Me reconoce porque al entrar a su taller hago uso del morfema diminutivo, tan del paceño, de llamarlo Pedrito. Su nombre tiene igual presencia y determinación que él. Sus padres lo bautizaron de esa forma en honor al día en que vio la luz por primera vez y que coincide con la solemnidad del día de San Pedro y San Pablo.

Nacido en La Paz el 29 de junio de 1963, Pedro Pablo Guzmán Rocha ha dedicado gran parte de su vida a crear, a plasmar su arte en diferentes formatos desde el año 1986, y aunque en algunos momentos de su vida ha hecho pausas para orientar su camino hacia otras ramas, como la odontología, siempre ha vuelto a su lugar incondicional: el arte.

 Ir a visitarlo es toda una experiencia. Entre mostrarle una obra nueva, comentarle el lugar donde pienso ubicarla, escuchar sus primeras sugerencias de colores y formas con que trabajará en ellas y contarle alguna idea descabellada que se me ocurrió para crear alguna pieza de arte, termino haciendo terapia con un genuino y fantástico artista.

Su primer acercamiento hacia los fines estéticos y simbólicos de la visión sensible del mundo fue en 1984, cuando trabajaba en serigrafía junto al artista Gastón Ugalde en un diminuto taller ubicado en el barrio de San Pedro, detrás de la cárcel de la sede de gobierno, y desde entonces, su ruta de creación artística ha tenido innumerables ciclos que siempre lo han llevado a sumar experiencias y aprender. Para él, este último verbo es lo más importante y valioso en la vida: “aprender a diario, nunca saciar la sed del aprendizaje”.

Gracias al incondicional apoyo y el excepcional esmero en promover el arte boliviano, Norah Claros y Tanaz Campero fueron el real impulso y aliento para que Pedro oriente su imaginación y sensible tacto hacia el arte a través del trabajo que hizo junto a ellas durante muchos años en el Espacio Arte Nota.

A su actual lugar de trabajo —ubicado en el bloque K de la calle René Gabriel Moreno, en la zona de San Miguel de La Paz, y en donde forja a diario innumerables revelaciones de arte y filosofía desde hace siete años— le otorgó mucha luz natural, un elemento por demás prioritario que fue herencia de una de las muchas conversaciones que sostuvo con el artista Ricardo Pérez Alcalá, quien siempre priorizó la luz natural en sus áreas de creación. “La única manera de ser fiel con los colores de una obra es iluminándola con la luz natural”, sostiene al recordar ese episodio.

Se considera algo desordenado, pero esta noción termina siendo muy ambigua: el desorden es una manera incorrecta de —según un criterio determinado— estar dispuestas las cosas o las personas en un espacio. Pero ese su espacio excede cualquier tipo de norma u orden; el lugar que habita durante 10 u 12 horas al día es un universo ordenado con una alta alteración, una insubordinación, de cualquier principio que sea simple, plano y silvestre.

LA GRÁFICA

Entre la materia prima, Pedro luce obras de arte, tanto suyas como de otros artistas

Foto: Rodwy Cazón

Foto: Rodwy Cazón

Foto: Rodwy Cazón

Foto: Rodwy Cazón

La creatividad de Pedro Pablo Guzmán destaca en cada esquina de su taller de enmarcación. Foto: Rodwy Cazón

Foto: Rodwy Cazón

Foto: Rodwy Cazón

“Puede ser desordenado, pequeño, sin forma, pero es pulcro”, comenta con total firmeza después de recordar pasajes compartidos con Roberto Valcárcel. “De mis charlas con el Roberto me quedo con su disposición de inspirarse sobre lo cotidiano y llano, la importancia del color, del color real, del color sensible y con personalidad, pero sobre todo, de la pulcritud a la hora de plantear ideas, no de ponerlas en práctica, sino de aterrizarlas y crearlas”, recuerda. Compartió poco con el artista paceño fallecido el año pasado en Santa Cruz, pero lo suficiente para traerlo de inspiración al momento de plantearse una nueva obra.

Hablar de su familia es definitivamente su lugar feliz. “Me casé mayor, pero enamorado”, replica y sonríe cuando se refiere a sus dos hijas y su hijo: Marcela, Sabina e Isaías. “Mi vena artística la descubrí sin buscarla, y espero que mis hijos, a través de la música que compartimos, las obras que visten las paredes de mi casa y las reflexiones que participamos alrededor del arte permitan que su sensibilidad y tacto artístico las y lo acompañe en el camino que decidan”. Este es un ejercicio particular entre ellos y él, ya que su esposa, Tania Erazo, es muy cauta y no interviene mucho en esos espacios. Para ella, Pedro ha fabricado un peculiar regalo que acompaña la frase: “Harta del Arte”, y es que su pareja es parte determinante de los últimos 20 años de su carrera como artista.

Objetivamente, su orientación artística está representada por el dadaísmo, movimiento artístico de vanguardia que manifiesta una corriente de protesta, la oposición al positivismo y al pensamiento basado en la razón. Y es que, claramente, sus obras son producto de pensamientos urbanos, conceptuales simples y con una extraordinaria capacidad de expresar de manera irónica y satírica el lenguaje intrínseco que posee cada objeto.

“Bienvenidos a teoría, porque en teoría, todo está bien”. Este mensaje, como otros tantos, compone su infinita serie de obras plasmadas en simples retazos de madera y letras brillantes de colores que lo acompañan en su mesa de trabajo. Estar al borde de ella es casi sentarse en un diván que  invita a descontraer cualquier pensamiento racional y dejarse contener por sus símbolos físicos, es estar en  presencia de un templo sagrado, con juguetes de plástico amarillo de la época de antaño, muchos torsos de mujeres desnudas y particulares formas convertidas en personajes irreales. Estos elementos son una mínima expresión de lo que significa su macromundo artístico.

“Mi arte es embellecer el arte del otro, eso sería explicar lo que yo hago. Aunque nunca pude estudiar en un aula de arte de manera explícita, sostengo que lo bueno que uno hace, cualquiera sea el medio y el modo, mientras se realice con ganas, es arte”. Se declara blusero, pero la música clásica lo contiene y le da calma. Y es que en su oficio, de tanta precisión y total detalle, debe tener de fondo melodías que no solo lo acompañen, sino que le den un ritmo sereno a su impecable trabajo.

Pedrito tiene una fijación especial con los relojes. Él considera que es porque jamás le dio poder al tiempo: admira la maquinaria y complejidad de aquellos objetos más que lo que representan.

Se considera un total fanático, entusiasta, casi apasionado admirador del cuerpo de la mujer. “No hay nada más perfecto y glorioso que el torso de quienes crean vida”, se convence de la frase mientras mira alrededor sus tantas obras inspiradas en ese concepto y sonríe. ¿Cabe alguna duda de lo genuino que es?

Un loco de remate, un artista legítimo, un auténtico forjador de belleza, creador de lo exquisito y original, un gusto adquirido y un capital invaluable para la historia del arte en nuestro país.

¡Ah, sí! Y también es enmarcador.

Para mí, él mejor.

FOTOS: RODWY CAZÓN