El pisoteo de las normas
El alboroto ocasionado por seis clubes cruceños no llevó a nada. O quizás sí: porque a la larga armaron una componenda para evitar un desastre y entonces los dirigentes —todos, pues no se salva nadie— pasaron por alto las normas —una vez más— para salvar a un club que a estas alturas debería estar descendido.
El alboroto ocasionado por seis clubes cruceños no llevó a nada. O quizás sí: porque a la larga armaron una componenda para evitar un desastre y entonces los dirigentes —todos, pues no se salva nadie— pasaron por alto las normas —una vez más— para salvar a un club que a estas alturas debería estar descendido.
Quedó más que comprobado que no había justificación alguna para semejante reclamo que puso en riesgo a toda una División Profesional, pero además lo hicieron de la peor manera, por la fuerza y no por la razón.
La Federación Boliviana de Fútbol (FBF) había dado curso a una normativa FIFA que no requería de Congreso para aplicarla sino que bastaba con una resolución de Comité Ejecutivo, la que permite a jugadores actuar hasta en dos clubes en una misma temporada. Así comenzó el campeonato Clausura y así sigue. El grupo de los seis se opuso erradamente y ocasionó un lío para al final llegar a lo mismo.
Lo grave es que mandaron a uno de ellos mismos al cadalso: Guabirá fue una especie de conejillo de indias, no se presentó a jugar, Aurora sí lo hizo y lo que correspondía era decretar la pérdida de categoría del azucarero.
Cuando en el camino se dieron cuenta de su error, los otros cinco comenzaron a cuidarse las espaldas de la manera más burda: no había llave para abrir uno de los estadios, el otro repentinamente presentó problemas de iluminación y hasta involucraron a una línea aérea por supuestamente no poder cumplir con un vuelo chárter pactado para el traslado de una delegación. Fue un invento tras otro.
Al verse casi perdidos, al final tuvieron que actuar en patota: “si afectan a uno nos vamos todos”. La salida para evitar la hecatombe fue transar: Aurora aceptó 50.000 dólares a cambio de “perdonar” a Guabirá y, en el fondo, de pisotear las normas delante de todos. Más sucio, imposible.