El Barça en la punta, el Madrid en crisis
Estos blaugranas son prácticamente los mismos que hicieran una y mil maravillas bajo la lúcida guía de Pep Guardiola.
El Barcelona de Luis Enrique ha entrado en una rutina disimulada por lo engañoso de ciertos resultados como el obtenido ayer frente al Rayo Vallecano al que ha apabullado con un 6-1 que por la cifra no merecería objeciones, menos si veinticuatro horas antes el Real Madrid sucumbía en San Mamés frente al Atletic de Bilbao (0-1), derrota con la que comenzó a perder el liderazgo que al día siguiente le arrebataría su rival histórico, con penal marrado –y repetido—de Messi, un hat trick que lo convierte en el futbolista de liga española que ha anotado más veces en tres ocasiones durante un mismo partido, y ha alcanzado en la tabla de goleadores (30) a Cristiano Ronaldo.
Estos blaugranas son prácticamente los mismos que hicieran una y mil maravillas bajo la lúcida guía de Guardiola, con incorporaciones como la de Luis Suárez, Rakitic, Mathieu y el propio Neymar, y que hoy día, precisamente con esas inclusiones, transitan afanados por los campos en busca de la reinvención, cosa que pareciera estar a la vuelta de la esquina, pero que en los hechos no sucede, especialmente si al frente aparecen rivales ingenuos y corajudos que pretenden disputar la posesión, que apuestan al pressing muy arriba y se descompensan atrás al punto que una pequeña distracción permite tempraneras aperturas del tanteador como la de Suárez, con la que acabó la primera etapa.
Los del Rayo querían demostrar que podían plantarle cara a ese cúmulo de individualidades que pueden cambiar el curso de un partido en un abrir y cerrar de ojos, y fue así que provocaron llegadas del propio Suárez, Messi y Pedro, que estuvieron a un pelo de haber culminado con cuatro a favor durante los cuarenta y cinco minutos iniciales, pero esto no resulta suficiente en contextos exigentes en los que se impone la práctica cultural de conseguir objetivos con excelencia, esto es, con juego atildado, sustentado en la tenencia sì, pero sobre todo en el buen pase, en la evolución fluida en ataque que cuando es bien interrumpida por el rival, genera persistentes cortocircuitos, obliga al equipo a recurrir al balonazo o al cambio de frente, no siempre con la precisión de otros tiempos.
Lo que está manteniendo en pie al ahora puntero de la liga española es el peso específico de cada una de sus grandes piezas dentro una constelación en la que el nervio motor sigue siendo Andrés Iniesta, el genio desequilibrante Messi, y de a poco, va entrando Suárez en la zona de definición cada vez con mayor eficacia para contar en el frente de ataque con tres-cuatro anotadores que pueden liquidar a sus rivales por adentro y por bandas, casi seguros de que en los cara a cara con los porteros convertirán y conseguirán goleadas como las de ayer.
Este Barcelona vale más hoy por lo que están haciendo por separado sus grandes figuras que por el funcionamiento colectivo que hasta hace un tiempo se constituía en rasgo dominante e inigualable, con supremacía de una idea de juego en que todas las piezas seguían el guión táctico como si se tratara en primer lugar de un cuerpo de baile, y a continuación, los solistas improvisando cada vez que los espacios y los tiempos lo permitían. En esta medida el Barça es ahora un equipo ganable, pero al que se le teme no por cómo está jugando, sino por lo que vale cada uno de los que forman el onceno, según ha leído con lucidez, Manuel Pellegrini, entrenador del Manchester City que la semana que comienza se juega la vida en el Camp Nou en el partido de vuelta por octavos de final en la Champions League.
Los incisivos pases entre líneas, las casi increíbles triangulaciones en espacio reducido, el juego vascular moviendo en ataque el balón para hacer el campo siempre ancho y propio, han dejado de ser la imagen de marca del equipo debido a que un hombre clave como Xavi Hernández, pasa ahora más tiempo en el banco que en la cancha, y a que Rakitic no es todavía el sustituto que se necesita para refundar la santísima trinidad que con Messi e Iniesta conformara, como diría Charly García, durante un tiempo que fue hermoso y fueron libres de verdad.
El Barça va camino de conquistar nuevamente la liga española, tiene en su favor, que además de contar con semejante trío-cuarteto de atacantes, se lo advierte sólido de mitad para atrás con Mascherano y Busquets como alternativas para hacer la bisagra de las transiciones cada vez que recupera el balón, pero que ya no se desplaza con esa vocación perfeccionista que exhibía hasta 2013. Es un gran equipo, lo seguirá siendo, pero definitivamente ha dejado de ser El Mejor Equipo.
Mientras tanto, en Chamartín, en el Santiago Bernabeu, parece que la maldición reguetonera de la fiesta de cumpleaños de Cristiano Ronaldo se ha instalado por más tiempo del previsible, que luego de caer estrepitosamente frente al Atlético de Madrid y empatar frente al Villarreal, los merengues han vuelto a salir derrotados, esta vez frente al Atlétic de Bilbao por mínima diferencia y firmar un bajón que ya no es producto de una excepción, sino de una prolongada resaca inaugurada a comienzos de este 2015 que por esas cosas inexplicables de la buena energía y el karma, se desplomó desde el día en que James Rodríguez quedó lesionado y su ausencia parece gravitar más de lo aparente.
Entre noviembre y diciembre del pasado año, Carlo Ancelotti había logrado un soberbio funcionamiento colectivo del equipo con sorprendentes y memorables actuaciones en las que destacaron nítidamente el propio James, Toni Kroos, Isco, Cristiano Ronaldo y Benzemá, pero desde el día en que CR7 celebrara sus treinta años, el número se ha hecho negativo, pues son treinta también los goles que tenía en el podio en el que se ha encaramado Messi, con el que comparte desde ayer el primer lugar de los goleadores del torneo.
El Barcelona es ahora primero sin ser el gran Barça de hace un par de años, y cuando el Madrid apuntaba a convertirse en equipo sensación por un tiempo más o menos prolongado, el panorama dice que ahora ya no se tiene tan claro que Cristiano continuará en el equipo durante varias temporadas más, y tampoco que Ancelotti continué siendo el entrenador durante la próxima temporada. Y es que el fútbol es así, de una semana a otra los desempeños y las posiciones en las tablas de los torneos van variando tan radicalmente que la gran asignatura de la regularidad en el juego es cada vez más lejana con campeonatos que se disputan en el vértigo y con equipos que deben masacrarse físicamente jugando entre ocho y diez partidos por mes.
(*) Julio Peñaloza es periodista, responsable de historia y estadística de La FBF.