Tuesday 7 May 2024 | Actualizado a 04:01 AM

Adolfo Cárdenas, padre de ‘la libertad’

El escritor Adolfo Cárdenas

/ 16 de octubre de 2022 / 01:14

Si La Paz desaparece de la faz de la Tierra, los cuentos de Adolfo Cárdenas serán utilizados para reconstruirla y para escuchar de nuevo las voces de sus personajes

Adolfo Cárdenas, padre de ‘la libertad’. Dijo una vez el poeta: “podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera”. Cuando el maestro de aquella escuela de Obrajes, el Instituto Educacional, arrancó la última hoja del cuaderno de Adolfo Cárdenas estaba cortando una flor.

El estudiante había dibujado, emulando las historietas de vaqueros que los amigos canjeaban en el barrio. Todos soñaban con ser Boyd Magers, el autor de sus cómics favoritos, las aventuras del enmascarado Kid Durango.

Todos corrían por la “plaza de la loba” imitando al vaquero pelirrojo Red Ryder persiguiendo forajidos.

Parece una época muy lejana, pero a finales de los años 50 no había televisión (ni pantallitas adictivas). Obrajes era un barrio relativamente alejado de la ciudad.

Unos autobuses amarillos llevaban y traían a los vecinos hasta el centro y en la plaza Roma los muchachos aprendían a fumar, a escondidas, mientras miraban las tiras cómicas de un salvaje oeste.

Cincuenta años después, una vela prende la canasta donde Adolfo Cárdenas atesora su querida colección de historietas.

Cuando el autor de Periférica Boulevard se acuerda, todavía siente dolor.

“Más bien aquel humo me alertó y pude salvar mi biblioteca, no hay mal que por bien no venga”.

Adolfo siguió dibujando, estudió y enseñó historia del arte y acabó convertido en uno de los escritores más celebrados y queridos de la literatura boliviana.

Tenía razón el poeta, nadie puede frenar una primavera, menos una pasión, la de narrar, esa necesidad que tenemos los humanos de juntarnos alrededor del fuego.

Adolfo Cárdenas, padre de ‘la libertad’

Adolfo Cárdenas

Adolfo Cárdenas Franco ha vivido casi toda su vida en Obrajes (de chango sobre la avenida Ormachea, de mayor en Alto Obrajes).

Quiso alejarse de la ciudad y probó en Ovejuyo (donde viven hoy dos de sus amigas escritoras, Vicky Ayllón y Marcela Gutiérrez), pero no se acostumbró.

Demasiado campo, demasiada luz/calma para el autor que mejor ha retratado/inventado el lado oscuro/invisible de una ciudad mágica/trágica, la suya.

“Alf” nace un 14 de diciembre de 1950 en una vieja casa de la época de los obrajes, en uno de los barrios más antiguos de La Paz.

Su padre, don Adolfo Cárdenas Dick (apellido inglés que llevara también uno de los primeros “forward” del club The Strongest) trabaja como contador en la Contraloría y va a ser un activo militante del “Movimiento” (MNR). Su madre, Raquel Franco, es una mujer de negocios, como se diría hoy en día. Lleva y trae.

Hace y deshace. Se mete en mil cosas. Incluso monta un negocio de jugos de fruta en Irupana y otro de destilación de trago. Junto a su hermano, tío de Adolfo, arman un alambique para hacer pisco. Lo llamarán Pisco San Jorge y competirán con el famoso Cinta Azul.

El mundo del alcohol se hace presente en la vida y obra del escritor desde el principio, sin querer queriendo.

“Todavía me acuerdo de aquellas tiendas del barrio de San Pedro donde vivía mi abuela. Ahí pude ver una botellita de nuestro pisco donde también se vendía alcohol a granel, por cuartas y mediditas. Se tomaba clandestinamente en una mesa al fondo, son esas bodegas que luego retrató Jaime Saenz”.

El primer colegio de “Alf” es el Saint Andrew’s, cuando todavía éste se levantaba donde hoy vemos un supermercado en la calle 16 de Obrajes. La secundaria la hace en el mencionado instituto, un viejo hotel con piscina de propiedad de un hacendado apellidado Sarmiento.

Es entonces cuando aprende a nadar.

Y a guardar la ropa. Su vida transcurre entre mujeres; con su madre Raquel, su abuela materna Felicidad y su tía Celinda. Matriarcado del bueno.

LA GRÁFICA

En la portada de Fondo negro.

En la presentación de ‘El Chaco y después’

Con Humberto Quino y Sonia Luz Amusquívar

Un afiche sobre un encuentro en 1983

El escritor cree firmemente que no hemos novelado las presencias femeninas en nuestras letras.

¿Alguien sabe quiénes eran realmente las heroínas de la Coronilla? ¿Qué sabemos más allá del tópico de Adela Zamudio?

El adolescente Cárdenas no sabe qué estudiar durante los vestibulares.

Y alguien de la familia propone una ingeniería. No entiende ni papa y sigue dibujando en las clases, imaginando historias.

Termina en la Universidad Católica en la carrera de Administración de Empresas (“obligación de la comunidad obrajeña”) de donde se sale porque es muy caro.

Lo único bueno que le va a pasar en ese lugar es conocer a un docente importante en su vida, el “profe” Conesa, un español que enseña psicología.

Todavía hoy, el escritor gusta de leer libros de psicología. Sus personajes se lo agradecen y nosotros, sus lectores, también.

Durante la dictadura de Banzer Suárez, Adolfo hace de todo, estudia hasta que el tirano cierra las universidades; parte al norte para inscribirse a la Pattterson School of Fine Arts de Nueva Jersey; viaja con mochila al hombro; entra y sale del país por las fronteras de Argentina, Perú y Brasil para ganarse la vida como “piloto”.

Quiere ser un “Hemingway” andino pero no se llama Ernesto; sus padres no pueden costear la misma fantasía del gringo. Se imagina publicando un libro llamado Cuentos de contrabando pero Félix Salazar se adelanta.

“Sabía mucho más que yo, sabía la jerga, era de Villazón, lo conocí acá en la librería Ictus”.

Después de participar en un taller del Instituto Boliviano de Cultura (IBC) impartido por Néstor Taboada Terán y Enrique Rocha Monroy, publica su primer cuento en Presencia Literaria. Se llama Metralogía IV y narra la Masacre de Todos Santos (1979) desde la mirada de un lustrabotas.

