“Yo soy técnico y ustedes periodistas, no pueden opinar como entrenadores porque no lo son”. La frase, potente, directa, la expresó Ricardo Gareca ante los reporteros chilenos que le discutían cuestiones tácticas en conferencia de prensa el 9 de octubre pasado.
Chile iba último en la Eliminatoria y los colegas se sintieron con derecho a darle una breve cátedra sobre la función. A un profesional que fue dieciocho años futbolista de grandes equipos (Boca, River, América de Cali, Selección Argentina) y que lleva treinta dirigiendo, con éxito, en clubes y selecciones. Y le rebatían individuos que no pasaron del nivel de la canchita de la esquina.
No significa que Gareca no pueda estar equivocado y el cronista remarcarlo. De ahí a ponerse tácticamente en la misma línea hay un océano. Siguió el Flaco “ubicando” a los muchachos… “No me molestan las opiniones, pero si hay alguien capacitado somos los que estamos en el fútbol. Ustedes no son técnicos, no saben lo que es serlo… Pueden opinar, y yo respeto esa opinión, pero nunca van a saber desde este lugar porque no son profesionales como los que nos dedicamos a esto».
TAMBIÉN PUEDEN LEER:
Hazaña del pipoqueiro
En tono tranquilo siguió su monólogo: «No lo tomen como un acto de soberbia, hay que ser director técnico para hablar con propiedad. Todo es materia opinable… Pero yo no puedo debatir con ustedes, porque no son directores técnicos… No saben lo que es estar en un vestuario con jugadores que de pronto son figuras, millonarios, y uno tiene que tomar decisiones.
Ustedes no las pueden tomar porque no han estudiado la carrera de técnico, o no los han contratado o no han tenido un proceso de dirección técnica… Es lo mismo que yo me quiera poner a opinar de medicina, no puedo. Puedo decir, simplemente: ‘¿Por qué no tomás un Paracetamol…?’, pero hasta ahí».
Hace unos días, en la rueda de prensa previa al choque ante el Liverpool, los colegas españoles se pasaron de sabihondos y Carlos Ancelotti los frenó: “Oigo mucho, pero no hay que olvidarse que tengo 1.300 partidos dirigidos, con sus 1.300 alineaciones y casi 4.000 cambios. Nadie, aquí, me puede dar consejos”.
Juan Domingo Rocchia fue un gran jugador de Racing y Ferro, líder en el campo, bravo para meter la pierna, marcó 101 goles siendo zaguero. Un día, como era referente de Ferro y cesaron al DT, lo designaron interinamente al mando del equipo. Le temblaron las piernas. “No es fácil pararse frente a treinta jugadores y decirles qué deben hacer”, confesó con humildad. Establecer una táctica, preparar, arengar, demostrar que uno sabe más que sus dirigidos. Al minuto, si lo que está diciendo el conductor no es demasiado coherente, los muchachos se empiezan a codear y a susurrar: “Huuummm… ¿escuchaste eso?”
En 2022, poco antes de morir, otro Flaco, Menotti, se refirió al tema en una entrevista:
-Hay mucha imprudencia en la opinión. Se agrede, se ofende sin saber. “Se equivocó en el cambio”. ¿Cómo va a decir eso…? El cambio que hizo lo perjudicó, punto. Escucho a otro decir “el penal yo lo hubiera pateado así”. No, vos nunca vas a patear un penal. Nunca vas a saber lo que se siente entrar a la cancha de Boca con esa camiseta. Analizá lo que viste. Antes los periodistas eran muy respetuosos. Ahora hay una soberbia que no condice con la condición de periodista.
