El Tigre, de la desesperación a la celebración
Al final la ‘charla’ del DT Craviotto con Escobar fue relegada a segundo plano.
Solo Néstor Óscar Craviotto y Pablo Escobar saben qué se dijeron en un costado de la cancha en el minuto 34 del segundo tiempo, cuando llovía copiosamente y el partido todavía estaba empatado sin goles.
El estratega había ordenado el ingreso de Gabriel Ríos en lugar de Rodrigo Ramallo, quien se aprestaba a ingresar y esperaba la orden del árbitro y unos metros hacia su derecha se veía al estratega gesticulando y haciendo señas hacia alguien en la cancha.
Se acercó Escobar, a la distancia se vio que se dijeron algunas cosas. Luego llegaron Alejandro Chumacero y un compañero. El capitán levantó los brazos y volvió a la cancha, el estratega hizo el mismo ademán y buscó su lugar en el banco de suplentes.
Desde la tribuna de preferencia bajaron algunos silbidos y reproches hacia el estratega.
Cuando se reanudaron las acciones, el Tigre fue el protagonista central, la cancha se hizo pesada por el aguacero, atacó en su intento de romper el cero, pero los ataques terminaban en las manos del arquero Rodríguez.
El mejor momento de Escobar en la cancha se registró en el minuto 41 y en el 43, aplicó con precisión los dos zarpazos para darle al Tigre la clasificación.
El primero definió con un remate de primera a media altura, el segundo con un toque de zurda al palo más lejano del golero.
Con la clasificación en el bolsillo se fundió en un prieto abrazo con el técnico, señal de que las discrepancias de hace un rato habían quedado en el olvido y que lo suyo era luchar de manera conjunta por el objetivo de seguir en carrera en el torneo.
San Pablo lo hizo posible
Óscar Dorado
The Strongest rompió un maleficio extendido por un decenio. Y en el logro global —de 180 minutos, como suele denominarse a este tipo de instancias— el absoluto protagonismo de Escobar alimentará, sin contrapeso alguno, el exitoso barniz que representa el salto a la fase de grupos. Tres goles en ambos partidos resumen la eficacia de una tarea que anoche probablemente no tuvo tanta lucidez de juego —como todo lo mostrado por el equipo— pero que en plena recta final, y bajo el aguacero, sacó de la galera el valor del desequilibrio para sepultar cualquier esperanza del inconsistente Morelia.
Fue un partido chato en cuanto a espectáculo. Con muchísimos más errores que virtudes, a excepción de lo anteriormente precisado. De todos modos, mejoró a través del complemento.
Los dos apostaron, a fuerza de extrema reiteración, por el remate de media y larga distancia. Y entonces se extrañó la jugada adecuadamente urdida, el pase entre líneas, la claridad para provocar, por caso, el error del adversario.
Las limitaciones de este cuadro mexicano ya quedaron descritas al cabo de su actuación en casa y no era de esperarse un cambio radical en La Paz. Salvo los intentos de Mauro Cejas (uno conjurado por Daniel Vaca y otro que el travesaño devolvió) no fabricó fútbol capaz de anotar.
Y lo cierto es que el Tigre respondió a la exigencia de la iniciativa, pero sin ser dañino en la definición, excepción hecha —valga la insistencia; necesaria, ineludible— de lo que produce su capitán. Esto debería ser causa de preocupación y trabajo de cara a lo que se aproxima, frente a rivales que, ni duda cabe, son potencialmente más fuertes que el actual colista del torneo azteca.
Que la trascendencia de la clasificación —meritoria, por donde se la examine— no tape el análisis de baches que pueden pasar factura a corto plazo. A Cuesta y Ramallo les está costando asociarse, pero no es lo único: la buena proyección de Wayar no es aprovechada porque la trama se diluye a la hora de encarar el asalto final, que, se sabe, es el determinante.
No deja de ser revelador que el cotejo se haya dilucidado cuando —paradoja o no— el aurinegro se desenvolvía ya sin atacantes netos.
Estuvo a la altura de la circunstancia en lo que a resultado corresponde. La actuación dejó más de una asignatura pendiente.
San Pablo escribió la historia. Allá y acá. Actor principalísimo. Si el Pájaro vuela alto, el rédito llega. Tarde o temprano.
Óscar Dorado Vega es periodista