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Jorge Ortiz, a contracorriente

Jorge Ortiz, actor y poeta

/ 27 de junio de 2022 / 10:43

El actor y poeta tiene más de 60 poemarios inéditos. Viene de actuar en ‘La reina del sur’. Colecciona aguayos y ha comenzado a tocar trompeta

Jorge Ortiz es actor y poeta. No tiene celular, no tiene televisión por cable, no tiene computadora ni correo electrónico. No es que no entienda la tecnología sino que la tecnología no le entiende a él. Escribe a mano, con lápiz en papel sábana rayado y luego pasa todo a limpio en una vieja máquina de escribir turquesa de fabricación rumana. Si alguien quiere contactarlo, tiene un número fijo en casa. Hasta hace poco tenía un teléfono de discar. No usa ni siquiera tajador, prefiere afilar a punta de navaja. Colecciona aguayos, desde ponchos hasta tejidos pasando por “taris” y “lluchus” (de éstos tiene más de 120 diferentes).

Dejó de fumar y beber alcohol el día que cumplió 50 años. Hoy sus pulmones, tras fumar dos cajetillas al día, lucen como nuevos y su salud está mejor que nunca, incluso ha abandonado aquel bastón. Su cuerpo está completamente tatuado, es la historia de su vida. “Es la necesidad de comunicar algo que está muy dentro de mí, no es para mostrar, tengo 72 palabras en griego, 20 misterios de la ofrenda/mesa para la Pachamama, seis símbolos japoneses y muchas más figuras, ya no me queda casi espacio en mi cuerpo”.

Quisiera haber nacido en otra época, a finales del siglo XIX o principios del pasado siglo “porque era todo más humano y menos competitivo, porque el tiempo útil de vida era más disfrutable, menos degradante”. Arregla cosas con las manos y le gustaría haber inventado algo, como el telégrafo, el candil o la lámpara a petróleo, por ejemplo.

Tiene más de 60 poemarios inéditos, dos o tres guiones guardados en un cajón y carga a sus espaldas con una fama —inmerecida— de persona/personaje problemático (y febril), de inaccesible; por exigir lo justo ante el silencio cobarde de los demás. Jorge camina lento y a contracorriente en este mundo acelerado. Por las tardes toca la trompeta porque su sonido relaja y lo lleva a otro lugar. Antes se veía con los amigos en los boliches; ahora, en las farmacias.

Jorge Ortiz Sánchez empieza tarde haciendo teatro. Después de estudiar arquitectura en la UMSA, entra a trabajar al CBA (Centro Boliviano Americano) donde está a cargo de la coordinación del programa cultural y la sala de exposiciones. Un día, al director Michael Donahue le falta un actor y ahí arranca todo. Su primer papel protagonista lo logra en Woyzeck del alemán Georg Büchner.

Ortiz Sánchez nace en Tarija el 26 de octubre de 1956, es un escorpio con una imaginación, fuerza de voluntad y una potencia/energía emocional única. Con cuatro años su familia se traslada a La Paz por cuestiones de trabajo. Su abuela Clotilde que vivió en el castillo de La Glorieta en Sucre le enseña a leer y escribir. Estudia en el colegio San Calixto donde tiene las peores notas de todos y luego parte a la Capital para estudiar en el Liceo Militar de Sucre durante dos años y medio. “Había que cambiar de medio, el ambiente estaba feo”, dice el actor/poeta. Son los años setenta y gobierna de facto un señor apellidado Banzer Suárez. Cuando vuelve a Chuquiago, entra al Domingo Savio. “He probado militares y curas y salí anticlerical aunque me gustan las iglesias, no hay nada más tranquilo, sosegado y fresquito que entrar a la iglesia de San Francisco una tarde de calor”.

El chango Ortiz quiere estudiar pintura pero los padres nunca cambian: “te vas a morir de hambre”. Cuando esta frase suena en la mente de un estudiante con inquietudes artísticas, el atajo se llama siempre: Arquitectura. Ahí van a parar los y las que luego serán actores/actrices, pintores, cineastas, teatreros, artistas, tatuadores.

Antes, en 1976, año sabático, Jorge hace de todo: encuestas en la cárcel, empedrados en su barrio de Sopocachi, ayudante de mecánico en Hansa… Cuando llega a la carrera de Arquitectura, va a odiar las matemáticas. Hasta hoy. “Soy de la última generación que trabajó codo con codo con Juan Carlos Calderón junto a Carlos Adriázola, Carlos Ramírez, Mario Torrico, Gonzalo Maldonado”. De aquellos años, Ortiz recuerda las exposiciones locas de pintura en el patio. Y las lecciones que aprendió del extrañado Robertito Valcárcel. “Fue un genio, te podía hablar durante horas de arte y filosofía, era el summum y tenía mucho humor”.

