Stéphane Lacroix: ‘El equilibrio social de los países de Medio Oriente está hoy en peligro’
El catedrático Stéphane Lacroix, doctor en Ciencias Políticas del Instituto de Estudios Políticos de París, llegó a Bolivia para dar varias conferencias sobre “las problemáticas actuales del mundo árabe”.
Durante la entrevista con La Razón, el experto realizó un análisis sobre el futuro de la Primavera Árabe y los conflictos por los que atraviesan varios países de Medio Oriente, principalmente Siria y Egipto, cuyo futuro puede definir el nuevo orden político de la región.
La sangrienta represión en Egipto, la guerra civil en Siria o el bloqueo político en Túnez muestran, según los expertos, que los levantamientos populares que surgieron en el mundo árabe —que desde finales de 2010 provocaron el derrocamiento de varias dictaduras y permitieron que se planteara la perspectiva de un proceso democrático histórico en esa región— desembocaron en una etapa de violencia que amenaza con intensificarse ante la falta de madurez de las nuevas clases dirigentes.
— ¿Qué camino está tomando la llamada Primavera Árabe?
— El proceso en este momento no está yendo tan bien como muchos lo esperaban porque hay varios desafíos. El primero es que existe una división política muy grande entre islamistas y liberales. Ambos grupos tienen diferencias profundas sobre la identidad y los valores fundamentales de la sociedad. Para los islamistas las leyes del Estado y la sociedad deben fudamentarse en su religión, para los liberales
—defensores de las libertades individuales en el sentido más universalista— la religión no puede ser un proyecto político. Este conflicto llegó a un punto en el que los dos bandos consideran que la lucha entre ellos es una lucha existencial. Sin embargo, en algún momento ambos grupos apoyaron la revolución.
Lo que pasó en varios países de la región es que tras la revolución fueron los islamistas quienes ganaron las elecciones, debido a su mayor poder de convocatoria popular y a la fuerza de la religión entre los votantes, y los liberales, que están más representados en la élite intelectual, consideraron que esas victorias eran un peligro para su propia existencia.
En Egipto, por ejemplo, se unieron para derrocar a Hosni Mubarak y llamaron a elecciones que fueron ganadas por un islamista, Mohamed Mursi. Los liberales estaban convencidos de que él pretendía islamizar el país y cambiar las bases de la sociedad, por lo que prefirieron aliarse con el Ejército y participar en lo que es casi una contrarrevolución que destituyó al primer presidente elegido democráticamente en Oriente Medio. Este conflicto, que es un peligro fundamental, lo vemos también en Siria, donde la oposición al mandatario Bashar al Asad tiene el mismo problema.
El segundo desafío se relaciona con la gran división social que afecta a los países árabes, con una gran diversidad religiosa, étnica y tribal. Estas divisiones no son un factor de conflicto en tiempos de paz, pero en periodos de crisis se vuelven un pretexto para la lucha política y los enfrentamientos entre comunidades. Esto tiene también que ver con que antes de la Primavera Árabe líderes como Al Asad se apoyaban para gobernar en su comunidad de origen (NdR. En este caso los alauitas, una rama del chiísmo), que hoy es vista por la oposición, los relegados suníes, como privilegiada por el poder. Ahora, la oposición al Presidente sirio se está volviendo en una oposición a la comunidad alauí y lo que en principio fue una lucha entre un dictador y un movimiento popular por razones políticas, cada vez se vuelve más en una lucha entre comunidades.
Esto forma parte de un clima general de conflicto entre chiísmo y sunísmo —esté uno u otro en el poder— que se está desarrollando con esta Primavera Árabe y en un contexto muy peligroso donde Irán y Arabia Saudita, las dos potencias regionales, juegan un papel muy importante: Irán apoya a los chiíes y Arabia Saudita a los suníes. Entonces, cuando el conflicto se vuelve religioso cada parte tiene apoyo exterior y las disputas dejan de ser internas.
— ¿Qué efecto puede tener este nuevo orden regional?
