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Tensiones explosivas en el oficialismo

Adriana Salvatierra y José Llorenti explican la disputa en el Mas

/ 21 de enero de 2024 / 07:05

Adriana Salvatierra y José Llorenti dan sus perspectivas sobre la crisis en el MAS, sus causas y situación actual.

El Punto sobre la i

Hubo un tiempo en el que el MAS ostentaba una formidable hegemonía, que se tradujo en sendas victorias electorales. La otrora unidad férrea y la construcción del sentido que imbricaba al partido, las clases populares e indígenas, el Estado Plurinacional y a Evo Morales como un todo monolítico ya no existe más, sino como un recuerdo. Cabe preguntarse entonces, cómo el oficialismo llegó a su situación actual, caracterizada por una pugna interna que no hace otra cosa que escalar, con sendos anuncios de bloqueos a nivel nacional de por medio.

Conversamos al respecto con la politóloga y exsenadora, Adriana Salvatierra, y el con el comunicador y analista político, José Llorenti. A continuación, reproducimos las ideas vertidas por ambos.

Adriana Salvatierra

Yo creo que, si vamos desde el principio, hay que entender lo que se planteaba en este nuevo periodo del MAS. Yo esperaba que el Gobierno nacional, luego de toda la crisis social y política, sea importante para recuperar el poder del Estado. Pero también sabíamos que era un contexto distinto. Cuando ocurren este tipo de crisis, como la de 2019, que mueven las bases institucionales del Estado, las bases sociales, las estructuras organizativas, incluso cuando se produce un remesón en todo el tejido social y político del país, es normal que haya una necesaria transición. Yo creo que a Luis Arce no le gusta mucho que se hable de que ellos sean el gobierno de transición, pero había un periodo de transición necesario que implicaba la reconstrucción de este tejido social, de la economía, y que era parte de nuestra agenda política al momento de llevar adelante el proceso electoral. Nosotros no vinimos con una agenda revolucionaria, vinimos a decirle a la gente que se iba a reactivar la economía, que se iba a hacer justicia por las víctimas de Senkata y Sacaba y que se iba a traer a las vacunas necesarias para saldar la crisis sanitaria del 2020.

Pero empezó a llamar la atención cuando, y creo que esa fue la primera fisura que muchos de nosotros identificamos, que nos dimos cuenta, cuando en el discurso presidencial del 8 de noviembre de 2020 se habló una reivindicación de diferentes líderes sociales en la historia de Bolivia. Se habló de la recuperación de la democracia contra el golpe de Estado y no hubo una sola mención al presidente que fue víctima del golpe de estado, al presidente del partido y al jefe de campaña, Evo Morales. Muchos de nosotros que estábamos en la concentración, escuchando el discurso, decíamos qué pasó, por qué sucedió. Creo que la pregunta más importante es para qué sucedió. Con más elegancia o más desgarbo, buscaron una retórica que de a poco explique, cómo decía un diputado, que la gente que estuvo trabajando con Evo Morales no va a ser ni portera en una institución del Estado y diferentes vetos políticos y listas que circularon y que en el fondo buscaron construir la retórica de la renovación como una forma de explicar lo que finalmente pretendían desde el primer día que asumió el Gobierno, que fue el desplazamiento político. No sólo de Evo Morales como individuo, sino el desplazamiento político para generar una nueva estructura de poder. Y esa estructura de poder, por supuesto que se vale de organizaciones sociales, genera vínculos políticos, hace política.

De esa fisura, luego vinieron observaciones a la forma en la que se está llevando adelante la gestión pública, que no es adecuada. Primero lo dijeron los propios miembros del pacto de unidad. El anterior secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Eber Rojas; el ejecutivo de los interculturales; el propio ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), presentaron sus observaciones. Luego se reunieron con el presidente, en teoría saldaron las observaciones. Luego vinieron las observaciones del trópico de Cochabamba, en un ampliado de las seis federaciones. Luego las observaciones fueron trasladadas, todo en un nivel interno, al presidente en diferentes espacios de diálogo, también por Evo Morales. Ninguna de esas observaciones fue saldada y creo que un punto de quiebre fue con el caso de la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC), de las coimas. Porque allí hubo una primera abstracción de la realidad y del cuestionamiento social sobre el actual estado de la gestión pública y las críticas a la corrupción. El presidente Arce sostuvo la confianza en un presidente de la ABC cuya gestión estaba siendo manchada con una fuerte denuncia donde incluso fallece una persona. Ahí empezó a existir una fisura. luego la grieta y finalmente un quiebre.

Ese quiebre ya hoy tiene connotaciones ideologías. La estigmatización de los campesinos del trópico, que es continua y sistemática por parte del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo. Hace poco los policías robaron un millón de dólares, De pronto aparecen ochocientos y pico mil dólares. Nadie le toma declaración a la persona que devuelve la plata y salen desde el Ministerio de Gobierno a decir esta plata tiene como origen el trópico de Cochabamba. Cuando dan una conferencia de prensa y se explican los resultados de la lucha contra el narcotráfico, se hace énfasis en el trópico, pero empieza a obviarse que, así como esa plata supuestamente tenía como origen el trópico de Cochabamba, venía a pagarle a alguien acá, en Santa Cruz, donde los narcotraficantes hacen su vida, mantienen relaciones sociales, como todos lo vimos en el caso de Sebastián Marset. No se dice que el mayor número y porcentaje de incautaciones de hoja de coca que transita al mercado ilegal no se hace en el trópico de Cochabamba, sino que se hace en el departamento de La Paz. Todo eso es obviado para construir un relato de estigmatización del trópico de Cochabamba.

Entonces vemos que esto deriva en que hay autoridades del gobierno que se han visto tentadas en usar el poder político para dirimir su interna personal. También es una diferencia de carácter ideológico la forma en la que se intervienen las organizaciones sociales, la forma en la que los policías desalojan un congreso de la CSUTCB y custodian el edificio. Luego el presidente Luis Arce, a través de su cuenta en Twitter, reconoce a un ejecutivo que finalmente era militante de otro partido. Peor todavía, cuando el ministro de Justicia. Iván Lima, abiertamente demanda a los magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) la inhabilitación de Evo Morales, cumpliéndole el sueño a Jorge Quiroga, a Luis Fernando Camacho, valiéndose de las herramientas del Estado. Entonces ya no es fisura, ya no es grieta, es un quiebre ideológico importante.

Yo entiendo que la respuesta de muchos compañeros, que actualmente están en el Ejecutivo, es decir vamos al vicio más antiguo, el referéndum de 2016. Bueno, lo discutimos en ese momento. Y cuando lo discutimos, Luis Arce continuó siendo ministro de Economía, David Choquehuanca continuó siendo canciller. Todos los que fueron servidores públicos hasta el 2016, continuaron siendo servidores públicos. El 2019, el 2017, cuando salió la sentencia, ¿cuál de los actuales funcionarios que hoy cuestionan todo ese camino que seguimos en unidad rompió con el gobierno de Evo Morales? ¿Quién se levantó para decir que opinaba distinto y que las cosas no deberían ser así? ¿Cuál de estos servidores públicos, cuando Evo Morales se presentó a las elecciones de 2019, dijo que no? Ni siquiera el propio ministro Iván Lima. Yo creo que hay que hacer una autocrítica honesta. Evo Morales la ha hecho en otros medios de comunicación. Dijo que, probablemente, la vía judicial no era el camino. Dijo que en ese momento habló con quienes eran su equipo de gabinete, entre ellos estaba el presidente y el vicepresidente actuales, y decidimos juntos aquella vía. Con el periódico del día lunes podemos decir que fue un desacierto, pero yo cuestiono la honestidad desde la cual se interpelan ciertas cosas. Si es realmente una crítica honesta o es una crítica que se adecua al actual interés político y se perfila cumpliendo finalmente el sueño de Luis Fernando Camacho y de Jorge Quiroga que es inhabilitar a Evo Morales de la vida pública.

