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Friday 14 Jun 2024 | Actualizado a 00:16 AM

¿Antiextravismo?

El enfoque antiextractivista peca del voluntarismo mesiánico y de principios del socialismo utópico

/ 22 de agosto de 2015 / 05:59

Existe una corriente muy fuerte de pensamiento en América Latina que condena el extractivismo, entendido, según Gudynas (Extractivismos, 2015), como “un tipo de extracción de recursos naturales en gran volumen o alta intensidad y que están orientados esencialmente a ser exportados como materias primas sin procesar o con un procesamiento mínimo”. Este enfoque simplifica el actual proceso de cambio económico, político y social en la región, limitándose a clasificar a los gobiernos entre “extractivistas conservadores reajustados” (Colombia, Chile, México, Perú y Paraguay) y “extractivistas progresistas” (Argentina. Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Venezuela), concluyendo que ambos son depredadores.

El enfoque se centra en el diagnóstico del extractivismo y en la crítica contundente a sus implicaciones depredadoras ambientales. Sin embargo, la parte propositiva es mínima y aparece como reflexiones finales.

Así, plantea que para salir de la dependencia extractivista hay que buscar “una alternativa al desarrollo” (tremenda tarea), y mientras tanto son necesarias unas “transiciones extractivistas”, al extractivismo “sensato” para llegar a “extracciones indispensables”. En esta fase desaparecería el extractivismo como tal y, cándidamente, propone que “los usos de recursos naturales estén enfocados en las necesidades y demandas genuinas de los latinoamericanos, y no como alimento a un mercado global de consumo”. En el caso boliviano, ya estaríamos en este punto, ya que las exportaciones de hidrocarburos satisfacen demandas genuinas de energía de brasileños y argentinos.

Como clara expresión de “voluntarismo económico” postula que: “en este caso, la apropiación de recursos naturales alimenta procesos productivos organizados y ordenados bajo otras perspectivas (¿cuáles?), dejan de estar restringidos a la valoración económica (¿qué tipo de valoración se utilizará, fuera del mercado?) y los patrones de consumo se basan en balances entre austeridad y calidad de vida (¿quién establece el balance el estado central o la asamblea?)”.

Gudynas se equivoca en el análisis del caso boliviano, que dice tiene muchas similitudes con el Plan de Buen Vivir (2009) del Ecuador, que propone dos pasos, primero extractivismo y después atender las condiciones sociales y ambientales. En primer lugar, el Plan Nacional de Desarrollo del Vivir Bien se elaboró en 2006, mucho antes que el Buen Vivir ecuatoriano. En segundo lugar, postulaba satisfacer las condiciones materiales y espirituales en armonía con el medioambiente y la comunidad, en forma simultánea, no por etapas. En tercer lugar, simultáneamente el excedente económico debería reinvertirse en el sector estratégico en su industrialización; destinarse a la diversificación económica en el sector intensivo en mano de obra como agricultura, industria, turismo; y asignarse al sector social para disminuir la pobreza a través de bonos y recursos fiscales.

Sin embargo otra cosa es con guitarra, cuando se está en la toma de decisiones en la gestión pública, donde es necesario hacer los cambios con el motor en marcha. No se puede decir paremos el carro, busquemos otro motor, pero además esperemos a que nos digan cuál es el “otro desarrollo”, puesto que estamos insertos, queramos o no, en un mercado global, en la economía-mundo capitalista.
Sinceramente, el enfoque antiextractivista peca del voluntarismo mesiánico y de principios del socialismo utópico, y lamentablemente los pueblos y la Madre Tierra esperan respuestas inmediatas y concretas.

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Bolivia: ¿mirando al futuro?

Una Bolivia que me llama mucho la atención es la que ha realizado pasos importantes para erradicar la corrupción

Gabriel Loza

/ 12 de junio de 2024 / 07:12

Cuando se está inmerso en un entorno donde proliferan los conflictos económicos como la escasez “transitoria” de divisas, combustibles y de tomates, y el casi haber alcanzado la meta de inflación para todo el año (3,6%), solo con la inflación a 12 meses a mayo (3,52%), además del bloqueo de caminos del transporte pesado y de los gremiales, el paro ya tradicional de los médicos de la Caja, los conflictos regionales (devolución del IDH) y municipales (como en nuestra ínclita ciudad de La Paz), se suman como si fuera poco los conflictos político-judiciales  con la “accidentada” sesión de la Asamblea Legislativa, que además aprobó un crédito externo de $us 174 millones.

