Brasil, habrá baile
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
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A mediados de septiembre de este año estalló una polémica en España con tintes racistas. El español Koke Resurrección, del Atlético de Madrid, advirtió con “lío” si Vinicius Jr. se atrevía a bailar en el clásico de la capital.
Las redes sociales, cloacas usadas por la ultraderecha como altavoz, atacaron cobarde e impunemente al delantero brasileño.
Vinicius respondió por medio de un video y una frase que lleva tatuada: “Mientras el color de la piel sea más importante que el brillo de los ojos, habrá guerra”.
Es una cita del que fuera presidente de Etiopía, el mítico Haile Selassie, cita que hiciera famosa en una canción otra leyenda, Bob Marley. Cientos de jugadores brasileños apoyaron a su colega con la etiqueta: “Baila Vini”.
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Neymar, un tipo que se la jugó abiertamente por Bolsonaro en la última campaña electoral, escribió en su Twitter: “Regatea, baila y sé tu mismo. Feliz de como eres. Sube para la cima mi chico, el próximo gol, bailamos”.
Raphinha, el hombre del Barsa transformado por el “Loco” Bielsa en su etapa del Leeds, añadió: “Yo quiero ver danza, yo quiero ver alegría”. Anoche todos vimos esa alegría; anoche Brasil fue fiel así misma. Y “Vini” bailó con Neymar para el mundo con toda la banda.
“Si no se puede perrear, no es mi revolución”.
Ese fue el lema que hace unos años unas compañeras feministas inventaron para reivindicar el regetón y el derecho a bailar como te de la gana. El baile de las mayorías silenciadas es subversivo por naturaleza y por eso molesta a los que sabemos.
El “jogo bonito” viene con baile, llega con aroma de fútbol playa, con paredes imposibles sin que la pelota caiga a la arena. Son las maneras con las que la “verdeamarela” convierte un juego colectivo en obra de arte.
En la maravillosa primera parte de Brasil contra Corea del Sur (con el regreso de Neymar) vimos una innovación a la hora de festejar. Después de los goles, todos saltaron con el goleador al medio del grupo. Cuando casi todos se van, tres o cuatro se quedan. Alguien dice algo al odio del otro, es la contraseña. Entonces llega la coreografía preparada, imaginada como para ganar en el Sambódromo. Brasil transmite esa felicidad.
Si te enojas porque los brasileños se pone contentos y dichosos jugando a la pelota y bailando, el problema no es de ellos; el problema es tuyo.
Puede ser un problema parecido al de Koke Resurrección, el mismo jugador que pidió perdón por exhibir un símbolo nazi durante la celebración de la Copa Uefa en 2012.
El equipo de Tite, al que los jugadores buscan para sumarlo a la danza, ha metido a la pentacampeona en cuartos con una exhibición admirable, con una facilidad pasmosa. El homenaje a Pelé fue dentro y fuera de la cancha. Mientras el fútbol sea diversión, mientras que la piel de la fiesta sea más importante que el odio, habrá baile.
(05/12/2022)