José Llorenti

Cuando hablamos de la crisis del MAS, generalmente uno tiende a perderse en las formas y deja de lado lo más importante. Uno piensa que la crisis adviene directamente o recientemente, en unas semanas, desde el fallo del TCP. Otros piensan que data de algunos meses atrás, con los problemas electorales o cuasi electorales entre Evo Morales y Luis Arce. Sería muy sencillo pensar que es una disputa entre dos bandos que no están de acuerdo. Yo considero que más bien la narrativa está impuesta por Evo Morales, porque en el fondo es él quien habla de la existencia de traidores y de leales. En el fondo, son dos bandos diferenciados porque Evo Morales los diferencia. Los leales son las personas que de alguna manera están de acuerdo con Evo Morales, en particular con su candidatura, y los traidores son todos los demás que no están de acuerdo con él. Entonces, esta narrativa lo que ha hecho más bien es ocultar el verdadero problema que ha provocado la crisis, en primera instancia política, pero ahora ya es orgánica y social del MAS.

Todavía no considero que sea ideológica, pero esta crisis nace el año 2014. Ese año Evo Morales gana las elecciones con casi el 62% de los votos. Gana prácticamente en todos los departamentos, excepto Pando y Beni, donde pierde por escaso margen. Gana incluso en Santa Cruz con más del 47%. Entonces, el MAS llega a un momento de cúspide muy alto y de hegemonía, donde prácticamente era todo le era posible. Sin embargo, las lecturas que se hacen de esa victoria tienden a ser exitistas. Hay una lectura, que la hace Álvaro García Linera, donde él sostiene que en realidad giró el campo político a la izquierda y que existiría más bien un cambio de valores en la sociedad boliviana. Otros, que tengo entendido eran más del círculo del exministro de Presidencia, Juan Ramón Quintana, construyen la narrativa de un Evo invencible. Si Evo está en la papeleta, se gana, decían. Por ejemplo, mencionaban que en las subnacionales baja el voto del MAS porque Evo no está en la papeleta. Cuando Evo está, suben los votos del MAS. Crean así una especie de teoría de culto a la personalidad. Y obviamente reducen al sujeto histórico indígena, a todos los sectores sociales, a simplemente el aspecto electoralista en base a una candidatura. En este caso, la de Evo Morales.

Hay otras lecturas que tienden a ser menos exitistas, que dicen que más bien se gana por un voto pragmático, por un voto de certidumbre y de estabilidad, que, más o menos, promovía el MAS. Obviamente, los precios de las exportaciones estaban en un lugar alto, la economía estaba en su mejor momento en los últimos 30 años. Entonces, ese año, 2014, la victoria del MAS empieza a ofuscar a los líderes. Tanto Álvaro García Linera como Juan Ramón Quintana y los sectores que los rodeaban, empiezan a decir que, como el campo político ha girado a la izquierda y Evo Morales es indestructible, entonces aprovecharemos para convocar un referéndum y modificamos la Constitución para habilitar a Evo Morales. Sin embargo, Evo Morales pierde el referéndum del 2016 y fue ahí donde precisamente debió iniciarse el debate de la renovación o de quién serían las personas o la persona que le sucedería a Evo Morales en el mando político del año 2019.

Pero, Evo Morales, al rehusarse a aceptar esta realidad, a reconocer la caída en el referéndum del 2016, donde perdió 13 puntos porcentuales en referencia a lo sucedido el año 2014, empieza a provocar una crisis tanto en el bloque histórico y popular como en el mismo MAS. El desgaste es crónico, hasta llegar a 2019, donde cae al 47% de los votos. Si hacemos una simple comparación de 62% a 47%, estamos hablando de más de un millón de votos de diferencia que se pierden desde el año 2014 al año 2019. Entonces, ¿dónde se fueron esos votos? ¿Por qué dejaron de apoyar? Y al mismo tiempo, ¿por qué esos votos después retornaron el año 2020 y respaldaron a Luis Arce? Esas son las preguntas que nos tendrían que obligar a pensar cuál fue el origen de esta crisis del MAS. Lo que estamos viviendo ahora son más bien síntomas de esto o son tal vez la consecuencia de estas teorías que en algún momento trataron de explicar la realidad que son las ya antes mencionadas, la del supuesto viraje del campo político a la izquierda y la del culto a la personalidad de Evo Morales. Esas ideas, de alguna manera concatenadas, pueden exponer el contexto en el cual podemos entender la crisis política y la crisis orgánica que ahora está viviendo el MAS.

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En 2019 hubo un golpe de Estado en Bolivia que se suscitó para derrocar a Evo Morales. Un golpe de Estado que fue previamente efectuado por una movilización social en las principales capitales del país y que estaba impulsado fundamentalmente por sectores urbanos de clase media. Estaban también ciertos sectores de lo que se denomina el bloque popular, pero eran más bien partes anexas al grueso del movimiento que eran las clases medias urbanas. Éstas no siempre han estado de acuerdo con el Gobierno del MAS, pero que muchas de ellas sí votaron antes por él. Hubo un alejamiento en esos tres años que recorren el 2016 y al 2019, que son esos tres años de desgaste crónico que vive el MAS. Después del 21F, esas clases medias van migrando y empiezan a tomar acciones cada vez con mayor fuerza. Al comienzo, fueron movilizaciones sociales muy tenues, pero después terminan radicalizándose hasta terminar con la renuncia de Evo Morales. Ahora bien, en 2009 se aprueba la Constitución Política del Estado con el 62% de los votos y en 2014, Evo Morales es reelecto con prácticamente la misma cantidad de votos. Había en la población una suerte de emparejar el Estado Plurinacional con Evo Morales. Las mismas personas que creían en el Estado Plurinacional y que votaron a favor de la refundación de Bolivia con la nueva Constitución, son prácticamente las mismas que votaron por Evo Morales unos años después. ¿Qué es lo que sucede cuando se llega al 21 de febrero de 2016? Ese 62% se deduce a un 49%. Esas personas estaban de acuerdo con el Estado Plurinacional, eso se demostró en 2020, porque volvieron a votar por Luis Arce, pero no estaban de acuerdo con el culto de la personalidad. Luego del 21F hubo muchas lecturas. Pienso que muchas de ellas eran erradas, que decían que fue un voto racista, un voto mentiroso, que fue una estrategia del imperialismo, etcétera. Suena más a una excusa que a una explicación realmente valedera de lo que sucedió. Después de tres años de constante desgaste, hubo ese levantamiento social que desemboca en un golpe de Estado.

En el MAS hay unas lecturas del golpe de Estado en su calidad victimista. Es decir que, nosotros, las víctimas, hemos sufrido un golpe por parte de las fuerzas reaccionarias, cuando eso no fue precisamente lo que pasó. Fue un levantamiento social que desembocó en un golpe de Estado. Levantamiento social y golpe de Estado no son categorías ajenas o contradictorias y que no puedan unificarse. Dialécticamente, pueden leerse fácilmente como el curso natural de un descontento social.

