La gran plaza de la revolución
‘De la Revolución’, porque allí la gente, fruto del debate y la charla pública, revoluciona su forma de pensar.
Quien tiene buena memoria recordará que hace más de veinte años en la ciudad de El Alto, en plena Ceja, a unos pasos de la hoy “Alcaldía Quemada”, había una precaria plaza, donde oradores callejeros exponían libros, fotocopias y folletos, lo que acompañaban de una elocuente disertación. Eran días en que se formaban grandes círculos que fácilmente llegaban a 50, 100 personas; el espacio mismo permitía tal aglomeración pues éste aún se podía utilizar en la totalidad de su superficie.
Allí la gente podía participar en álgidos debates, lo que tenía como resultado una alta dosis de politización de las ideas.
Con la llegada de José Luis Paredes a la Alcaldía alteña (1999), este espacio fue atravesado por una calle, que bajo el pretexto de facilitar el tráfico vehicular partió la plaza en dos, lo que redujo de manera importante su superficie. Eso no fue todo: gradualmente fueron copando las aceras de la calle comerciantes que se instalaron ahí para establecer kioscos y pequeños puestos.
Así fue como la plaza Cívica, conocida también con el rótulo de “Plaza de La Revolución” —por ser el espacio donde las personas revolucionan su forma de pensar, ya que producto de las charlas y los debates ponen en duda muchas de las ideas dominantes— fue perdiendo su condición de “plaza” y padeciendo el uso mercantil de su espacio. En ese escenario, los sobrevivientes de la “Plaza”, los oradores, experimentan un resultado tardío de las políticas de gestión de José Luis Paredes.
Hace unos días, como sucede regularmente, los oradores, se disponían a ofrecer sus materiales históricos, ideológicos y políticos en la acera de la calle que atraviesa la plaza Cívica; casi de inmediato, varias personas fueron aglomerándose a su alrededor. En eso, sin advertirlo, una vendedora de jugos de fruta arrojó a los oradores un licuado de plátano, salpicando a cuanto asistente estaba cerca y a varios textos que se encontraban sobre un nailon. De inmediato, las vendedoras de jugos se lanzaron contra los oradores, pero los que se disponían a escucharlos salieron en su defensa.
El conflicto había sido por el espacio. Las vendedoras argumentaban que los oradores les perjudicaban en sus ventas, pues la gente que lograban convocar obstruía la vista de sus puestos. Fue tal la tensión que se vivió en ese momento, que dos efectivos policiales tuvieron que mediar para que los ánimos se apaciguaran. Una de las vendedoras pidió a los oradores que se dediquen a trabajar como albañiles en vez de venir a las plazas. La respuesta no se dejó esperar: uno de ellos manifestó que eran intelectuales y que ese era su trabajo.
Este anecdótico conflicto, aparentemente no muy grave, debe preocuparnos pues, nos está revelando varios problemas de fondo. Primero, que la Alcaldía de El Alto no está asumiendo con seriedad su papel administrativo, porque al permitir que la plaza Cívica continúe atravesada por una calle y esté cubierta de comerciantes demuestra que le interesa muy poco la organización del espacio urbano alteño. Segundo, aparentemente, a nuestras autoridades ediles no les preocupa el papel histórico de la plaza Cívica; olvidan que en espacios como éste se fueron formando muchos de los líderes que participaron en la histórica Guerra del Gas en octubre de 2003. Tercero, al permitir que la plaza Cívica siga en esas condiciones, continúan con la política neoliberal que desplegó José Luis Paredes. No debemos olvidar que para este exalcalde, tener cerca un espacio donde constantemente se evaluaba la gestión de su gobierno representaba todo un peligro. Por ello, al igual que muchos otros gobiernos ediles (como Juan del Granado en la ciudad de La Paz respecto a la Plaza de los Héroes) encontró el pretexto ideal para neutralizar las denuncias que se hacen en este espacio: su remodelación.
Ya hace más de ocho años que los “oradores” entregaron un proyecto al municipio alteño, en ese entonces bajo la gestión de Fanor Nava, en el que se pedía: el cambio de nombre de plaza Cívica a “Plaza de la Revolución”, la ampliación de su espacio, los monumentos de Túpac Katari y Bartolina Sisa y, en fin, el mejoramiento de su aspecto en todo sentido. El proyecto buscaba que la “Plaza de la Revolución” cuente con las comodidades necesarias para que los oradores y la gente que atravesara este espacio puedan continuar con las charlas, los debates, la reflexión y la información. Sin embargo, hasta la fecha, el proyecto ha sido olvidado.
En el Reino Unido, desde 1872, hay una plaza, el Hyde Park de Londres, que el propio parlamento inglés reconoció para el debate público. Con su “rincón de los oradores”, este espacio en el que participó el propio Carlos Marx con sus encendidos análisis, hoy cuenta con las condiciones mínimas para que los londinenses puedan proseguir discutiendo sobre política, cultura, religión o arte. En Perú, en la Plaza San Martín, el municipio permitió el funcionamiento de un espacio cultural denominado el “Ágora popular”. Ahí se producen estruendosos debates, que, curiosamente, ahora se transmiten por las redes sociales. Por supuesto, este espacio fue una conquista social, pero no está demás resaltar que las autoridades ediles facilitaron su consolidación.
¿Saben nuestras autoridades ediles de la existencia de este tipo de espacios?
Aparentemente no, pero sería bueno que indaguen un poco sobre las características de los mismos. No se trata de imitar, nuestros pueblos desde siempre han hecho uso de las plazas, solo hay que recordar la histórica Rimaj Pampa o pampa que habla. Lo que decimos es que es posible edificar espacios adecuados para seguir promoviendo y profundizando la democracia popular. Hagámosle un favor a la democracia, exijámosle al gobierno municipal alteño que promueva la cultura del conocimiento político, poniendo en marcha la edificación de la “Gran Plaza de la Revolución”.