También revise: ¿La economía de Biden o de Trump?

Roubini (2024, abril), uno de los pocos que anticipó la crisis financiera de 2008, aunque hasta el presente todavía no registró otro éxito similar, advierte la trampa de ingresos medios para China: “¿Será China la excepción? Después de más de 30 años de tasas de crecimiento cercanas al 10%, su economía se desaceleró bruscamente en esta década; incluso el año pasado —cuando experimentó un fuerte rebote después de la era de la ‘política de cero COVID-19’— su crecimiento según los indicadores oficiales solo fue del 5,2%. Aún peor es que según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional su crecimiento caerá al 3,4% anual para 2028, y teniendo en cuenta sus políticas actuales muchos analistas prevén que la tasa de crecimiento potencial solo será del 3% para fines de esta década. Si eso ocurre, China habrá efectivamente caído en la trampa del ingreso medio”.

En 2007, el Banco Mundial sugería que Asia Oriental pronto se convertiría en una región de ingresos medios y planteaba la idea de la «trampa de los ingresos medios», concepto que no definió. En 2011, Homi Kharas y Harinder Kohli (2011) profundizaron en el concepto, especificando que cuando un país escapa de la trampa de la pobreza en la etapa de desarrollo de bajos ingresos y entra en la fase de desarrollo de ingresos medios, puede enfrentar un estancamiento del crecimiento y la incapacidad de seguir ascendiendo en la escala hacia el rango de ingresos altos.

Shaojie Zhou y Angang Hu precisan que: “…cuando un país entra en la categoría de país de ingresos medios desde la etapa de desarrollo de ingresos bajos, pierde las ventajas comparativas de un costo de mano de obra más barato y se vuelve menos competitivo en las exportaciones de manufacturas frente a los países de ingresos bajos y bajos salarios debido al aumento de los costos laborales (What Is the “Middle Income Trap”).

De esta manera, para salir de la supuesta trampa de ingresos medios había que ser más competitivos en las exportaciones totales, en las de manufacturas y en productos de alta tecnología.

Según las estadísticas de la OMC (2024), China ocupa en 2023 el primer lugar como exportador en el mundo con una participación del 14,4% del total y en el segundo lugar EEUU, con un 8,3% del total mundial. En las exportaciones de manufacturas, China tiene el primer puesto, así como, por ejemplo, en las exportaciones de equipo de oficina y telecomunicaciones, en cambio EEUU está en tercer lugar como exportador de manufacturas y en el sexto puesto en exportaciones de equipo de oficinas y telecomunicaciones. Es en las exportaciones de automóviles que EEUU está en segundo lugar, mientras que China en el quinto lugar, según la OMC (2024).

Lo cierto es el meteórico ascenso de China en el sector manufacturero, de un 5% de la cuota de la producción bruta mundial en 1995 subió a un 35% en 2020, mientras que EEUU, que en 1995 participaba con el 22% de la producción mundial manufacturera, cayó de importancia en 2020 a un 12%.

En este contexto hay que situar las declaraciones de la Secretaria del Tesoro de EEUU, que en nombre de todos los países y las instituciones encargadas de velar las reglas multilaterales acusa que “el exceso de capacidad de China distorsiona los precios y los patrones de producción mundiales y perjudica a las empresas y los trabajadores estadounidenses, así como a empresas y trabajadores de todo el mundo”. Es la primera vez que se acusa a un país por tener exceso de capacidad industrial y se cuestiona su política industrial.

¿Qué tienen entonces que hacer los países con sus políticas industriales y tecnológicas? Esperar el visto bueno de EEUU, una especie de “certificación mundial”. Me imagino a la India, dentro de unos pocos años, puesto que es el séptimo exportador mundial de productos y el tercer exportador mundial de servicios digitales. En conclusión: ¿No seria mejor denominarla la trampa de EEUU? 

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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¿La economía de Biden o de Trump?

Actualmente, la economía de EEUU creció un 4,9% y un 3,2% en el tercer y cuarto trimestre de 2023

Gabriel Loza

/ 3 de abril de 2024 / 07:12

En tiempo de elecciones, la situación o estado de la economía pareciera que juega un mayor papel que los economistas, ya sean candidatos o asesores, como en el caso de los Estados Unidos.

