Morrissey, la vulnerabilidad de la voz masculina
Parte del sonido contundente de este trabajo debe acreditarse a Joe Chiccarelli, productor que cuenta entre sus logros, trabajos junto a Alanis Morissette y Café Tacuba y probablemente esta producción.
Decimocuarto álbum en la carrera solista de Morrissey, vocalista inglés que consiguió forjar una sólida carrera alejado del mainstream y fiel a sus radicales convicciones, necesaria para comprender tanto la propuesta musical como la excéntrica persona que reveló ser, sin tapujos y por completo en su reciente autobiografía.
Producto de la contradicción que encarna Morrissey, World Peace is None of Your Bussinness plantea 12 canciones cuyo común denominador es el manejo lírico directo, recurso que viene a contramano de la acostumbrada ambigüedad que caracterizó tanto su paso por The Smiths como el basto material propio. Precisamente este giro constituye el recurso que acentúa la abultada carga político-social en este disco. Se manifiesta a favor de los derechos de los animales, rechaza el proceso electoral mediante voto ciudadano y culmina con una profusa declaración de desprecio por la masculinidad convencional, un rasgo característico de su discurso lírico.
Parte del sonido contundente de este trabajo debe acreditarse a Joe Chiccarelli, productor que cuenta entre sus logros, trabajos junto a Alanis Morissette y Café Tacuba y probablemente esta producción. La grandilocuencia de la repentina claridad de Morrissey tiene el sello de la potencia discreta por la que Chiccarelli es conocido y solicitado, incluso cuando algunos pasajes bordean la saturación, podemos intuir que se trata de una decisión deliberada, nada queda al azar en los trabajos de Morrissey, incluso si nos remontamos a sus olvidables grabaciones de la década pasada.
Musicalmente, el disco nos presenta una colección de recursos melódicos nacidos en el subconsciente. Encontramos pasajes con características rockeras en convivencia perfecta con melodías de inspiración flamenca. También se encuentra presente otro de los sellos personales del artista, el intensivo trabajo vocal que confirma, una vez más, aquella fascinación por explorar la vulnerabilidad de la voz masculina; este recurso nos remite inevitablemente a Viva Hate (1988), su álbum debut.
Se trata de un trabajo maduro que llega en un momento de lucidez particular. Es recomendable para quienes siempre sintieron la curiosidad por escuchar un disco del encantador Morrissey.