En 2020, Luis Arce y David Choquehuanca recuperan el porcentaje perdido por Evo Morales en esos tres años, demostrando una cosa que es fundamental, que la gente no es que está en contra del Estado Plurinacional, pero está en contra de la prórroga de mandato de Evo Morales. Votaron por otro candidato del MAS y ganó abrumadoramente con el 55%. Ahí vemos que la idea del culto a la personalidad y la idea del viraje del campo político a la izquierda empezaron a demostrar sus limitaciones.

Al presente, llegamos a esto que se ha denominado el pacto de Andrónico Rodríguez con sectores de la derecha en Bolivia. Otros lo han calificado como simplemente un acuerdo de gobernabilidad en el parlamento, entre otros tantos que se suscitan. Yo considero que más bien es un acto desesperado ante la ingobernabilidad producto precisamente de la crisis del MAS. Ante la ingobernabilidad, porque el MAS no tiene mayoría. Hay que entender que partidos como el MAS, partidos como el MNR en su época, son partidos que en el momento que nacen tienen el germen de la hegemonía, porque los cambios estructurales que plantean este tipo de partidos solo pueden desarrollarse con hegemonía. No pueden desarrollarse con pactos en los que ellos no son hegemónicos. En este caso, el MAS no tiene la hegemonía, sí tiene el dominio del poder estatal, por decirlo de alguna manera, Luis Arce lo tiene, pero no tiene la hegemonía que tenía antes. Entonces tiene que optar a hacer este tipo de encuentros con otras fuerzas que en el pasado no lo hubiera hecho. Lo que demuestra, obviamente, además de la crisis del MAS, una decadencia en algunos aspectos y al mismo tiempo las limitaciones reales que tiene el MAS para poder volver a estructurarse en tanto hegemonía, como lo fue el año 2014.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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La disminución de la hegemonía del mas tiene como correlato que las clases medias opositoras busquen nuevos referentes

Por Pablo Deheza

/ 5 de mayo de 2024 / 06:57

El punto sobre la i

En la medida en que la disputa al interior del oficialismo viene debilitando al partido de gobierno, las prioridades entre las clases medias opositoras vienen cambiando. Emergen nuevas demandas, que ya no se centran exclusivamente en sacar al MAS del poder. Además, se observa la conformación de espacios de opinión fragmentados.

Conversamos sobre estos temas con el destacado investigador social Julio Córdova, director de la empresa de estudios de opinión Diagnosis.

¿Cómo ha evolucionado la percepción ciudadana sobre la disputa política en Bolivia luego del gobierno de Jeanine Añez?

Esta evolución de la percepción ciudadana se puede caracterizar en los siguientes cuatro puntos:

1. La polarización social se mantiene. Por un lado, está la postura que apoya la narrativa del MAS “del golpe en 2019”, sobre todo en clases bajas de Occidente, y que llega a más o menos el 35% de la población. Por otro lado, está la posición que respalda la narrativa del “fraude”; presente en clases medias principalmente del Oriente, que llega a más o menos el 45%. Hay un 20% de indiferentes frente a ambas narrativas.

2. Ha disminuido el apoyo al Gobierno de Arce del 55% en las elecciones del 2020 a más o menos el 40%. Este 15% de disminución se traduce en una actitud de “indiferencia” ante la gestión actual del arcismo y está presente principalmente en clases bajas de los Valles que apoyan a Evo.

3. El 40% que respalda al Gobierno de Arce (clases bajas de Occidente) no es una base social totalmente fiel. Tiende a disminuir hasta el 32% en coyunturas de conflicto político e inestabilidad económica.

4. Se ha profundizado una dispersión del apoyo electoral. Entre las clases bajas masistas cerca del 20% piensa votar por Arce, 10% por Evo, un creciente 7% votaría por Andrónico y un 5% por un nuevo del MAS. En las clases medias antimasistas el 10% votaría por Mesa, un porcentaje similar por Cuéllar; Doria Medina, Reyes Villa y Camacho tienen 5% o menos de apoyo cada uno; cerca del 15% espera un candidato nuevo de la oposición.

Se observa un escenario con una multiplicación de discursos polarizadores, ya no sólo entre el oficialismo y las oposiciones, sino también al interior de cada una de estas veredas. ¿Cómo está percibiendo esto la ciudadanía?

Al interior del MAS hay una polarización entre arcistas y evistas. En cambio, en la oposición se trata de una falta de hegemonía y una dispersión de actores con poco poder de convocatoria. Según las encuestas de Diagnosis esta situación se debe a un divorcio entre los dos elementos de la demanda social (la concreta y la simbólica) y la oferta política.

En el ámbito “masista” la demanda social concreta es en orden de importancia: a) acceso a empleos de calidad para jóvenes, b) apoyo a emprendimientos propios de la gente y c) estabilidad económica (precios estables). La demanda simbólica apunta a un líder que muestre la posibilidad de ascenso social desde la pobreza a través de la educación superior. Ni Arce, ni Evo responden adecuadamente a esta demanda social popular. Andrónico se adecúa un poco.

En el ámbito “antimasista” la demanda concreta es, en orden de importancia: a) acceso a empleos de calidad, b) estabilidad económica y c) seguridad ciudadana. La demanda simbólica apunta a un líder fuerte de carácter (decidido); pero que, al mismo tiempo, sepa “entenderse” con los sectores pobres: “el pueblo”; es decir un líder del tipo “bukele”. Ninguna de las figuras opositoras se adecúa a esta demanda.

¿Cómo están incidiendo en el país las redes sociales y otras plataformas en la formación de la opinión pública y la creciente conformación de burbujas culturales?

Las redes sociales tienen mayor incidencia en las clases medias (media típica y media baja) y entre jóvenes de la clase baja. Pero casi no tienen incidencia entre adultos de la clase baja, y en todo el estrato pobreza. En las clases bajas son más importantes los sindicatos y las agrupaciones barriales como espacios de formación de opinión. Es a través de estos espacios de organización popular que el MAS ha construido su hegemonía en estos sectores populares.

Según las encuestas de Diagnosis, en las clases medias, casi el 100% tiene al menos una cuenta en las redes sociales. Sobre todo, en Facebook (92%), aunque con un crecimiento astronómico de Tik Tok (64% en menos de cinco años). En promedio, los jóvenes de clases medias interactúan 3,2 horas por día en las redes; y los adultos interactúan 0,9 horas al día.

Como han demostrado varios estudios en otros países, las redes tienden a profundizar las percepciones y actitudes de los segmentos sociales a través de “comunidades homogéneas”. Con ello se profundizan los “guetos de pensamiento único” al interior de estos segmentos, y la polarización y confrontación con los guetos contrarios. En Bolivia, mucho del “antimasismo” de las clases medias se puede explicar por la incidencia de las redes sociales.

¿Cómo se puede caracterizar la situación actual del campo político nacional y cuáles son las fuerzas dominantes que explican cómo hemos llegado al momento presente?

Se puede hablar de una creciente pérdida de hegemonía del MAS junto con la ausencia de algún movimiento político que pueda reemplazar a este partido. Ello conduce, como dijimos antes, a una creciente dispersión del apoyo social, junto con la expectativa por algún “líder nuevo” en al menos el 55% de la población, tanto en el ámbito masista como en el ámbito antimasista.

Esta pérdida de legitimidad del MAS ante sus bases sociales y ante sus electores, no significa la pérdida de legitimidad de su modelo de desarrollo. Cerca del 60% de la población respalda un modelo estatista en el cual el Estado sea dueño de los recursos naturales, que los industrialice, y que emplee el excedente para dinamizar la economía, de modo que tanto el Estado, la empresa privada, el capital extranjero y los pequeños emprendimientos de la población generen empleos de calidad.