Es mundialmente conocida la famosa frase utilizada por Bill Clinton, candidato de los demócratas, contra Busch padre en 1992, candidato de los republicanos: “La economía, estúpido”, que le permitió ganar la carrera presidencial y la cuestión, ahora, es si Biden la utilizará después de que la economía de EEUU capeó una posible recesión o si en cambio ganará de todas maneras Trump, como señalan algunas apuestas en Wall Street.

Lea también: ¿Hay o no burbuja financiera?

Generalmente se da por sentado que los problemas económicos o el estado de situación de una economía es muy esencial para definir al candidato ganador como, por ejemplo, en el caso reciente de Milei en Argentina. Sin embargo, utilizando la conocida cita del economista Dany Rodrik: depende.

En un estudio econométrico sobre los presidentes de EEUU y su economía, Alan S. Blinder y Mark W. Watson concluían que: “La economía estadounidense se ha comportado mejor cuando el presidente de Estados Unidos es demócrata que republicano, casi independientemente de cómo se mida el rendimiento. En el caso de muchas medidas, incluido el crecimiento del PIB real (en el que nos centramos), la brecha de rendimiento es grande y significativa. Este artículo se pregunta por qué. La respuesta no se encuentra en cuestiones técnicas de series temporales ni en una política monetaria o fiscal sistemáticamente más expansiva bajo los demócratas. Más bien, parece que la ventaja demócrata se debe principalmente a shocks petroleros más benignos, un desempeño superior de la productividad total de los factores (PTF), un entorno internacional más favorable y quizás expectativas de consumo más optimistas sobre el futuro a corto plazo”.

Tradicionalmente, antes y después de un proceso electoral se muestra la reacción de los mercados bursátiles como un indicador relevante sobre el candidato en cuestión, puesto que hay candidaturas más favorables y otras menos proclives al mercado. Así se tiene que el desempeño del Standard & Poor’s desde 1945 muestra que en promedio su rendimiento fue mejor con los Demócratas (11,2%) que con los Republicanos (6,9%). Esta diferencia se supone que se ampliaría si se toma el rendimiento récord hasta el primer trimestre de 2024.

También tenemos que desde 1945, el PIB de EEUU creció un promedio de 4,1% bajo los demócratas, en comparación con el 2,5% bajo los republicanos, debido a que muchas expansiones económicas han muerto durante las administraciones republicanas. Diez de las últimas 11 recesiones, que se remontan a la década de 1950, comenzaron durante una Casa Blanca dirigida por el Partido Republicano, ojalá no se cumpla esta regla para 2024 con Trump, que fue el primer presidente en no ser reelegido a pesar de ocupar el cargo durante tiempos ampliamente prósperos.

Actualmente, la economía de EEUU creció un 4,9% y un 3,2% en el tercer y cuarto trimestre de 2023 y a febrero de 2024, el desempleo está en 3,9%, la inflación en 3,2% y el crecimiento de los salarios reales ha vuelto a su tendencia alcista previa a la pandemia.

Con el triunfo de Biden sobre Trump en 2020, se pensó que iba a cambiar su política exterior agresiva y en especial su política comercial neoproteccionista. Sin embargo, Biden no solo continuó la política de seguridad nacional de Trump, sino que la profundizó, estableciendo, por ejemplo, en su estrategia nacional como objetivo explícito contener a China.

El neoproteccionismo de Trump, basado en parte en la aplicación de aranceles y restricciones para proteger a algunos productores, se amplió creando oportunidades para construir proyectos, contratar trabajadores y fabricar equipos necesarios para fortalecer las cadenas de suministro nacionales con la aplicación de más de 20 incentivos tributarios, dentro de la llamada Inflation Reduction Act.

Al final, parece que América Latina y el Caribe seguirán esperando, como siempre, algunos cambios de la política exterior de EEUU hacia su patio trasero, que ahora cuenta con un interesado como es China y posiblemente, en un corto plazo, con el arribo de la India.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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