La masacre, producto de un golpe, sigue hoy impune. No aprendemos de la historia, por eso estamos condenados a repetirla.

Los años ochenta son de ansiedad, de inquietudes. Había ganas de salir, de conocerse, de abrir revistas y cerrar boliches, de jalar la vida.

Todos tienen su grupo, todos militan, todos sacan su revista, todos enamoran. La suya se llama Vidrio Molido (tres números; el cero, el uno y el dos, 1983).

Son el poeta Reynaldo García (uno de sus poemarios dice así: Debajo de otro te he visto), Vladimir Montesinos (fallecido hace poco por COVID-19) y el propio Cárdenas.

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Cuando los tres se aparecen por un tugurio cerca del Teatro Municipal, llamado El Búnker, conocen a Humberto Quino, “el Márquez”, a “George” Campero, al “Julius” Barriga, al “Conde” Mario y su comportamiento de duque, al “Mad Max” Aruquipa, al EdgARandia, al Diego Moreliaes…

“Humbertito era el líder de toda esa gente rara, hacían revistas y Quino no quería nunca que pasaran del número uno. Había un poeta de apellido Peredo que fingía ser raro.

Una noche me mostró un poema erótico y me preguntó si sabía a quién estaba dedicado. Yo no supe qué contestar y él me dijo: a la revolución”.

Calenturas y doctrina, mal combinación. Todos eran anarquistas o parecían serlo.  O realmente lo eran por pura pose, por figurar. Quino —aburrido hoy— arma incluso una discusión en los periódicos junto a Bascopé para resucitar las viejas polémicas entre escritores.

Eran, son y serán la “Generación Perdida”.

Cárdenas se levanta de la mesa donde conversamos en su casa, una mesa donde hay nueces y me trae un viejo afiche que dice en bajas: “Sin dioses en el cielo ni amos en la tierra: IV Encuentro casual de interesados en letras y artes, taller de estudios libres, T.E.L., 17, 18 y 19 de noviembre, a partir de las 19 horas, edificio guachalla, calle fernando guachalla, año de las flacas vacas”.

El boliche era un centro cultural en una bella casa donde paraban el “Chuño” Ortuño y el “Conejo” Beltrán con su teatro y sus títeres.

En el cartel se ve a siete hombres y dos mujeres bajando, probablemente, por la calle México.

Es 1983. Barriga y Cárdenas están a los costados; el resto son “activistas quinianos de agitación” (Barriga dixit): Delfín Sánchez, Eduardo Nogales, Quino, Juan Debreczeni, Campero, María Begoña y Coral Pey.

Los colectivos que firman no existen, son las revistas que nacen y mueren de un día para otro: Dador, Papel Higiénico, Macho Cabrío, Kloakla… y la mítica Camarada Mauser, fundada por Jorge Campero en 1982. 

Han aterrizado, todos, en la acracia gracias a la literatura. Leen libros como El corto verano de la anarquía: vida y muerte de Buenaventura Durruti de Hans Enzensberger y Bajo la bandera negra: hechos y figuras del anarquismo de Justus F. Wittkop.

Creen que el hombre es bueno, que tiene derecho a la libertad sin restricciones, que debe liberarse a sí mismo y desencadenar la revolución. Estos “perros de la noche” querían comerse a la burguesía y fue al revés.

En 1984 Adolfo publica su primer libro Alapjjpacha, editorial Atlántida, tras ganar la mención del premio del mismo sello en Buenos Aires, Argentina.

Son siete cuentos que luego son reunidos en su segundo libro Fastos marginales (editorial Vidrio Molido, mayo de 1989). Nace su hija y se llama María Libertad. 

Tres años después, en 1992, publica, es un decir, Chojcho con audio de rock pesado. Lo hace la carrera de Artes de su querido “tecua” Édgar “Chino” Arandia.

La obra, repleta de “horrores” tipográficos por una mala mecanografiada (ajena al autor), es apenas detenida por Adolfo pero comienza a circular clandestinamente (gracias diosa piratería) a través del sello de Alison Spedding, Mama Ocllo.

El texto da pie incluso para una adaptación teatral/musical en noviembre de 2011 bajo la dirección de Guiomar Arandia, la dirección de arte del hoy lapidado Alejandro Archondo y la participación de Vladimir Mendieta de Hate, Boris Méndez de Armadura y Marcelo Fuentes y Freddy Villazante de Farenheit.

Luego llega El octavo sello (1997) con un dibujo provocador de Mario Conde en la tapa, un cruce diabólico entre Jesucristo y Marilyn Monroe, tirado en Punto Cero, la imprenta del sobrino de Porfirio Díaz Machicao.

Está dedicado a “ciento cuarenta y cuatro señalados” (a los hermanos Marx y a Joyce; a Sacco y Vanzetti y a la insoportable levedad del cerdo; a su pareja Sonia Luz Amusquívar Ulloa —33 años juntos hasta la fecha— y a la retorcida imaginería de su hija).

“Adolf” ha logrado a estas alturas algo que no es fácil: una voz propia.

“Entendía que la literatura boliviana estaba a medias, teníamos escritores dizque profesionales que del Ande no sabían nada, que entrecomillaban cuando hablaban sus personajes para venir a decir que ellos no hablaban así. Un ejemplo es Raza de bronce de Arguedas.

Influenciado por Rulfo, quise elaborar mejor la presencia del narrador andino, cedí mi voz a los personajes, en mi primer libro con relatos mitológicos, a mujeres como doña Satuca en mi cuento Chacharcomani”.

Con su humildad característica, asegura no saber gran cosa sobre las voces de la calle, sobre esa forma particular de hablar de sus personajes paceños. El “Chino” Arandia lo llama “espachol”, otros, “aymarallano”.

Cárdenas cree que tenemos en La Paz tres lenguajes: el que se habla en el mercado, el que se escucha en la academia y el habla común, cruce de ambos, cruce rebuscado, de gentes que se conocen y se desconocen donde aparecen palabras inventadas como estido que recogió su amigo Willy Camacho, palabras que significan todo y nada.

“Todavía estoy buscando de dónde viene ‘chojcho’, no lo que significa (‘fiesta de gente popular’, según los diccionarios de coba) sino su etimología”. A mí me parece que es una onomatopeya.

