¿Cuánto universo cabe dentro de un punto espeso de pintura?
CONTEMPORÁNEO. ‘Huaca’. Óleo sobre lienzo (195 x 107 cm).
El artista visual y arquitecto Santiago Contreras Groux reflexiona sobre ‘Temperatura’, muestra de José Ballivián
Imagen uno: el tubo del óleo no se ha usado hace mucho tiempo, lleva más de dos años en desuso, la tapa está trabada por pintura seca. Si unx rasga esa película sólida, en el interior se deja entrever la materia del óleo de nuevo fresco y el dedo se mancha (hace tiempo que no pinto al óleo). Pintar al óleo tiene una cualidad especial, su temporalidad demanda paciencia, tarda en secar, y tarda mucho.
Imagen dos: la capa de pintura era tan gruesa que se estimaba que su interior seguía fresco, como si fuera el magma debajo de la corteza terráquea. Algo así me imagino con las pinturas hoy exhibidas en Puro Galería, obras de José Ballivián.
Su obra es inseparable de un mundo mezclado y una concepción abigarrada de la realidad local, de las costumbres y tradiciones arraigadas en lo popular y en las transformaciones sociales que lo global (pensando en sus intervenciones objetuales al sombrero de chola paceña con íconos, como el logo de Nike o las orejas de Mickey Mouse) genera en aquellas formas sociales asociadas a lo andino y originario.
En estos últimos seis años hemos visto transitar la obra de Ballivián del videoarte al objeto y la escultura, cuando su obra viajó a la Bienal de Venecia el año 2017. En 2018 el CCELP ayudó a producir una muestra individual con una gran cantidad de esculturas y objetos intervenidos, que tenían como uno de sus motores la transformación del textil, pensado usualmente desde las dos dimensiones y, en ese caso, aplicado a volúmenes relativamente amorfos. El cuerpo de obra luego sufre una segunda transición hacia el dibujo; aprovechando el legado conceptual proveniente de su trabajo en video y objeto, pone énfasis en esta dialéctica entre un mundo occidental globalizado y el choque de este universo con la ciudad contemporánea andina y sus muchas identidades y tribus urbanas.
Sus dibujos hacen evidentes las transformaciones y mutaciones de signos e íconos que aparecen en su trabajo: sombreros de chola, gorras Nike, arcángeles, toros de la danza Waka-Waka, y otros se hacen cuerpos, cual minotauros, estableciendo muy claramente cómo Ballivián entiende la confrontación cultural. Sus dibujos operan aprovechando el espacio vacío del papel para poder así resaltar los objetos y sujetos complejos que ha planteado y que son estrategias que ahora José ha traducido al lienzo.
La muestra de José Ballivián se titula Temperatura: la asociación directa podría estar ligada al color y a la temperatura del cuerpo cuando unx asiste a una fiesta o preste, a la temperatura de los cuerpos aglomerados, como si fueran acumulaciones de mixturas. El subtítulo, Entre líneas y puntos, hace referencia al objeto, a las máquinas, dispositivos o artilugios representados en sus pinturas y acercan a su trabajo a los objetos móviles, instalaciones y maquinarias “surrealistas” que sueña y luego construye Iván Cáceres (gran amigo de José).
En esencia, lo que Ballivián nos presenta son grandes masas o volúmenes compuestas de puntos de colores, que cual cúmulos de mixtura, son soportadas por líneas, varas e inmersas en un espacio plano de color. Ese espacio vacío que es una herencia del papel y sirve para equilibrar la densidad con que se aplican los puntos abigarrados de “mixtura” sobre el lienzo. La superficie limpia del fondo deja espacio para un universo repleto de información y caos propios de la mixtura (José denomina esto como “chojcho”).
Yo veo en estas piezas una relación con la manufactura de la mixtura, producida reinterpretando los troqueles que fabricaban las viejas monedas y aplicando esa lógica a papeles con tintura, elaborando en un lento proceso los círculos de papel. Esto es algo que quedó muy bien retratado en la obra de Maximiliano Siñani que también se interesó por la mixtura en una exposición de 2019 en el Museo Nacional de Arte. Años antes también Galo Coca tuvo una aproximación a la mixtura desde su factor ritual popular ligado a la fiesta y que parece ser un común denominador entre las obras de estos tres artistas paceños.
A mí me interesan los paralelos en la producción, ya que lo que ha hecho José Ballivián es manufacturar mixtura usando una maquinaria que ya no corta el papel dejando un trozo circular, si no que aplica el trozo circular (el óleo) directamente sobre el lienzo. Si la mixtura es una materia plana y laminar, la de Ballivián es casi una montaña, que se peina con la gravedad o resiste a su propia constitución. Si unx se acerca a ver cada pintura, los puntos se asemejan a las puntas del merengue de un pie de limón, cada punta desafiando a la física, tratando de no dejarse desviar de su centro geométrico. En este grupo de pinturas cada punta de un punto de color resuelve una batalla con la verticalidad con que se cuelga la pieza, sabiendo que el interior, por debajo de la costra de óleo ya seco, está pues completamente fresco.
