Espejismo digital
La agenda de transformación digital quizás debería ser más modesta y a la vez más práctica
En las conversaciones sobre los retos que implica la expansión del uso de dispositivos digitales en la vida cotidiana hay muchas suposiciones sin comprobación empírica, y demasiadas promesas sin sustento real. Hay poca información sobre la cobertura real de esos procesos, y particularmente de la manera en la que los bolivianos los están asumiendo. Muchos creen que volverse digital constituye una garantía de éxito y un pasaporte a la modernidad, sin percatarse que esta condición no depende solo de la implantación de las tecnologías en boga, sino también de otros factores, como la manera en la que estas herramientas interactúan entre las personas, con habilidades, limitaciones y culturas específicas.
Cierto entusiasmo digital acrítico subestima, por ejemplo, la gran inequidad que caracteriza la expansión de estas tecnologías en un país como Bolivia. Ciertamente el uso del internet se está masificando gracias a la proliferación de los celulares inteligentes, pero su cobertura alcanza apenas al 50% de los bolivianos mayores de edad, según la más reciente encuesta de hogares del INE. Siendo obviamente los de menores recursos y quienes viven lejos de los grandes centros urbanos los que tienen menos conectividad. Otras encuestas también muestran que la proporción de usuarios que emplean estos medios para buscar información pública, hacer negocios o transacciones financieras complejas no supera el 10% de la población adulta. Es decir, uno de cada dos bolivianos ni siquiera entra al internet; y de los que entran, la gran mayoría lo hace para conectarse con sus amigos y familiares, y para realizar algunas actividades de entretenimiento.
A partir de estas consideraciones, la agenda de transformación digital quizás debería ser más modesta y a la vez más práctica. El reto sigue siendo abaratar el costo de los servicios de telecomunicación para que se usen más tiempo, dar información básica sobre cómo aprovechar las opciones de un celular cuando se tiene un plan prepago modesto, o facilitar accesos gratuitos y masivos a esas tecnologías en espacios públicos y educativos.
Tampoco debe olvidarse que la mitad de los bolivianos no están inmersos en esos procesos; los cuales siguen requiriendo información y opciones de viejo cuño de atención del sector público y privado. Sería un error garrafal apostar únicamente a un país virtual en el que las redes sociales y el internet estarían llegando a todos, lo cual es, en este momento, una falacia. (22/06/2019)