En 2004 llega su primera novela y todo cambia. Aparece Periférica Boulevard.

Ópera rock-ocó, editorial Gente Común, una saga del Chojcho…. En 2012 la editorial chilena Espora decide inaugurar su sello con la publicación de este libro.

De fuera vendrán y te apreciarán. La académica Ana Rebeca Prada escribe un ensayo y coloca a Periférica Boulevard en un sitial fundamental para entender la literatura boliviana contemporánea, “evento de múltiples connotaciones”.

Prada asegura que estamos frente a un hito, delante de “un guiñol kitsch que nos obliga a entregarnos gozosamente a su farsa lúdica, a su juego bufo, a su demolición paródica”.

El sarcasmo, el rechazo a las ínfulas y los prejuicios sobre la marginalidad urbana, la contraliteratura al estilo de Joyce y Burgess, la jocosidad, el alma de la ciudad.

Todo está en Periférica…Es Adolfo Cárdenas en estado puro. La Paz pasa a ser un duelo de graffiteros, “El Rey” vs. “El Lobo”.

Es una novela policial neobarroca.

“Los escritores en Bolivia a menudo quieren ser parte de la historia, por eso se han alejado de géneros supuestamente menores como el negro, el policiaco. Ha habido autores como Recacoechea pero no triunfan porque no tenemos mercado, no hay lectores”.

En septiembre de ese año, 2004, entrevisto para el suplemento Fondo Negro del extinto periódico La Prensa a Adolfo con motivo de la publicación de esta novela. Junto a Marco Basualdo, “lobito del mal”, que hace de fotógrafo, nos vamos a su casa de Alto Obrajes.

El título de la entrevista dispara contra los de siempre: “Los que no valoran la contraliteratura mean fuera del tiesto”.

Ayer y hoy, Cárdenas habla de barroquismo, cita a Lezama Lima, reivindica lo exagerado porque así somos, trágicamente exagerados, desde nuestras danzas, brutalmente barrocas, al arte recargado. Hasta en el fútbol exageramos.

El Premio Nacional de Novela —en manos del sello español Alfaguara, fruto de la privatización de la enseñanza— había tocado ese año en Juan Claudio Lechín y su olvidable La gula del picaflor.

La explicación de Adolfo sirve para aquel entonces y sirve para ahora: “Las multinacionales buscan textos promedios, fácilmente consumidos por el gran público. Se tiene en cuenta a la hora de premiar los valores económicos antes que los literarios”.

En aquella entrevista y en ésta, el racismo se cuela en la “conversa”. Cito una frase de 2004 y otra de 2022.

Va la primera: “Bolivia es nuestra pequeña Sudáfrica, se respira racismo. Vivimos en una eterna confrontación que sale de ambos lados. Cuando voy a hacer mercado, me tratan como un retrasado, me dan lo peor al precio más caro. Hay un fondo representacional del mestizo que cabalga entre las dos cosas, se esfuerza por ser lo uno o lo otro”.

Y ahora la segunda, la de hoy: “El ser boliviano no existe, es un sietemesino, está por nacer, todo está tenido de racismo, no nos dividimos por cuestiones ideológicas diferentes sino por colores. Las clases decadentes no logran entender ni reconocer el ascenso social de las nuevas clases emergentes, unas están de bajada y otras de subida. Las primeras se refugian en la tradición y en la religión.

Somos un coctelito donde no existe la pluralidad racial. Lo pedía hace años Mariano Baptista Gumucio en uno de sus libros: Atre/vámonos a ser bolivianos. En el otro lado, en el mal llamado contrarracismo o racismo a la inversa, existe una actitud de rechazo porque el dominado se niega ahora a jugar su antiguo rol y estar bajo la lógica del dominante. El discurso artístico y literario ha sido campo del dominante. Vivimos en una perenne contradicción: el ser mestizo no tiene arraigo, es una entidad sin pasado ni futuro. Entonces nos bloqueamos mentalmente para no revisar lo que nos sigue doliendo: la colonia, las guerras con los territorios perdidos —conflictos provocados por las elites— el racismo, los golpes de Estado, las matanzas…”.

Después de caminar por la periférica (adaptada al cómic en 2013 por el gran Álvaro Ruilova y Susana Villegas, dos de sus alumnos junto a Óscar Zalles), llegan más libros de cuentos: Doce monedas para el barquero (Gente Común, 2007), Tres biografías para el olvido (3.600, 2008), una “nouvelle” titulada El caso del Pérez de Holguín (Gente Común, 2011), el libro de cuentos Vidas y marginarias (3600, 2017) y el flamante El Chaco y después (3600, 2022), un homenaje a todos los alzados en el campo, a todos los emboscados, a todos los desertores, a todos lo reclutados a la fuerza; una literatura de la fuga, escape del bueno. Nueve relatos contra la guerra, por la libertad.

En los años noventa, da clases en la carrera de Literatura (de las roscas hablaremos otro día) y en la Escuela de Bellas Artes. Un estudiante hace una caricatura pues la figura del profesor es idéntica al mítico “Asterix, el galo” que resistió al imperio (romano) junto al gordo Obelix con una poción mágica invencible, el cerebro. Otra vez, una historieta, esta vez francesa del guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo.

“Asterix”, el colla, es un escritor que reivindica lo lento y en estos días de primavera está inmerso dentro de un relato pseudo-policial que ya tiene título: Crimen en el teleférico donde retoma un personaje de Vidas y marginarias, Viscarroski, un pícaro del siglo de oro, un rufián. Las flores seguirán brotando en el jardín de Adolfo Cárdenas, padre de “la libertad”.

Fotos: Ricardo Bajo H.

Buscando desesperadamente a Khespy: ‘Haz lo que no debes’

La Expo Khespy convocó el último fin de semana de abril en el ex cine Princesa a más de cinco mil personas

Por Ricardo Bajo Herreras

/ 5 de mayo de 2024 / 07:00

Octubre de 2021. En los muros externos del Cementerio General de La Paz empiezan a aparecer “tantawawas” y escaleras al cielo, ñatitas y botellas de trago, flores y cruces cuadradas, velas y difuntos, perros callejeros y hojas de coca. Una señora de pollera —geometrizada— sostiene un cartel que dice “Nunca moriremos”. Es la cosmovisión andina sobre la muerte resumida en 500 metros cuadrados, es el “ukhu pacha”. La firma del mural es clara: Khespy. Este 2021 se celebra el sexto Festival de Arte Urbano Ñatinta, organizado por el colectivo Perros Sueltos. En la primera edición de 2016, Khespy Pacha (así firma sus primeros trabajos) pinta un mural dentro del cementerio. Es la primera galería de arte a cielo abierto dentro de un campo santo. Es un hombre haciendo una ofrenda. Comienzo a buscar desesperadamente a Khespy.