En suma, el campo político actual se caracteriza por la búsqueda de un nuevo actor político que pueda administrar de mejor manera el modelo estatista de desarrollo. Por el momento no hay mucho espacio para propuestas liberales y/o libertarias, o para modelos federales de organización política.

¿Qué se puede avizorar sobre hacia dónde va la sociedad boliviana en las próximas elecciones de 2025? ¿Cuáles se perfilan como los temas o preguntas medulares que estarán en juego?

Existen dos posibles evoluciones del “mercado electoral” de cara al 2025. 1) Por un lado está la “vía peruana” reciente con una “hiper dispersión” del voto sin que algún candidato supere el 20%, lo que puede llevar a la ingobernabilidad e inestabilidad política como se ve actualmente en el país vecino. Es el escenario más probable.

2) Por otro lado está la “vía peruana de los 90” con la repentina e inesperada aparición de un “outsider” como Fujimori que canalice el descontento social. Esta potencialidad del outsider “exótico” fue anticipada de alguna manera el 2019 con el crecimiento electoral de Chi Hyun Chung del 0% al 8% en menos de tres meses. Me parece que este segundo camino es el menos probable por el momento.

Dos serán los temas dominantes en las próximas elecciones: 1) el tema económico y 2) la seguridad ciudadana. En las encuestas de Diagnosis se observa un desplazamiento en el tema económico: de la estabilidad económica como tópico principal el 2020, a la generación de empleo de calidad actualmente. Si el Gobierno de Arce logra mantener cierta estabilidad hasta el 2025 (inflación mínima), es posible que lo central en la demanda social sea el acceso al empleo de calidad.

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La seguridad ciudadana es una preocupación latente pero muy importante. Tiene que ver más con las percepciones que con la realidad como en Chile. Ya que Bolivia tiene menores tasas de delincuencia que otros países de la región. Pero es un tema que preocupa.

Un tercer tema; pero muy por detrás de los dos anteriores, será el concepto de “la no corrupción y la no instrumentalización” de las instituciones por los políticos. Aquí está el interés por la reforma de la justicia, por un padrón electoral confiable, por la independencia de los órganos del Estado del órgano Ejecutivo. Las personas, sobre todo de clases medias, quieren sentir que viven en una democracia, donde se respeta su voto y donde no hay “persecución política (judicial) a los opositores”.

¿Cómo viene evolucionando el campo opositor? ¿Qué cambios han mostrado las oposiciones en los últimos años?

En el campo opositor de las clases medias hay un importante cambio de demanda social y política, desde el apoyo a opciones “antimasistas” el 2019 y aún el 2020 ( fuerzas que puedan “sacar” al MAS del poder), a la demanda de una alternativa que pueda generar esperanza de un futuro mejor. El 2019 y el 2020, las clases medias estaban dispuestas a apoyar a quien tenga más opciones para sacar al MAS del poder. Esta demanda explica el apoyo electoral al Carlos Mesa. Especialmente en Santa Cruz hubo mucho “voto útil” por Mesa en ambas elecciones. Aunque no creían en el candidato como tal, veían que era el que tenía más opciones para vencer, en una segunda vuelta al MAS.

Ahora, el objetivo de sacar al MAS del poder ya no es el más importante para las clases medias. Ven que este partido dividido ya no es tan fuerte. Hoy en las clases medias se busca recuperar la esperanza para sus familias. Esperan un candidato que les proponga tanto en su discurso como en su propia imagen, razones para creer que pueden progresar. Mesa, Camacho y, de alguna manera Cuéllar, mantienen un discurso antimasista que ya no es relevante. El federalismo no enamora en Occidente. En suma, no hay actores relevantes en el campo opositor.

¿Cómo está el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, en la opinión de la gente?

En las encuestas de Diagnosis, Manfred Reyes Villa no aparece como una figura en ascenso. Es posible que esto se deba a que la cobertura de nuestras encuestas es también rural, donde el alcalde de Cochabamba no tiene apoyo. El apoyo electoral a Reyes Villa se centra en Cochabamba, parte de La Paz y algo en Santa Cruz, en el área urbana; pero nada más. El apoyo hacia él en estos ámbitos se debe a la búsqueda de los electores de “opciones nuevas”.

¿Cómo percibe la ciudadanía la disputa al interior del oficialismo?

Es un tema de “interés”; pero no de “preocupación”. Para las clases medias antimasistas esta pugna confirma que tanto arcistas y masistas son “politiqueros” que se pelean por pegas, dinero y poder. En las clases bajas se toma partido a favor de Arce (clase baja con mayor nivel de instrucción) o de Evo (estrato pobreza, sobre todo de Cochabamba); pero tampoco se cree que esta disputa es decisiva para el país.

¿Cómo viene desarrollando Diagnosis el seguimiento a las percepciones de la ciudadanía boliviana, en particular en lo que hace a la disputa política?

Diagnosis realiza encuestas de opinión quincenales en los nueve departamentos del país, tanto en el área urbana como rural con una muestra de 1800 encuestas presenciales (cara a cara), lo que implica un error muestral del +/- 2,31%. En estas encuestas se pregunta temas de coyuntura de la agenda informativa de los medios de comunicación, así como se hace seguimiento de indicadores de línea de base como favorabilidad de líderes políticos, intención de voto, satisfacción con la situación del país, índice de polarización, demandas electorales, etcétera. Esta información se difunde a los suscriptores de Diagnosis a través de la página https://informes.diagnosisestudios.com, tres veces por semana (lunes, miércoles y viernes). La suscripción cuesta 20 Bs. al mes.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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Pensar la derechización

Los hechos están señalando los contenidos del Proceso de Cambio, con prácticas de odio, intolerancia y desprecio entre quienes declamaron desterrar toda forma de hostilidad.

Jorge Richter

/ 5 de mayo de 2024 / 06:50

Dibujo Libre

Es José Julián Martí Pérez, ese político cubano, abogado, filósofo y literato quien grafica de forma plena lo que busco escribir: “Los pueblos, como los hombres, no se curan del mal que les roe el hueso con mejunjes de última hora, ni con parches que les muden el color de la piel. A la sangre hay que ir, para que se cure la llaga. O se mete la mano en lo verdadero, y se le quema el hueso al mal, o es la cura impotente, que apenas remienda el dolor de un día, y luego deja suelta la desesperación […]. Hombre es el que le sale al frente al problema, y no deja que otros le ganen el suelo en que ha de vivir y la libertad de que ha de aprovechar. Hombre es quien estudia las raíces de las cosas. Lo otro es rebaño […]. De nuestras esperanzas, de nuestros métodos, de nuestros compromisos, de nuestros propósitos, de eso, como del plan de las batallas, se habla después de haberlas dado”. Ahí está entonces lo importante, en el abordar sin ambages aquello que amenaza con apagar al más importante proceso popular de construcción de igualdades societales de la historia boliviana, después de todo, aquello que no se conceptualiza, no se categoriza, tampoco existe y menos se comprende.