En los años 80, después de aquel debut en el teatro del CBA, conoce a Guido Arce y entra al elenco del Pequeño Teatro de la calle Murillo en 1984. Las obras de aquella década y las de los noventa, efímeras como todas, han quedado hoy en el olvido: Ojos de perro azul con Omar Fuertes y Cindy Morales; Los reyes (texto de Julio Cortázar) con Virna Rivero y Ortiz haciendo de “monstruo”; La presa de Miguel Medina Vicario junto a David Mondacca; Alguien desordena estas rosas (un monólogo basado en el cuento homónimo de Gabriel García Márquez); El cofre de selenio (texto de Luis Ramiro Beltrán y dirección de Maritza Wilde) junto a “Pitín” Gómez y David Mondacca; Las troyanas (dirección de Tota Arce y vestuario de “Morita” Ibáñez junto a Norma Merlo, Sergio Ríos Hennings e Isabel del Granado; y otros monólogos como Estrategia para dos jamones de Raymond Cousse, El río de Julio Cortázar (una sola función) y Macario de Juan Rulfo.

De todas, Jorge Ortiz tiene gratos recuerdos de dos obras basadas en textos del inolvidable/querido Víctor Hugo Viscarra: Anoche… en un putero y El corredor de la catedral. El primero solo tuvo una función (Teatro de Cámara del Municipal) y el segundo, un par de representaciones en Cochabamba con la presencia “in situ” del mismísimo Viscarrita en el escenario, llorando ante los aplausos y el homenaje del público cochala. Anoche… en un putero es el espectáculo de su vida. Ortiz —desnudo— coloca una silla y una botella de agua, da la espalda al público. Borracho está pero se acuerda de vestirse poco a poco mientras las señoras de la primera fila no saben dónde mirar. Al editor de Viscarra, Manuel Vargas, tampoco le gustó.

LA GRÁFICA

En el filme ‘Cuestión de fe’

Inauguración del Teatro de Cámara del Teatro Municipal en 1990, junto a sus colegas

En 1992, Jorge Ortiz (al medio) durante el rodaje de ‘Para recibir el canto de los pájaros’, de Jorge Sanjinés

Con el elenco de la telenovela ‘Radio Pasión’

—¿Quién es el mejor director de teatro y el mejor actor con los que has trabajado?

—Pepetus Aramayo ha sido el mejor director por su manera de laburar, amena, seria, divertida. Con él tenías que ensayar duro y parejo, full disciplina. No había feriados, el compromiso era altamente exigente y todos hacíamos de todo, desde buscar en la basura para reciclar algo para el vestuario o decorado hasta poner plata. Acepta tus sugerencias y opciones mientras éstas funcionen. Él me enseñó a aprender. Con Pepe actuamos en un espacio llamado Microclima de Jenny Cárdenas en el Montículo con una obra llamada Decir sí de la argentina Griselda Gambaro, un juego de poder entre un peluquero y un cliente. Fundamos el Café con malicia, la ‘malicia’ era una tapita de singani. Otro director es Guido Arce por su gran capacidad para cautivar, para seducir, te metía en el proceso sin darte cuenta. De los actores y actrices, me quedo con Raúl, el ‘Conejo’, Beltrán, es mi compadre, siento pena por no haber trabajado más con él, me acuerdo de una obra que hicimos de Juan Claudio Lechín, 1491, los cóndores en España.

Del teatro al cine, solo hay un pasito. Su amigo arquitecto Mario Torrico está haciendo la escenografía para una película de Sanjinés. Jorge terminará, después de varias idas y venidas, haciendo del personaje de Pedro Berrón. Tras semejante debut cinematográfico llegarán otras películas con los más grandes del cine boliviano: Cuestión de fe de Marcos Loayza, El día que murió el silencio y El atraco de Paolo Agazzi, American Visa de Juan Carlos Valdivia y Los Andes no creen en Dios de Antonio Eguino. También participa en películas en el extranjero como Amigo mío (filme argentino/alemán de Meerapfel y Chiessa); La cacería del nazi del francés Laurent Jaoui; También la lluvia de Icíar Bollaín; y Olvidados del mexicano Carlos Bolado. Trabaja también, entre otros, con Rodrigo Bellott, Diego Torres, Jac Ávila, Adán Saravia, Guillermo “Gordo” Aguirre, Thomas Kronthaler, Anna Kalashikova, Fernando Vargas, Davide Sordella y Mela Márquez.

En la televisión debuta con “Radio Pasión” de Marcos Loayza en 1993 para luego actuar en Fuego cruzado (1995) de Rodrigo Ayala, en Historias del vecino y Tres de nosotras del recordado Fernando Aguilar y hace poco en La entrega de Gory Patiño y La reina del sur.

Con casi todos los directores, Jorge Ortiz ha tenido problemas a la hora de cobrar sus honorarios. Dice que no le han cerrado puertas por eso, “yo me las he cerrado”. Incluso casi se pone en huelga de hambre para cobrar el salario no pagado de una de sus películas más famosas. “Cuando me llaman para actuar, pongo mis condiciones, negociamos, he colaborado en más de cien cortos de estudiantes, pero ya no soy el tonto útil, exijo respeto porque yo también respeto”.