Los zapatistas al cubrirse el rostro se muestran. Desaparecidos de la historia, los derrotados regresan, como las almitas al cementerio. Han pasado tres años, no soy el mismo. Camino por la calle Comercio. “Jesús te ama, Jesús te busca”, me dice una señora que me entrega una hojita de una secta evangélica. Nota mental: ¿yo busco a Khespy y Jesús me busca a mí? Algo no está bien.

Una cuadra más allá, en la esquina de la plaza Murillo dos chicos vestidos de rojo y cajas cuadradas con chakanas tapando sus caras me entregan otro papelito que dice así: “Khespy. Exhibición única, 26 y 27 de abril de 2024, ex Princesa, Pasaje Sáenz, calle Comercio, 19.00”. En el folleto, un perro cuadrado mea a un policía. Detrás hay un QR y una vasija con el cocodrilo del alcoholcito Caimán en relieve. Llego a la esquina y un pasacalles cruza la vereda: “Expo Khespy. Aquí y ahora”. La cola da la vuelta a la esquina y llega hasta el Musef.

Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.
Los murales de Khespy se pueden encontrar en diferentes calles de La Paz y El Alto.

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Marzo de 2019. Camino por la avenida Quintanilla Zuazo de la zona norte de la ciudad. Voy rumbo a la cancha del Kilómetro Tres de Pura Pura a ver un partido de fútbol femenino entre las chicas del club The Strongest y las muchachas del CAR. Dos jóvenes (son Khespy y Nacho) están pintando un gigantesco mural. Es una pareja recostada, la cabeza de ella/él sobre el pecho/corazón de él/ella: dos monolitos geométricos tumbados en la larga noche de los tiempos. Edgar Arguedas graba el proceso de la obra y luego sube un video a Instagram. Ahí está el Khespy con un pasamontañas negro, como los lustras de La Paz, como los hermanos zapatistas de la selva Lacandona.

Cuando termina el mural agradece el apoyo de las caseras, del zapatero de la esquina. Siempre lo hace. La firma es clara: “Khespy. Ps”. Es un “perro suelto”, negro y callejero, como la canción del Tri.

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Último viernes y sábado de este abril, mes rojo. Unas cinco mil personas esperan pacientemente para entrar a la Expo Khespy en los salones altos del ex Cine Teatro Princesa, fundado hace un siglo. Las últimas imágenes que se proyectaron en el vetusto cine de la calle Comercio fueron pornográficas/transgresoras. Es una señal. Hay miles de personas haciendo cola en la noche fría para ver/probar/ser parte del arte. La ciudad ha sido empapelada con docenas de lienzos interactivos, es el juego del gato y el ratón.

La muestra es inmersiva, como nunca se ha gozado en La Paz. Los amigos de Khespy y la galería Miko Art (que está enfrente, en el pasaje Kuljis) intervienen el espacio de forma audaz, crean una narrativa subversiva con relatos en eterna disputa, como el retorno. La gente espera pegada a la pared de la derecha para entrar; los que salen se agarran de la barandilla de madera para bajar.

Una pintada —en lo más alto— recibe a los visitantes (la gran mayoría jóvenes con celular en mano): “Haz lo que no debes”. Debajo un corazón en negro, geométrico, por supuesto. Enfrente, la primera obra colgada del techo, suspendida. Es otra pareja, esta vez se besan, están —por supuesto— con máscaras cuadradas y aretes de flores y estrellas. Visten elegantes trajes futuristas con “jach’a qhanas” (grandes luces resplandecientes) y calaveritas. Son dos diablitos con cabezas rojas (como lxs chicxs que andan repartiendo folletos en la calle y que deambulan luego por toda la exposición de forma secreta e inquietante). Están con pucho en la mano, como algunos jóvenes espectadores. No tienen rostro real, como los retratos geométricos enormes del belga Stefaan De Croock.

Hay bodegones de alasitas, collages, cajas de Paceña colgadas en el aire, un retrato de “moreno” titulado Sin jefe, arte de cartón, bolsos para vender, corazones espinados de cactus: sincretismo vivo. Un DJ kusillo pincha música electrónica mientras un hombre de rojo ofrece relleno de papa a diez lucas, Coka Quina y té de kombucha. Hay videoinstalaciones (con guion y fotografía de Tizi) donde un actor (Edwin Villarroel) camina la ciudad (La Paz y El Alto) para “publicitar” la muestra. Hay obras con carros policiales en llamas y “cholets” insuperables. Hay un mural de aluminio (“alocubont”) de edición limitada de cuatro piezas con el mundo Khesy pintado como si fuera una cueva de arte rupestre. El domingo, tras la muestra de viernes y sábado, se organiza un tour privado para compradores. La jugada sale bien.

—¿Quién es este Khespy pues? —dice una chica mientras se saca una foto con espalda desnuda y graba un video para Tik Tok junto a uno de los cuadros.

—Es un artista callejero y son muchos, es uno y son todos —responde el chico que la acompaña, hecho al filósofo conquistador.

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Estamos en noviembre de 2023. Cerca de la Ceja de El Alto, junto a la estación roja de Teleférico, una instalación/cyber-mural es contemplado por la gente que espera por los baños. La obra tiene un QR para sumergirse en una realidad aumentada y vivir con los personajes del mural. Es una invitación a “fusionarse”, en palabras de Khespy. Ellos son (en el bodegón): un gato cubista que roza su hocico junto a un cuadro donde dos abuelos se besan en un puente; una radio canchera con el logotipo de ACAB (“All Cops Are Bastards”), una calavera con hojitas de coca, una botella blanca de “alcohol potable para cañar” (Caimán, por supuesto), una caja de cervezas (roja, por supuesto) y una gigantesca moneda de un boliviano rectangular: la unión es la fuerza con el logotipo de unas hojas de marihuana. Cerca de esa pared, otro mural con la palabra éter: un corazón multicolor hecho wiphala, rodeado de ocho rostros y unas manos acogedoras.