Esa traducción me lleva a una segunda idea: cortar papelitos, miles de papelitos, es una acción, demanda un tiempo y un cuerpo que poco a poco se insume en un estado, por así decirlo, de trance, y desplaza los pensamientos del artesano a posibles otros lugares, sitios y tiempos, puede, pero no garantiza un estado meditativo. En el caso de la pintura de José hay una cuestión que pareciera sumamente mecánica, similar a la de la máquina de troquel de la mixtura, que produce uno a uno cada punto que es materia misma, impregnando y conformando figuras y estadios propios. Cada punto se va juntando con otros y obedece a una lógica casi matemática para lograr configurar las sombras y la profundidad que los objetos parecieran tener.
Cada objeto representado, sea un globo, una huaca o una carpa, está reflejando esa masa que la exuberante cantidad de mixturas constituye y que es un reflejo directo de la fiesta, el desenfreno y el delirio que de ésta emanan. Es curioso, sin embargo, que la técnica esté tan lejana de ese delirio al menos en lo que respecta a su producción. Esa contradicción baña a cada pieza de una complejidad escondida, ya que a simple vista unx se puede contentar con mirar puntos de colores, cuando en realidad la reflexión gira en torno al proceso de producción que está detrás de un preste y su visualidad. Esto le da a la pintura una cualidad dramáticamente corporal, asentada en la práctica misma de la pintura como la repetición de una operación, controlada por pequeños patrones diseñados para romperse, capaces de inducir al caos; sin quebrantar la meditación a la que una práctica así puede provocar en el artista.
Detrás del acto mecánico y detrás de ese cuerpo activado, detrás de la materia densa que hacen a las pinturas de José Ballivián cuerpo en sí mismas, hay también una secuencia lógica en las intenciones del cuerpo de obra hasta ahora producido, dominadas por reconocernos agentes diversos, barrocos a nuestra manera en esta Bolivia compleja. Temperatura es la necesaria para que el óleo seque debajo de la capa de pintura que Ballivián ha puesto sobre el lienzo.
LA GRÁFICA
José Ballivián
Perfil
José Ballivián nació en La Paz. Estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes Hernando Siles. Ha participado en muestras individuales y colectivas desde 1999, entre las que destacan la 57a Bienal de Venecia en Viva Arte Viva, Pabellón de Bolivia, (Venecia, Italia); Bienal Sur (Buenos Aires, Argentina); Museo de Arte Contemporáneo MAR (Buenos Aires, Argentina); Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino + Macro (Rosario, Argentina); el Museo de Bellas Artes, (Salta, Argentina), entre otros; Museo Emilio Caraffa, (Córdoba, Argentina); Galería Metropolitana (Santiago, Chile); Galería OKK (Berlín, Alemania), Fashion Space Gallery, (Londres, Inglaterra), Wonderland (Arezzo, Italia), entre otros.
Un canto al cine de género
El director Jordan Peele nos tiene acostumbrados a sazonar thrillers de terror con toques de crítica social de forma magistral. En ¡Nop! (¡Nope!, distribuído por Andes Films) llena el condimentero con nuevos elementos: agrega western, comedia negra y ciencia ficción a su relato. Aunque a primera vista la mezcla no parecería convincente, como en la buena cocina, el filme combina texturas con precisión en un filme que, sobre todo, rinde homenaje al cine de género.
El rancho de Hayward es un lugar de adiestramiento de caballos actores de Hollywood. Se trata de un terreno inhóspito en que, la familia ha heredado por generaciones el oficio, pero la extraña muerte del padre pone en duda que los hermanos den continuidad a la empresa, eso hasta que extraños y terroríficos fenómenos empiezan a suceder al atardecer.
¡Nop!, escrita y dirigida por Peele y protagonizada por Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea y Steven Yeun, continúa por el tenso camino marcado por Déjame salir (2017) y Nosotros (2019), aunque esta vez agregando un toque de comedia y sobreponiendo géneros con habilidad para lograr su cometido.
Nada está puesto al azar: unos extraños patrones de luz al iniciarse la cinta, un mono que enloquece en el set de televisión, encuentros cercanos del tercer tipo y la búsqueda de fama y dinero a través de las plataformas digitales se unen en una historia que desde el primer minuto crea una tensión que se va desarrollando en crescendo, tomándose su tiempo —cómo no— para la crítica social: desde la reivindicación de que el primer hombre registrado en una imagen en movimiento era negro, hasta la crítica a la crianza de animales para que actúen en películas.
Con un ritmo vertiginoso, que decae un poco en la parte final de la cinta, Peele refresca las historias de ciencia ficción con éxito, haciendo que el campo abierto y el cielo estrellado parezcan una verdadera amenaza.
* La exposición ‘Temperatura. Entre líneas y puntos’, del artista José Ballivián se exhibe en la Galería Puro, ubicada en la calle Enrique Peñaranda 1034, San Miguel, de La Paz. La muestra permanecerá abierta hasta el 11 de septiembre.
Texto: santiago contreras groux
Fotos: José Ballivián y Sergio Bretel