La Asamblea Nacional francesa aprobó, en medio de una gran controversia, la ley que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo. La iniciativa convierte a Francia en el decimocuarto país en legalizar esta unión.

Durante semanas, Francia apareció como un país dividido en dos por la grieta del matrimonio gay, que la derecha convirtió en uno de sus principales puntos de oposición. La tensión política se trasladó a la calle, donde en los últimos días se ha vivido una creciente radicalización, con actos violentos, enfrentamientos con las fuerzas del orden y, según diversas asociaciones, un incremento de las acciones homófobas.

El primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, mostró ayer su confianza en que el final del debate parlamentario “acabe con estas polémicas absurdas” y todo el país se congratule de haber dado paso a un nuevo derecho.

Pero no parece que la derecha quiera enterrar el hacha de guerra, como augura el recurso ante el Constitucional, aunque todos los expertos le dan pocas opciones de éxito, lo que les deja como única salida protestar fuera de las instituciones. En primer lugar en la calle, donde las asociaciones contrarias a la ley aseguraron que mantendrán la presión con nuevas manifestaciones, tras el éxito registrado en las convocadas hasta ahora.

Con la aprobación, Francia se convierte en el decimocuarto país en autorizar el matrimonio homosexual, uniones que ya están permitidas en Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Islandia, Argentina, Dinamarca, Uruguay y Nueva Zelanda (en estos dos últimos países entrará en vigor en verano). El matrimonio homosexual es también legal en algunos estados de EEUU, México y Brasil.