Los estudiantes, siempre los estudiantes y los jóvenes, con su agudeza natural, le preguntaban a Jean Paul Sartre, cuando el calendario marcaba el año 1960, si era posible ¿una revolución sin ideología? La respuesta no dejó de sorprender por su determinación y claridad: “¿Socialismo? ¿Economía Liberal? una Revolución debe saber a dónde va”. Entonces, recuperada la democracia ante el golpe de Estado que había paralizado el Proceso de Cambio, era importante disipar si se redefinían, anticipadamente, los contenidos ideológicos del tiempo reconstituido o, si de manera contraria, era prudente esperar que los sucesos siguientes y venideros detallen su nueva dimensión. Pero si ambos elementos y condiciones vivieron indeterminados, confusos y abstractos, la posibilidad de derechizar las prácticas y las formas del proceso político y social se podría decir que era inevitable. La derechización no es una cuestión discursiva, pues desde la sola palabra se es un día revolucionario y otro libertario. La complejidad está en la consecuencia del pensamiento anclado a una línea conductual que configura la filosofía política de cada actividad humana, de cada actor político.

¿Cuánto es el tiempo de solidez y resistencia en el que puede extenderse un proceso revolucionario? o ¿cuánto podría perdurar el Proceso de Cambio sin transformarse en un hecho burocratizado y signado por las luchas de poder que lo desnortan y lo exponen a una derechización sin punto de retorno? Las revoluciones, los adelantos del progresismo y los procesos de transformación profunda no son únicamente el frenesí y el idilio de un tiempo a veces breve, pues sigue a ello el otro tiempo, el de la radicalidad, del hacer cara y resistir a las fuerzas contrarrevolucionarias, pero después qué, ¿administrar? ¿gestionar? ¿construir enemigos indefinidamente, o idolatrar unas referencias inveteradas? Si no se construye con consistencia ideológica, son las pulsiones ingobernadas de las ambiciones políticas y los dogmas quienes toman la iniciativa. La ideología es buena en cuanto expresa un sentido de hacia dónde caminar. Una sociedad confrontada desde su primer signo vital, requiere instalar una idea de humanismo posible, de libertad comprometida y aprecio por el otro, para así estructurarse y saberse sujeto mismo de su realidad emancipada.

Hoy, con una asombrosa volatilidad, los hechos están señalando los contenidos del Proceso de Cambio, con prácticas de odio, intolerancia y desprecio entre quienes declamaron desterrar toda forma de hostilidad. El Proceso de Cambio está dejando de ser un proceso y tampoco conlleva ya el cambio. Se empuja el personalismo enfurecido sin comprender lo colectivo de su construcción y acumulación en distintas temporalidades. Se olvida que la construcción del Estado Plurinacional fue una obra coral, el producto de un colectivo, que colocó a Morales en el vértice de la pirámide, pero que se soportaba sobre una base precisamente colectiva. Ese colectivo hoy se enfrenta y desgarra con prácticas que son propias de la derecha más exaltada e intransigente.

El histórico antagonismo con aquellos sectores de hegemonías dominantes se constituyó finalmente en el factor de cohesión que posibilitó la transformación de movimientos sociales a movimiento político, a opción de poder y finalmente, a modelo de poder socio estatal. Derrotado entonces el primer antagonismo en el tiempo del Proceso de Cambio y construcción del Estado Plurinacional, este segundo momento va configurándose como un proceso des-histórico y des-socializado, lo que es igual a decir, separado y apartado de las formas de su conceptualización primigenia y del entorno global actual. Allí, la necesitada unidad histórica que revierta el final de ciclo ha sido relevada por una incomprensible amplificación de la frontera de adversarios internos en la lógica fratricida del “tú” contra “él” dentro del espectro “nosotros”. Es tan totalizante este nuevo antagonismo que la agresión empieza a mostrar sus costuras autoritarias y antidemocráticas. Su intensidad, sin signos visibles de agotamiento, ha desconectado el proceso y las utopías del todo social.

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Steve Bannon, ideólogo de la extrema derecha norteamericana y vinculado con el trumpismo, entusiasta partidario del caos, la confusión y la desinformación, sentencia sin escrúpulos y exquisiteces, que lo importante es “inundar todo de mierda”, contar con un constructo discursivo mediático de anarquía extrema donde lo fundamental e importante convive y se mezcla con lo banal y accesorio, permaneciendo allí por espacios prolongados, siempre en la primera fila del debate público y al lado de lo que es urgente para el Estado. Se quiere una sociedad estresada, ansiosa, molesta, irritada hasta crear un nuevo ecosistema que impida responder por las cuestiones centrales. El caos absoluto con enemigos diarios, antagonismo extremo e ideología vacía y con la vista siempre impertérrita en el proceso electoral del 25.

El ciclo social popular se cierra y agota pues las demandas centrales han dejado de ser estructurales e históricas para ser sucedidas por simples peticiones convencionales. La cuestión movilizadora ya no es la inclusión popular y el reconocimiento de una sociedad civil marginada y periférica, se va construyendo así la lógica corriente del poder político convencional, con prácticas derechizadas que, por supuesto, no tienen esencia transformadora, menos aún, un hálito revolucionario.

En el poco tiempo que resta y con todo destrozándose, Martí de nuevo: “Por ley de historia, un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infelicidad. La conciliación es la ventura de los pueblos”.

 (*)Jorge Richter Ramírez es politólogo

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Polémica sobre los vocales electorales

Más elementos para el debate en torno a la institucionalidad del Estado plurinacional.

Sala Plena del TSE junto a vocales departamentales.

Por Carlos Bellott

/ 5 de mayo de 2024 / 06:24

Dibujo Libre

El 14 de abril, Israel Quino Romero publicó un artículo, en el suplemento Animal Político de LA RAZÓN, afirmando que la sustitución de una vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) fue constitucional. Dedico el presente aporte a refutar esa posición.

El autor de dicha publicación dice que la sustitución “no es inconstitucional (lamentablemente)”, debido a que, según él, se trata del ejercicio “de una prerrogativa constitucional”, que responde únicamente a “la voluntad del dignatario de Estado”. Para sustentar esta afirmación, cita lo que la Constitución (CPE) y la Ley 018 mandan al respecto: que le corresponde al Presidente designar a un/a vocal para el TSE (CPE, arts. 172.21 y 206.III; Ley 018, art. 13.1).

Lo que olvida Quino es que la administración pública se rige por el principio de legalidad (CPE, art. 232). Esto se inventó con el propósito de limitar el ejercicio del poder de los gobernantes. Por eso funciona a la inversa del principio de libertad, ese que dice que “lo que no está prohibido está permitido” (CPE, art. 14.IV). Esto aplica únicamente para los ciudadanos. Por el contrario, para quienes ejercen el poder público, lo que la Constitución y las leyes no habilita está prácticamente prohibido. El presidente Arce lo sabe. Cuando fue ministro de Economía y Finanzas Públicas, esta cartera de gobierno publicó un libro titulado “Principios del Derecho Administrativo” (2013), donde entendió al principio de legalidad en ese sentido: “los ciudadanos y, en general, los sujetos privados, pueden hacer todo aquello que la Ley no les prohíbe, en tanto que la Administración necesita una habilitación legal para adoptar una actuación determinada, es decir, puede hacer únicamente aquello que la Ley le permite” (pág. 3).

