La explosión en un barrio cristiano de Beirut en la que han muerto ocho personas, y unas 80 han resultado heridas, ha sido un atentado de corte sectario, que amenaza con dinamitar la paz cosida con alfileres en el Líbano.

El ataque estaba dirigido contra el jefe de Inteligencia de la Policía, Wissam al Hassan, responsable de la investigación del atentado que mató al ex primer ministro Rafiq Hariri el 14 de febrero de 2005, y considerado el azote de las fuerzas prosirias en Líbano.

Una de las evidencias que destapó Al Hassan fue la implicación de Hezbolá, el partido-milicia chií libanés, y de Siria en el magnicidio. En agosto, Al Hassan dirigió además la investigación que condujo a la detención del exministro de Información libanés Michel Samaha, considerado el hombre de Damasco en Beirut,  y al que se acusa de planear atentados contra objetivos suníes.

La muerte de Al Hassan, un musulmán suní, próximo a la familia Hariri, ha reavivado los temores de que la vida de otros políticos opositores y críticos con el régimen de Damasco acabe también segada por coches-bomba. Pero el atentado ha disparado sobre todo el miedo a que el conflicto sirio vaya a terminar por contagiar al vecino Líbano y por desatar nuevos enfrentamientos civiles.

Hasta ahora, la violencia relacionada directa o indirectamente con la revuelta siria, se había centrado en el norte del Líbano y en general en las zonas cercanas a la frontera con Siria. Este nuevo golpe mortal en el corazón cristiano de Beirut marca una nueva etapa en la vida política libanesa y en las relaciones entre Siria y Líbano.

Horas después del atentado, jóvenes suníes salieron a la calle en varias ciudades y carreteras del país y quemaron neumáticos en señal de protesta. Saad Hariri, hijo del político asesinado en 2005 culpó al presidente sirio, Bachar el Asad, de estar detrás del atentado en una intervención retransmitida por televisión. La coalición 14 de Marzo que lidera Hariri exigió el viernes por la noche la dimisión del primer ministro, Najib Mikati, al que acusó de estar manchado “de la sangre de Wissam al Hasan y de la sangre de los inocentes que murieron”.

No obstante, el presidente del Líbano, Michel Suleiman, le pidió que se mantuviera en su cargo para evitar un “vacío político”. En una rueda de prensa, Mikati aseguró que esperará los resultados de las consultas que próximamente llevará a cabo el presidente Suleiman con los líderes de la mesa del diálogo nacional para decidir sobre su posible dimisión. “No estoy aferrado al puesto y suspendí todas las decisiones a la espera de las consultas del Presidente”, apuntó Mikati, que pidió a los dirigentes políticos olvidar las diferencias para que prevalezca el interés del país.