Las obras de Khespy están a la vuelta de la esquina. Un perro en la avenida 6 de Agosto; un monolito “chupaco” junto a una licorería en la 20 de Octubre; un mural en la zona de Puente Vela en El Alto, carretera a Oruro (“gracias a doña Dorita”); otra obra junto al teleférico de Irpavi; un papá cargando a su wawa en Carquín, Perú; una vaquita mil veces encuadrada en la Benedetto Vincenti; un unicornio con pistola de juguete lanzando estrellas andinas (en lugar de balas) a un paco sin rostro en la Sánchez Lima; un policía de alto rango y su sombra negra chorreando sangre y recibiendo una coima de 100 bolivianos, en la Zoilo Flores; otra “pareja” de uniformados con el apellido de “policía corrupta”, en el surtidor abandonado de la 17 de Obrajes; dos serpientes de colores besándose debajo de la pasarela de la Uno del mismo barrio; otro perro (verde) sobre una ventana en la avenida Ecuador. Son los personajes de Khespy que aparecen (también) en sus obras colgadas de la “expo”. De las calles al lienzo y viceversa.

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“Es una exposición redonda, congruente, cohesiva y con una gran capacidad inmersiva. Es una bellísima bola. Tiene autenticidad discursiva y energía creativa. Khespy tiene no solo algo que decir sino mucho; y desde una sensibilidad crítica y profunda. Se nota que tiene calle. Eres o no eres, el Khespy es. Lo que más me gusta es que lo que dice no es fácil ni obvio en el sentido panfletario, porque parece estar cargado de mucha emotividad, sensibilidad y sentimiento. Da lugar al espectador para la interpretación subjetiva pero también para la lectura objetiva de sus contenidos de crítica social”, me dice la crítica de arte Narda Alvarado que baja y sube las escaleras, de sala en sala, con la boca abierta.

“La gente, de forma masiva, ha venido a ver lo que Khespy tiene que decir. No han venido por el vinito del ‘vernissage’, para hacer acto de presencia o para hacer vida social alrededor del arte”, me dice mientras escuchar/mira el monólogo del actor Winner Zeballos, a ratos con rostro oculto.

A Narda Alvarado lxs de rojo le recuerdan a los personajes de Skibidi Toilet y sus cámaras de vigilancia en lugar de cabezas. Y los milicos/pacos a los roles de dominación jerárquica del chileno Nicolás Grum. El arte de Khespy es total.

Andrés Kuljis, de Miko Art, se suma al recorrido. “Lo más novedoso de esta exposición radica en su enfoque innovador al utilizar espacios no convencionales, lo que desafía las expectativas tradicionales de una galería. Además, el hecho de preservar el anonimato del artista añade un misterio intrigante a la experiencia, mientras que la curaduría intangible colectiva crea una atmósfera participativa y única para los espectadores”. ¿Dónde estás Khespi?

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Las obras se suceden cuartito tras cuartito, el espacio expositivo. En cualquier rincón oscuro te sorprende una, como una pesadilla en bucle. No hay miedo, hay atrevimiento/osadía. Las encapuchadas mujeres/hombres de rojo invitan a una chica en minifalda a pintar las paredes. No solo se observa se participa. Un chango flaco es apretado/abigarrado —cuerpo a cuerpo— por dos obesos hombres/mujeres de rojo. Explosión. “Callas mientras duermes, grita un “graffiti”. Las “haches” de Khespy se parecen mucho a las “haches” mudas del enigmático y omnipresente Shon.

En la sala de venta de obras y productos/objetos (“blows ups”, vaciados) del mundo de Khespy veo cartón, es “cardboard art”. Es otro santo y seña. Hay esculturas en cartón, ese material abandonado en las calles (como los perros) junto a los contenedores de basura. Hay una frazada con un tigre en salto. Ñu, ñu, ñu, ñu. También está en 3D, el tigre te mata. Son todos objetos insaciables.

El montaje de la exposición merece un párrafo aparte. La curaduría colectiva y la adaptación museográfica/intervención performática son principios medulares, son declaraciones. La apuesta/apropiación del lugar y la oscuridad son manifiesto. Khespy no escogió una galería de la zona sur, no optó por un museo nacional o espacio acartonado oficial, acorde a los modos/modas audiovisuales del arte contemporáneo, se fue a un viejo y abandonado ex cine porno con sus salones altos y sucios, con sus paredes listas para ser ensuciadas de nuevo.

El ex cine porno Princesa fue tomado para esta exposición de arte contemporáneo.

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El arte/mundo de Khespy —ecléctico/andino por naturaleza— emerge del olvidado pasado y se proyecta a un futuro distópico/autoritario. Modernidad y ancestralidad. Tradición y tecnología. (No) viene de las viejas vanguardias soviéticas (y el arte geométrico/suprematista de Malevich), de Kandinsky y del cubismo y la psicodelia. Aunque pueda parecerlo. Su geometrismo es de (más) lejos; llega desde los ancestros que aprendieron a mirar el cielo en la noche, de la Cruz del Sur y la forma astronómica/geométrica de una cruz andina/cuadrada; viene desde la chakana (en quechua, “puente”) y las formas geométricas de los aguayos y el arte textil milenario.

Su paleta va desde el rojo al verde, pasando por el ocre, el amarillo y el naranja. Los colores —de la tierra— prohibidos han regresado, el dios sol (y el mundo de arriba) brillan de nuevo.

El mundo/arte (paralelo) de Khespy se mixtura/superpone con el muralismo mexicano/boliviano del siglo pasado, con los rostros marrones del indigenismo, con la animación y el cómic (con estética cohetillo), los videojuegos, el arte callejero/clandestino de Banksy y las nuevas formas del arte digital con QR y obras tridimensionales que se mueven y reviven en tu celular.

Khespy —una esponja— pinta de golpe en las paredes pacos y militares “cuadrados”, los jefes verdaderos del próximo Estado policial. Su anti-autoritarismo no es negociable, su crítica (frontal/burlona) a los poderes fácticos, tampoco. Pinta perros callejeros de color ocre, son los verdaderos habitantes de la ciudad, los príncipes libres y salvajes del mundo de aquí.