Por lo mismo, para que el Presidente pueda destituir vocales electorales designados por él tendría que tener una atribución expresa asignada por la propia CPE. De no ser así, implica que no tiene potestad, sino únicamente para designar. No la tiene no porque se olvidaron establecerla, sino porque los órganos de los gobiernos funcionan bajo el principio de independencia (CPE, art. 12.I). En este marco, si bien extrañamente el Presidente del Estado tiene la prerrogativa de designar a un vocal para el TSE, no la tiene para poder destituirlo. De tenerla, sería una clara permisibilidad de la cooptación política, por lo que el vocal se constituiría prácticamente en un funcionario dependiente del Presidente, y tendría que acatar todas las órdenes de este. De no hacerlo, se lo sustituiría por otro que esté dispuesto a seguir instrucciones políticas. Esta forma, debido a que iría contra la independencia de órganos, sería inconstitucional. Por esta misma razón, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), que designa a los demás vocales electorales, no tiene la posibilidad de destituirlos. En la lógica del autor rebatido, quien tiene la atribución de designar tiene automáticamente también la atribución de destituir. Al parecer a eso él le llama prerrogativa. Bajo esa lógica, todos los vocales podrían ser destituidos, ya que también la ALP tendría tal potestad respecto de los que designa. Los vocales designados por el presidente, así como los por la ALP, gozan de “inamovilidad durante todo el período” (Ley 018, art. 20) que es de seis años (CPE, art. 206.II).

Sobre eso, todas las designaciones de vocales electorales hechas por los presidentes desde 2009 son inconstitucionales, por no cumplir con la “convocatoria pública previa, y calificación de capacidad y méritos a través de concurso público”, como manda la CPE (art. 206.IV); al igual que lo son todas las destituciones realizadas por el presidente Arce, recientemente y en 2020. Es más, tales actos son en realidad delitos de resoluciones contrarias a la Constitución y a las leyes (Código Penal, art. 153). No obstante, la irregularidad en la designación únicamente afecta a quien designa y no al designado, ya que este último no es el que toma la decisión.

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Finalmente, la forma de destitución es de fábula, pues cometieron errores que se esperarían de un estudiante y no del Gobierno más grande del país, que tiene la capacidad de financiar excelentes asesores jurídicos. Únicamente las normas abstractas se derogan o abrogan, debido a su vigencia permanente. Los actos administrativos (decisiones concretas) —como son las designaciones—, en cambio, dejan de tener vigencia en el momento en que se ejecutan, en el caso de los vocales, al momento de asumir el cargo mediante la posesión. En caso de que se pretenda destituir, corresponde otro acto administrativo: el de destitución. Por eso, en cargos subalternos existe el memorando de nombramiento y el de despido. Por lo mismo, no puede un decreto presidencial destituir a alguien mediante el mecanismo de la abrogación del decreto de designación, porque este ya no se encuentra en vigencia. Eso sería como pretender matar algo ya muerto. En ese entendido, tiene lógica el discurso de la doble designación de vocal electoral por el Presidente para el TSE, ya que la vocal Chuquimia, designada en 2021, en realidad nunca fue destituida.

Por último, la vocal sustituida podría impugnar administrativamente, y solicitar tutela jurisdiccional de su derecho a continuar en el cargo. Si bien es posible que los tribunales ordinarios y el Constitucional, todos hoy políticamente cooptados, podrían no ayudarle y, por el contrario, posiblemente más bien respaldarían las decisiones del Presidente, difícilmente podrían cooptar a los sistemas internacionales de los derechos humanos, por lo que, al final, si bien por los tiempos que tardan los fallos no lograría una restitución en el cargo, obtendría una muy buena indemnización. En su caso, los responsables, como el Presidente y sus asesores, serían sujetos de acciones de repetición para reponer todo el dinero que el Estado boliviano pague para indemnizar. Esto no sólo sería bueno para la afectada, sino también para la independencia del Órgano Electoral: dejaría claro que el Presidente no puede destituir vocales electorales.

(*)Carlos Bellott es constitucionalista

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La izquierda y la crisis del orden mundial

El autor habla de la ausencia de una infraestructura que permita sentar las bases de transformaciones globales antiimperialistas.

Un tanque ucraniano se dirige al frente de batalla en Donetsk.

/ 5 de mayo de 2024 / 06:14

Dibujo Libre

Vivimos en una época de rápida escalada de conflictos militares «congelados». Ucrania, Palestina, Yemen, Armenia, Sudán: el statu quo parecía inamovible en estos lugares, pero ahora las «líneas rojas» se desmoronan mientras las líneas del frente cobran vida. En pocos días, como consecuencia de la agresión y la ocupación, naciones enteras se ven sumidas en un desastre humanitario y amenazadas con perder su capacidad de acción política. La aparición de nuevas zonas de inestabilidad en el mapa global aumenta las dudas sobre la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que sigue demostrando una constante ineficacia. ¿Es siquiera posible reformar el sistema de seguridad internacional y salvarlo de su colapso final?

Pocos se atreverían hoy a decir que la globalización bajo el estandarte de la hegemonía estadounidense ha sentado las bases para la derrota de las ambiciones imperialistas de las grandes potencias. Por el contrario, intensificó las contradicciones existentes y exacerbó las consecuencias destructivas de las guerras. Cada nueva escalada repercute en todo el mundo desestabilizando los mercados, interrumpiendo las rutas logísticas y provocando oleadas de migraciones masivas, inflación, desvío de recursos a la industria militar y crisis políticas.

En estas circunstancias, los movimientos progresistas y de izquierda se enfrentan a enormes tareas que no guardan proporción con su peso político real. ¿Qué hacer con la ONU? ¿Cómo pueden los oprimidos por este contexto escapar de la trampa de la dependencia moldeada por los intereses de los principales actores geopolíticos? ¿Cómo unificar a la izquierda, dejar de discutir sobre “qué imperialismo es más progresista” y construir un movimiento antiimperialista mundial? Por último, ¿qué podemos hacer para que nuestro mundo deje de estar dominado por “la ley del más fuerte”?

Los participantes en la mesa redonda de la conferencia Feuerbach 11 (noviembre de 2023), dedicada en esta oportunidad al tema general “Diálogos de las periferias”, compartieron sus reflexiones sobre estas cuestiones y sobre los conflictos de nuestro tiempo. Participaron de las discusiones la politóloga palestina Dana El Kurd, la ex-funcionaria de la ONU en Indonesia y Tailandia Chelsea Ngoc Minh Nguyen, el publicista y editor residente en Taiwán Brian Hioe y el antropólogo social ucraniano Volodymyr Artiukh. El debate fue moderado por la historiadora y activista Hanna Perekhoda.

La debilidad de la ONU exige obviamente el desarrollo de alternativas que contribuyan al establecimiento de una paz justa sin imperialismos. Sin embargo, en el camino que conduce a estas alternativas, la izquierda se enfrenta a obstáculos colosales, entre los que destaca su falta de poder político.

Señala Nguyen: En cuanto a la posibilidad de cambios progresistas, creo que los problemas de la izquierda van más allá de la falta de visión. También tienen que ver con la realidad: una realidad en la que es imposible poner en práctica una visión específica a escala internacional. Para lograrlo, se necesita poder político, representación a través de partidos políticos, gobiernos que puedan convertir una visión alternativa en acción.

Sin embargo, dice la antigua funcionaria de la ONU, al entrar en el terreno de la política internacional la izquierda suele caer en la trampa de la Realpolitik: una realidad en la que el destino de cada Estado depende del resultado del enfrentamiento entre bloques imperiales. Muchos militantes de izquierda y funcionarios gubernamentales de los países del Sur global apoyaron a Bashar al-Asad por cínicos cálculos geopolíticos: a saber, que apoyar al dictador sirio socavaría la unipolaridad establecida por EEUU. Por desgracia, dice Nguyen, entre los países del llamado Tercer Mundo no hay líderes verdaderamente progresistas capaces de romper el círculo vicioso de la dependencia. En cuanto a la propia izquierda, se fractura con cada nueva escalada; esto, señala Volodymyr Artiukh, tiene un efecto desastroso en su capacidad para analizar la situación militar a escala global y de forma sistemática. Artiukh lo resume así:

A mi alrededor veo la terrible fragmentación de la izquierda tras cada conflicto. Lo mismo ocurre con la mayoría de los intelectuales a escala mundial, que también están fragmentados, sus opiniones divididas. Estamos perdiendo la oportunidad de ofrecer una visión o incluso un análisis básico de la situación. En lugar de limitarnos a las opiniones personales expresadas por tal o cual individuo, nuestro análisis debería generar nuevos conocimientos. Entre investigadores, profesores y plataformas intelectuales alternativas, observo una escasez de análisis realizados a la escala adecuada.

