Por la puerta trasera
Hombre en apariencia de fe religiosa, muy creyente, lo que hizo recién Hoyos es irse de Bolivia por la puerta trasera y con una actitud nada propia de alguien que con asiduidad invoca la protección de Dios.
Ángel Guillermo Hoyos fue “bendecido” dos veces en 2016: la primera, cuando en agosto fue contratado por la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) y dijo en su presentación que era “una bendición” ser el seleccionador; y, la segunda, al enfatizar lo mismo cuatro meses después al asumir el cargo de entrenador de Universidad de Chile, la semana pasada en Santiago.
Hombre en apariencia de fe religiosa, muy creyente, lo que hizo recién Hoyos es irse de Bolivia por la puerta trasera y con una actitud nada propia de alguien que con asiduidad invoca la protección de Dios.
Con contrato vigente o sin él —muy aparte del compromiso moral asumido— no está mal que una persona aspire a mejorar su condición de vida mediante el trabajo, es su derecho y hay que respetarlo.
Lo que no está bien es dejar lo que uno está haciendo, irse a negociar con otros a ocultas, volver y avisar que se marcha. En el caso de Hoyos estaba al frente de la selección nacional Sub-20 a la que abandonó virtualmente durante 15 días en Sucre, podrá decir que sus colaboradores no descuidaron la labor, pero no es lo mismo; y se fue al exterior a escuchar lo que ‘U’ de Chile le proponía. Cuando arregló vino a dar cuenta con lo obrado, agarró sus cosas y se marchó sin dar la cara.
La vez que la FBF lo contrató como ganador de una terna, el propio Hoyos destacó que fue vital presentar un proyecto “que abarcara el fútbol en general y a nivel nacional, que pudiera llegar al niño, desarrollar las escuelas de fútbol y las inferiores de los clubes”, pero ante la primera mejor opción que tuvo lo mandó al basurero.
“Cuando decido irme a la ‘U’ se le comunicó todo a la persona que había que hacerlo. La palabra traición no existe en mi diccionario, yo no he traicionado a nadie”, enfatizó hace unos días en su presentación en Santiago.
Con el único que habló fue con el primer vicepresidente de la FBF, Marco Peredo. Y lo hizo cuando ya no había marcha atrás. Irse ya era una decisión tomada sin siquiera dar tiempo a nada.
Con esa actitud, mínimo Hoyos no guardó la fidelidad ni el respeto que le debía al país, a la Federación Boliviana de Fútbol que lo contrató, a la selección, a los jugadores y a la gente. En un diccionario cualquiera eso tiene un significado, aunque evidentemente no en el que Hoyos maneja.