Reprimidos por el rock
Las comunidades mineras tienen una larga tradición de festivales y grupos dedicados a este género
En 2019, la Policía entró al Hell Metal Festival para terminar el concierto, varias bandas que llegaron desde Cochabamba a Andavilque, como Execution y Cirrosis, no pudieron tocar. Meses más tarde, al tercer tema que ejecutaba Alcoholica de La Paz, la Policía volvió a terminar el concierto con amenazas. Después, en el Copagira Festival, algunas bandas de Llallagua, como Cocodril Reggae, fueron detenidas e intentaron decomisar sus instrumentos. Entre 2020-2021, los conciertos dejaron de realizarse por la crisis política, social y sanitaria del coronavirus. Pero hace una semana, en el Festival Los Demonios de la Chicha, la Policía gasificó el concierto mientras tocaba La Logia de Sucre.
Los jóvenes rockeros de Llallagua reclamaron: “La Policía siempre es así, pero esta vez se pasó con el gas”; “Antes solo se metían con las bandas, ahora están agrediendo al público”; “No pueden reprimirnos por el rock, nosotros siempre hemos sido rockeros, desde nuestros padres, incluso nuestros abuelos mineros ya escuchaban”. Las autoridades municipales parecen no entender que el rock es parte del centro minero Catavi-Llallagua-Siglo XX, aunque quizá sea todo lo contrario…
Los festivales fueron organizados por el Centro Cultural Kuskay del valle de Andavilque, municipio de Llallagua-Potosí, donde la familia San Miguel construyó un espacio alternativo que da continuidad a la tradición chichera del pueblo, que hasta 1985 hubo más de 22 chicherías frecuentadas por familias mineras, pero también para preservar la tradición rockera de estos campamentos mineros. Lamentablemente, la represión policial pone en peligro la autogestión del lugar.
A todo volumen
A mediados de la década de los años 60 del siglo pasado, el rock comenzó a internarse en el movimiento obrero del Norte de Potosí, cuando radios como La Voz del Minero, fundada en 1947, y Radio Pío XII, de 1959, comenzaron a difundir la ideología pacifista, anticonsumista y libertaria del pensamiento hippie. Así llegaron a escucharse las primeras bandas norteamericanas de protesta como The Doors y Janis Joplin. Pero la rebeldía del rock británico tuvo mayor fuerza en estos campamentos mineros.
Ese tiempo, la Central Obrera de Bolivia (COB) conducía la lucha del pueblo boliviano y Siglo XX era el bastión revolucionario. Los jóvenes lucían melena, vestían pantalones acampanados y la cultura del rock era parte de la protesta social: en las calles, dentro de los socavones y acompañando las tradicionales fogatas de San Juan, que conmemoran la masacre de 1967. Durante la década de los años 70, el volumen subía, se escuchaba Led Zeppelin, Uriah Heep, Black Sabbath y Pink Floyd. También sonaba rock argentino, pues músicos como Sui Generis, Los Gatos, León Gieco y José Alberto Iglesias (Tanguito) marcaron a esta generación rockera.
A la par se crearon las bandas de rock locales como Extraña Dimensión, de 1967; Rocking, una de las primeras bandas de heavy metal boliviano; Trueno de Catavi; Happy Boys e Inti Rock de Llallagua. Tocaban en el Teatro Sindical de Siglo XX, el Teatro Nacional de Llallagua y los clubs sociales Racing y Palitroque, amenizando fiestas navideñas y de Año Nuevo, graduaciones de colegios y matrimonios. Raúl Rojas, músico e investigador, recuerda que a diferencia de las chicherías de Andavilque, en estos eventos todos bailaban sobrios, consumiendo solamente refrescos y comida.
En 1971, el general Hugo Banzer Suárez dio golpe de Estado. Los conciertos dejaron de celebrarse libremente y durante largos periodos de represión militar no se organizó ningún tipo de evento. El movimiento minero luchaba incansablemente contra la dictadura y fueron las mujeres de Llallagua, del Comité de Amas de Casa, quienes dieron fin a la dictadura iniciando la huelga de hambre de diciembre de 1977, en el auditorio contiguo a la radio minera del sindicato de Siglo XX.
Rojas sostiene: “Antes de la relocalización minera, el movimiento rockero de estas poblaciones era mayor que en Cochabamba o Sucre. Se puede decir que en las calles se respiraba rock, la música folklórica como las morenadas o las famosas charangueadas norpotosinas eran ejecutadas en fiestas y ferias religiosas, pero la cumbia casi no se escuchaba, ni en el mercado. Debido a la ley 21060, muchas familias migraron a Cochabamba, Oruro y La Paz. Por eso, hubo un cambio radical en Llallagua, ahora está poblado por migrantes indígenas que vienen de las comunidades. Ya no hay obreros sindicalizados luchando en las calles”.
La Ley 21060 de 1985, decretada en el último gobierno de Víctor Paz Estenssoro, privatizó las minas del Estado en el contexto de las Nuevas Políticas Económicas (NEP) de corte neoliberal. Las familias mineras de los principales campamentos fueron despedidas de la Corporación de Mineros de Bolivia (Comibol) sin ningún beneficio laboral. Ocurrió un masivo desplazamiento forzado.
LA GRÁFICA
Solo el rock permaneció en la mina
Con la Ley 21060, la sociedad obrera de mineros se esfumó de Catavi-Llallagua-Siglo XX. Pero Metal Viviente, una banda de heavy metal fundada en los 80, resistió a la relocalización y se consagró como la banda representante del metal minero boliviano. Actualmente, algunos de los músicos siguen tocando en Llallagua. Pues, aunque la sociedad minera atraviesa dinámicas neoliberales que afectan los derechos laborales del trabajo minero, mediante la degeneración de las cooperativas privadas y el constante crecimiento del comercio informal, la música rockera persiste conviviendo con diversos estilos musicales, que van desde el tradicional folklore hasta las pegajosas cumbias, reguetones y el tecno.
Las nuevas bandas de rock han incursionado en subgéneros del metal, como el folk con zampoña y quena, además del hip hop y el reggae. Resaltan Sajra (2009) que se autorrelocalizó a Cochabamba, pero los músicos continúan inspirándose en los Tíos (entidades protectoras de las minas y los mineros), que habitan los socavones, y Maldición Kenedy (2010), que rescata leyendas de las Tierras Frías y que suelen estar presentes en los conciertos under de Potosí, La Paz, Oruro y Cochabamba. Ambas bandas ya son legendarias y conservan las raíces del movimiento rockero en los campamentos mineros, recurriendo a la música como instrumento de protesta contra el abuso de poder de los Estados.
Desde hace más de 10 años, en estas tres poblaciones existe una Ley Seca implementada desde el Gobierno Municipal de Llallagua, que, para prevenir la delincuencia y el consumo masivo de alcohol, hace imposible amanecerse en un concierto. Sin embargo, el rock es parte de los recuerdos del movimiento minero, de sus luchas y conquistas sociales, pero también de las memorias incómodas del Estado boliviano, que arrastran una deuda histórica con la clase trabajadora que sostuvo la economía del país desde antes de su fundación.