Al mismo tiempo, añade Dana El Kurd, los regímenes autoritarios muestran una tendencia opuesta: cada vez se consolidan más, cooperan e incorporan la experiencia de los demás.

Otro problema que enfrenta la izquierda es la atomización y la falta de conciencia del público, que dificultan la construcción de la solidaridad internacional entre las víctimas del imperialismo. Así, en Ucrania, señala Artiukh, no hay debate político sobre la guerra de Gaza; el gobierno ucraniano apoya oficialmente a Israel, y el discurso público sigue su ejemplo. Una de las razones radica en cómo ve la sociedad ucraniana la defensa de su país, el lugar de este en el mundo y la dinámica «civilizatoria » en general. Para muchos ucranianos, Israel es un país “civilizado” que lleva décadas defendiéndose del “incivilizado” y “agresivo” mundo árabe.

Desmontar estos estereotipos es una tarea ardua; sin embargo, dada la similitud de las situaciones ucraniana y palestina, los activistas de la sociedad civil, según El Kurd, tienen cierto margen de maniobra.

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En palabras de un diplomático ucraniano –como nos recuerda la historiadora Hanna Perekhoda–, cuanto más invierten los aliados en apoyar a Ucrania, más se convierten los intereses de los aliados en los intereses de Ucrania y los intereses de Ucrania en los intereses de los aliados. Es poco probable que el diplomático en cuestión quisiera decir que los intereses de Ucrania incluyen ahora la construcción de un muro en la frontera con México (una exigencia planteada por algunos republicanos estadounidenses en el Congreso a cambio de desbloquear la ayuda a Ucrania). Las capacidades de la resistencia ucraniana están gravemente limitadas por la dependencia del apoyo de los Estados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). Debido a que los dirigentes ucranianos sobrestimaron la fuerza de Occidente y su voluntad política de ayudar a Ucrania en el enfrentamiento con Rusia, Ucrania se encuentra actualmente en la trampa de la «guerra posicional» sin una salida clara. No solo Ucrania se enfrenta a una difícil situación geopolítica; los pueblos de Taiwán, Vietnam, Palestina, Armenia y muchos otros Estados se encuentran en la misma situación.

Hay que reconocer que vivimos en el mundo del imperialismo, en el mundo de organizaciones internacionales débiles, y que no podemos cambiarlo en una perspectiva a corto plazo. Para que las alternativas defendidas por las fuerzas de izquierda se hagan realidad, la izquierda necesita, como mínimo, emprender un análisis sistemático de los procesos globales (actualmente inexistente debido a la división entre sus intelectuales) y, en el mejor de los casos, adquirir una agencia política significativa.

Paradójicamente, en el nivel local la izquierda suele comprender los problemas existentes y sabe cómo llamar la atención sobre ellos asegurándose de que los oprimidos reciban representación. Sin embargo, carece de perspicacia y, lo que es más importante, de una infraestructura que le permita sentar las bases de transformaciones antiimperialistas globales. En estas condiciones, con fuerzas alternativas progresistas débiles e impotentes, las esperanzas de que las guerras cesen en un futuro próximo –y no se reanuden más tarde– siguen siendo una fantasía.

Es bueno que discutamos y admitamos nuestra debilidad. Es bueno que nos demos cuenta de que cambiar nuestro mundo requiere esfuerzos gigantescos y monumentales. Pero es necesario empezar a hacer el trabajo y cumplir los compromisos.

(*)Artem Remizovskyi es licenciado en estudios culturales

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La paralización de lo plurinacional

José de la Fuente y Carlos Saavedra brindan sus perspectivas sobre la situación actual de la disputa política nacional y sus consecuencias.

La estatalidad languidece, en medio de la interna oficialista

/ 28 de abril de 2024 / 06:58

El punto sobre la i

En los últimos años, Bolivia ha experimentado un complicado proceso político marcado por tensiones y transformaciones profundas. A medida que se acercan las elecciones de 2025, el escenario se complejiza y desde el campo de la disputa por el poder se gatillan discursos y acciones que tensionan al país y dificultan la gestión.

La estatalidad, en su sentido moderno, está definida como el modo de organización política de la sociedad en la que el Estado es el agente principal encargado de construir la representación de la sociedad consciente de sí misma y en armonía consigo misma. Esto es algo que no se está verificando del todo actualmente o, cuando menos, está siendo erosionado a partir de lo que se observa en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Hay serias dificultades para legislar, llegando incluso a tener paralizadas leyes que viabilizan créditos, contratos y otros. Más aún, no se cumplió el precepto constitucional de convocar y realizar elecciones judiciales, lo que está derivando en un problema mayúsculo para la institucionalidad del propio Estado plurinacional.

Atrás quedaron los días de querer transformar al país para procurar una mayor democratización e inclusión. Hoy los actores políticos están enfrascados en una lucha corrosiva sin cuartel. Pululan y predominan los discursos polarizadores, incluso dentro del propio oficialismo, dividido entre evistas y arcistas. Las oposiciones no presentan tampoco alternativas e igualmente se dedican a antagonizar. El ánimo por avanzar en los cambios que se plantearon con el Estado plurinacional, actualmente languidece.

Conversamos al respecto con el abogado e investigador social cochabambino, José de la Fuente, y con el politólogo tarijeño, Carlos Saavedra.

“Hay una marcada crisis institucional que deviene de un extravío político y de una mirada excesivamente instrumental del poder como herramienta para forzar la reproducción perpetua del mismo. La institucionalidad está condicionada al fragor de las luchas fratricidas al interior del MAS; pareciera que la profundización en la construcción del Estado Plurinacional está congelada y totalmente condicionada a que se destrabe la disputa interna por el poder”, afirma Saavedra.

De la Fuente sostiene, por su parte, que “la gravedad de esta confluencia de hechos políticos negativos es sin duda enorme y extrema. El proceso político a partir del 2006 se diseñó, desarrolló y ejecutó sobre la base de la hegemonía política del MAS, que ahora está reducida a dos minorías enfrentadas y cuya disputa es el principal factor de la crisis política en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Esto ha complejizado la crisis institucional y cuya más grave repercusión está en el Órgano Judicial. Ya estamos en un paréntesis el desarrollo del Estado plurinacional, porque para avanzar es imprescindible un pleno y articulado funcionamiento del conjunto estatal, especialmente porque un Estado plural requiere diversificación y ampliación institucional”.

Abordando la cuestión de la disputa política, sobre todo al interior del oficialismo, y sus consecuencias, el abogado e invesigador considera que “si la política está en crisis, es inmediata su irradiación al sistema político institucional y, en última instancia, al propio funcionamiento de la democracia.

La dimensión de la crisis política que se vive al interior del MAS ha deteriorado o, virtualmente, suprimido el debate democrático como medio de disputa del liderazgo. Lo que vemos a título de disputa política es un concurso penoso, desmedido y grosero de denuncias e insultos que no le hacen bien a nadie y menos a la democracia”.