— Es un momento muy riesgoso. Creo que el equilibrio social de la región está en peligro en este momento, en el que los países occidentales, como EEUU, no influyen en el curso de los hechos, sino que sólo intentan reaccionar sobre lo que ya está sucediendo. El proceso ha escapado de las manos de los grandes poderes. Las únicas noticias que nos dan optimismo es lo que está pasando con Irán, que desde la asunción del nuevo gobernante Hasán Rohani atraviesa por un cambio importante en su política exterior, con un acercamiento político hacia EEUU y hacia otros países árabes como Arabia Saudita. Esto es muy importante porque Irán puede influir positivamente en la estabilidad regional. El segundo punto a favor es que en la homogénea Túnez el proceso democrático continúa. A pesar de sus tropiezos políticos, este pequeño país puede servir de ejemplo para la región, para demostrar que una democracia árabe puede existir.
— De seguir este crítico escenario, ¿puede la violencia desbordarse más allá de la región?
— Sí, seguro (…). En Siria, por ejemplo, la situación es muy alarmante, porque el gran poder de atracción que tiene la oposición islamista radical ha hecho que cientos de extranjeros, principalmente europeos, decidan tomar las armas y combatir al régimen. Esta gente —luego de haber sido convertida a una ideología radical y haber ganado experiencia militar— puede representar un gran peligro para los países occidentales. Entonces, el conflicto en Siria es muy peligroso no solamente para ese país y para la región, sino también para el resto del mundo, principalmente Europa.
— En el caso específico de Siria, ¿es posible que las actuales negociaciones para llevar a cabo una conferencia internacional que permita una salida política al conflicto armado, Ginebra 2, tengan éxito?
— Por el momento es difícil imaginar una negociación entre los grupos en Siria. Pero esto depende mucho de la situación regional, porque al final muchos de los islamistas reciben armas y apoyo logístico de los países del Golfo, Arabia Saudita entre ellos, y el régimen de Al Asad cuenta con el respaldo de Irán. Lo único que puede tener un efecto positivo en Siria es que la eventual negociación involucre a Irán, Arabia Saudita, Estados Unidos, Rusia y otros actores políticos, con la idea de llegar en el mediano plazo a un consenso regional. Por el momento, nada en concreto ha pasado y el conflicto armado seguirá, aunque Ginebra 2 se lleve adelante, porque las condiciones para un acuerdo regional aún no están dadas.
— ¿Cuál es la incidencia que puede llegar a tener el apoyo político de países de América Latina en esta negociación?
— Es importante, porque si bien el conflicto en Siria es en principio regional, tiene vínculos globales. Entonces, si queremos lograr algún consenso, países como Brasil o Venezuela tienen algo qué decir en esta negociación, aunque parece algo muy ambicioso. Por otra parte, la mayoría de los países latinoamericanos son no alineados y tienen una posición más bien neutral que puede perfilarlos como buenos mediadores.
(…). En el mundo árabe hay mucho interés en América Latina. Los jóvenes de Medio Oriente se sienten inspirados por el desarrollo económico democrático con justicia social y todo este concepto de lo que representan las izquierdas de Latinoamérica. Existe la idea de que ambas regiones, cuyos países se consideran en desarrollo, comparten cosas. Además, los países de América Latina han logrado más que los de Medio Oriente y eso puede ser un ejemplo de lo que se puede alcanzar.
Perfil
- Nombre: Stéphane Lacroix
- Profesión: Cientista político
- Cargo: Catedrático del Instituto de Estudios Políticos de París
Cientista político especializado en Medio Oriente
Stéphane Lacroix es también investigador asociado del Centro de Estudios y de Investigación Internacional de París (CERI) e investigador invitado del Centro de Estudios y Documentación Económica, Jurídica y Social de El Cairo (CEDEJ). En 2008 realizó un posdoctorado en estudios islámicos en la Universidad de Stanford (EEUU); en 2007 defendió sus tesis de doctorado en Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de París; en 2003 obtuvo su maestría en Análisis Comparativo de las Áreas Políticas en Ciencias Políticas; en 2002 alcanzó su maestría en Lengua y Civilización Árabes en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales (INALCO) en Sana (Yemen); y en 2002 obtuvo su maestría en matemáticas puras en la Universidad de París. Entre sus principales obras están Awakening Islam, The Meccan Rebellion y Complexity and Change in Saudi Arabia, entre otras