El Museo Whitney presenta el Nueva York de Edward Hopper
En total más de 200 piezas de los fondos del Whitney y préstamos de colecciones públicas y privadas integran la muestra de Hopper que estará abierta hasta marzo de 2023.
Una de las obras de Edward Hopper que son parte de la exposición. Foto: AFP
Como un fotógrafo que en vez de cámara utilizó pinceles. Edward Hopper pasó las seis décadas que vivió en Nueva York imaginándola, recorriéndola y pintándola como nunca nadie lo había hecho.
Una parte de esa prolífica obra sobre la ciudad que lo acogió integra la exposición El Nueva York de Edward Hopper. En el Museo Whitney de la Gran Manzana se reúne el mayor acervo del artista con 3.100 obras del ‘pintor de la soledad’.
Obras como el Automat (Autómata) (1927), Early Sunday Morning (Mañana de domingo), Room in New York (Habitación en Nueva York), forman parte de la exposición.
También están New York Movie (Cine de Nueva York) y Morning Sun (Sol matutino) junto con acuarelas de techos y puentes, bosquejos para sus obras y documentos que aportan luz a su metódica vida.
Son en total más de 200 piezas de los fondos del Whitney. También préstamos de colecciones públicas y privadas integran la muestra que estará abierta hasta el 5 de marzo de 2023.
Célebre artista
Pese a que en su época los rascacielos competían en altura y la ciudad era meca de inmigrantes, el Nueva York de Hopper tiene una escala humana y despoblado.
«Como pocos lo hicieron de manera tan conmovedora, Hopper capturó una ciudad que era a la vez cambiante e inmutable”, dice la curadora de la exposición Kim Conaty. “Un lugar particular en el tiempo y claramente moldeado por su imaginación».
Prefería los lugares poco conocidos e incluso ignorados y pequeños espacios fuera de los trayectos más frecuentados al icónico ‘skyline’ de la ciudad. Y lugares de referencia como el puente de Brooklyn o el Empire State Building. «Nunca me interesé por lo vertical», llegó a bromear.
Su propia vida era una isla frente al ruido exterior. Durante 55 años, desde 1913 hasta su muerte en 1967, vivió junto a su esposa, la también artista y modelo de sus cuadros Josephine Nivison Hopper.
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En el mismo apartamento en Washington Square Park, en Greenwich Village (sur de Manhattan) pasó de ser un ilustrador independiente a uno de los artistas más célebres del país.
A modo de ‘voyeur’, el artista que nació en 1882 en un pueblecito del estado de Nueva York, exploró las fronteras porosas entre lo público y lo privado. Y usó las ventanas, una constante en su obra, para presentar el exterior y el interior de un edificio de manera simultánea. Una experiencia de observación que describió como una «sensación visual común».
Chimeneas, edificios vacíos, comercios, puentes y escenas cotidianas que exudan soledad, ayudadas por el manejo de la luz. Algo que puede resultar en algo «aterrador, muy sombrío, vacío», explica Jennifer Tipton, especialista en iluminación para el teatro.
Hopper, según Tipton, utiliza la luz en una forma «inexpresable, que te hace sentir algo muy difícil de articular».