Códigos de vestuario
Un equipo de fútbol sabe perfectamente cuán importante es cuidar el secreto
Miles de historias que forman parte del anecdotario del fútbol jamás dejarán de pertenecer al off the record, porque está claro que no todo es publicable, que se producen situaciones en las que debe prevalecer un sentido ético, en el que quede permanente y claramente diferenciado aquello que puede revelarse y lo otro, que deberá permanecer en la esfera de lo privado.
Que un futbolista informe sobre el nacimiento de su primogénito a través de las redes sociales aparece hoy como espontáneo y previsible. La sujeción al uso de internet en sus variadas formas se ha ensanchado de tal manera que en este primer tramo del siglo XXI se nos figuran fantásticos e irreales por su arcaísmo el telégrafo o el uso del correo postal para enviar cartas y variados artefactos. Pero que el club de fútbol históricamente más importante de un país tenga que anunciar por Twitter sus decisiones fundamentales, desnuda, otra vez, la endeblez institucional que en alguna medida refleja lo que sucede en todos los órdenes.
Concluido el torneo en el que The Strongest selló el tricampeonato, llegó un relajamiento propio de las travesías tensionantes y, simultáneamente, un cortocircuito producido entre algunos importantes jugadores del primer plantel con el entrenador. Pero los atigrados lo manejaron todo con tal discreción que, este hecho, traducido en un bajón de su rendimiento en el torneo siguiente, no trascendió a través de los medios de comunicación hasta que, finalmente, las cosas se recompusieron, el temporal amainó y el equipo de Achumani logró obtener en diciembre un cuarto título en tres temporadas.
Los stronguistas que habitualmente acuden a poblar las tribunas del Hernando Siles, la aplastante mayoría de ellos, nunca se enteró de los líos internos porque Villegas y compañía se dieron modos para lavar todos los trapos dentro de casa, desactivando los conflictos y recuperando la fortaleza necesaria para ganar el campeonato Apertura 2013-2014 en la última fecha, cuando la tabla de posiciones y los pronósticos decían que la Academia estaba a un pelo de conseguir el bicampeonato.
Un equipo de fútbol sabe perfectamente cuán importante es el secreto de vestuario, porque es con ese código fundamental que se puede preservar la necesaria intimidad de un grupo, tanto para los aspectos negativos y delicados, cuanto para los positivos y celebratorios, que les pertenecen nada más que a los planteles y a sus cuerpos técnicos. Tal como nos lo han enseñado en la última década los estilos herméticos de Josep Guardiola y Marcelo Bielsa, a contracorriente de la locuacidad mediática de buena parte de sus colegas, tendencia principalmente comandada por el refunfuñón José Mourinho.
Los bolivaristas, gran parte de ellos, ha quedado con un recuerdo agridulce de su último conductor, Miguel Ángel Portugal, por su ostensible falta de carisma y poca voluntad para conectar de manera afable con los aficionados. Aunque intuyo que habrán olvidado que cuando llegó a La Paz debutó frente a los micrófonos con tal desatino que, a partir de entonces, no tuvo otra opción que acogerse al silencio y casi al aislamiento, debido a que no encontró mejor idea para inaugurarse frente a los medios que afirmar rotundos criterios sobre la falta de profesionalismo de los futbolistas que comenzaba a dirigir, cosa que pudo haber manejado sin dificultades, con las puertas bien cerradas por dentro, para evitar el riesgo de la descomposición interna y de las reacciones de incomodidad y molestia previsibles.
En Madrid ha levantado polvareda el gesto de Ángel Di María de tomarse los testículos antes del salir del campo, luego de que Carlo Ancelotti dispusiera su cambio en el penúltimo partido jugado por los merengues en el torneo de Liga. Los medios fabricaron picnics de todos los tamaños para conjeturar sobre el castigo que probablemente le sería impuesto al argentino, pero la comunicación oficial al respecto dice que luego de habérsele instalado un proceso disciplinario, no se procedió a determinar sanción alguna. Improbable. Es muy posible que haya sucedido todo lo contrario. Aunque solo se tratara de una leve llamada de atención, pero en el Santiago Bernabéu saben perfectamente que someter a una de sus figuras a la picota del escarnio sería contraproducente. Por lo tanto, nos remitimos, otra vez, al código de honor: Las decisiones delicadas que comprometen al Ser y al Parecer de los integrantes de una plantilla se ventilan adentro, lejos de cámaras y micrófonos, porque eso de exponer los egos de los divos implica riesgos fáciles de evitar con el silencio público.
Dada la superlativa importancia de lo que uno es y lo que proyecta, lo que tiene de ideario y principios y cómo se traducen éstos en las actuaciones diarias a la luz de las audiencias, la imagen de un club y sus políticas informativas son importantísimas para que todo lo que se diga o deje de decir contribuya a engrosar los argumentos deportivos en los campos de juego, que son los que deben prevalecer en los momentos decisivos. Tal como lo hace, por ejemplo, el Barcelona con Gerardo Martino, que se sitúa en el justo medio entre los estilos cerrados de sus antecesores y los muy verborraicos de los de la acera de enfrente, compareciendo ante los medios de manera reglamentaria, sin que le quiten el sueño ni le provoquen arcadas las duras críticas, injustas por cierto, por el hecho de no pertenecer a los orígenes de la casa.
Bolívar y The Strongest se aprestan a encarar una nueva aventura internacional como representantes bolivianos en la Copa Libertadores. El uno y el otro, cada uno con su estilo, han demostrado cómo se pueden/deben manejar los asuntos públicos y los asuntos privados de sus plantillas. Son lecciones que se van aprendiendo y que nos vuelven a percatar que todavía hay mucho que recorrer si se quiere, algún día, tener empresas e instituciones deportivas que cumplan con preceptos elementales de funcionamiento, que les eviten quebraderos de cabeza y remezones innecesarios que afecten su estabilidad.