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Abril rojo 2024, tres años de búsqueda. He paseado la ciudad siguiendo los rastros que deja como murales/migas. He subido hasta lo más alto de un antiguo cine porno. Me he manchado de pintura. Me he perdido en la oscuridad. He mandado un cuestionario al “feis” y al “insta” de Khespy. Me ha jurado en vano varias veces que respondería. He visto en dos canales de televisión a encapuchados con chakanas rojas hablar en su nombre (incluso en un programa de ATB salió un tipo que decía ser Khespy y no era). He buscado desesperadamente a Khespy y lo he encontrado sólo en sus murales, pinturas, obras. Khespy se cubre el rostro para mostrar su mundo. Y aún lo busco.

Texto y Fotos: Ricardo Bajo Herreras

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La Auténtica: Amalgama de culturas y sabores en la 21 de Calacoto

Por Fernando Cervantes

/ 5 de mayo de 2024 / 06:53

Crónicas gastronómicas

Gilson Aguilar era un integrante más de la numerosa colonia boliviana que vive en la gigantesca metrópoli brasileña de Sao Paulo, donde conoció a su actual esposa, Samara Paixao do Espirito Santo, a quien conquistó llevándola a conocer la gastronomía y cultura de Bolivia presentes en la Feira  Kantuta, un  punto de encuentro para todos los connacionales en el vecino país.

Años después, este feliz matrimonio se encuentra liderando un emprendimiento de salteñas bolivianas, empanadas estilo argentino y especialidades de la cocina brasilera como las tradicionales coxinhas (bocaditos rellenos de pollo) o la popular feijoada que se puede acompañar con una deliciosa caipirinha todos los fines de semana.

Este lugar se encuentra ubicado en la zona Sur de la ciudad de La Paz, exactamente en la 21 de Calacoto, donde también se ofrecen empanadas de pollo, carne, jamón con queso o empanadas fritas dulces, tucumanas especiales y jugos de frutas, empanadas horneadas de dulce de leche y diversos sabores de salteñas como la de pollo, carne, pollo picante, carne picante o fricasé. El precio de cada salteña es de siete bolivianos.

La Auténtica

  • Dirección: Calle 21 de Calacoto, Galería Sol de Illimani, local 14  (Al lado del Banco Unión)
  • Teléfono: 69741647  
  • Plato Estrella: Feijoada
  • Rango de precios: De Bs 5 (coxinhas de pollo) a Bs 30 (feijoada)   
  • Atención:  Lunes a domingo de 8.30 a 15.00. 
  • Estacionamiento propio: No

Contáctenos: Fernando  recomienda, Fernandorecomienda @fernandorecomienda ,Correo: [email protected]

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Texto: Fernando cervantes

Fotos: La Auténtica

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¡Muere, Walking Dead, muere!

Por Cristian Callejas

/ 5 de mayo de 2024 / 06:49

(una obra de teatro corta)

El 31 de octubre de 2010, un programa arribó a la grilla para apasionar a multitudes: The Walking Dead, serie de televisión estadounidense de drama horror postapocalíptico de la compañía AMC Networks Inc basada en la exitosa serie de cómics homónima de Robert Kirkman.

14 años después, y luego de una serie de spin off que bebieron de ese éxito, el crítico de cultura pop Cristian Callejas propone esta “obra de teatro” para explicar el fenómeno.

Acto 1: Cuando los personajes se enamoran. De 2010 a 2015

Fan enamorado: Wow, nunca había conocido una serie así. Haces que tenga mariposas en el estomago. ¡Y tus personajes! Uh. Cuando los matas siento que mi corazón palpita el doble. Solo no le hagas nada al coreano, como en los cómics.

Robert Kirkman: Ka-ching. Money, money, money.

Frank Darabont: Prometo que esta será una serie de calidad y con una lógica que respete… ¿qué? ¿Cómo que estoy despedido de mi propia serie? Yo no… ¿cuánto piensan darme? Ah. Ya, claro, la serie es toda tuya AMC.

Fan enamorado: Qué bonita granja. Qué fea prisión. Qué malvado gobernador. ¿Cabezas? ¿Qué es un Terminus? Ah, Alexandria. Cómo te amo Walking Dead. Nunca te voy a dejar.

The Walking Dead: Es hora de matar al coreano.

Acto 2: Una relación empieza a volverse tóxica. De 2016 a 2020

The Walking Dead: Mi fan enamorado, ¿sabes que te quiero mucho, no? Quiero presentarte a mi hermana. Creo que los tres podemos hacer una linda familia. Puedes quererla como me quieres a mí.

Fear the Walking Dead: Lo mío es la familia, pero ten en cuenta que luego ya no será de eso y mientras avancemos en nuestra relación trataré de mantener tu interés trayendo a Morgan de vuelta porque según las estadísticas a la gente no le gusta tener a una mujer empoderada de principal.

Fan enamorado: Oigan, me siento un poco abrumado. ¿Podemos ir un poco más lento? Siento que hay demasiada información y no todas las cosas que estamos viviendo juntos me gustan. Osea, ¿un tigre? ¿Ese meme de Rick llorando? ¿Carl muere? Chao, Rick, susurradores… paren por favor…

World Beyond: Hola que tal, soy la prima lejana que nadie quiere y solo estoy aquí para distraerlos de las malas tramas que están pasando.

Acto 3: Una amplia familia que nadie pidió. 2021 a 2023

Fan enamorado: Creo que ya no estoy enamorado.

The Walking Dead: ¡No puedes dejarme! Cambiaréééé. Sí, sé que Fear te aburrió hasta la muerte este tiempo y que Beyond no nos aportó nada, pero mira, mi amiga Tales te juro que te dará lo que necesitas para que sigamos juntos.

Tales of the Walking Dead: ¿Uh?

Fan enamorado: No, no, no. Suficiente. Creo que debemos ver a otras series. No eres tú, soy yo. Tomarnos un tiempo.

Dead City: Yo soy el hermano y ¿sabes qué, fan? Tú no te vas a ninguna parte. Los ratings dicen que te gusta Negan, pues toma Negan. En par con Maggie y que buscan rescatar a su hijo en Nueva York zombie. Sí, pérdida de tiempo pero son solo seis episodios y al final el malo será el hijo que rescatan y que los traicionará. Y hablaremos de eso que le hicimos al coreano.

