Sin Vuelta el ciclismo pierde
Primero fue la Doble Copacabana y después la Vuelta a Bolivia. En las últimas dos décadas se convirtieron en las carreras que le dieron brillo al ciclismo boliviano, dentro del país y fuera de él. Ambas tuvieron que ver con un emprendimiento privado del Grupo Fides y sobre todo de un tesonero trabajo de su director, el sacerdote jesuita Eduardo Pérez Iribarne.
El viernes, Fides anunció la desaparición de la Vuelta a Bolivia después de seis ediciones. La carrera había reemplazado a la Doble Copacabana por la necesidad que tenía de crecer. Efectivamente llegó a pasar por cuatro departamentos (Santa Cruz, Cochabamba, Oruro y La Paz) mostrando en gran parte de ellos lo popular que es el ciclismo.
Dos razones fueron esgrimidas para dar por concluido el ciclo de la Vuelta. La principal, la económica, porque financiarla se hizo cada vez más difícil y complicado. Año tras año, el grupo organizador con el respaldo de empresas líderes en el país se hizo cargo de cubrir enormes presupuestos, empezando por traer equipos del exterior y poniendo importantes sumas de dinero para que —aparte de lo que representaba el costo para ponerla en escena— los premios fueran atractivos. Siempre cumplió.
El otro motivo es la supuesta disminución del interés de la gente en la carrera. Primero la Doble y después la Vuelta acostumbraron a ver en cada una de sus ediciones impresionantes cantidades de público (los llamados túneles humanos) que quizás en los últimos tiempos ya no fueron tales.
El ciclista Óscar Soliz —el mejor boliviano de los últimos tiempos— lamentó la decisión. Y con razón. Es que el deporte pierde la carrera que más y mejor impulso le dio al ciclismo nacional en todos estos años, pues gracias a ella Bolivia no solo ganó fama y nivel internacional, sino que fue la cuna —y el motivo principal— para que aparecieran cada vez mejores ciclistas bolivianos y se conformaran equipos con mayores perspectivas. El propio Soliz, que hoy es un deportista de talla internacional, se hizo grande como producto de este emprendimiento.
La desaparición de la carrera es un fuerte golpe en contra del deporte boliviano. Soliz —que lamenta la pérdida de fuentes de trabajo— le sugiere al Gobierno tomar la posta y evitar que el ciclismo se venga abajo. Será difícil reemplazar tamaña labor.