Vea: ¿Dólar fuerte: deuda insostenible?

Así, en medio de todos estos aprietos, apuros y arrebatos (véase sinónimos de crisis), me llegó a mis manos el libro del doctor en economía Rolando Morales, titulado Bolivia mirando al futuro: aportes para un plan de Gobierno. Grande fue mi sorpresa al constatar que alguien esté mirando al futuro cuando la mayoría está enguerrillada sacando cuentas del pasado, mirando en un horizonte ni siquiera de corto plazo sino de sus propias sus narices y propios intereses. Fue como un shock de frescura, de aire renovado, de energía positiva que un economista, analista y comentarista esté presentando propuestas identificando problemas, trazando objetivos específicos y ofreciendo recomendaciones concretas que abarcan más allá de lo que uno podría pensar los temas económicos, puesto que empieza con las “tareas urgentes”, empezando por el déficit fiscal, subsidio a los carburantes y el problema de escasez de dólares, para abarcar la reforma de la justicia, la participación regional, el problema de la tierra y la recuperación de la minería.

Pero Rolando Morales va más allá de los clásicos programas económicos, puesto que presenta la Plataforma Democrática, dentro de ella el monitoreo de conflictos; la Plataforma económica y social, donde toca el tema de las intervenciones del Estado y las sinergias del sector privado, su énfasis en la productividad y en especial en el capital humano; la Plataforma Ambiental y el problema de los centros poblados, para terminar, como propuesta, con las instituciones públicas: poderes Ejecutivo y Legislativo.

Como se puede observar, son propuestas de amplio espectro, son nuevas plataformas, más allá de las electorales que simplemente son una sumatoria de medidas reivindicativas derivadas de consultas de opinión a través de encuestas y redes sociales y que no se piensan cumplir.

Y su punto de partida es muy simple: la visión del país que queremos “como fuente fundamental de inspiración de las políticas públicas”. Así, nos habla o sueña con un futuro, esperamos que sea próximo, donde ya se han realizado muchos de sus objetivos como, por ejemplo: Una Bolivia Verde, un plan de reordenamiento territorial, Bolivia inició cambios institucionales asegurando el ejercicio de la democracia y la participación ciudadana, la reforma de la justicia y de la Policía, la seguridad física y el bienestar de los vecinos con programas de inducción social y mejoramiento de barrios.

Una Bolivia que me llama mucho la atención es la que ha realizado pasos importantes para erradicar la corrupción, ha buscado el restablecimiento de la ética en una sociedad con cohesión social. Una Bolivia, que me gustaría, es la que en relación al parlamento, “el número de representantes fue drásticamente reducido para dar funcionalidad a los debates y a los procesos de toma de decisión”. Además, se solucionó el álgido problema de acceso a la propiedad rural y las regiones tienen participación institucional en las inversiones y, por fin: “Bolivia ha logrado erradicar el narcotráfico”.

Podríamos seguir esa Bolivia de ensueño, pero deben comprar el libro en Plural porque es solo la puntita de iceberg lo que les muestro, para verificar que los economistas también podemos pensar más allá de nuestro ámbito y tener una visión menos cuantitativa, más amplia como la que nos presenta Rolando Morales.

Para concluir quiero resaltar el punto central del desarrollo de Bolivia que le preocupa a Rolando: “Bolivia acepta que su principal riqueza está constituida por el capital humano conformado por millones de trabajadores formales e informales y que, orientando las políticas públicas hacia el mejoramiento de sus rendimientos laborales, el país podría asegurar un desarrollo sostenido y el fin de la pobreza”.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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¿Dólar fuerte: deuda insostenible?

El grupo de países que más ha lanzado una ofensiva verbal contra el dólar son los BRICS

Gabriel Loza

/ 29 de mayo de 2024 / 11:26

Si a un anarcoeconomista le hablan de una economía que, entre 2022 y 2023, ha tenido un déficit fiscal en torno al 6% del PIB y una deuda pública del 97% del PIB, y que además se proyecta que tendrá una tendencia creciente y que en 2028 el déficit fiscal alcanzará el 6,4% del PIB y la deuda publica el 108,3% del PIB, tendría que aplicar inmediatamente la receta del FMI o de Milei, de recortar drásticamente el déficit fiscal y renegociar su deuda pública. El único problema es que no es cualquier paciente subdesarrollado, sino simplemente se trata del paciente que habla inglés: EEUU.