Daryl Dixon: Hola, yo soy el otro hermano y con mis seis episodios te llevaré a una Francia trucha y te mostraré esos famosos hiper zombies de los que hablan las otras series y también veremos una que otra extravagancia porque, pues, es Europa ¿no? (vemos una extraña orquesta zombie) Fan enamorado: Eh…

Acto final: El regreso del amado. 2024 a futuro.

The Ones Who Live: Ok, sé que ya no creías en este amor, pero ¡mira¡, he traído de vuelta a Rick y a Michonne. Dos episodios brillantes de inicio. Un cuarto experimental donde sólo hablan y finalmente el reencuentro que estaba esperando toda américa latina: Rick y sus hijos. Si esto no te saca una lágrima tú debes estar muerto. (Vemos al fan llorando y abrazando a Ones who live. Se besan)

El libro de Carol: Me dicen que aquí aceptan a viejos personajes en series donde un personaje busca a otro por seis episodios, ¿es cierto?

(Baja telón. Fin)

Tales está disponible en Prime desde el 20 de marzo. Dead City desde el 3 de abril. The ones who live desde el 19 de abril y Daryl Dixon estrena el 3 de mayo.

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Personajes

Fan enamorado: Vio The walking dead desde su lanzamiento y pese a las constantes decepciones en el camino, sigue enamorado de la serie y cree que mejorará.

The Walking Dead: Serie de zombies lanzada el 31 de octubre de 2010 que para sobrevivir su propia muerte en vida creó diferentes spin off de cuestionable calidad.

Robert Kirkman: Creador del cómic en el que se basa la serie.

Frank Darabont: Creador de la serie y la última persona a la que le importó la calidad de la misma. Despedido en medio de la segunda temporada.

Fear the Walking Dead: Ocho sosas temporadas de las aventuras de Madison, Morgan y un grupo de personajes olvidables.

The Walking Dead: World Beyond: Serie presentada en el “futuro” que busca justificar todo ese tema del CRM (Republica Civil Militar) y la serie de Daryl y Rick Grimes. 

Tales of the Walking Dead: ¿Por qué Parker Posey, por qué?

The Walking Dead: Dead City: ¿En serio ellos dos serán los protagonistas?

The Walking Dead: Daryl Dixon: Uh-la-la en Francia

Walking Dead: The Ones Who Live: La serie que vino a salvar la franquicia y explica aún más esa tontera del CRM.

Texto: Cristian Callejas

Foto: Internet

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Un puente de integración a través del arte

El Centro de la Cultura Plurinacional de Santa Cruz entró en diálogo con la muestra del Museo Nacional de Arte

Por Jackeline Rojas Heredia

/ 5 de mayo de 2024 / 06:42

Creadoras, proyecto museográfico que nació en el Museo Nacional de Arte, ha construido un puente de integración en todo el país y sobre todo, entre oriente y occidente, hecho con las obras de mujeres artistas bolivianas. En la Paz, se encuentra vigente la muestra Creadoras, mujeres artistas en Bolivia y en Santa Cruz, se inauguró el 11 de abril una exposición temporal que lleva el título de: Creadoras, mujeres del oriente boliviano, que puede ser visitada en el Centro de la Cultura Plurinacional, CCP. Ambas instituciones, tanto el MNA como el CCP, dependen de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

Creadoras surge de la necesidad de llevar adelante una muestra bienal con obras realizadas solo por mujeres; antes del mencionado proyecto, no se tomó en cuenta la capacidad creadora de las mujeres, o bien, las obras eran incluidas como parte de una temática en contextos o muestras en las que lo fundamental era destacar la creación de artistas varones.

Años atrás, para las artista mujeres era difícil acceder con sus obras a una sala del Museo Nacional de Arte; hoy están presentes obras que dialogan con las creaciones que, a su vez, se constituyen en el legado de precursoras y pioneras, obras contemporáneas y otras propuestas más en concordancia con la época actual.

Sin embargo, cuando la propuesta se manifestó atravesó por la oposición de quienes creyeron que llevar adelante una muestra solo con obras de mujeres era un exceso innecesario; aun así la tenacidad del equipo del Museo, con el apoyo del Consejo de administración de la FC-BCB, sobre todo, de la consejera Susana Bejarano, hizo posible que hoy esté montada la muestra Creadoras en diez salas, dos pisos del Museo Nacional de Arte.

La muestra integra, además, el trabajo de 104 artistas provenientes de ocho departamentos de Bolivia, más un grupo de obras de artistas extranjeras de países como México, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Yugoslavia, Inglaterra y Chile.

La exposición narra una historia no lineal, una que surge de la tierra, de la fuente de vida, y se enlaza a la misma historia de lucha de la mujer porque se le respeten sus derechos y se les permita ejercerlos, la lucha colectiva y cotidiana aún vigente, en paralelo al contexto histórico y político de Bolivia en su vida como país. Todas esas historias, solitarias y plurales, están plasmadas en obras pictóricas, grabados, instalaciones, fotografías, videos, obras digitalizadas, tejidos, cerámicas y más.

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Una extensión, casi similar, se llevó adelante en el CCP en Santa Cruz, a cargo del equipo curatorial dirigido por Andrea Hinojosa, en coordinación con la jefatura de la Unidad de Museo del MNA. En Santa Cruz se dirigió el trabajo museográfico sobre la base de tres ejes temáticos: Creaciones antiguas y actuales con alto contenido temático en distintas técnicas y materiales; la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos; y el nexo de la mujer con la tierra (lugar al que pertenecen).

La muestra en la capital oriental cuenta con la participación de reconocidas artistas como: Ejti Stijh, Raquel Schwartz, Aless Abruzzese, Magenta Murillo y Wara Cardozo , así como de artistas jóvenes como Gabriela Zeballos y Kelly Ledezma.

El MNA llevó, en el marco de su programa “El Museo dónde tú estás”, las obras de colección de artistas, entre la década de los 40 al 90 como: Norah Beltrán, María Luisa Castro, Teresa Córdova, María Haydée Aguilar, Agnes Ovando, Julia Meneses, Elisa Ballivián, Inés Córdova, Marina Nuñez del Prado y María Luisa Pacheco.