Hay una jactancia, cierto, una fuerte inclinación periodística por ejercer magisterio, por querer saber más que el técnico y que los protagonistas en general. ¿Para qué…? El periodista debe evaluar el espectáculo como evento global. Lo emocional sobre todo, porque este deporte es un hecho esencialmente emocional. El “dibujo táctico”, 4-3-3 ó 4-4-2 es un tópico menor que el hincha lo pasa de largo, casi no le interesa. Consume el comentario como un cuento. “¿Fuiste a la final entre Mineiro y Botafogo…? Contame, ¿cómo fue…?”. Nadie pregunta si Botafogo salió con línea de cuatro o de cinco. Eso lo van a comentar entre dos entrenadores amigos.
Desde luego, si el periodista no analiza, transmite mal. Y si transmite mal, desinforma, desvirtúa, dos de los peores defectos de la profesión. Para hacerlo bien hay que estar informado, ver mucho fútbol, instruirse, charlar con gente del ambiente. Hay quienes exageran y hacen el curso de entrenador, pero bueno, saber nunca es malo. Hasta ahí, bien. Sin embargo, llevar el comentario al plano de la ciencia táctica es excesivo. Y no corresponde. Opinamos, damos nuestro parecer. De ahí a creer que sabemos más que Lorenzo o Scaloni o que podríamos hacerlo mejor que ellos es un disparate.
Comentar el espectáculo, las sensaciones que dejó, si fue bueno o malo, quién jugó mejor y mereció ganar, cuáles fueron las figuras, las incidencias determinantes del juego, las acciones polémicas, el arbitraje, qué le pasa a Mbappé, por dónde se dio el quiebre del partido. Ejemplo: en la final de la Libertadores un jugador de Botafogo fue expulsado a los 29 segundos de iniciado el duelo, con lo cual esa incidencia pasa a ser el eje central del análisis. Una gran jugada… El gol de James a Uruguay en el Mundial 2014 ocupó la columna entera sobre el partido. ¿Para qué profanarla con tacticismos o acotaciones adicionales…? ¿A alguien le importa si aquella tarde Uruguay se paró con un 5-3-2…? Otro tanto acontece con las estadísticas, interesantes, desde luego, y muy atractivas para deportes norteamericanos pasivos como el béisbol, no tanto para el fútbol, cuyo encanto es la intensidad, el sentido artístico de una maniobra, el vuelco de un resultado donde uno ganaba 3-0 y perdió 4 a 3. Existe una tendencia creciente a manejarse por estadísticas, pero la estadística es como un condimento, le da un toquecito a la comida, pero no es la comida.
Tiene razón Gareca, lo periodistas no podemos ponernos a su altura en conocimiento del juego, de lo que siente un futbolista y lo que es un vestuario. Sabemos menos. Los periodistas de economía refutan permanentemente a los ministros del área por las medidas que toman. Los periodistas no son economistas, son opinólogos, no están al frente del ministerio. Y las veces que han sido designados en una cartera de economía -que ha sucedido- fracasaron.
Lo que no puede el técnico o el futbolista es caer en el simplismo y desacreditar: “¿Qué puede decir éste, si nunca jugó a la pelota…?” No hace falta. Y no es preciso ser director de cine para comentar una película. Tampoco por respeto perder el rigor.
También está instalada en los protagonistas la idea “del negocio” de la prensa. Si dicen que un partido es bueno es porque “conviene al negocio”. Si se critica a alguien significa que ese alguien “no es negocio” para el periódico, el canal o la radio. Una ridiculez olímpica. El éxito de un medio no está relacionado con que gane o pierda Boca. Es subestimar demasiado la capacidad organizativa y estratégica de grandes conglomerados empresariales. Es como si en España se hundiera la Cadena Ser porque el Real Madrid no sale campeón. Los dueños de los medios muchas veces no están ni enterados de cómo va el campeonato.
En medio siglo de periodismo profesional nunca vino un jefe a decir “dale manija a tal equipo que necesitamos vender”. A ninguna mente centrada se le ocurriría una tontera semejante. Tan absurda como aquella antigua creencia de que los jugadores “van para atrás”. Folclore puro.
(8/12/2024)