Una muestra recupera el ritual ancestral del tinku
Fotografía. Mesili retrató la fiesta durante los 70
Alain Mesili escuchó del tinku cuando visitó los centros mineros del norte de Potosí en la década de los años 70. Intrigado, el fotógrafo viajó y registró con su cámara el encuentro ritual. Estas imágenes ahora se exponen en el auditorio de la Alianza Francesa.
La muestra Tinku, los últimos guerreros de los Andes, está formada por una selección de 40 instantáneas en blanco y negro de las 500 que Mesili, autor de diversos libros de fotografías de Bolivia, capturó de la ceremonia en localidades como Chayanta o Amayapampa, entre 1970 y 1973.
Las placas revelan el tinku desconocido, cuando el encuentro era ignorado en las ciudades y no era parte de la oferta turística que existe actualmente en la zona.
De hecho, el mismo autor llegó a la Fiesta de la Cruz de Macha estableciendo contacto con investigadores y con los mismos trabajadores mineros que participaron en los combates rituales. “Me entrevisté con varias personalidades de la política y cine. Llegué al tinku gracias a algunos entendidos, entre ellos Tristan Platt y el padre (Julio) Tumiri”, mencionó Mesili en un documento que acompaña la exposición.
El fotógrafo y andinista consideró que, con el paso de los años y la globalización del evento, éste perdió su “autenticidad”. Para recuperar el ritual original, sin interferencia del mundo urbano y del exterior, es que Mesili ha plantificado esta muestra y un libro.
“Esta muestra fotográfica representa un capítulo elocuente de lo que jamás volveremos a ver”, aseguró el autor. El texto, titulado Ayer los Andes, será presentado en diciembre y es la tercera de una serie de publicaciones fotográficas planificadas por Mesili para este año.
Pero, la muestra también se caracteriza por estar dividida en series que giran en torno a diferentes participantes del ritual. Así, la cámara sigue al comunaria Majha y su familia o al minero Rubén Huanca. Todos ellos se enfrentarán para regar con su sangre la tierra. Este combate tiene su origen en las tradiciones guerreras de los indígenas andinos para resolver rencillas personales o para entregar una ofrenda a la Madre Tierra.
El interés del autor fue tal que él mismo se animó a participar en la ceremonia. “Muchas veces presencié el tinku, hasta que en una oportunidad tuve que ser parte de la festividad. La cabeza ceñida de la montera, cintas de color envolviendo los puños a modo de manoplas… y me tumbaron una y otra vez, con agrado evidente”, confesó Mesili.