La pesada verdeamarilla
Brasil El más grande campeón de todos los tiempos consiguió ayer bajar de una vez del pedestal a España.
Neymar tenía que haberle cedido el balón a Fred para que en el minuto 77 anotara el cuarto, cuando los dos llegaban juntos al área chica luego de haberles ganado las espaldas a los centrales españoles y Casillas tenía no uno, sino dos mano a mano posibles. Seguramente ese tipo de rigores los aprenderá en el Barcelona, cuando comience a mamar de unas fuentes distintas de cultura futbolera y a su vertiginosidad con tendencia al personalismo pasado en revoluciones le agregue la cultura de la disciplina colectiva que tan extraordinarios logros le ha permitido al equipo catalán en el último lustro.
Brasil hizo lo que siempre —transitar de menos a más, partido a partido, ciñéndose a un libreto— cuando se intuye ganador de una contienda de cortometraje y aquí me permito sonreír con la serenidad que dan cuatro décadas de mirar fútbol frente a esos pretenciosos regados por el planeta que propenden a armar unas peliculitas de lo que quisieran que fuera el scratch, cosa imposible con un táctico como Luiz Felipe Scolari que consiguió ayer un convincente funcionamiento basado en la combinación de la espera y el retruque con la posesión frente a España para cerrarles el pico a los que confunden sus gustos personales con la correcta interpretación de lo que se plantea en el campo para conseguir ganar un torneo.
Durante estas dos semanas de Copa Confederaciones ya habíamos subrayado que en los últimos metros solamente los jugadores distintos como Edinson Cavani (partidazo contra Italia por el tercer puesto), el propio Neymar y Fred son capaces de sellar las diferencias y así sucedió en esta final en la que recibieron factura defensores como Sergio Ramos, que erró un penal con el que José Mourinho se ha debido desternillar de risa desde Londres y Gerard Piqué, que hizo una falta que le significó la tarjeta roja y probablemente la estupefacción de Shakira.
El más grande campeón de todos los tiempos consiguió ayer bajar de una vez del pedestal a una España que ya había mostrado debilidades contra Italia, y que durante esta temporada expuso un notable bajón con sus dos principales clubes, Barcelona y Real Madrid, cuando fue demolido por los alemanes Bayern Múnich y Borussia Dortmund en las semifinales de la última Champions League.
Debo repetir el más grande lugar común del fútbol: Brasil es Brasil. La dimensión y la pesadez de su camiseta son inmensas, guardando absoluta proporción con el tamaño del país y el número de sus habitantes, muchísimos de los cuales no estarán celebrando este cuarto título por Confederaciones, sino mas bien, fajándose con la Policía en las calles, dada la agudización de las tensiones, producto de la crisis social y el deterioro de la credibilidad de la presidenta Roussef, a la que por supuesto no le temblará la mano para seguir dirigiendo junto a la FIFA, el operativo Brasil 2014.
El Brasil de Felipao va en busca de su sexta Copa del Mundo, confiado en la combinación de su guión de hierro con el par de genialidades que sea capaz de inventar Neymar en los momentos decisivos. Y España tendrá que repensarse porque ya no bastará con el toque, si enfrente hay equipos que tienen la claridad para jugar por el borde de la corniza del reglamento, dosificando las infracciones necesarias para romperles los esquemas a quienes hasta aquí tuvieron siempre en su favor el fair play.
En este contexto, Scolari está comenzando a lograr muy rápidamente lo que no pudo Dunga en Sudáfrica 2010: conseguir una absoluta sincronización para un igual de eficaz rendimiento en zonas 1-2-3, con la nítida e irrebatible máxima que enseña que un equipo se planifica desde atrás hasta el último detalle, y lo que venga hacia adelante será el producto de contar con un gran telón de fondo en la ultima línea y en la mitad del campo, para que los gestores y definidores tengan las mayores opciones posibles de mandarse de frente a la puerta contraria para lograr resultados contundentes e irrebatibles como este 3-0 que no admite dudas acerca de la superioridad del dueño de casa.
La clave de Brasil está en la recuperación
Scolari cree en los laburantes primero que en los genios. En los que barren para interceptar la escapada de un lateral adversario, en los que hacen foul en zonas no comprometedoras del campo e incluso, a veces, en el área propia, como hizo torpemente Marcelo que bajó a Navas para provocar el penal finalmente marrado por España.
Para que la dupla Neymar-Fred sea tan efectiva y exitosa, David Luis —que sacó una pelota de la línea— y Thiago Silva le dan tranquilidad a Julio César en el fondo, y Gustavo, Paulinho y Oscar hacen el trabajo de limpieza creativa del adversario, que en los antecedentes del partido de ayer figuraba como la selección que mejor trabaja la transición defensa-ataque y que tiene certificado de eficacia con las eurocopas de 2008 y 2012, y la Copa del Mundo Sudáfrica 2010.
(*) El autor es periodista y asesor de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).