Aguas sucias, aunque no inservibles para cultivar
La producción mundial de alimentos afronta el desafío de adaptarse para ser sostenible.
No por haber sido ya usadas las aguas residuales deben descartarse para regar los campos y por eso expertos de varios países están trabajando en proyectos que convenzan de su potencial a los agricultores y consumidores sin correr riesgos.
Con una población de 9.700 millones de personas en 2050 y el cambio climático alterando los ciclos de un recurso tan escaso como es el agua, la producción de alimentos afronta el reto de adaptarse para ser sostenible.
La agricultura representa por sí sola el 70% del consumo de agua dulce en todo el mundo, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Con ese escenario de fondo, el experto de la agencia Marlos de Souza ve en las aguas residuales esa fuente hasta ahora “infrautilizada” y presente “por todos lados”, dado que cualquier asentamiento humano las genera.
Son aguas que una vez usadas en ciudades e industrias suelen llegar a los ríos y mares. Contienen a menudo microbios, químicos y otras sustancias contaminantes y, por eso, en su mayoría deberían ser depuradas antes de volver a emplearse para evitar prácticas inseguras y problemas ambientales o de salud pública. La realidad es menos idílica y la ONU calcula que más del 80% de las aguas residuales no se recogen ni se tratan.
Mientras los países ricos tienen modernas instalaciones sanitarias y plantas de tratamiento avanzado, los pobres cuentan con sistemas muy básicos y carecen de la capacidad y los recursos para ese tipo de inversiones, necesarias a medida que crecen las ciudades y más desechos se producen.
En estos últimos países, los agricultores pueden optar por la selección de cultivos, como aquellos que no se consumen crudos sino después de haber sido cocinados, de forma que se eliminen los microbios, comenta el investigador del Instituto Internacional para la Gestión del Agua Javier Mateo-Sagasta. También existen métodos alternativos de riego que minimicen el contacto entre los productos y las aguas parcialmente tratadas, o la posibilidad de dejar sin regar la tierra unos días antes de la cosecha para matar los patógenos, el principal riesgo en esos lugares, apunta.
SANIDAD. Hay quien prefiere mantener el agua tal y como llega, sin eliminar los nutrientes depositados, para así utilizarlos en el manejo del suelo y no tener que comprar fertilizantes. El uso de las aguas reutilizadas está más extendido de lo que se cree y, a pesar de los pocos datos disponibles, en todo el mundo se calcula que se riegan con ellas 20 millones de hectáreas de superficie cultivable, muchas veces cerca de los centros urbanos, desde donde se vierten.
“El reto es hacer un uso seguro, mejor de forma directa, para que (estas aguas) se puedan reutilizar y la agricultura libere recursos para otros usos de mayor valor”, sostiene Mateo-Sagasta, que insta a convencer a los agricultores para que hagan un esfuerzo adicional y mejoren sus beneficios económicos y sociales.
De Souza insiste en que los productores pueden aprender a gestionar las aguas residuales al igual que hacen con los pesticidas y valorar una fuente hídrica “fiable” incluso en tiempos de sequía. Además, dar a la población medidas sanitarias, tratamiento de aguas y agricultura en las mismas ciudades es una combinación con la que “todos salen ganando”. Igualmente mejoraría la disponibilidad de recursos si, en su opinión, la gente bebiera siempre agua reciclada.
La receta ideal, aún así, depende “caso por caso”. En Egipto y Túnez, por ejemplo, el agua regenerada ha servido para proyectos agroforestales y contra la desertificación.
En Jordania, uno de los países con mayor estrés hídrico, más del 80% de las aguas residuales de la capital son recicladas en cuatro plantas y luego se liberan a un río, se almacenan en un embalse y se emplean para regar cultivos del valle del Jordán.
Y en México las aguas residuales urbanas se han usado tradicionalmente para irrigación, una práctica que se ha limitado en los últimos tiempos con restricciones al tipo de cultivos mientras se han instalado sistemas de tratamiento de agua para evitar riesgos a la salud.
Hay menos legumbres en la región
FAO
En América Central y el Caribe, la producción de legumbres se redujo considerablemente, de 4,1% del total de los cultivos en 1991 a 1,4% en 2011.
Tendencia
En América del Sur, en tanto, el valor de las legumbres descendió más de 50% sobre el total de la agricultura, al mismo tiempo la región importó un 50% más de lo que exportó.