Jorge Ortiz cree en el trabajo y en la disciplina. Llega siempre diez minutos antes; da igual si se trata de un ensayo, un rodaje o una cita. Cuando quedamos frente a la iglesia de San Miguel en Calacoto cerca de su casa en Los Pinos, compruebo que efectivamente es así. Ortiz es un asiduo de la Cinemateca Boliviana donde no se pierde un estreno de cine nacional. Entra por el garaje y se va camuflado porque no quiere que le pregunten su opinión. De los últimos filmes, rescata a duras penas a Rojo, amarillo, verde, la trilogía de 2009 de las tres B: Bastani, Boulocq, Bellott. “Soy un mal espectador”. Ha dado talleres de dirección de actores y actuación en cine en la ECA y ha diseñado el taller de técnicas para cine y televisión “El ser imaginario”. Ha pasado clases con el cubano Humberto Solas, el brasileño Chico D’Assis, la española Assumpta Serna y el escocés Scott Cleverdon.

Lleva mucho tiempo, demasiado para mi gusto, sin hacer teatro. La última obra donde pudimos ver a Jorge fue en Di cosas bien de Eduardo Calla en 2006 junto a Patricia García, Marcelo Sosa, Mariana Vargas y Roberto Barbery. Cuando insisto en la necesidad de su retorno a los escenarios, lanza una de sus frases lapidarias: “sería como dar margaritas a los chanchos”.

Entonces cambiamos de tema y hablamos de fútbol. Ortiz es hincha del club Bolívar por su padre —Jorge Ortiz Reynolds, sobrino/nieto de don Gregorio, el gran poeta modernista— y porque a dos cuadras de su casa vivía nada más y nada menos que el “Maestro” Ugarte. “Cerca de donde hoy está la Red Uno había una canchita, nos juntábamos los chicos del barrio y con poleras de Boca Juniors armamos un equipo, Boca de Sopocachi. Los sábados por la tarde escuchábamos por radios argentinas los partidos de Boquita. En el barrio nos entrenaba Víctor Agustín Ugarte. Yo jugaba de back, ambidiestro”.

La poesía es su pasión clandestina desde la secundaria, “es un acto de purificación, me sirve para exorcizar mis benditos pecados capitales, mis culpas, mis dolores, para conjurar mis fantasmas perseguidos, no necesito expiar ni lavar mi conciencia sino que es una manera de sentirme bien conmigo mismo”.  Vive su temperatura a través de los poemas, que no son espejos que no son bitácoras, son casi un listado de sus comportamientos, son su paisaje.

Sus poetas favoritos siguen siendo Huidobro, Vallejo, Lezama Lima, Carpentier, los clásicos franceses y mexicanos, Whitman y entre los bolivianos: Quino, Campero, “Zeque” Rosso y Juanito Conitzer. Dice su colega Juan Carlos Ramiro Quiroga que hay poetas que escriben con palabras, otros con líneas y algunos —como Jorge— con el silencio. “Ortiz ha ideado su propia estrofa: escribe poesía desde la intermitencia de los adverbios y verbos castellanos. Sin disciplina pero con insistencia; sin claridad pero con insistencia; sin orden pero con la fuerza de las palabras”, dice en el prólogo del poemario Autorretrato acodado, su tercero y último libro de poemas publicado (Plural editores, 2006).  Los dos anteriores se llaman: El agua cóncava del ciego (1991) y La vida (edición artesanal, 1999, un texto libre para Teatro Grito).

Los otros, los inéditos, esperan por un buen editor/antologador, incluso los publicados en los ochenta/noventa en la revista Siesta Nacional de Marcela Gutiérrez y Jorge Campero. “Durante la pandemia me he sentido realmente productivo, he reescrito y escrito poesía como nunca”.

De su obra prosa/poética, el evocado Fernando Lozada, en una lectura “avesolera”, dijo: “la profusa producción poética de Jorge Ortiz muestra una cualidad extraña, una exuberante y caudalosa producción de imágenes y conceptos que nos recuerda la prosa de Lezama Lima o la lucidez delirante de un monólogo”. El último libro que ha comprado —en su librería favorita, Yachaywasi— es Vocabulario aymara del parto de Denise Arnold y Juan de Dios Yapita. “Es un poema, te hace entender la gestación como una siembra en la misma tierra, tiene dos mil palabras en aymara, es maravilloso”. Lo dicho, Jorge Ortiz es un salmón que remonta el río a contracorriente en un viaje de regreso hacia otro tiempo, hacia otro lugar (tal vez a principios del siglo pasado), hacia los territorios de una vieja canción con trompeta.

FOTOS: RICARDO BAJO, MARCOS LOAYZA Y ARCHIVO DE JORGE ORTIZ

Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

También puede leer: Vidal Cussi

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

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Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

También puede leer: Semilla, picantería boliviana: Sabores tradicionales para disfrutar en Achumani

Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

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Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

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Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

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El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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