Lea: Las ‘anclas’ de Milei

En marzo de este año salió publicado el informe de la Oficina del Presupuesto del Congreso (CBO por sus siglas en inglés), el cual alerta sobre el peligro de los elevados déficits fiscales y el crecimiento acelerado de la desmesurada deuda pública de Estados Unidos. 

Según el informe, el déficit fiscal aumentaría significativamente del 6,2% en 2023 al 8,5% del PIB en 2054. Ese crecimiento es principalmente como resultado del aumento de los costos de los intereses, que suben de un 2,4% del PIB en 2023 al 6,3% del PIB en 2054 y también, en menor medida, de los déficits primarios que se mantienen en torno al 2,2 %.

La deuda en manos del público, impulsada por los grandes déficits fiscales, subiría de un 97% del PIB en 2023 a un 116% en 2034, y luego continuaría creciendo en una tendencia muy empinada, alcanzando el 166% del PIB en 2054.

El gran problema para la Oficina de Presupuesto del Congreso es que, a diferencia del FMI, alerta un peligro inminente para EEUU: “Esa creciente deuda desaceleraría el crecimiento económico, aumentaría los pagos de intereses a los tenedores extranjeros de deuda estadounidense y plantearía riesgos significativos para las perspectivas fiscales y económicas.”

Si se analizara a un país solamente con esos datos, yo por lo menos no compraría títulos de deuda emitidos por el Tesoro por los “aumentos de los pagos de intereses a los tenedores extranjeros”. Sin embargo, EEUU emite su moneda discriminadamente para las transacciones domésticas e internacionales, constituyéndose en la divisa por excelencia no solo para transacciones, facturaciones, emisión de deuda internacional sino como reserva de valor y su uso en las reservas oficiales de divisas.

Según datos del FMI, para el cuarto trimestre de 2023, el dólar se ha mantenido como moneda dominante de uso de reserva con un 58% del total de las reservas monetarias mundiales, aunque con una disminución de un punto porcentual respecto a 2021 (59,3%). Empero, si comparamos su peso con principios de siglo, el dólar representaba el 71,1% de las reservas monetarias oficiales.

El euro continúa con un 20% de importancia, aunque con 0,5 puntos porcentuales menos que en 2021. Este peso se ha mantenido desde fines de 2000. Más lejos en incidencia están el yen (6%), la libra esterlina (5%) y el renminbi, con un 2% (mientras que en 2021 estaba con 2,7%), con similar importancia del dólar australiano y el dólar canadiense. En 2000, el renminbi no figuraba como moneda de reserva internacional.

Parte de las reservas mundiales en dólares están constituidas por títulos del Tesoro de EEUU y los inversores extranjeros poseen un tercio de los títulos del Tesoro en circulación. Sin embargo, esta tenencia de títulos disminuyó puesto que hace unos 10 años la participación era del 50%.

En el contexto actual de incertidumbre geoeconómica, que no se dio ni en la época de la Guerra Fría, la tendencia de varios bancos centrales ha sido aumentar sus tenencias en oro con precios crecientes de la onza troy fina, que han llegado hasta los $us 2.400. Así también Japón, que es primer tenedor de los títulos del Tesoro de EEUU en el exterior, a fines de abril habría vendido unos $us 35.000 millones en bonos estadounidenses, y las tenencias de deuda del Tesoro de EEUU de China, segundo tenedor, cayeron a $us 797.700 millones en enero.

El grupo de países que más ha lanzado una ofensiva verbal contra el dólar son los BRICS, que en la próxima reunión en Rusia, en octubre, “dará la máxima prioridad al programa de desdolarización y tomará medidas para reducir aún más la dependencia de la moneda estadounidense en el comercio transfronterizo entre las naciones”.

Sin embargo, de ahí a desdolarizar todas las transacciones hay un abismo. El gobernador del Fed Christopher J. Waller señala que “las investigaciones sugieren que los inversores extranjeros poseen aproximadamente la mitad del valor en dólares de los billetes estadounidenses en circulación”. Así, es muy probable que los asistentes a la reunión de los BRICS en Rusia lleven dólares en efectivo o en tarjetas de crédito.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Las ‘anclas’ de Milei

El dato es que el ancla fiscal funciona hasta ahora debido a la contracción del gasto fiscal

Gabriel Loza

/ 15 de mayo de 2024 / 11:31

Los medios y comentaristas han estado hablando sobre los cuatro o cinco perros clonados de Milei. Una tremenda difusión de las noticias y controversias sobre la clonación de sus “hijos con patas”, como prefiere llamarlos, que se remonta a 2017 y que cuatro llevan los nombres de cuatro economistas y el quinto, en discordia, el nombre de Conan, posiblemente el bárbaro.