Añade que “la calidad democrática ha quedado resentida por esta crisis política al interior del MAS y de las organizaciones matrices. No sólo desaparecieron las ideas y las perspectivas encontradas, que son los elementos esenciales para cualquier disputa legítima de poder, lo mismo que para cualquier avenencia o convergencia. Cerrado el camino de las ideas y el debate democrático, solo restan hechos de fuerza, maniobras institucionales u otras acciones de todavía mayor bajeza política”.

El politólogo tarijeño coincide en la mirada crítica y observa que “el escenario político parece mostrarnos una guerra sin cuartel y con munición de alto calibre cuya única finalidad es la consecución del poder. Se ha diluido, por parte de las oposiciones y del oficialismo, un horizonte democrático que cautive a la población, que muestre un rumbo de futuro. La lucha del poder por el poder aleja a la ciudadanía del ejercicio político democrático y abre la posibilidad, aún lejana, pero peligrosa de la aparición de outsiders con posiciones radicales y extremistas como Javier Milei, en Argentina, o Jair Bolsonaro, en Brasil”.

Saavedra prosigue y señala que “el gran mérito que tuvo el MAS-IPSP fue que, por primera vez en la historia, logró construir la cohesión de un gran bloque popular con la participación de pueblos indígenas, campesinos, obreros, profesionales, izquierdas urbanas entre muchos otros. En su momento el liderazgo de Evo Morales fue capaz de abrazar muchos sectores y conquistar electoralmente a las clases medias y a los centros políticos. Hoy Evo se está ‘desevificando’. La intención de forzar nuevamente su candidatura por encima de la voluntad de las organizaciones sociales y de sentencias del TCP marcan un alejamiento de la democracia plural, comunitaria que representó el MAS. Muchas veces los liderazgos revolucionarios y transformadores terminan constituyendo órdenes de represión más duros que aquellos que enfrentaron en su momento”.

Ahora bien, ¿cómo luce el panorama por fuera del oficialismo? Al final de cuentas, las oposiciones también están compitiendo por liderar al país y conducirlo a mejores días, al menos en teoría.

“La democracia y un discurso democratizador destinado a modernizar políticamente la sociedad boliviana nunca fueron un elemento central en la articulación política de la oposición al proceso político iniciado el 2006, porque su principal matriz ideológica política es el banzerismo y, luego del 2003, los saldos discursivos del gonismo, que no asumió la debacle política de una propuesta de transnacionalización de la economía que chocó frontalmente con la realidad del país”, asevera de la Fuente.

“El problema ideológico de esos sectores opositores y de gran parte de la élite intelectual que se opone al proceso del cambio, en muchos casos con fundamentadas observaciones de fondo y expectativas absolutamente contrarias, es que no pueden razonar un modelo de democracia que condiga con la diversidad cultural, territorial y orgánica del mundo campesino, indígena y rural del país. Bolivia es un país que todavía conserva importantes reductos e históricos núcleos étnicos de aimaras, quechuas, guaranís, chiquitanos, etcétera, y territorios que, al mismo tiempo que son provincias o municipios, son entidades colectivas llenas de vida y acción política y cultural en términos de ayllus, comunidades, cabildos, tentas y hoy, también, manchas urbanas y barrios periurbanos que conservan sus identidades de origen”, explica el investigador social.

Continúa y afirma que “hoy, en la difícil coyuntura política que atravesamos, el grueso de las expectativas y sueños de los dispersos grupos opositores pasa por que se termine de producir un desastre político e institucional en las elecciones judiciales; del que no estamos lejos porque la Asamblea Legislativa es un desastre y principal epicentro de la crisis política. Otra muletilla y mantra opositora es la denuncia de una dictadura, aunque, en especial, su principal apuesta es a que el enfrentamiento interno del MAS descarrile el proceso político. De su parte, el aporte a la elaboración de una propuesta o modelo democrático es mínimo. Su mayor elucubración conceptual es el principio de ‘un ciudadano un voto’, como si la mecánica del voto, las elecciones y la representación política alcanzaran a resolver los complejos desafíos de una democracia y menos de una sociedad como la boliviana, compleja y abigarrada”.

A su vez, Saavedra puntualiza que, en el país, “existen distintos tipos de oposiciones. Una de ellas es la oposición tradicional, que busca la reinstauración de un orden político conservador. Este tipo de oposición está absolutamente extraviada del contexto. Otro tipo de oposición son las fuerzas regionales, que tienen pendiente una lucha justa por la profundización de las autonomías; por lo general estas organizaciones tienen una mirada muy restringida a lo local del ámbito político y les cuesta constituirse en actores nacionales relevantes. Un tercer tipo de oposición que intenta surgir es el de los outsiders extremistas que, a partir de discursos de odio y permanente ataque, buscan generar condiciones para la toma del poder. el contexto de incertidumbre no es suficiente para que ellos desarrollen su hipótesis política, sino que necesitan generar sensaciones de crisis, para así generar respuestas ante la ausencia de otras iniciativas políticas”.

“Las oposiciones han mirado con recelo la incorporación de las clases populares e indígenas, pero ante la consolidación de un sentido hegemónico de lo plurinacional se vieron obligados a incorporarlos así sea de manera nominal”, acota el politólogo.

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Sea como fuere que vayan acomodándose las cosas, o no, lo cierto es que el país ya está en medio de un clima marcado por las tensiones en función a las venideras elecciones nacionales de 2025. Nuestros analistas invitados fueron consultados sobre cómo va llegando al país a esa cita con las urnas y qué se puede atisbar en el horizonte como los puntos medulares que estarán en juego.

Saavedra es de la idea de que “el país está alejándose de los extremos radicales y polarizadores. Está con una sensación de hastío con la conflictividad política y está buscando liderazgos que generen certezas en la población, especialmente en los ámbitos políticos y económicos. Queda claro que todavía el sentido hegemónico de lo político en Bolivia, está marcado por la profundización del Estado plurinacional, pero también, por la necesidad de rejuvenecer discursiva e ideológicamente el régimen incorporando nuevas causas de lucha”.

“Cada vez hay menos espacios para aventuras y experimentos políticos”, advierte el politólogo.

De la Fuente ve que “vamos por dos caminos, por lo pronto en paralelo, aunque en algún momento deben cruzarse y alcanzar algún tipo de síntesis, ojalá mínimamente virtuosa. Por una parte, el escabroso camino que siguen las organizaciones sociales matrices (CSUTCB, Bartolinas, Interculturales y el Pacto de Unidad), que constituyen el sujeto social, cultural y político del proceso del cambio para recuperar el control de su instrumento político: el MAS-IPSP, que a todas luces se muestra difícil y muy complejo, aunque sin duda es el camino más legítimo y consistente. Y por otro, el que siguen los grupos residuales del sistema de la democracia pactada y que en el fondo es esa tradición politiquera, clasemediera y típicamente citadina de creer que la democracia se reduce a pactos Inter partidarios de distribución del poder y en especial de la institucionalidad pública. Estos grupos parten del supuesto que se agotó el proceso del cambio y que en consecuencia les toca retornar, sin darse cuenta de que el sujeto social subalterno que antes se dividía, dispersaba y asimilaba a cualquier alternativa política externa hoy piensa por sí mismo y no está dispuesto a servir de escalera a nadie más”.

“Este es el dilema de la democracia boliviana y del proceso del cambio. Se cumplió un ciclo político y que de no transformarse corre el riesgo de una involución dramática, lo mismo que la misma democracia. Es la segunda opción, pero no debemos confiarnos”, concluye el abogado cochabambino.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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