Alemania  amaneció ayer de luto por las víctimas que murieron aplastadas en Duisburgo (oeste), cuando se aprestaban a vivir una gran fiesta de la música.

Las principales interrogantes de la investigación se centran en las condiciones de seguridad de un túnel de 200 metros de largo y 30 de ancho, que parecía ser el único acceso al terreno de una antigua estación de trenes de mercancías, donde se iba a celebrar el encuentro.

Aparte de los fallecidos, otras 340 personas resultaron heridas en el lugar, que congregó a 1,4 millones de personas, según un nuevo balance emitido ayer por autoridades policiales.

La prensa destacó que el terreno previsto para el festival sólo tenía cabida para unas 250.000 personas, cuando el número de asistentes fue casi seis veces mayor.

La Policía afirma que el hecho se produjo dentro del túnel, pero un responsable de la Alcaldía municipal de Duisburgo dijo que varias personas murieron en una escalerilla lateral.

«Vi a gente muerta en el túnel  y a otras personas vivas, pero inconscientes por el piso. Algunas lloraban», contó Anneke Kuypers, una chica neozelandesa de 18 años que estudia en Bélgica.

La mayoría de los participantes no supo de la estampida y siguió bailando. Las autoridades tampoco difundieron la noticia, para evitar más pánico.