Toda esta discusión ofusca el análisis de la política de estabilización de Milei, que quiérase o no, ha tenido un relativo éxito e innegable en el corto tiempo de su gestión al desacelerarse la inflación y estabilizarse el tipo de cambio. Es por eso que propongo en vez de discutir cuántas mascotas o cachorros tiene Milei, deberíamos analizar cuántas anclas o cual es el nombre del ancla que utiliza Milei en su política de estabilización.

Revise: Aterrizaje suave pese a todo

Para reducir o desacelerar la inflación es fundamental la elección de un ancla nominal para guiar, lo que se denomina la formación de expectativas económicas de los agentes. Tradicionalmente, en economía se discutía cuál es el ancla óptima: entre el ancla monetaria o el control de un agregado monetario versus el ancla cambiaria o el control del tipo de cambio. El anclaje cambiario consiste en fijar el precio del dólar con el respaldo de las reservas internacionales y el ancla monetaria radica en restringir la cantidad de dinero en moneda nacional, para que no haya en circulación un excedente que se vaya al dólar. 

Bajo este contexto, la pregunta simple que surge es ¿cuál es el tipo de anclaje que utilizó Milei hasta el presente para estabilizar su economía?

En primer lugar, para empezar, es necesario aclarar que en Argentina la tasa de política monetaria no es libre ni está determinada por el mercado, puesto que está regulada. El BCRA redujo esta tasa de 100% en diciembre de 2023 a 50% el 2 de mayo de 2024, aclarando que: “la decisión del BCRA se toma en consideración del contexto financiero y de liquidez y se fundamenta en el rápido ajuste de expectativas de inflación, en el afianzamiento del ancla fiscal, y en el impacto monetario contractivo”.

Así mencionó Milei: «Imagino que con las bajas de inflación que se están viendo, el BCRA va a volver a bajar la tasa de interés. Esto va a permitir salir de las posiciones del BCRA e irse al Tesoro, con lo cual seguimos limpiando su balance». El objetivo de la política de estabilización es sanear el balance del Banco Central (limpiar sus pasivos remunerados) como parte del plan de estabilización.

En segundo lugar, Milei está utilizando el control de un agregado monetario, que es la base monetaria. Así, respecto al impacto monetario contractivo, Milei dijo: «Cuando uno mira la evolución de la base monetaria en términos del PBI, a lo largo del S. XXI el promedio estuvo en torno al 9/10% y hoy la base monetaria es del 2,6% del PBI, o sea que la cantidad de dinero en la economía está muy apretada» (sic). El objetivo de política de estabilización es lograr “una base monetaria constante” (Twitter de Milei).

Sin embargo, tanto los objetivos de sanear el BCRA y el de tener un crecimiento de la base monetaria constante tienen como premisa básica el superávit financiero del Tesoro, un ancla basada en la contracción del gasto fiscal para lograr un superávit primario antes del pago de intereses, es decir, el ancla fiscal.

El resultado fue alcanzar en febrero el primer mes con superávit fiscal después de 12 años y el primer trimestre de 2024, el primer superávit fiscal trimestral en 16 años, donde el Gobierno logró sobrecumplir la pauta fiscal del programa con el FMI, con $ 2,8 billones por encima de la meta. Con el superávit fiscal en abril, desde 2008 no se habían registrado tres meses seguidos de superávit fiscal.

El IARAF estima que en el primer trimestre del año se pasaría de un déficit fiscal de 0,74% del PIB, a un superávit fiscal del 0,17% del PIB; un esfuerzo fiscal de 0,9 p.p. del PIB. Encuentra que “el superávit fiscal en el primer trimestre de 2024 se debió al mayor recorte real interanual de gasto público de los últimos 30 años. Con ingresos menores que en 2023, toda la mejora del resultado fiscal fue explicada por la reducción del gasto”.