También están presentes los trabajos de creadoras más contemporáneas como Giomar Mesa, Ángeles Fabbri y Beatriz Nogales Iturri. De Brasil, se exhibe una obra de Teres Nicolau; de Inglaterra, una de Elisabeth Wisheropp y de Perú, una pieza  de Patricia Eyzaguirre.

La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.
La muestra hermana a la del Museo Nacional de Arte estará abierta hasta el 30 de mayo en el CCP Santa cruz.

Son obras que nunca antes fueron expuestas en Santa Cruz y que se integran a las obras de las artistas cruceñas, benianas, pandinas, además, porque la museografía de Creadoras lo permite. 

Por otro lado, en este marco se realizará un homenaje especial, recordando a la artista cruceña Etelvina Peña, una gran artista pictórica, actriz de teatro y televisión, una maestra cruceña que falleció el 1 de febrero de 2008.

A la vez, el CCP —con el apoyo y participación de la organización Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y el Centro de Investigación, Diseño Artesanal y Cooperativa (CIDAC)— hace posible la participación de tejedoras de tierras bajas, las obras de artistas de las naciones indígenas originarias del oriente boliviano.

Creadoras, mujeres artistas en el oriente boliviano estará abierta al público hasta el 31 de mayo, la entrada es libre y será una experiencia que la población de Santa Cruz y de Bolivia pocas veces tendrán la oportunidad de apreciar.

Texto: D. Jackeline Rojas Heredia

Fotos: Centro de la cultura plurinacional de santa cruz

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Letras bolivianas, letras hispanas: una celebración que suma

La Academia Boliviana de la Lengua entregó un reconocimiento a la investigadora Ximena Soruco por el Día Mundial del Libro

El acto de la Academia Boliviana de la Lengua en el Centro Cultural de España.

Por Bruce Aramayo

/ 5 de mayo de 2024 / 06:35

Desde que en 1995 se proclamara en la Conferencia General de la UNESCO el 23 de abril como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor para celebrar y promover la lectura, muchos países se han unido, a su manera, a esta fiesta de los libros. En el mundo hispano en particular esta fecha es especialmente importante porque se conmemora el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cúspide de la literatura en español.

La Real Academia Española, por ejemplo, celebra en su sede institucional la Semana Cervantina con actividades culturales abiertas al público y organiza todos los años las honras fúnebres al autor del Quijote en el Convento de las Trinitarias de Madrid. También en esta fecha se entrega el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” que es considerado el máximo galardón a la actividad creadora de autores españoles e hispanoamericanos; este año el escritor español Luis Mateo Díez ha sido merecedor de dicho reconocimiento.

De la misma manera, en América, las Academias organizan celebraciones similares en sus sedes con eventos que solo acrecientan el festejo universal de las letras hispanas. Nuestro país no es la excepción; su Academia, la Academia Boliviana de la Lengua (ABL), organizó el miércoles 24 de abril en el salón de actos del Centro Cultural de España en La Paz un evento en el que presentó su Anuario Nº 32 y dio un reconocimiento a la estudiosa Ximena Soruco Sologuren por su labor filológica. La celebración estuvo dirigida por la directora de la institución, España Villegas Pinto, y los académicos Hugo César Boero Kavlin y Juan Marcelo Columba Fernández; este último dio un discurso titulado Sobre algunos proyectos editoriales contemporáneos de Bolivia, que fue preparado para la ocasión.

El Anuario de la ABL se viene publicando desde 1985. Empezó bajo el nombre de Anales de la Academia Boliviana de la Lengua hasta su número 23 en 2008 y desde entonces se imprime como el Anuario de la Academia Boliviana de la Lengua. El número que se entregó la semana pasada sigue cumpliendo, como dice en su presentación, “las funciones conmemorativas mencionadas para el Día del idioma [y] las finalidades prácticas de materializar las metas de la misión institucional de la Academia”; en él se publican diferentes estudios e investigaciones sobre asuntos filológicos, lingüísticos y literarios en Bolivia. El reciente número incluye, además, los discursos de ingreso de sus más flamantes miembros (Juan Marcelo Columba Fernández, Diego Valverde Villena y Hugo José Suárez), homenajes póstumos y en vida a personajes de las letras nacionales y cuatro evocaciones in memoriam a Gaby Vallejo Canedo, quien falleció el 20 de enero de este año.

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El motivo del reconocimiento que se otorgó a Ximena Soruco fue su obra de edición e investigación Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930), publicada en 2022 por el Instituto de Investigaciones Literarias, la Carrera de Literatura de la UMSA y Plural editores. Con este galardón la ABL quiso, por un lado, evocar el trabajo literario de Medinaceli y, por otro, distinguir la labor de Soruco respecto al autor y su obra. Carlos Medinaceli. Ensayos reunidos (1915-1930) es el primer libro de una colección de cinco volúmenes donde la investigadora reúne toda la obra del autor de La Chaskañawi, novela que se editará como último volumen de la colección. En el primer y el segundo libro (ambos publicados) se reúnen los ensayos en los que Medinaceli analiza y comenta obras de literatura nacional y extranjera. El discurso de reconocimiento escrito por los académicos Tatiana Alvarado Teodorika, Hugo Boero Kavlin y Alba María Paz Soldán Unzueta, señala que “más allá del aporte que representa para las letras bolivianas, su mejor conocimiento y su divulgación, esta obra es una prueba de la construcción intelectual más allá de las fronteras” y en él se agradece a Ximena Soruco por haber iniciado esta labor de investigación y compilación. “La felicitamos por el rigor con el que está llevando a cabo este trabajo, hacemos público nuestro reconocimiento y compartimos nuestro sincero deseo de que todos los volúmenes salgan pronto a la luz”, concluyen los académicos.

Entrega del reconocimiento a Ximena Soruco. Abajo: Ejemplar del Anuario de la ABL.

Tanto en nuestro país como en el resto del continente, de este y del otro lado del Atlántico, el reconocimiento a los escritores en lengua española es una forma común de expresar el amor a la literatura. En el mes de abril se elogian los libros y la lengua; y todas las personas e instituciones que aprecian el español se suman a este festejo para distinguir a los escritores que nos deleitan con su prosa o sus versos y para recordarnos que las letras hispanas, y las letras las bolivianas, son motivo de orgullo.

Texto: Bruce Aramayo

Fotos: Bruce Aramayo y Archivo ABL

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