El dato es que el ancla fiscal funciona hasta ahora debido a la contracción del gasto fiscal. Los daños colaterales serán después en el nivel de inversión pública, producto y empleo. El FMI y el Gobierno de Milei festejan el superávit en 16 años, pero no la contracción del gasto público en 30 años.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Aterrizaje suave pese a todo

/ 1 de mayo de 2024 / 07:43

Es interesante hacer un seguimiento de los informes del FMI sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO por sus siglas en inglés) que emite con una periodicidad de dos veces al año (abril y octubre), con actualizaciones en enero y julio. El último informe de abril hace una revisión de los pronósticos de crecimiento al alza y una revisión a la baja de las previsiones de inflación, y reiterando su tendencia a la baja, concluyendo que la economía mundial va hacia un aterrizaje suave.

El excesivo énfasis en la inflación del FMI es en las normas o recetas en materia de política monetaria, que, aunque no es un Banco Central, trató de imitar mandando subir las tasas de interés cuando la inflación era alta, junto con reducir el gasto público para contraer el exceso de demanda que identificaba como causa principal de las presiones inflacionarias, cuando la mayoría de los análisis de los propios bancos y analistas mostraban la incidencia de los shocks de oferta y el riesgo geopolítico.

El problema de fondo es la utilidad de los informes y las proyecciones sobre la economía global. Desde que me inicié en el seguimiento del entorno mundial a principios de los años 90, no encontré un informe oficial público que alertara anticipadamente sobre el efecto Tequila y la crisis de México, en pleno triunfalismo del FMI por la liberación total de la cuenta de capitales, aunque sí algunos papers, como el de Guillermo Calvo sobre el frenazo súbito, ignorados por los altos ejecutivos del FMI. Pasó lo mismo con la crisis asiática, en Tailandia y Corea, y después con las crisis del real en Brasil, en pleno auge de la liberación global. Tuvieron que irrumpir esas crisis para que se moderara la recomendación de la apertura de capitales por parte del FMI, una institución supuestamente encargada de prevenir y enfrentar los desequilibrios externos, pero que más bien los acentuaba. El caso más patético fue con la crisis financiera mundial de 2007 y 2008, que no fue solo una crisis de las hipotecas, sino de un sistema financiero con supervisión laxa y centrada en los derivados financieros. Se dice que un economista como Nouriel Roubini previno la crisis, lo que es preocupante, ya que las tres instituciones internacionales más grandes (FMI, BM, OECD) solo se limitaban a repetir los mismos datos y mantras, y ni siquiera tocan madera para prevenir las crisis.

Ahora, mientras los informes de la troika tenían consenso del aterrizaje suave, un solo dato como la tasa de crecimiento del PIB de los EEUU cambió el entorno optimista a uno pesimista donde se duda del aterrizaje suave. Así, el crecimiento del 1,6% anualizado en el primer trimestre de 2024, frente al 3,4% del trimestre anterior fue por debajo de las previsiones triunfalistas del 2,5%, afectó a los mercados y analistas. Fue el crecimiento más bajo desde las contracciones de la economía en el primer semestre de 2022, que mostraron una recesión técnica no aceptada oficialmente, puesto que hasta ahora se espera el pronunciamiento oficial del NBER, institución oficial sobre el tema de recesiones.

La cereza que cuestionó el aterrizaje suave del dato a marzo de 2024 del Índice de Precios de los Gastos de Consumo Personal (PCE Price index), que muestra un aumento de su tasa anualizada de 2,5% en febrero a un 2,7% en marzo, y que, si se excluyen combustibles y alimentos, lo que se denomina la tasa subyacente, se mantiene en un 2,8%. Es decir, la inflación no está queriendo aterrizar al 2% que espera la Fed, sino se mantiene terca, cercana al 3%, mostrando que los datos no siguen a las autoridades monetarias ni al FMI, por supuesto.

Lo que más me preocupa es que en medio de los informes sobre el aterrizaje suave, el 8 de abril, sea el CEO de JP Morgan Chase, el banco más grande de los EEUU, Jamie Dimon, quien alerte a sus accionistas, según recoge The New York Times, de que la inflación y las tasas serán más firmes de lo que esperan los mercados y se mostró más escéptico sobre las probabilidades de un aterrizaje suave. Advirtió que las preocupaciones geopolíticas deberían estar por encima de cualquier preocupación económica.

Pareciera que Dimon estaba mejor informado que el FMI sobre los datos de inflación subyacente y del PIB.

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China: ¿En la trampa de ingresos medios o de EEUU?

Según las estadísticas de la OMC (2024), China ocupa en 2023 el primer lugar como exportador en el mundo

Gabriel Loza

/ 17 de abril de 2024 / 11:05

La semana pasada, dos tópicos llamaron la atención sobre China: el primero, el riesgo que corre China de caer en la “trampa de los ingresos medios”, nada menos de Nouriel Roubini, y el segundo, la declaración a Bloomberg de la Secretaria del Tesoro de EEUU, relativa a que “la aceleración de la industria china está distorsionando la economía mundial: Yellen”.

También revise: ¿La economía de Biden o de Trump?

Roubini (2024, abril), uno de los pocos que anticipó la crisis financiera de 2008, aunque hasta el presente todavía no registró otro éxito similar, advierte la trampa de ingresos medios para China: “¿Será China la excepción? Después de más de 30 años de tasas de crecimiento cercanas al 10%, su economía se desaceleró bruscamente en esta década; incluso el año pasado —cuando experimentó un fuerte rebote después de la era de la ‘política de cero COVID-19’— su crecimiento según los indicadores oficiales solo fue del 5,2%. Aún peor es que según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional su crecimiento caerá al 3,4% anual para 2028, y teniendo en cuenta sus políticas actuales muchos analistas prevén que la tasa de crecimiento potencial solo será del 3% para fines de esta década. Si eso ocurre, China habrá efectivamente caído en la trampa del ingreso medio”.

En 2007, el Banco Mundial sugería que Asia Oriental pronto se convertiría en una región de ingresos medios y planteaba la idea de la «trampa de los ingresos medios», concepto que no definió. En 2011, Homi Kharas y Harinder Kohli (2011) profundizaron en el concepto, especificando que cuando un país escapa de la trampa de la pobreza en la etapa de desarrollo de bajos ingresos y entra en la fase de desarrollo de ingresos medios, puede enfrentar un estancamiento del crecimiento y la incapacidad de seguir ascendiendo en la escala hacia el rango de ingresos altos.

Shaojie Zhou y Angang Hu precisan que: “…cuando un país entra en la categoría de país de ingresos medios desde la etapa de desarrollo de ingresos bajos, pierde las ventajas comparativas de un costo de mano de obra más barato y se vuelve menos competitivo en las exportaciones de manufacturas frente a los países de ingresos bajos y bajos salarios debido al aumento de los costos laborales (What Is the “Middle Income Trap”).

De esta manera, para salir de la supuesta trampa de ingresos medios había que ser más competitivos en las exportaciones totales, en las de manufacturas y en productos de alta tecnología.

Según las estadísticas de la OMC (2024), China ocupa en 2023 el primer lugar como exportador en el mundo con una participación del 14,4% del total y en el segundo lugar EEUU, con un 8,3% del total mundial. En las exportaciones de manufacturas, China tiene el primer puesto, así como, por ejemplo, en las exportaciones de equipo de oficina y telecomunicaciones, en cambio EEUU está en tercer lugar como exportador de manufacturas y en el sexto puesto en exportaciones de equipo de oficinas y telecomunicaciones. Es en las exportaciones de automóviles que EEUU está en segundo lugar, mientras que China en el quinto lugar, según la OMC (2024).

Lo cierto es el meteórico ascenso de China en el sector manufacturero, de un 5% de la cuota de la producción bruta mundial en 1995 subió a un 35% en 2020, mientras que EEUU, que en 1995 participaba con el 22% de la producción mundial manufacturera, cayó de importancia en 2020 a un 12%.

En este contexto hay que situar las declaraciones de la Secretaria del Tesoro de EEUU, que en nombre de todos los países y las instituciones encargadas de velar las reglas multilaterales acusa que “el exceso de capacidad de China distorsiona los precios y los patrones de producción mundiales y perjudica a las empresas y los trabajadores estadounidenses, así como a empresas y trabajadores de todo el mundo”. Es la primera vez que se acusa a un país por tener exceso de capacidad industrial y se cuestiona su política industrial.

¿Qué tienen entonces que hacer los países con sus políticas industriales y tecnológicas? Esperar el visto bueno de EEUU, una especie de “certificación mundial”. Me imagino a la India, dentro de unos pocos años, puesto que es el séptimo exportador mundial de productos y el tercer exportador mundial de servicios digitales. En conclusión: ¿No seria mejor denominarla la trampa de EEUU? 

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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